39.800 razones para celebrar el Día Internacional del Té

Fuente: Infocampo ~ Si bien nuestra costumbre como argentinos tiene mayor relación por folclore y costumbre con el mate, el tiene un lugar especial.

Quizás menos difundido que el resto de las infusiones, y eclipsado por la propagando brutal de la cadena norteamericana de café, el té guarda una relación con el cuidado y el bienestar. ¿A quién no le ofrecieron un tecito cuando se sentía mal? ¿Quién no tomó un té en hebras comunitario con esas bombillas largas?

Preparando lo que será mañana el Día Internacional del Té, te contamos 39.800 motivos por los cuales el 21 de mayo, entre mate y mate, te van a dar ganas de tomar un té, sentado en un sillón, escuchando Johnny Cash, y buscando un lindo libro para leer.

Con gusto a Misiones

En Argentina, existen 39.800 hectáreas de Camellia Sinensis y con esta planta se elabora diferentes variedades de té (negro, verde y rojo) que son comercializados a granel, en saquitos y en hebras. De esa área, casi 38.000 se encuentran en la provincia de Misiones y cerca de 1.800 en Corrientes.

Sólo en Misiones hay más de 5.000 productores de té, cinco Cooperativas y 60 PyMES tealeras que cuentan con plantas elaboradoras.

La participación de la Argentina en el mundo es especialmente significativa en el segmento del té negro a granel con el 2,7%. Anualmente, en el país se producen aproximadamente 80.000 toneladas de té, lo que representa el 90% de la producción total del continente americano.

Sí, leyeron bien. El 90% de la producción de América se hace en la Argentina, pero además, la calidad de nuestro té se destaca por la alta concentración de polifenoles, esenciales para la salud humana, y con certificaciones de excelencia en su producción y elaboración.

Somos, así como sucede con la carne vacuna argentina, un sinónimo de calidad. La tierra de la diversidad biológica y cultural, y la productora de té más al sur del planeta.

La vuelta al mundo en un saquito de té

Haciendo un poco de historia, el té argentino atravesó muchas etapas pero comenzó en 1923 cuando el sacerdote Tijón Hnatiuk llegó de Ucrania a Colonia Tres Capones, en Misiones, y trajo como regalo a su familia un paquete de semillas de Camellia sinensis.

Hoy en día, el 90% de la producción de té argentino está destinado al mercado externo y su volumen representa casi el 2% del consumo mundial. El principal destino es Estados Unidos, que compra el 70% de la producción y lo utiliza en su tradicional bebida: Ice Tea (té helado).

Otros destinos importantes son Chile, Alemania, Reino Unido, India, Malasia y otros 30 países más que completan la lista.

Durante el 2019, el Consorcio de Exportación de Té incrementó 100% el volumen vendido al exterior con respecto al 2018. Producto de eso fue la diversificaron de los destinos gracias a los recientes incorporados a la lista de compradores: Malasia, Rusia, Polonia, Perú, España y República Checa.

Por esa razón, a principio de año el consorcio exportador realizó una misión comercial al país que más importa este producto: Pakistán.

Té gourmet y la promoción local

En los últimos años cobró impulso el té gourmet que permitió el despliegue de vínculos con el mercado nacional. En este camino, también se destaca “La Ruta del Té”, una iniciativa conjuga la delicadeza de la infusión, los avances tecnológicos en la industria y la cultura que enlaza tradición con la histórica empresa Don Basilio (fundada en 1931). Desde este espacio se impulsa al té no sólo como un producto, sino como una experiencia como destino turístico y gastronómico.

Por otra parte, el programa Cocina Misionera, del Ministerio de Turismo de la provincia de Misiones, lleva adelante el desarrollo del “Camino del Té”, una propuesta para señalar y visitar establecimientos tealeros, y conocer la cadena de elaboración de la infusión junto a los productores, anfitriones en sus propias chacras.

Cocina Misionera trabaja en distintas acciones de promoción para otorgar mayor visibilidad al “terroir” propio del té negro misionero, caracterizado por su sabor, su origen y su gente, un producto turístico. El Camino del Té forma parte de La Ruta de la Cocina Misionera, un trazado que invita a vivir la experiencia del turismo gastronómico en los destinos reconocidos por el Gobierno de Misiones con el Sello COMÍ de distinción de calidad por su compromiso con la producción agroalimentaria misionera.

Para continuar con la expansión de esta noble infusión, se creó “El té argentino tiene a Misiones como protagonista”, que es una campaña mediante acciones de promoción y difusión que busca posicionar a esta infusión a nivel local y nacional.

Para ello han trabajado en conjunto tanto actores públicos como privados para garantizar esta actividad. Entre ellos, el Gobierno de la Provincia de Misiones a través de los Ministerios del Agro y la Producción y de Turismo, el INTA, el INTI, el CFI, la Fiesta Nacional del Té, el Clúster del Té de Misiones, la Cámara de Elaboradores de Té Argentino (CETA), el Consorcio de Exportación, cooperativas y productores, entre otros.

OtraRonda, una acción colectiva para ayudar a los bares

Fuente: La Nación ~#OtraRonda Los bares son el núcleo de la vida social de todos: es el lugar donde se concretan las juntadas con amigos, las reuniones con compañeros de trabajo y donde muchos desconocidos se hacen conocidos.

Actualmente, la cuarentena obligatoria a raíz de la expansión del Coronavirus nos puso a prueba a todos como sociedad, en especial a los comercios y emprendedores: muchos bares se vieron obligados a cerrar y dejar a sus empleados sin actividad. En ese sentido, el desafío que se les presentó es continuar en funcionamiento de alguna manera y conservar los puestos de trabajo.

Es por eso que #OtraRonda pone a disposición de los bares www.otraronda.com.ar una plataforma para que los consumidores puedan comprar un trago a «futuro» y cuando termine la cuarentena lo puedan disfrutar en su bar preferido y celebrar con amigos.

Colaborar es muy sencillo: todas las personas que quieran participar, podrán entrar a la web de Otra Ronda, elegir un bar, comprar su trago futuro (hasta dos tragos por persona) y Gancia les regalará otro. Al finalizar, van a recibir un código QR válido por dos tragos para disfrutarlos con amigos cuando el bar vuelva a su servicio habitual. De esta manera, ayudarán a que los bares y sus empleados puedan sobrellevar de una mejor forma la crisis que impacta al país.

Gancia se suma comprando a los bares la primera ronda de 5.000 tragos que se dividirá entre los primeros 100 bares que se inscriban y además duplicará la compra de los consumidores

¿Te sumás?

Para comprar y para anotar tu bar, ingresá a www.otraronda.com.ar

No te olvides de cumplir con las medidas de prevención

  1. Quedarse en casa lo máximo posible
  2. Lavarse las manos con agua y jabón o usar alcohol en gel
  3. Al toser y estornudar, cubrirse la boca y la nariz con el codo flexionado
  4. Limpiar las superficies de contacto frecuente con agua y lavandina
  5. Evitar tocarse la cara con las manos

Cuarentena: bares ofrecen delivery de cocktails de autor y picadas

Fuente: La Nación ~ Con sus salones cerrados para respetar la cuarentena y el aislamiento social, un puñado de bares porteños comienzan a ofrecer sus cocktails y platos a través del servicio de delivery. La iniciativa tiene antecedentes en bares de Estados Unidos y Europa, con establecimientos como PTD (Nueva York), Dante (Nueva York) o Three Sheets (Londres) que han sido pioneros en el desarrollo de presentaciones capaces de llegar al hogar en buenas condiciones. En la Argentina, esta modalidad de coctelería por delivery se resignifica en tiempos en que la gastronomía se enfrenta a uno de los escenarios más temidos como es el que plantea no contar con comensales por tiempo indeterminado.

«Hace rato que venimos desarrollando el tema de los cocktails embotellados para delivery. Pero ahora la idea es poder seguir funcionando dentro de esta problemática y también seguir llegando a la gente» , cuenta Sebastián Atienza, bartender detrás de Tres Monos, bar de Palermo que actualmente ofrece tragos clásicos y de autor en botellitas de 125 ml; los tragos se piden a través de Instagram (@3monosbar) y llegan por Glovo.

Similar servicio ofrece el bar Mito Mercato, también en Palermo y cuya barra es comandada por el bartender Maxi Salomón, aunque el servicio de delivery también incluye picadas, vino e insumos (almíbares, cordiales, destilados) para hacer cócteles en el hogar. «Hacemos delivery en un radio de 10 cuadras o por Glovo superando ese radio, tres días a la semana para salir lo menos posible -cuenta Maxi Salomón-. Tenemos un menú que se puede consultar por Instagram (@mitomercato), pero que se va actualizando porque hay insumos que se nos van acabando». Esta semana, por ejemplo, ofrecen cocktails como Negroni, Boulevardier o Penicillin, en botellas de 500 ml.

En tiempos de cuarentena, en el que la gastronomía argentina sufre y se encuentra acotada la posibilidad de disfrutar de una de las escenas de coctelería más destacadas del planeta como es la porteña, las propuestas de tragos y platos que ofrecen estos bares abre una ventana para poder mirar al futuro con un poco más de esperanza.

Coronavirus: la pandemia cambia la dinámica de los bares

Fuente: La Nación ~ Los dueños de locales en los polos gastronómicos ya registran una baja en la asistencia nocturna; los boliches de la Costanera cerraron por decreto del gobierno porteño

«¡No te tenemos miedo, coronavirus!», bromea Gisela, y levanta su copa para brindar con Lucía, Luciana y Antonela, que celebran el chiste con ganas. A las 23 de anteayer, las cuatro amigas toman unos tragos en uno de los bares del polo gastronómico ubicado entre las calles Donado y Holmberg, en Villa Urquiza. Un poco más en serio, Luciana agrega: «Estoy a favor de cuidarnos, pero no de la psicosis». Quizás por eso, en la mesa, entre bebidas, celulares y cigarrillos, se ve una botellita de alcohol en gel.

Hay bastante movimiento en la zona. Son muchos los jóvenes que, como ellas, decidieron disfrutar de otra noche de verano en la ciudad. La mayoría, explican, no están preocupados por la llegada del coronavirus al país y creen que la situación no amerita, por el momento, modificar sus salidas habituales. Pero, según pudo constatar la nacion en distintos puntos concurridos de la noche porteña, el nivel de actividad fue más bajo que de costumbre.

Claudia D’Angelo es una productora de TV de 42 años que vive en Coghlan y suele frecuentar la cervecería Gallo Negro, en la calle Donado. «Aunque hoy hay gente, normalmente está mucho más lleno. Igual nosotras vamos a seguir saliendo. En el edificio de la esquina de mi casa hay dos casos de dengue y siento mucho más cerca eso que el coronavirus», cuenta.

En la esquina de Honduras y Fitz Roy, en pleno Palermo Hollywood, también hay una numerosa concurrencia, aunque, según detalla Matías, uno de los camareros de la cervecería Temple, es menor que la acostumbrada: «Desde la cadena nacional de ayer [por el jueves] se notó que bajó la cantidad de gente y la noche muere más temprano. La deducción directa que uno hace es que es por esta alarma que se ha encendido».

Para hacer frente al nuevo coronavirus, en su trabajo tomaron algunas medidas extras y en varios puntos de la cervecería hay carteles que instruyen sobre el correcto lavado de manos. «Tenemos un poco más de rigor en la limpieza de baño: vamos cada 15 minutos para ver que no falte jabón, que haya toallas de mano y que esté todo en orden», dice.

La pandemia es un tema de charla en casi todas las mesas. «Hoy los saludé con el codo», bromea Ezequiel señalando a los dos amigos. «¿Qué vamos a hacer? -se pregunta este estudiante de Educación Física de 26 años-. Nosotros no somos un grupo de riesgo. Hasta que no sea grave, seguimos saliendo».

Ana Belén Soria, de 35 años, y Giannina Donnadia, de 29, juegan juntas al vóley. Esta noche, Ana tenía una invitación para ir a un cumpleaños en un boliche. Pero prefirió salir a tomar algo al aire libre con su amiga. «Era un lugar cerrado y yo soy asmática, entonces tengo que tener cuidado», argumenta. Sobre el coronavirus, cree que «no hay que subirse a la paranoia ni ningunearlo». Y cuenta una anécdota: «Hace un rato, un chico que estaba en la mesa de al lado estornudó, le hicimos una broma y se lo tomó remal». Como los padres de Donnadia son mayores de 65 años, ya les avisó que no iría a visitarlos durante algunas semanas, «por las dudas».

Cerca de las 2, la avenida Costanera Rafael Obligado es un desierto: no hay música ni ruido ni luces, son pocos los autos y las únicas personas que andan por la calle son los tradicionales pescadores. Una escena muy infrecuente durante la madrugada de un fin de semana, explica un remisero que conoce el movimiento de la zona. «Parece de día», dice.

Es que varios de los boliches ubicados allí y habitualmente muy concurridos, como Jet, Banana y Bayside, cerraron de forma temporal por el reciente decreto 140-20 del gobierno porteño, que suspende por un mes las actividades en los locales de baile y prohíbe «todo acto, reunión o acontecimiento de carácter eventual cuyo objeto sea artístico, musical o festivo mayor a doscientos asistentes».

La Agencia Gubernamental de Control de la ciudad informó que durante la madrugada de ayer se hicieron «más de cien inspecciones en locales nocturnos y boliches bailables en los barrios porteños de Constitución, Palermo y Flores». Aunque «la gran mayoría de los locales nocturnos cumplían con la reglamentación vinculada al coronavirus», se clausuraron dos (Ivanoff, en Rivadavia al 7500, y Carnal, en Niceto Vega al 5500) por infringirla.

Una alternativa que encontraron algunos bares para trabajar fue limitar la entrada de gente. Es el caso de Avant Garten, uno de los lugares de moda en los Arcos del Rosedal. Así lo explica Mariano, el encargado: «Estamos trabajando con un máximo de 40 personas adentro, para adaptarnos a la normativa. Tuvimos que cancelar varias cosas, como el DJ, y en vez de cerrar a las 4 hoy vamos a hacerlo a las 2». Uno de los empleados que controlan el ingreso señala el paseo vacío y marca el contraste: «Hay un 70% menos de gente. Cualquier otro día, esto explota».

Bares Speakeasy: el desafío de jugar con lo oculto

Fuente: La Nación ~ Los espacios que ofrecen vivencias diferentes cuentan con un plus para atraer a sus clientes. En sintonía con esta premisa, los bares speakeasy cobran fuerza: locales ocultos detrás de una puerta que puede parecer la de una casa cualquiera, y al abrirla, invita a recorrer un mundo distinto. ¿Cuáles son los desafíos de estos locales?

En la ciudad de Buenos Aires, The Hidden Group suma propuestas en esta línea. Se trata de un equipo liderado por cuatro jóvenes emprendedores -los socios Martín Brenna, Valentin y Nicolás Minoyetti y Federico Sadovsky- que decidieron apostar en esta dirección con locales como Docks, J.W Bradley y The Hole, cada uno diseñado con una estrategia y temática bien definida. Martín Brenna cuenta que el concepto de bares «speakeasy», tiene origen en las primeras décadas del siglo XX, en la ciudad de Nueva York. En esos años regía la Ley Seca, que impedía la fabricación y el consumo de alcohol: «Para demostrar que toda ley nace para ser quebrada comienzan a aparecer estos bares a «puertas cerradas». Desde el exterior uno no lo reconoce como un bar y es necesario ser invitado o formar parte del selecto grupo que conoce el lugar. Nosotros elegimos esta modalidad porque buscamos brindar una experiencia diferente, que transporte a otros tiempos y lugares», dice Brenna. Teniendo en cuenta su tradición histórica, los socios señalan que uno de los puntos más fuertes en este tipo de bares es la coctelería de autor.

J. W. Bradley, una de sus propuestas: un bar inspirado en los trenes de lujo de Europa que recorrían la ruta del Expreso de Oriente. Según cuentan los socios, J. W. Bradley era un fabricante de trenes que diseñó en el último vagón una barra de lujo para los viajantes. La ambientación es clave y cada detalle suma: desde un vagón real a partir del cual se ingresa al espacio, hasta lámparas de lujo que transportan a otra época.

Para The Hole, los socios idearon un concepto que alude al auge de las mafias y contrabando en Estados Unidos durante la Ley Seca. A partir de esta idea, tomaron como referencia la cárcel de Alcatraz en la bahía de San Francisco -donde estuvieron Al Capone, o Lucky Luciano- para dar forma a uno de los tesoros escondidos de Buenos Aires. En el espacio se destaca su decoración que incluye, por ejemplo, un auto antiguo estacionado frente a un decorado que simula la puerta de un banco, o celdas con mesas más privadas. La cartelería en las paredes apuntan a reforzar el concepto: se comunican los horarios de visitas, requisitos de comportamiento e incluso los horarios de comidas y esparcimiento. «La idea es que quienes vengan a nuestros Hidden Bars se transporten a otros tiempos, donde había diferentes procesos de producción «, dice Minoyetti quien cuenta que viajaron a San Francisco y a Europa en busca de inspiración.

Docks es otro de los bares speakeasy del grupo, que sigue en la línea temática, pero con el ojo puesto en los puertos británicos. Allí se recrea la experiencia de un viejo muelle de principios de siglo XX. Como antesala, una discreta puerta negra seguida de otra corrediza de metal -muy típica de los grandes barcos- da la bienvenida a la recepción, donde un video relata una historia vinculada a esta temática y se encuentra la recreación de un pequeño muelle con pisos transparentes, desde el cual se aprecia un surco artificial de agua y rocas, y a su paso una cascada. El imponente espacio iluminado a media luz permite apreciar detalles originales como escotillas, anclas, murales de piratas, mapas, lámparas de la época, una cabina de despresurización y sin duda, la vedette del lugar: un faro en el centro del salón, que guarda la oferta de vinos.

Minoyetti, otro de los socios de estos emprendimientos, cuenta que los desafíos de abrir lugares conceptuales están en mantenerse a la vanguardia respetando realidades históricas. «Para brindar una experiencia única se trabaja desde la gestación de la idea en los detalles», sostiene. Acerca del público, Sadovsky describe el perfil como jóvenes adultos de mente abierta que buscan probar algo distinto.

En Recoleta, el bar Vanguard se alinea con la tendencia, y se oculta debajo de Brew, un refugio cervecero al que se ingresa por la misma puerta que a Vanguard. Como en un juego de «elige tu propia aventura», los comensales que se adentran en el misterioso secreto de Vanguard, se encuentran con un camino que evoca las ruinas de una mina. Una vez en el interior, el espacio sorprende con una atmósfera que combina lo rústico y lo elegante. Metales, cueros, mesas de mármol, paredes con espejos y elegantes lámparas que aportan una tenue iluminación son algunos de los elementos claves de este refinado speakeasy. Simón Montes Casas dueño y creador de Vanguard cuenta que la estética del bar mezcla lo vintage de los años ochenta con aspectos de una cueva minera que apunta a mostrar un mundo de vanguardia escondido entre las montañas de cemento. A la hora de ambientar, dice, utilizó materiales que contrasten y a la vez se potencien. El cobre y el cuero son los protagonistas, y también se lucen los cristales de las lámparas y espejos biselados en contraste con las piedras y maderas. «Un bar speakeasy se define por estar escondido y generar su identidad por el boca en boca», relata . El desafío es lograr atraer el público para este tipo de experiencias, a través de una difusión en la que el boca en boca es fundamental.

En la ciudad son varios los bares ocultos que convocan a locales y turistas. Florería Atlántico, de Renato «Tato» Giovannoni es un clásico en Recoleta, que incluso, en el 2018, llegó a estar entre los quince mejores bares del mundo según el ranking The World’s 50 Best Bars. Giovannoni aclara desde un principio que no se trata de un bar speakeasy, ya que no tiene un concepto asociado con la época de la Ley Seca. Sin embargo, fruto del azar y las decisiones, se convirtió en un espacio oculto detrás de una florería que conjuga calidad estética, misterio y sorpresa, además de una coctelería original.

El dueño de Florería Atlántico cuenta que pasó muchos años buscando un sótano de Buenos Aires para crear su bar. La estética de Florería Atlántico, dice, fue naciendo a medida que iban desarmando lo que había, y encontrándose con el edificio original de 1917. En ese trabajo, descubrieron, por ejemplo, que detrás del durlock se escondía un techo alto con unas vigas originales que aportaban la imagen que buscaban. «Tenía muy claro que quería que la barra fuese la más larga de Buenos Aires, y sabía que la mayor inversión del local la íbamos a hacer en la barra, con muy buena madera sobre ella en el mostrador, y todo el frente de cobre. Es una barra curva, de dieciocho metros de largo», destaca.

Giovannoni, cuenta que enseguida notaron que todo lo que pasaba en el bar sucedía abajo, mientras que la parte de arriba, un hermoso local de cuarenta metros a la calle, quedaba ajeno a toda la acción. Así, decidieron ubicar ahí la bodega de vinos y montar una florería que funcionase de día, ya que, además, el bar necesitaba que hubiera siempre alguien para recibir a los proveedores. Las escaleras al sótano resultaban extrañas para quienes llegaban a comprar flores al pintoresco local, por lo que se decidió esconderlas con una puerta tipo de cámara frigorífica que simulase el lugar de guarda de flores y vinos. En este sentido, señala que son muchos los pros de este factor sorpresa que llama la atención de los visitantes. El contraste entre un espacio y otro también es fundamental.

After office: Cuál es el nuevo circuito de la tendencia que crece en la ciudad

Fuente: La Nación ~ Mercedes Iotta, de 30 años, apoya su cartera y unos sobres con papeles que se llevó de la oficina sobre una de las mesas altas de madera. En una mano tiene una cerveza y con la otra suma gestos a su relato. Ya no se habla de trabajo, eso quedó en el pasado, al menos hasta mañana. Este plan lo hacen una o dos veces por semana. «A veces venimos juntas, otras no, pero siempre tratamos de cortar la rutina. Aprovechamos para despejarnos y para ver a los amigos con los que nos cuesta encontrarnos los fines de semana», indica.

Ellas están en el after office de Maldini, ubicado en el shopping Dot, en Saavedra, que abrió en diciembre pasado. Este bar forma parte de un circuito de espacios que en el último año vieron cómo sus terrazas se llenaban de personas desde los miércoles hasta los sábados, sobre todo entre las 18 y las 21. A este local se suman los que están en los Arcos del Rosedal (ex-Paseo de la Infanta), en la zona del Hipódromo, en Palermo, y en las Terrazas de Recoleta, que pertenecen al complejo donde funcionaba el shopping Buenos Aires Design. Aunque el fenómeno también se repite en otros barrios de la ciudad.

La enorme cantidad de personas que tomaron como costumbre estas salidas breves, y no tan costosas, hizo que los after office porteños se reinventaran. Ahora estos bares y cervecerías les ganaron terreno a los clásicos boliches del centro o de la Costanera, que representan un gasto mayor y suelen terminar a altas horas de la madrugada. Además, algunas empresas usan estos espacios para generar vínculos más estrechos entre sus empleados y así romper las barreras impuestas por las jerarquías o por la propia dinámica del ámbito laboral.

Maldini tiene tres sucursales, una en el paseo de compras Distrito Arcos y otra en las Terrazas de Recoleta. Pero el local donde Iotta y su amiga están tomando cerveza cambió la dinámica de todo el shopping. A partir de los miércoles va tanta gente que hasta el patio de comidas extendió su horario de cierre hasta la una o dos de la mañana.

«En la oficina somos 15, todas mujeres, y hoy por lo menos cuatro salíamos a distintos after office. Por acá está lleno de oficinas, a las 20 esto explota», argumentan Constanza Decía y Luciana Lagraña, ambas de 21 años, que se encuentran tomando una cerveza junto a otras amigas en Maldini. «Somos ocho amigos del trabajo, no siempre venimos acá, pero siempre salimos a tomar algo en medio de la semana. Es una costumbre que tenemos desde el año pasado. Está bueno para acercarse más a los colegas del trabajo», describe María Eugenia Rico, de 29 años, que está en el mismo bar.

Pía Ciano, de 26, vocera de Maldini, argumenta que salir a tomar algo y darle un espacio al disfrute es algo que está muy presente en las personas de su generación. «Yo estoy en un grupo de WhatsApp en el que participan 170 personas y ahí solo conversamos para recomendarnos lugares para ir a comer o tomar algo. En el Dot estamos tratando de tomar medidas para que el lugar no sea una locura por la cantidad de personas que vienen. Cerca del shopping hay muchas empresas grandes y por eso también hay una gran concurrencia».

En los Arcos del Rosedal hay heladerías, restaurantes y bares. Entre ellos, Avant Garden, uno de los más concurridos. «Nosotros aprovechamos el boom cervecero y lo combinamos con buenos tragos, muy buena gastronomía, que este es uno de nuestros diferenciales, arte y DJ en vivo. La gente está empezando a disfrutar un poco más el día, y ese es un buen modo de vida. Estas salidas van en esa línea», dice Sebastián Novoa, uno de los dueños.

Ya son casi las 20 e Imanol Fernández, de 24 años, está junto a su novia y una amiga en este bar. «Salimos todas las semanas. A veces nos juntamos en una casa para no gastar tanto, pero en general tratamos de venir a este tipo de bares. Es necesario y natural cortar con el laburo y venir a despejarse», cuenta.

Cerca de ahí, en el Hipódromo se encuentra el bar Rabieta, que funciona dentro del edificio de la antigua confitería La París. Ahí el foco está puesto en la cerveza artesanal. Tienen 40 canillas y 20 estilos distintos.

«La cantidad de gente que viene a Rabieta fue aumentando progresivamente desde que llegó al Hipódromo, en 2017. Acá la gente puede cenar tranquila en la parte de adentro, o si quieren un poco más de interacción pueden ir al patio cervecero o al deck, al lado de la pista de carreras. Hay una tendencia a salir del trabajo e ir tomar una rica cerveza. Acá vienen amigos del trabajo, parejas, todos con el objetivo de cortar la rutina», señala María Laura Kilzi, responsable de marketing de Rabieta en La París.

Otro paseo, tal vez el más concurrido de todos, es el de las Terrazas de Recoleta. Ahí desborda de gente casi toda la semana y, además, está cerca de los bares que se encuentran frente al cementerio de la Recoleta. Entre los más populares en esa terraza está Aribau.

«Para nosotros es un punto medio entre el centro y Palermo, por eso venimos acá. A veces es muy llamativa la cantidad de gente que elige esta terraza. Acá hay un bar al lado del otro y están cada vez más llenos. Nosotros nos estamos juntando bastante, antes no lo hacíamos tan seguido, creo que es algo que nos pasa a todos. Tengo varios grupos de amigos y ahora es muy común que salgan a tomar algo en la semana o se junten en alguna casa», relata Marcos Elieshter, de 25 años.

Agustín Bargagna, uno de los dueños de Aribau y también de Maldini, explica que desde las 18 hasta las 21 es el rango horario de mayor concurrencia. «Hay gente que está empezando a salir hasta los lunes y martes. Este tipo de salidas, además, son más económicas que la entrada a un boliche. Acá con $500 cada uno podés tomar y comer algo con un amigo», concluye

“Bar de viejes”, el mapa alternativo de los cafés de toda la vida

Fuente: Clarín ~ Es el mundo pre Internet visto a través de Instagram. Están las mesas de tapa naranja, las servilletas que no limpian, el teléfono público, los hombres que leen diarios en papel y el mozo que va y vuelve con un trapo rejilla debajo de la bandeja. También está el té servido en taza de vidrio marrón y el sifón al lado de unas milanesas con puré. En las fotos de Bar de Viejes todo eso está y genera cientos de likes y decenas de miles de seguidores. Pero en esa cuenta de Instagram hay más, bastante más, que una exaltación del pasado.

“Bar de Viejes captura los bares de antes pero habla del presente. No es nostálgico”, dice la administradora de la cuenta. Es una mujer de 31 años que antes pidió que su nombre no se publicara. Y ahora, sentada a la mesa de un bar del Bajo porteño, dice que lo prefiere así para que la atención esté en el proyecto, que es colectivo y busca generar un mapa alternativo de los bares de la Ciudad.

Explica: “El objetivo es armar una guía -por fuera de ‘lo notable’- que ponga a estos cafés otra vez en el radar, que ayude a que sean re-habitados y que los destaque por lo que son: un lugar de pertenencia con una sociabilidad que no se da en otro espacio, ni siquiera en un restaurante, y en un Starbucks, menos”.

Gran parte de la interacción, dice, se apoya en el hábito. En un estar sistemático a lo largo de los años. Tener una mesa, conocer la historia de los que atienden y de los que se sientan al lado. Entrar saludando a todos por el nombre y en voz alta. O con un gesto. Llegar con ganas de hablar y otras, sin; y que eso se respete. “Se practica un sentido de comunidad que no es excluyente con la soledad, y esa dualidad es fascinante”.

«Los bares de viejes se parecen a un club de barrio. Hay un reconocimiento del otro, hay amistad. Hay risa, debate (en general político y deportivo) e intercambio de información o servicios: si es tu espacio cotidiano seguramente consultes ahí por el contacto de un buen electricista o plomero», dice. Y después marca la diferencia: «No son lugares individualistas, donde los clientes toman café de un envase que lleva su nombre».

«¿Querés un vaso con soda y jugo de limón o preferís el sifón y en un platito aparte las rodajas?», la interrumpe amablemente la mujer que maneja la caja y ahora atiende en simultáneo su pedido. También hay un mozo. A las cinco de la tarde, mientras afuera el movimiento de Belgrano y Paseo Colón se vuelve frenético por el regreso a casa, los encargados del café Comet se dividen entre la mesa con la gestora de Bar de Viejes y otra con tres hombres. Sobre ellos giran las aspas de un ventilador.

Acá y allá, hay espejos. Los bares que integran la cuenta de Instagram los suelen tener: «Antes , los espejos se colocaban para que el mozo pudiera ver cada rincón del salón. Incluso, desde detrás de la barra». La que hay en Comet es llamativa. El menú de platos y aperitivos se muestra en una pizarra de hospital público o juzgado: fondo negro y letras blancas individuales que forman palabras. En el medio hay un reloj de pared. Y abajo, banquetas negras, redondas y mullidas. Giran sobre sí mismas, para un lado y para el otro. Son el sueño de cualquier chica o chico de menos de siete.

Los baños, como en la mayoría de los locales gastronómicos porteños, son binarios. Uno para mujeres y otro para hombres. Separando cada puerta hay un teléfono público empotrado a una pared. Alguien pegó un cartel: «No funciona».

En el Bar Comet hay un teléfono público con un cartel de «No funciona». Foto: Luciano Thieberger.

En forma histórica, muchos argentinos adoptaron un bar. Lo usaron como una extensión de su casa. Pero en algún momento los bares de toda la vida dejaron de serlo.

Ocurrió por el avance de las cadenas, por falta de espalda económica de estos espacios más chicos, pero también por dar un servicio pobre o por ser incapaces de adaptarse.

Bar El motivo, en Zamudio y Del Carril. Ahí Bar de Viejes organizó el festejo de los 60 años del café. Fue la primera experiencia de implementar prácticas nuevas para atraer otros públicos. Gentileza: @bardeviejes

«La supervivencia de los bares de viejes depende del público joven. La gente que ya los conoce y los consume, va a seguir yendo. Pero ese público eventualmente va a dejar de estar», dice la creadora de la cuenta.

Sus seguidores -esos que le suman likes y comentarios o le sugieren otros bares para retratar- tienen entre 25 y 45 años. Ella cree que el desafío está en alcanzar una convivencia entre lo viejo y lo nuevo.

«Hay que cambiar la lógica de consumo. Si nos entristece que desaparezcan, si los valoramos, usémoslos. Apropiémonos de ellos y hagámoslos parte de nuestro hábito«, propone.

¿Cómo? «Primero yendo y segundo formando comunidad. Los bares de viejes traen un pasado pero habilitan el presente. Se puede retomar su tradición como punto de encuentro y articular cada tanto prácticas nuevas». Esas actividades pueden ir desde una performance, pasando por un club de lectura o una proyección, hasta una feria de fanzines.

Y esa acción, aclara, no implica desplazar al habitué, sino integrar. La convivencia tiene que ser respetuosa.

BarEs

Lo primero que pensó la impulsora de Bar de Viejes fue por qué. ¿Por qué siempre varones adultos, blancos y heterosexuales?

La pregunta volvía en cada bar. Y, cuando ya llevaba un año fotografiando estos cafés, decidió hacer algo. Primero cambió la O de viejos por una arroba. No le pareció suficiente y entonces apareció la E. Viejos mutó a viejes.

Detrás del cambio de nombre hay una intención: «La idea es que estos espacios empiecen a ser ocupados por mujeres y minorías«.

Desde su arquitectura, muchos de estos bares expresaban las prácticas sociales de la época en la que surgieron. «Todavía quedan algunos que ni siquiera tienen baños para mujeres y en otros aún se ven los apartados, ahora refuncionalizados», dice y explica: «Eran ambientes construidos para diferenciar el bar del ‘sector para el hogar’, donde podían estar las mujeres con los hijos».

Mientras el hombre tenía la libertad de separar sus capas -trabajo, familia y ocio-, a la mujer no se le permitía ocupar el terreno del bar.

«Cuando yo era chica, ser habitué femenina de un bar de viejes era bastante hostil. Había mucha resistencia». La comunidad era exclusiva de varones y el rechazo al ingreso se evidenciaba en una acción: volver a la mujer objeto».

Ocurría -todavía ocurre- en el transporte, en el trabajo, en la calle, en el deporte y en muchos otros ámbitos. «Los bares no son ajenos al feminismo y el objetivo de empezar a ocupar lugares tradicionalmente masculinos incluye al bar. La manera de combatir es ir, estar, volverse sujeto».

Hablar de un bar es hablar de la historia de una sociedad. De cómo se organizó la inmigración (detrás de la mayoría de los bares de viejes hay gallegos y asturianos), de trabajo (suele haber mucha contratación informal) y de identidad barrial. También, es hablar de género. Ella sintetiza: «Es hacer una historia social de Buenos Aires».

Consciente de esa magnitud, presentó al Gobierno porteño un proyecto de mecenazgo. Y obtuvo el financiamiento. El resultado será una página web con un mapa con al menos 400 bares de viejes. Tendrá reseñas, recomendaciones gastronómicas -especialidades de cada bar- y narraciones. Dato bueno y de acceso rápido, como lo demandan las generaciones nuevas.

Un poco de todo eso ya lo empezó a hacer en la publicación cultural Amo Villa Crespo. Ahí, perfiló al Bar Iberia, un café que desde hace 37 años acompaña a los vecinos de Villa Crespo en la frontera con Paternal.

Escribió sobre sus tallarines al huevo, canelones, lentejas guisadas y los sándwiches de queso y crudo. También dejó líneas tan lindas como esta: «Otra historia de ‘los gallegos’ (por los dueños) es que siempre adoptaron una perra doberman bajo el nombre de Pamela. Ya son tres Pamelas en la historia de Iberia. Siempre doberman, siempre hembra, siempre Pamela».

Bar de viejes detecta el patrimonio cultural que hay por fuera del circuito notable. Lo ve y comparte. Lo defiende: «Son espacios austeros. El menú es simple. No están atentos a la tendencia, no van a sumarle palta a la tostada. Pero saben trabajar con la materia prima. Hace décadas que lo hacen. Y lo más importante: ofrecen una experiencia social, no son ámbitos impersonales».

En los últimos años, la mujer detrás de Bar de Viejes vio a muchos cerrar. Por eso insiste: «La forma más importante de apoyar es yendo. Si nos importa lo local, si creemos que hay un valor ahí, si entendemos que forma parte de nuestro universo propio, pero no lo trasladamos a nuestros consumos, es pura selfie».

Empezó la Pisco Week: conocé los cócteles peruanos que hay que probar

Fuente: Cronista ~ Tras exitosas ediciones realizadas en ciudades como Milán, París, Londres y Madrid, llegó a Buenos Aires la Pisco Week organizada por la Comisión de Promoción del Perú para la Exportación y el Turismo (PROMPERÚ), con el apoyo de la embajada y consulado peruanos en el país.

Hasta el 23 de febrero, los establecimientos Amazonia, Ceviche, Chan Chan, Contigo Perú, La Catedral del Pisco, La Causa Nikkei, Las Palmeras, Mochica, Osaka, Puerta del Inca, Quechua, Rojas Cervecería, Sabores del Perú, Sipán, Taki Ongoy, Tigre Morado y Xilantro; y los bares 878; BASA; Brukbar; Gran Bar Danzon; OhNo! Lulu y Presidente Bar ofrecerán cocteles a base de pisco a precios promocionales. 

La historia del Pisco

El pisco es un destilado que no incluye otro ingrediente más que el mosto recién fermentado de uvas pisqueras de las costas peruanas. La palabra pisco proviene del término quechua ‘pisqu’, que significa ‘ave’, y está relacionada con el puerto y valle de Pisco, situado al sur del Perú, lugar donde se embarcó el aguardiente para enviarlo a España por primera vez en el siglo XVI.

Sin embargo, esta acepción no es la única. En la misma región habitaba una comunidad de indígenas llamados «Piskos», que eran ceramistas dedicados a la elaboración de vasijas de arcilla, caracterizadas por su recubrimiento interior hecho a base de cera de abejas. Estas se utilizaban para almacenar bebidas alcohólicas y chichas. Cuando los españoles trajeron la uva a la región, se comenzó a almacenar, también, el famoso aguardiente elaborado en la zona, que tiempo más tarde adoptó el nombre con el que se conoce en la actualidad.

En 2005, Perú registró la Denominación de Origen ante la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual y en 2013, la Comisión Europea le concedió el registro de pisco como indicación geográfica. La palabra pisco es una denominación de origen exclusivamente peruana. En primer lugar, porque corresponde a un lugar geográfico que ha existido desde inicios del Virreinato con ese nombre, correspondiendo a una ciudad, un valle, un río, un puerto y una provincia en la costa sur del Perú.  En segundo lugar, porque la extracción, recolección y posterior fabricación y elaboración de esta bebida se realiza a través de un proceso productivo exclusivo de la técnica peruana desarrollado y difundido en las regiones productoras. Las únicas zonas productoras de pisco son la costa de las regiones peruanas de Lima, Ica, Arequipa y Moquegua; y los valles de Locumba, Sama y Caplina, ubicados en Tacna.

Características y tipos de pisco

Sus características sensoriales son las siguientes:

•    En vista: Incoloro, claro, límpido y brillante.
•    En nariz: aromas limpios, elegantes y distinguidos, con notas frutales, florales y cítricas.
•    En boca: cálido, estructurado y equilibrado, fresco y con gran personalidad.

Se utilizan uvas pisqueras que se dividen en dos grandes grupos: 

•    No aromáticas: Quebranta, Mollar, Negra Criolla y Uvina.
•    Aromáticas: Italia, Moscatel, Torontel y Albilla.

Por su sabor, se pueden distinguir los siguientes tipos de pisco: 

•    Pisco puro: obtenido exclusivamente de una sola variedad de uva pisquera.
•    Pisco mosto verde: obtenido de la destilación de mostos frescos de uvas pisqueras con fermentación interrumpida.
•    Pisco acholado: blend, mezcla de distintas variedades.

Pisco en el mundo

•    A través de más de 40 marcas, el pisco se exporta a más de 46 países.
•    El principal importador de pisco es EE. UU (compras anuales por más de $3 millones).
•    España es el segundo comprador mundial, seguido por Francia y los Países Bajos.
•    Otros importantes compradores europeos de pisco son Reino Unido, Italia y Alemania.

Cócteles con psico

A continuación, algunos cocteles que no puedes dejar de probar hechos a base de la bebida bandera peruana, que estarán con grandes descuentos:

EL PISCO SOUR

Sencillo, equilibrado y perfecto, el Pisco Sour es el cóctel bandera del Perú. Se preparó por primera vez en el desaparecido bar Morris de Lima en los agitados años 30 y en poco tiempo se ganó el corazón de todos. Roberto Meléndez, uno de los mixólogos más importantes del Perú, heredó la receta de su padre y hace 30 años lo prepara respetando la fórmula tradicional: 4 partes de pisco, 1 de jarabe de goma, 1 de jugo de limón recién exprimido y una clara de huevo. Estos insumos deben batirse fuertemente en una coctelera con hielo de 12 a 15 segundos y luego se vierte en una copa o vaso en tres tiempos para evitar que quede mucha espuma. Para terminar, tres gotas de bitter angostura para contrarrestar el aroma del huevo.

EL PSICO PUNCH

Si bien el Pisco Sour es el cóctel más representativo del Perú, no es el más antiguo. Ese galardón se lo lleva el Pisco Punch que, además, tiene una particularidad: no se creó en el Perú sino en Estados Unidos. Con la fiebre del oro de mediados de 1800, miles de personas migraron a California en busca de fortuna y entre otras cosas, con ellas llegó a San Francisco el pisco que fue utilizado por los primeros bartenders de la ciudad. Así, cuenta la leyenda que nació el Pisco Punch en un bar llamado Bank Exchange donde, dicen algunos, el escritor Mark Twain tomó un Pisco Punch con el joven que inspiró el personaje de Tom Sawyer. ¿Mito o realidad? Jorge Mendives, en su paso por el restaurante limeño Central, creó su propia versión de este mítico cóctel. Solo es necesario mezclar 60 ml de pisco, la misma cantidad de jugo de ananá; 2 dash de bitter angostura; 15 ml de jarabe de goma y 15 ml de jugo de lima en una coctelera. Batir y servir luego en un vaso con hielo, unas rodajas de pomelo y menta fresca.
EL CHICLANO

Manuel Cigarrostegui, bartender corporativo del Grupo Aramburú y Brand Ambassador de Pisco Tabernero, señala: “La coctelería peruana hoy por hoy va encontrando una identidad más marcada; la más tradicional se basa en versiones de cócteles clásicos como el Pisco Sour, el Chilcano o el Pisco Punch, ya que la versatilidad que tienen las varietales nos otorgan un mundo de sabores diferentes para poder experimentar”. El origen del Chilcano es confuso, hay varias teorías pero una de las más convincentes lo asocia a la llegada de los primeros italianos al Perú que tenían por costumbre tomar un trago llamado Buon Giorno, que se hacía con grappa y ginger ale. Cuando se instalaron en tierra peruana, suplantaron la grappa por el pisco. Para su versión del Chilcano, Cigarrostegui combina 60 ml de pisco moscatel (el más aromático); con una cucharadita de limón Tahití; 2 gotas de bitter y ginger ale. Se mezclan los ingredientes en un vaso alto con hielo y se decora con una flor de hibiscus y un twist de lima.

Con vista 360° y cuanto más alto, mejor: la moda de los bares en terraza en Buenos Aires

Fuente: Clarín ~ Más allá de lo que diga el diccionario, para los argentinos la palabra “terraza” es sinónimo de altura.  Sin embargo, en vistas del uso que se le da en gastronomía​, hoy el término abraza el sentido completo que le da la Real Academia Española y se refiere a los espacios al aire libre que se encuentran delante de bares, restaurantes y cafés.

La proliferación de terrazas trasciende lo semántico: cada vez hay más opciones en el mapa gastronómico de la ciudad. Desde lujosas en hoteles cinco estrellas hasta otras descontracturadas en bares y cervecerías.

Las aperturas empezaron hace ya una década, pero el último invierno pasado marcó un antes y un después en la materia, ya que abrió sus puertas -y su cielo- Trade, el rooftop bar descubierto más alto de la ciudad.

Desde su majestuoso piso 21 se disfruta de una panorámica única, que resume, como un collage, puntos emblemáticos de la ciudad: el Río de La Plata, la zona bancaria con sus rascacielos iluminados, Puerto Madero, la Torre de Los Ingleses, el Obelisco y más. Además, está en un edificio histórico: el Comega, uno de los símbolos locales de la arquitectura racionalista.

Todos los atardeceres se forma fila en la puerta del edificio. Hay que sortear esa espera para llegar al ascensor, subir 19 pisos -87 metros- sin escalas y en pocos segundos desembocar en un bar donde los ventanales son protagonistas. Para la terraza todavía faltan dos pisos por escalera.

Tras el hitazo de Trade está Andrés Rolando junto a otros socios. La terraza siempre había sido un espacio intransitable, pero ellos sabían que ese lugar abandonado iba a convertirse en una estrella de la ciudad. “Cuando lo fuimos a ver pusimos como condición que se pudiera instalar un rooftop, así que antes de firmar hicimos todas las averiguaciones para asegurarnos que se podía entrar en obra. La gente que nos alquila ni siquiera sabía que desde ahí se veía el Obelisco, nadie subía a esa terraza”, cuenta Rolando.

La propuesta gastronómica está, valga el juego de palabras, a la altura. Los cócteles -con carta diseñada por Lucas López Dávalos- son impecables, algo que sorprende en un bar donde se despachan unos 900 por noche. Y, encima, no están a precio turista, todos a $ 320.

Terrazas de hotel

Allí cerca se encuentra otra terraza que propone un mood bien diferente: Cielo Sky Bar, ubicado en el Hotel Grand Brizo. A pasitos del Obelisco, ofrece una postal única de este ícono porteño. El bar es bastante angosto y tiene una barra sobre la avenida Cerrito que lo circunda por completo. Se recomienda visitarlo en pareja o en plan charla, ya que el ambiente es muy tranquilo.

A 15 cuadras de ahí, a cien metros de Plaza San Martín y también en otro hotel, está el primer rooftop de la ciudad. El Sky Bar del Pulitzer Hotel –elegido hace un par de años por el diario británico The Guardian como uno de los bares porteños para conocer– abrió sus puertas 2010, cuando el concepto era desconocido por estos pagos.

Demasiado tarde si se lo compara con lo que sucedió en Nueva York, donde los rooftops son parte del ADN de esa metrópoli. El primero abrió en 1890, en la terraza del Casino Theater, en 39th Street y Broadway, e incluso el antiguo Madison Square Garden –inaugurado en 1890 y demolido en 1925– contaba con una monumental terraza que podía albergar hasta 1.200 personas.

El Pulitzer, perteneciente a la cadena española Regina Hoteles, importó esta idea del exterior hace una década, y todavía hoy es uno de los favoritos de la ciudad. “Todos los veranos, al menos dos o tres veces venimos a tomar algo. Nos encanta porque queda cerca de la oficina, podemos ver el atardecer y viene gente de nuestra edad”, cuenta Delfina Llorente, de 29 años. Ayudan su onda playera y sus precios amigables: los cócteles arrancan en $ 270 y las cervezas en $ 170.

Los hoteles fueron los que consolidaron el concepto. El grupo de los hoteles Alvear tiene dos en sus propiedades. Uno es el Roof Bar abierto en 2016 en el el piso 11 del Alvear Palace, en un espacio que supo ser parte del exclusivo salón de fiestas Roof Garden (donde Susana Giménez se casó con Huberto Roviralta). Al año siguiente, la inauguración del Alvear Icon, en Puerto Madero, sumó otra terraza que da que hablar: el Crystal Bar.

En realidad, sólo un pequeño sector está al descubierto, por eso es más un mirador que una terraza. Como sea, la vista desde el piso 32 es impactante: se trata del punto más alto desde el cual se puede observar la ciudad cóctel en mano. La Reserva Ecológica, los edificios de Puerto Madero y también los que están del otro lado del dique son algunos de los lugares que aparecen en escena.

Pero la altura no es todo. Un rooftop puede estar tanto en el piso 32 como en el 7: lo que lo define como tal es que ofrezca una vista panorámica. Por eso, desde el noveno piso, el Hotel Madero suma otra opción, ya que también despliega una postal del barrio más caro de la ciudad, pero abre sólo en ocasiones especiales, por lo que es necesario chequear la agenda. La próxima fecha es el 13 de febrero, cuando realizarán su ya clásica fiesta anti San Valentín.

Las cúpulas del centro

En esa propuesta de mirar la ciudad de una manera diferente, no pueden faltar las terrazas históricas. Una de ellas es la de la Galería Güemes, donde se encuentra Florida 165 Rooftop Bar. Es una de las más nuevas de la lista, habilitada a fines del año pasado.

Desde un sexto piso, a 87 metros del suelo, se pueden apreciar las cúpulas del edificio Bencich -inspiradas en el academicismo francés- la del ex Banco de Boston, con sus tejas coloniales de color ladrillo, y la del ex edificio Gath & Chaves, entre otras.

“Se nos ocurrió abrir el bar en la Galería Güemes porque siempre veíamos a la gente fotografiando esos edificios desde abajo, y queríamos encontrar una terraza donde poder ver las cúpulas desde otro lugar”, contó a este diario cuando se inauguró uno de sus responsables, Hernán de la Colina.

El recorrido de historia en las alturas sigue por la emblemática Avenida de Mayo, que no podía dejar de tener terraza propia: la del mítico Palacio Barolo. En el piso 16 se emplaza Salón 1923, un bar que apela a los aperitivos, la cerveza, el vino y los platos simples. Al caer la tarde, la gente se agolpa para sacar fotos que irán directo al feed de Instagram. La más buscada es la del famoso farol.

​La estrategia de las marcas

La fascinación por las terrazas hizo que abrieran opciones fuera del epicentro porteño. Una de ellas es Enero y su bar Aguaviva, lugar que plasma a la perfección la idea de terraza al ras del suelo, un concepto que también tomó el recientemente inaugurado local de Dandy frente al Parque Saavedra.

“Teníamos un predio con 90 metros de frente y enseguida pensamos en armar una terraza sobre el nivel del río. Es el único lugar gastronómico al que el río le da completamente de frente. En el medio había un eucaliptus centenario, así que armamos todo en torno a ese árbol”, cuenta Toto Lafiandra, uno de los dueños de Enero.

“Me encanta porque es un poco como estar de vacaciones, es obvio que no da igual tomarme un gin tonic mirando el río que encerrada en un bar”, cuenta Melina Grukov, quien se apura para llegar antes de que ese espejo de agua se esconda en la oscuridad de la noche.

En Enero suele haber DJ sets y los cócteles conviven con una propuesta de tragos más cercana a la de una disco de categoría; así, por ejemplo, en carta figuran botellas de destilados (a partir de $ 2.100) para combinar con cuatro latas de gaseosa, dos litros de jugo y tres latas de bebida energizante.

Es que la ocasión de consumo también influye a la hora de degustar un producto. Las marcas de bebidas alcohólicas lo saben, y por eso cada vez más arman ciclos al aire libre potenciando justamente el concepto terraza y asociándose a él.

Un ejemplo es Martini y su Terrazza Martini. En Argentina se realiza de forma itinerante, pero su inspiración viene de Milano, donde, desde 1958, la marca tiene incluso terraza propia, que se eleva sobre el centro histórico de la ciudad.

Aperol también se suma a la movida con sus Atardeceres Spritz, una invitación a combinar el color de su trago insignia, el Aperol Spritz, con el del cielo anaranjado que preludia la llegada de la noche. A ese mix le agregan música en vivo y comida. “Es una iniciativa local que toma como referencia algunas características de lo que está sucediendo a nivel global con Aperol en ciudades como Milán, Barcelona o Nueva York”, cuenta Willy Cicciari, Grouper de Marcas del grupo Campari.

Entre croissants y choripanes

Lo que abunda no daña, dice el refrán, y permite que haya opciones para todos los gustos. Así el público de espíritu más artístico encontrará su terraza favorita en el hostel Selina, de Palermo Soho. La vista es despejada y la vibra del ambiente imbatible: hay muchos turistas jóvenes, más una programación de actividades interesante y bien nutrida, que incluye DJ sets varias veces por semana y asado los martes a la noche. Los precios son accesibles: cócteles desde $ 260 y platos a partir de $ 195.

El barrio de Palermo también demuestra que no sólo los bares de coctelería eligen las terrazas. En la boulangerie Gontran Cherrier, frente a Plaza Armenia, basta cerrar apenas los ojos y dejarse llevar por los sabores y aromas para sentirse en París. Un dato: traen la manteca (Elle et vire) y la harina (Foricher) directo desde Francia para que los productos sean idénticos a los de la sucursal original que está en el país galo. Y para el horario del after suman tapas y coctelería, todo con un toque french.

Dentro del rubro, las cervecerías entendieron, desde sus comienzos, que debían apostar al aire libre en lo alto. La del primer local de Buller, sobre la calle Junín, es muy famosa, ya que da un spot turístico por excelencia: el cementerio de Recoleta.

La de Desarmadero viene con sorpresa: tiene un simpático beer truck, una vieja camionetita equipada con canillas de cerveza. Bonus track: cuando el atardecer es muy caluroso, encienden rociadores de agua para refrescar el ambiente.

Y en el barrio de Núñez hay al menos dos terrazas cerveceras que vale la pena conocer. La de 7030, un monumental espacio para 100 personas sentadas y el doble paradas, y la del Bar Sucre de cerveza Patagonia, que balconea a un patio donde suelen tocar bandas en vivo.

También en este estilo bien descontracturado se suma la de Chori Colegiales, con una amplia vista sobre el Mercado de Pulgas y la nueva Plaza Clemente. Bien versátil, una mesa de ping pong la convierte en un buen plan familiar, pero tiene la onda suficiente para ser una alternativa a la hora de salir con amigos. El bolsillo la pasa genial: hay vermut por $ 110, cerveza por $ 120 y jarras de gin tonics para compartir a $ 500, además de variedad de sándwiches que le rinden culto al choripán en versión gourmet.

Pero como el listado es interminable y el espacio para escribir tirano, se recomienda abandonar la mirada gacha al salir a la calle. Basta con enfocarla hacia arriba para encontrar la terraza gastronómica más cercana.

Reabrirán dos clásicos porteños: el bar La Giralda y la confitería La Ideal

Fuente: Nueva Ciudad ~ La Ideal y La Giralda están siendo renovadas por un mismo estudio de arquitectos, que ya recuperó otros clásicos porteños como el Petit Colón, el bar Iberia y el café La Paz. Los bares notables siguen siendo una pieza clave del ritual del café porteño.

La Giralda volverá en febrero, y la obra de La Ideal estiman que terminará en agosto, tras cuatro años de puesta en valor. Cuando el equipo del estudio Pereiro, Cerrotti & Asociados tomó el proyecto en la confitería de Suipacha al 300, se dio cuenta de que el trabajo por delante era monumental.

“Todo estaba oscurecido por el paso del tiempo y el humo. Las columnas y la boiserie estaban completamente negras. Los perfiles de los pisos, carcomidos. Para hacer espacio a la milonga, habían cerrado la apertura del techo de planta baja, que permitía que pasara la luz natural que entraba por la cúpula”, explica a Clarín el arquitecto Adrián Brudner.

Más de un siglo de historia y poco y nada de restauración se habían apilado en esta confitería de 1912. Es por eso que hubo que reforzar estructuras, rehacer pisos y baños, cambiar la cabina del ascensor, aplicar estuco en paredes y techos, instalar equipos de aire acondicionado, dorar a la hoja y restaurar arañas, madera y vitral. Muchas de esas tareas aún están en proceso.

Una de las más complicadas fue reabrir el hueco central entre la planta baja y la alta, que, suponen los arquitectos, “fue cerrado en los setenta para hacer pista de baile en el primer piso. Le pondremos una baranda vidriada, de poco menos de dos metros de alto”. Sobre esa claraboya colocaron un techo de vidrio de control solar, para que pase la luz pero no el calor.

La barra de la planta baja se adelantó un metro y se sumaron entrepisos en la parte trasera para dar espacio al nuevo equipamiento de producción. De los 2.000 metros cuadrados que ocupa la confitería, la mitad serán para servicios: mucho de lo que se servirá en las mesas se elaborará allí mismo. Al área para hornos a gas y eléctricos se están sumando entonces salas para pastelería y repostería, e incluso para cocinar al vacío. Los clientes podrán elegir entre un área de cafetería al paso y otra más señorial.

Los vitrales de La Ideal están siendo restaurados por un equipo comandado por Paula Farina Ruiz, también encargada de poner a punto los vidrios de las confiterías del Molino y Las Violetas. “Lo que tienen de raro los vitrales de la cúpula es que, desde abajo, parecía que estaban todos los paños, pero en realidad en algunos había un acrílico con un vinilo que seguía el dibujo. Se ve que alguien los había sacado para restaurarlos, y quedó así”, explica a Clarín Farina Ruiz.

Según el estado de cada vitral, su tarea puede ser desde limpiar in situ hasta desmontar, remasillar, consolidar piezas rotas o rehacer faltantes. “Hubo que hacer de cero 11 paños de la cúpula. Otra cosa que nos dio trabajo fue el bombonero: tenía mucho hollín, laca que no era original, paños combados. Si hasta había gente que se metía adentro para bailar en fiestas que se hacían”, resalta.

El frente fue otro reto. Alejandro Pereiro, el arquitecto que dirige la obra, cuenta que debieron “retirar más de diez capas de pintura y tirar la capa de hongos y bacterias que había dejado a la fachada casi negra, para pulir la piedra París y que ese revoque aparezca en todo su esplendor, con las tonalidades originales. Queremos que quede como en 1912”.

En La Giralda, ubicada en Corrientes 1453, ocurrió algo similar: el deterioro del lugar y el trabajo por delante eran más grandes de lo que podían imaginar. “El local estaba muy abandonado, apenas tenía cocina. Muchos azulejos estaban rotos y los zócalos de madera, podridos”, describe a Clarín Gabriel García que junto a su primo Nicolás Marques son los dueños de La Ópera y se pusieron al hombro lo que definen como “un gran desafío: reabrir un café que fue marca registrada de la avenida Corrientes por casi nueve décadas”.

Prometen conservar esa marca, “pero con una vuelta: el chocolate con churros, el café y los sándwiches, pero también platos más elaborados para almuerzos y cenas”, explica Marques. García agrega: “Queremos aportarle a este café lo que La Ópera ya tiene: la cocina. Y, de paso, sumarle el conocimiento que tenemos del público de la avenida Corrientes”.

Ambos firmaron el contrato de alquiler en abril, comenzaron la obra en agosto y ahora esperan abrir en febrero. La obra incluyó los pisos de mármol y granito, la barra de madera con pasamanos de bronce y un gran vitral iluminado por detrás con el motivo de “La Giralda”, que “recordará a los clientes el cuadro antiguo que estuvo colgado allí durante años”, detalla el arquitecto Gustavo Cerrotti.

También se colgarán artefactos de iluminación que recuerden a los primeros tiempos del local y se reconstruirá una vitrina lateral para pequeñas botellas, que siempre fueron un clásico de la decoración de esta cafetería. Las mesas seguirán teniendo las recordadas tapas de mármol blanco, y habrá un separador entre ellas con detalles en bronce para ordenar el salón.

Los elementos que se mantendrán, restauración mediante, son la fachada con sus vitrinas y su carpintería de roble, el cielorraso de yeso con moldura escalonada, la media boiserie y los espejos con grabados al ácido que se van a replatear.