La pastelería nacional desembarca en Londres

Fuente: La Nación ~ Tiene un buen trabajo y está conforme, pero en medio de la cuarentena por la pandemia en Londres decidió iniciar un emprendimiento que unificara su amor y habilidad por la pastelería con sus raíces argentinas. Así nació Sweetmena, cajas con diferentes “colecciones” de productos para regalar. Con menos de un año en el mercado, vende unas 150 por mes sin incluir los picos por Navidad o los días de la Madre y el Padre. Los precios van entre las 16 y las 32 libras.

Gimena Cigliutti se fue de la Argentina -donde estudió Gastronomía y Pastelería en OTT Educación Superior- hace 20 años siguiendo los pasos de su hermana Carolina. Estuvieron muchos años en Italia, donde ambas trabajaron en bares y restaurantes. Hace 13 años Gimena decidió mudarse a Londres; después la siguió Carolina, encargada ahora de redes sociales y logística del emprendimiento.

Cuando llegó a Londres se sumó como pastelera en Locanda Locatelli, un restaurante italiano con estrella Michelin, donde siguió aprendiendo con el chef Ivan Icra Salicru, a quien Gimena considera su “mentor”. Tomó numerosos cursos de repostería y postres con maestros de esas especialidades.

Su carrera continuó en Nobu, un restaurante peruano japonés de alta gama, donde aprendió el “arte de la fusión”. Desde hace un tiempo trabaja en una empresa de catering corporativo impactada -como todo el sector gastronómicopor las cuarentenas.

Mientras estaba en su casa, cobrando la ayuda del gobierno inglés, empezó a cocinar medialunas para su papá que había quedado varado allá. “Mientras estaba en eso pensé de nuevo en mis ganas de hacer algo diferente, productos de pastelería con un toque argentino que llegaran en cajas muy elegantes, bien preparadas”, cuenta a la nacion.

Empezó a tramitar la licencia “making from home” que exige la administración londinense, para la que envía un inspector a chequear las condiciones de la casa donde se elaborará la comida. Pasó la prueba con el máximo puntaje (5), contrató un seguro y se lanzó “tímidamente”.

“Queremos cumplir todas las reglas; el permiso es gratis y la inversión más fuerte fue en el packaging -dice-. La inversión de arranque fueron unas 1000 libras; empezamos ‘chiquito’ porque no sabíamos cómo iba a funcionar”. En un comienzo fueron cinco productos y ya se duplicó ese número. Infaltables, los alfajores de maicena y las medialunas; la última incorporación fue la “chocotorta”.

Gimena admite que la escalada en las ventas las sorprendió; reciben pedidos de diferentes partes del mundo y, además, trabajan para algunas empresas y hoteles. La Argentina, señala, es conocida “por los vinos, la carne y el fútbol, en cambio su pastelería no se conoce tanto”.

“Amo el dulce de leche y siempre lo hice probar en mis trabajos, así que no falta en los productos que también se distinguen por sus formas, hay mucho trabajo detrás”, apunta. Desde octubre, cuando arrancaron, hasta ahora triplicaron las ventas.

Todo el packaging es reciclable y cada producto viene etiquetado con sus ingredientes: “Lo ecofriendly es muy valorado y es obligatorio remarcar cada contenido”. En cada “colección” trata de incluir algo diferente.

Aunque hicieron algunos envíos fuera de Gran Bretaña, los tiempos se prolongaron con el Brexit y no quieren que las demoras rompan la experiencia. Por ejemplo, las medialunas deben quedar afuera de esas cajas.

Donato De Santis

Fuente: La Nación ~ “Hoy tengo la oportunidad de ser más auténtico”

Hay una serie de platos de indiscutible impronta italiana dispuestos sobre una de las mesas de Cucina Paradiso, pero no hay comensales. Quien la ocupa es Donato De Santis que discute con su equipo posibles incorporaciones a la nueva carta. Después de meses metido en el set de Masterchef Celebrity primero, y luego en el de Manos arriba

(el nuevo reality de Paramount+), el cocinero retoma el comando de su restaurante, mientras prepara el lanzamiento de un nuevo libro

–Pura Pizza, que continúa la temática de Pizza Paradiso, pizzería que abrió en plena pandemia– y pone a punto nuevos proyectos. ¿Quieto nunca? “Nunca”, confirma Donato, que asegura que las crisis lo sacan de su zona de confort y lo estimulan.

–¿A qué atribuís el enorme éxito de Masterchef Celebrity?

–Masterchef en el mundo siempre tiene una alta recepción. Pero el formato con celebrities realmente tiene un atractivo distinto. Vos ves una persona que estás acostumbrada a ver en televisión, en un teatro o escucharla en un disco, y de repente está haciendo un pescado de la puta madre… o no. Eso tiene un componente que no puede no ser atractivo. Agregale la pandemia, la sensibilidad de la gente, un momento culinario que hace varias décadas que persiste. Son todos ingredientes de un cóctel para una cosa atómica.

–A través de las distintas temporadas hubo una notable evolución en tu soltura y en la del resto del jurado, ¿qué tan natural fue?

–Creo que los cuatro, incluyo a Santiago [Del Moro], nos dimos cuenta de que estábamos muchísimas horas ahí –es un programa muy largo, mucho más de lo que sale editado–, y fue como natural: hagamos un programa como nos gusta hacerlo.

Habíamos decidido sin decidirlo que queríamos divertirnos un poco más. Hacer un show adentro del show, que no está ni programado ni pensado, que es muy espontáneo, y eso se nota. Aunque al principio, te soy honesto, mis humores estaban un poco tamizados: “Mirá, ojo con los chistes…”, pero al toque la gente lo tomó. Hubo críticas, pero despropuesta pués soltaron un poco las riendas.

–¿Qué tanto de personaje y qué tanto de vos hay en el Donato que vemos en la tele?

–Hace más de 20 años que la Argentina me da la posibilidad de hacer televisión. La diferencia es que en este caso no estoy cocinando, no estoy haciendo lo que estoy acostumbrado a hacer, entonces puedo tomarme la licencia de salirme de las expectativas de las personas y tener la oportunidad de ser más auténtico. Antes pensaba más las palabras, ahora si las digo y me equivoco no es que no me importa, pero sale como sale. Si quiero hacer un chiste lo hago, y si me gusta a mí y no lo entienden lo hago igual. De actuado hay muy poquito, quizás cuando hay situaciones de los tres [jurados], cuando uno pincha al otro para ver qué sucede, puede ser, pero el resto es bastante natural.

–¿Extrañas cocinar?

–Ah, sí, obvio. De hecho hoy estoy preparando platos nuevos, cambiando el menú, la parte estética, el contenido. Apenas cierro una puerta, abro otra, y ahora toca dedicarme al restaurant y a la empresa.

–¿Cómo ves la gastronomía hoy?

–Los grandes cerebros detrás de lo que son los pensamientos de avant

garde que pertenecen a cada época siempre están. Pero la gastronomía internacional está en un parate, hasta físico. Y también escucho a compañeros que están en diferentes partes del mundo, que dicen que hay una escasez cada vez mayor de personas que se quieran dedicar a trabajar de esto, que no es lo mismo que los que quieren emprender.

–¿Cuál es la diferencia?

–Emprender es me abro el bolichito, la pastelería, la panadería, la pizzería… ¿pero después quién la lleva adelante? Ganas de emprender sí, pero cada vez hay menos personal disponible para hacer lo que se debe hacer. Y cuando digo un parate físico, más allá de las restricciones, donde están retomando sigue habiendo un parate raro e interesante al mismo tiempo. Es como un gran resorte después de este letargo en que nos pusimos todos con el take away, la comida envasada, tratando de sobrevivir desde el punto de vista económico, pero ofreciendo una

gastronómica digna… Seguramente después saldrá algo espectacular. Creo que podemos esperar un no sé qué, pero algo genial tiene que salir de todo esto.

–¿Cómo atravesaste la pandemia?

–En febrero del año pasado había vuelto de Europa y veía lo que se estaba viniendo. Nos preparamos, fuimos de los primeros en tener instalado el delivery, el packaging y, de alguna forma, mágicamente, nos divertimos al transformar la experiencia de la mesa del restaurante para la casa de la gente. Y de hecho sobrevivimos gracias a ello. Hubo también una capacidad de reacción y de aceptación por parte del cliente. De nuestra parte, tratamos de hacerle entender que estábamos del lado de quien quiere ayudar a resolver la situación de tener comida en su casa, de mantener unos costos razonables. Yo me divertí, me renové, fue una buena ocasión para salir de la zona de confort.

–Ahora que terminó Masterchef, ¿qué proyectos tenés?

–Vamos a abrir probablemente otra pizzería, sale mi libro Pura Pizza, que completa la trilogía Pura Pasta y Puro Dolce, vamos a expandir también la franquicia de Cucina Paradiso…

–¿Tele?

–Va a haber una tercera temporada de Masterchef Celebrity y en Paramount+ va a salir Manos arriba. Es un programa donde hay participantes del público que no saben cocinar (y que tratamos de certificar que no saben cocinar), en un duelo donde tienen que reproducir un plato con la ayuda de dos de los tres chefs: Germán, Damián y yo. Vamos rotando: uno hace de jurado y conductor, y los otros dos ayudan cada uno a un participante. Pero sin usar las manos. Solo con la palabra: sacá, poné, cortalo, más fino, más grosso, ¡dale, agarrá este plato, no, el otro!

La icónica hamburguesa se renueva en su versión sin conservantes, colorantes ni aromatizantes artificiales

Fuente: Infobae ~ Sin duda, la hamburguesa es una de los platos favoritos a la hora de disfrutar un momento de relax entre amigos o familia. Por este motivo, su método de preparación, ingredientes y sabores toman especial relevancia entre los consumidores. Las nuevas tendencias de consumo develan clientes más exigentes y atentos al proceso de elaboración.

Bajo esta premisa, la icónica hamburguesa Whopper de la cadena Burger King se presenta en su versión renovada sin conservantes, colorantes ni aromatizantes artificiales; con vegetales frescos recién cortados, pepinos, mayonesa, ketchup, pan con semillas y carne 100% vacuna sazonada en el momento.

“Un equilibrio entre la tradición del sabor y la apuesta como premisa por la calidad y la excelencia, porque hemos definido como objetivo que al menos el 90% de nuestros productos no tenga conservantes, colorantes ni aromatizantes artificiales este año. Es decir, mantener el poder simbólico de nuestra carne asada y sazonada de nuestra icónica hamburguesa Whopper -y con ella su satisfacción- pero potenciarlo con el poder real que surge de la búsqueda constante de la frescura y texturas de mejores insumos y materias primas”, explica Márquez de la Serna, director de Burger King Argentina.

Por otra parte, la nueva apuesta de la empresa busca desmitificar que la tradicional comida rápida se vincula a un alimento de “mala calidad”. “Hoy, la confiabilidad de los alimentos hace la diferencia. De hecho, más del 70% del menú de Burger King es libre de conservantes, colorantes y aromatizantes artificiales”, confirma el representante.(Crédito: prensa Burger King Argentina)(Crédito: prensa Burger King Argentina)

Para lograr dicho objetivo, la compañía trabaja desde el 2015 en una nueva selección de proveedores y requisitos a los socios estratégicos: “Se analizó la trazabilidad y el control del origen de las materias gracias a cuatro aspectos importantes: la planificación, la tecnología, los testeos constantes y -fundamentalmente- la convicción”, señala Márquez de la Serna.

El inicio de la pandemia marcó una serie de hábitos que transformaron la vida cotidiana, como por ejemplo, el lavado frecuente de manos, saludo sin beso, distancia social, entre tantos otros. Mientras tanto, parte de los consumidores comenzaron a indagar más sobre sus consumos alimenticios.

“Si estamos frente a nuevas costumbres, y nuevas generaciones, si atravesamos un momento tal vez más minimalista, más simple, reivindicando ciertas cosas del pasado, pero mirando al futuro con más exigencias y certezas de lo que buscamos ser, entonces debemos indagar y hacerle el espacio a las preguntas hacia adentro y afuera. ¿Y si empezamos a cuestionar lo que parece dado? ¿Por qué no elevar cada vez más el compromiso hacia una alimentación saludable y un consumo responsable, también desde una marca de comida rápida? ¿Y si fast food es good food?”, se pregunta el representante.

El desafío de transmitir la propuesta

Tras lograr quitar los conservantes, colorantes y saborizantes artificiales del 70% del menú -y de la emblemática Whopper-, la compañía se enfrentó al reto de lograr transmitir dicha información a sus invitados de forma simple y sencilla. Las listas de ingredientes y aditivos resultan largas y utilizan nombres complejos, lo que dificulta diferenciarlos entre sí. Con una cuota de creatividad y una comunicación disruptiva, fresca y relevante, la empresa creó un original video (La Batalla del Siglo) para presentar la nueva campaña en Argentina y México, lo que convirtió un tema de palabras “complejas” en un mensaje sencillo y divertido.

Quienes deseen disfrutar de la nueva versión de la hamburguesa Whopper, pueden acercarse a cualquier local del país de la cadena Burger King. Asimismo, quienes deseen degustar desde la comodidad del hogar, pueden realizar su pedido por delivery o desde la app de la firma a través de la función BK en 3, la cual permite realizar el pedido desde el celular, abonar con tarjeta y retirar en el local más cercano sin hacer filas.

“No hay mejor ciudad para un restaurante que Córdoba”

Fuente: La Nación ~ No sabe quedarse quieto. “Cuánto más hago, más me ordeno”, asegura. Con apenas 30 años de edad, Javier Rodríguez es uno de los grandes cocineros del país y creador –junto con su pareja Lucía–, de El Papagayo, el restaurante más angosto de la Argentina (2,30 metros de ancho por 36 de largo). Desde ese momento, seis años atrás, Javier nunca más pisó el freno: abrió Standard 69, con una cocina más simple y económica; sumó luego varios negocios alternativos: Bakery 69, Standard 69 Café y 69 Basics, donde vende vajilla, perfumes, ropa y más productos del universo 69 (el número de la calle donde está El Papagayo). Tiene también Doc, un gran café que es parte de un sanatorio. Y, en los próximos meses, sumará tostadero de café y dos nuevos locales de Standard, uno con hotelería incluida. Elabora vinos junto a grandes enólogos, maneja una plataforma de clases online (Aula 69) y es consultor de proyectos que van de Mendoza a Singapur. Siempre admite que no sabe por qué decidió dedicarse a la cocina. Pero fue la mejor decisión que podía tomar.

–¿Cuál es tu historia como cocinero?

–Soy santiagueño, de familia cordobesa. A los 15 años empecé a cocinar y me gustó. Me vine a Córdoba a estudiar cocina. Para dejar tranquilos a mis padres, también abogacía. Al mismo tiempo empecé a trabajar en restaurantes. Y a viajar todo lo que podía.

–¿Abandonaste Derecho?

–Me recibí, pero nunca ejercí. Di los últimos siete finales en dos semanas para irme al restaurante La Gloria, en Lima. Desde entonces no paré de viajar. Viví cinco años en Singapur y cinco más en lugares como Australia, Dinamarca, Inglaterra. Mandaba mails a restaurantes que me gustaban; si me aceptaban, sacaba el pasaje.

–¿Qué te dio viajar?

–Me gusta observar. A los 19 años me gastaba todo lo que tenía para comer en lo de Ducasse, y miraba el servicio, la vajilla. En Singapur estudiaba no solo lo gastronómico, sino también los hoteles, las tiendas de ropa. En muchos lugares estuve poco tiempo, un año o dos, siempre en proyectos muy distintos, desde una cafetería hasta Noma. Hoy, tal vez no sea muy bueno en nada, pero sí un poco bueno en mucho.

–¿Qué es El Papagayo?

–Es el lugar que más me motiva, donde más nos exigimos. Al empezar, yo lo imaginaba como algo conceptual sobre lo local y lo autosustentable, pero entendí que lo ultrarregional no es mi búsqueda. Cocino con un 90% de productos cordobeses, con vajilla de acá, con artistas de acá. Pero si alguien me trae una trufa de Italia, la voy a usar. En los primeros años me hubiese negado, hoy ya no. El Papagayo es ahora un lugar más libre.

–¿Cuánto te dio Córdoba como destino gastronómico?

–Todo. No hay una ciudad mejor en el país para abrir un restaurante. El cordobés sale mucho y está orgulloso de lo propio. Esta pandemia fue un claro ejemplo: desde que reabrí en junio de 2020 trabajo más que nunca. Siempre les digo a mis amigos cocineros que se vengan acá. Hay mucho respeto y avidez por las ideas nuevas.

–Sos todo un empresario…

–Lamentablemente sí. El año pasado me eligieron Empresario del Año en Córdoba, arriba de multinacionales. Hoy, ya somos más de 120 personas, pero históricamente nos manejamos como un kiosco. Acá llega el proveedor y le pagamos. Ni siquiera sé entrar a mi cuenta del banco. Soy un desastre en todo eso. Y ese desastre un poco me enorgullece.

–¿Qué te gusta comer?

–Comida rica y simple. Olvidate de la estética, del concepto. Lo primero, segundo y tercero es que sea rico. Luego, sumá lo estético y lo filosófico. También me gusta identificar los sabores. Si tengo una receta con berenjena, comino y limón, quiero que puedas encontrar cada ingrediente. Eso es parte de mi marca.

Señas particulares

  • Edad: 30 años.
  • Un ingrediente: las anchoas.
  • Un restaurante en Argentina: El Preferido.
  • Un restaurante en el mundo: Gramercy Tavern, en NY.
  • Una pasión: escuchar música y viajar.
  • Un momento del día: el café de la mañana en Standard Café y la siesta con mi hijo.
  • Una comida/plato: locro y milanesas de pollo.
  • Un recuerdo culinario: haber hecho un cabrito a la parrilla para el staff en Noma.

La historia de Bieckert: la primera fábrica de cerveza argentina que vendió hasta malta para embarazadas

Fuente: Clarin Gourmet by Juan Pablo Estevez ~ Todavía muchos recuerdan la época en que para elogiar la calidad de una cerveza simplemente apelaban a la frase “Está muy Bieckert”. La popularidad del slogan de la cerveza más antigua de la Argentina es solo una muestra del arraigo que la marca consiguió en sus fanáticos a lo largo de más de un siglo y medio de historia. 

Bieckert fue la primera cervecería nacional en producir el producto a gran escala. Y eso, sumado a que su precio era accesible, la convirtió en una bebida muy popular. Con su producción discontinuada desde 2019, también se convirtió en un objeto de culto para los nostálgicos.

Esta empresa fundada por el inmigrante alemán Emilio Bieckert fue líder en el mercado desde su creación, en 1860, hasta su centenario, y -aun con ventas y cambios de administración mediante- siguió siendo una marca muy fuerte décadas después.

Para muchos, su logo -inicialmente con tipografía gótica- y sus publicidades son inolvidables. Dos personajes muy recordados son Fritz y Franz. Fueron creados por el publicista Hugo Casares y a través de la televisión entraron en los hogares de todos los argentinos. Esos divertidos dibujitos animados vestidos con trajes tiroleses que hacían chistes con acento alemán son para muchas personas un pasaje directo a su juventud y su infancia.

Cómo fueron los comienzos de Bieckert: una receta alemana

Hablar de Bieckert es hablar de la cervecería más antigua de Argentina e inevitablemente de su fundador, Don Emilio Bieckert, un inmigrante alemán que fue pionero en el rubro y que desafió a todas la convenciones establecidas de su época hasta transformar de manera radical la escena de bebidas que reinaba en el país.

El visionario Bieckert llegó al país procedente de Europa en 1853 y en la aduana se presentó como “cervecero” del pueblo de Barr, situado cerca de Estrasburgo, en la región de Alsacia. En pocos años, pasó de tener una modesta cervecería en el patio de una casa en Balvanera a comprar la mitad de su finca a la familia Estrada y montar su primera gran fábrica en la intersección de las calles Juncal y Esmeralda.

Fue la primera cervecería argentina formal que elaboró un producto límpido y de calidad a gran escala. Según rememoran las crónicas de la época, hasta ese momento lo que se conocía como cerveza era en realidad un brebaje opaco, espeso y agrio.

Afiche de cerveza Pilsen de fines de siglo XIX.

Afiche de cerveza Pilsen de fines de siglo XIX.

Emilio Bieckert trajo a Argentina una receta propia alemana, que elaboraban las cervecerías de la zona del río Rin. No era nada más ni nada menos que lo que hoy se conoce como una Pilsen: rubia, suave y refrescante. Pero en la época generó una verdadera revolución en Buenos Aires, e incluso fue premiada en el exterior cuando Emilio hizo un viaje en 1889 que lo llevó a París y a Amberes.

Más tarde, también elaboró una cerveza negra estilo Bock. En un afiche publicitario de la marca de 1898, publicado por el historiador Felipe Pigna en sus redes sociales, se puede apreciar una descripción de la Pilsen como “La Reina de las Cervezas Blancas” y de la Bock como “La mejor de las Cervezas Obscuras” (sic).

Luego, a lo largo de su rica y larga historia, Bieckert fabricó muchos estilos más aunque los primeros y emblemáticos fueron estos dos. También fundó una maltería y ese producto se convirtió en una piedra angular del negocio a lo largo del tiempo.

Las primeras latas de cerveza Bieckert en los afiches de la época.

Las primeras latas de cerveza Bieckert en los afiches de la época.

La primera cerveza en lata y una malta recomendada para amamantar

La impronta precursora de su mentor le aseguró un largo reinado a la marca. Su primer competidor fuerte fue Schneider, que se fundó en 1912 en la provincia de Santa Fe y luego Quilmes, que a partir de los años setenta comenzó a inclinar poco a poco la balanza de las ventas a su favor.

Más allá de estas pujas y competencias comerciales, Bieckert se caracterizó por estar a la vanguardia en cuanto a procesos y visión estratégica: de hecho, fue la primera cervecería que empezó a envasar su producto en latas ni bien arrancó la década del 60 y mucho antes también fue pionera en promocionar un producto paralelo a la elaboración de cerveza: la malta.

Afiche antiguo. Bieckert fabricaba una bebida a base de malta que recomendaban a las madres que amamantaban.

Afiche antiguo. Bieckert fabricaba una bebida a base de malta que recomendaban a las madres que amamantaban.

Hoy resulta curioso encontrarse con un aviso de 1920 que demuestrael carácter “multitarget” de la firma. La campaña estaba dirigida a las mujeres embarazadas y lactantes a las que les decía “Su majestad (el bebé) es un pequeño tiranuelo. Hay que hacerle todos los gustos” y finalmente les recomendaba “beber en cada comida un vasito de la deliciosa malta Bieckert” para tener más y mejor leche para amamantar.

Dónde estaban las fábricas de cerveza Bieckert

Las fábricas de Bieckert también marcaron a fuego la historia de la cervecería. Estuvieron emplazadas en Retiro y en Llavallol, en el distrito de Lomas de Zamora. La primera generó una verdadera revolución porque el casco urbano de Buenos Aires no estaba acostumbrado a ver una industria tan novedosa de ese tipo funcionando a gran escala. Mientras que la segunda -inaugurada en 1908- fue un suceso en sí misma porque junto a la llegada del ferrocarril fue fundamental a la hora de darle vida y desarrollar a la ciudad de Llavallol.

Trabajadores de cervecería Bieckert en la fábrica de Llavallol, inaugurada en 1908.

Trabajadores de cervecería Bieckert en la fábrica de Llavallol, inaugurada en 1908.

El emplazamiento de Retiro, que contó con unos 600 empleados estables, además funcionó como la primera fábrica de hielo del país. Hasta ese entonces el hielo se importaba desde Estados Unidos y llegaba como lastre en barcos que solían zarpar del Río Hudson, pero Bieckert vio allí a un gran negocio y compró maquinaria europea para poder fabricarlo en Buenos Aires.

Un afiche antiguo con la imagen de la cervecería  Bieckert en Retiro .

Un afiche antiguo con la imagen de la cervecería Bieckert en Retiro .

Esta fábrica también posee un dato color interesante relacionado con el tema de la esclavitud en Buenos Aires: “Emilio Bieckert compró ese establecimiento sin tener la más remota idea de que en el pasado había funcionado como un mercado negrero de esclavos, pero le vino bárbaro ese bajo nivel para realizar el tratamiento de la cebada para producir la cerveza. Hoy, en esa manzana está situado el nuevo edificio de la Cancillería”, detalla el arqueólogo Daniel Schávelzon, autor de un paper en el que investiga el hallazgo de grabados que se encontraron sobre el sistema de sótanos de la vieja fábrica de Bieckert.

Bieckert, una marca popular ligada al rock y al fútbol

Es sabido que el maridaje con el fútbol ha sido muy tentador para muchas marcas masivas durante el siglo XX y Bieckert no fue la excepción. La primera asociación con este deporte surge de manera inevitable con el nombre propio de un empresario español que se radicó en Argentina, Francisco Ríos Seoane, quien fue presidente de Deportivo Español y durante su mandato en el club también fue titular de la cervecería Bieckert.

Bieckert llegó como sponsor a la camiseta de Español en 1984 y la cervecería fue comprada por Ríos Seoane en 1986. En total, fueron 10 años ininterrumpidos de sponsoreo hasta 1994, cuando la firma dejó de aparecer en la ropa del club.

Bieckert en la camiseta de Estudiantes de La Plata, vestida por Mariano Pavone (2006).

Bieckert en la camiseta de Estudiantes de La Plata, vestida por Mariano Pavone (2006).

La marca también estuvo ligada a un equipo icónico de Estudiantes de La Plata: el de 2006, que con el logo de la cervecería estampado en su camiseta logró aquel recordado campeonato en el que venció a Boca Juniors en una final disputada en la cancha de Vélez Sarsfield. El entrenador de ese equipo fue nada menos que el Cholo Simeone.

Queen en Argentina, 1981: cerveza Bieckert fue sponsor de la gira.

Queen en Argentina, 1981: cerveza Bieckert fue sponsor de la gira.

La cartelería y todos los afiches publicitarios fueron armados con los logos de ambas cervecerías e incluso hay imágenes en las que se puede ver a Freddy Mercury tomando las cervezas Keyport y Bieckert. Otro de los artistas que estuvo relacionado con la marca fue Pappo, quien en 1994 fue el protagonista de una recordada publicidad en la que se lo podía ver tomando la cerveza Bieckert.

Fanatismo por Bieckert: los nostálgicos de la marca

Un dato notable: entre quienes recuerdan con más cariño a Bieckert hay muchos de sus antiguos empleados. Es que la cervecería de Llavallol fue un emblema del barrio y marcó a generaciones de vecinos de la zona sur del GBA que trabajaron en ella.

Héctor Mungo, ingeniero industrial que empezó a trabajar en 1991 como jefe de la oficina técnica de Llavallol, recuerda el impacto que le causó la primera vez que entró a la planta de 10 hectáreas:“Los primeros días que ingresé estuve totalmente perdido. La maltería tenía entre seis y siete pisos, era impactante”. El volumen de producción también era enorme: “Llegamos a fabricar un millón de hectolitros al año. La rubia Pilsen se llevaba un 90% de la producción”, cuenta Héctor.

Adrián Landeira estuvo diez años en Bieckert. Empezó a trabajar en 1987 en la portería de la fábrica y después pasó al área administrativa: “Es el día de hoy que todavía nos seguimos juntando a comer con mis ex compañeros. Tenemos un grupo de WhatsApp en el que compartimos cualquier información relacionada con la marca. La gente que trabajó mucho tiempo en Bieckert tiene la camiseta puesta, como nosotros”, resume Adrián.

Diego López Sarli es coleccionista y atesora memorabilia de la marca Bieckert.

Diego López Sarli es coleccionista y atesora memorabilia de la marca Bieckert.

Muchos coleccionistas de objetos relacionados a firmas de bebidas también sienten especial inclinación por la marca. Al ser una de las cervecerías que mejores publicidades y merchandising elaboró, Bieckert siempre estuvo en el foco de atención de los nostálgicos que guardan como tesoros desde vasos hasta carteles publicitarios y latas de la marca.

Carolina García Quinteros, presidenta del Club Argentino de Coleccionistas de Cervezas y Gaseosas, que cuenta con unos 150 socios, muestra con orgullo sus pertenencias, entre los que se encuentra un vaso de 1960 que se elaboró para celebrar el centenario de Bieckert. Entre los favoritos de Diego López Sarli, socio fundador del club, están una bandeja y el afiche publicitario de “Malta Bieckert” dirigido a embarazadas y mujeres lactantes. A través de estos objetos, ellos estudian, investigan y recaban datos para complementar la historia de los primeros cerveceros hasta las fábricas industriales de la actualidad.

“Bieckert siempre ha sido muy querida por la gente y se tomaba mucho porque siempre fue accesible para todos los bolsillos”, opina García Quinteros. Esta fue la primera cerveza que ella probó en su vida. Esto explica el amor por la marca. Ese inolvidable primer sorbo amargo, refrescante y espumoso que definió un lazo afectivo de por vida compartido por millones de argentinos.

Dos jóvenes europeos operan 33 restaurantes virtuales en Argentina y usan tecnología para anticipar pedidos

Fuente: iProfesional ~ La industria gastronómica está viviendo una verdadera revolución. Como parte de las consecuencias que trajo la pandemia, que puso en situación de crisis a prácticamente todo el sector, también se aceleraron algunas oportunidades, como fue el surgimiento de las dark kitchens, que no están pensadas para un consumo presencial sino que son concebidas desde cero para el canal virtual.

Y dos emprendedores europeos, que están viviendo en Buenos Aires, vieron esas oportunidades y se decidieron llevar el delivery de comida a otro nivel. ¿Qué hicieron? Básicamente le dieron vida a un «food lab» llamado Kitchenita, con el que ya llevan creados 33 restaurantes 100% virtuales –algunos de ellos junto con reconocidos chefs locales, como Fernando Trocca y Juliana López May- y, a partir de la tecnología y el cruce de información en tiempo real, tienen una radiografía de cuál es la tendencia en cada barrio de Buenos Aires y qué demandan los consumidores. 

Esto no solo les permite tener un menú «eficiente», en función de qué es lo que pide la gente, sino que también les permite acortar los tiempos de envío, con el plus de hacerlo en contenedores especialmente diseñados para que la comida llegue en óptimas condiciones. Además, gracias a la economía de escala, los precios son competitivos. 

Los emprendedores son Alex Boccara, un joven francés de 33 años que llegó cerca del 2015 a la Argentina y tuvo como experiencia haber creado el primer programa de Fund Matching para el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, donde conectada fondos con intenciones de invertir y startups en busca de fondeo. Y Gaspard Hambückers, un belga de 26 años que también arribó en 2015 para trabajar en una multinacional agropecuaria.

¿Y cómo es que crearon Kitchenita? Básicamente, estos nativos digitales vieron una clara oportunidad ante la falta de una estrategia clara por parte de los restaurantes tradicionales a la hora de adaptarse al mundo online y la falta de conexión con las tradicionales apps de delivery.

«Alex vio que las plataformas tenían un problema grande: por un lado tenían un Cost Acquisition Customer (CAC) muy alto, de alrededor de u$s37, que es básicamente el monto que invierte la empresa de delivery para que te descargues la aplicación y pidas por primera vez en la app. Y, por otro lado, un costo de retención de cliente de unos 10 dólares», detalla Gaspard.

Es decir que «estaban básicamente gastando 50 dólares por usuario nuevo pero, del otro lado, la oferta seguía con una mentalidadoffline’, que se podía traducir, por ejemplo, en una pizza que llegaba en una hora, fría, con queso de un solo lado en un packaging aceitoso«, relata.

Ahí fue cuando entendieron que había una oportunidad para satisfacer a una demanda que no estaba encontrando buenos resultados.

Así es como crearon 33 restaurantes en el mundo virtual, en base a una arquitectura de procesos bastante compleja: tienen base en un centro que produce el 80% de cada plato, en promedio. El otro 20% se termina en dos cocinas de 16 m2 que están ubicadas estratégicamente en la ciudad. Esto les permite agilizar los tiempos.

«En función de la ubicación geográfica de la cocina sabemos qué marcas poner en esta cocina, por los huecos de oportunidad que encontramos a través de la data que manejamos, como qué tipo de oferta falta, en qué barrio y a qué precio», explica Gaspard, quien sintetiza todo este proyecto de manera clara: «La mitad del desafío es gastronómico, la otra mitad es ingeniería y procesos para que los platos lleguen perfectos». Alex Boccara (izquierda) y Gaspard Hambückers (derecha), fundadores de Kitchenita

Tecnología, una pata clave

Los responsables aseguran que si bien el producto final es comida, no deja de ser una startup tecnológica que hoy procesa 15.000 pedidos por mes en la Argentina y elabora cerca de 160 platos, entre los 33 restaurantes virtuales.

Y, como se dijo, anticiparse a lo que los clientes pueden pedir, es una variable vital de este emprendimiento. Y la clave para ello es el análisis automatizado de datos que les muestra, día a día, una radiografía completa de las preferencias de los consumidores. Al adelantarse a la tendencia, aseguran que hoy pueden despachar un plato en 5 minutos y llegar al cliente en menos de 30 minutos.

«Los datos son públicos, es un proceso que hacemos a través de un software que desarrollamos en el Cloud de Amazon. Ahí leemos la info de varias fuentes que pueden ser las apps como Rappi, PedidosYa o Google Maps. Cruzando esta data de la oferta y demanda, podemos saber qué tipo de oferta falta en determinados barrios y a qué precio. La información nuestra se actualiza de forma semanal y mensual en función de los datos», explica

El diferencial respecto de las propuestas tradicionales, son: la selección de platos, diseñada en función de la demanda pero con foco en la diversidad; la forma en que llega el pedido, porque cada plato viaja en packaging especialmente diseñado, y el tiempo de demora, que se ubica por debajo del promedio de las apps tradicionales.

«Tenemos una cantidad de ‘errores por pedido´ mucho más baja porque tenemos procesos de despacho pensados para que nada quede afuera y, al revés de las otras dark kitchens lo que tenemos hoy nosotros es una oferta gastronómica amplia, con más de 30 propuestas; precios accesibles, gracias a la economía de escala que podemos hacer por tener muchas marcas y una cobertura muy grande en Ciudad de Buenos Aires. Hoy somos los únicos a nivel regional con esta cantidad de marcas», amplió Gaspard.

Los precios en general van de los $350 a los $450 y llegan hasta los $600, en el caso de las marcas más premium.

En cuanto a las propuestas, las estrellas de Kitchenita son las propuestas creadas por reconocidos chefs, como es el caso de la marca de empanadas «Vicenta«, de Trocca, que es el producto más vendido por la startup. Fernando Trocca

En paralelo, está el caso de Juliana López May. Según cuentan, la chef nunca tuvo restaurante propio, «pero ahora a través del delivery sus platos pueden estar en la mesa de miles de personas, listos para comer». Su menú lo definen como «sencillo, casero, con dos entradas, dos principales y un menú para niños».

Un dato interesante es que también hay propuestas para quienes buscan productos orgánicos o agroecológicos, cocreados junto a empresas innovadoras, como NotCo, dedicada a la producción de alimentos veganos. Juliana López May

Franquicias y expansión regional

Lo interesante del proyecto es que está comenzando a franquiciarse. La primera franquicia de las marcas bajo el paraguas Kitchenita es Vicenta, la cual se está expandiendo en Madrid, a través de un operador de marcas virtuales. En paralelo, las tres marcas veganas de Kitchenita (Planta Base, Jardín y Madre Sushi) ya cuentan con franquicias en Buenos Aires y Córdoba.

«Hoy estamos empezando a franquiciar nuestras marcas a restaurantes tradicionales que quieren agregar un nuevo flujo de ingreso a su negocio o reconvertirse en una cocina de delivery. La tecnología acá juego un rol fundamental. Estamos desarrollando un software que nos permite saber en función del equipamiento de la cocina, su tamaño y ubicación geográfica del restaurante cuales son las mejores marcas para su cocina para optimizar su rentabilidad limitando la inversión en equipamiento nuevo», explica Gaspard. El equipo de Kitchenita

En paralelo, la startup está avanzando con su expansión regional, de la mano de inversores. En enero de este año, Kitchenita cerró una primera ronda donde pudo recolectar más de u$s500.000, con fondos de Yavu Ventures y algunos inversores ángeles israelíes, franceses y argentinos.

Ahora, la empresa está en una segunda ronda, que tendrá como objetivo obtener fondos para crecer en América Latina y desarrollar la app propia para optimizar aún más los procesos.

El primer pie ya lo pusieron en Chile (la próxima semana ya estarán operativos) y el objetivo a continuación es crecer en Colombia y México. Así, el ambicioso objetivo es llegar a las 70 marcas propias en el transcurso de este año. Lo que se dice, toda una revolución gastronómica. 

De tener un despacho de comida en Río Gallegos a ser la chef del Everest y del Aconcagua

Fuente: El Diario Nuevo Día ~ Sin dudas, si algo no le falta a la vida de Huilén Pascual Farina son montañas. Es chef en los cerros más altos del mundo: en el Everest y el Aconcagua.

Nacida en la provincia de Mendoza, Argentina, tiene 27 años y le apasiona lo que hace. Desde muy chica eligió la libertad y encontrar un balance entre su trabajo y hacer lo que le gusta. De a poco fue encontrando su camino, aunque para ello debió vender sandwiches a la salida de locales bailables, encargarse de catherings en hoteles o tener un despacho de comida en Río Gallegos, al sur de su país.

«¿Por qué has trabajado en tantos lugares?», le consultaban en cada entrevista laboral, y su respuesta siempre fue que estaba en una etapa de aprendizaje y que buscaba un estilo de cocina que le llenara el alma. Así fue como conoció la «cocina de alta montaña» y descubrió un mundo nuevo, que le apasionó.

Es técnica en gastronomía y estudió en la Escuela de Turismo,  Hotelería y Gastronomía «Islas Malvinas» y el día que logró tener un puesto y poder trabajar en la montaña no hubo marcha atrás. «Me cambió la vida», cuenta.

Con el apoyo incondicional de su familia, es feliz en medio de las montañas a pesar de la distancia. «Sentir la profunda conexión que tengo con las montañas y todo lo que en ellas habita es un vínculo que me transforma constantemente, una fuerza y una energía que pocas veces he sentido y por eso lo elijo como camino de vida. Y espero poder devolver aunque sea un poquito de todo lo que me da», expresa en diálogo con Más Aire.

A su vez, su entorno la potencia: «Las montañas tienen tanto amor y sabiduría para darnos, y eso es algo que no muchos pueden comprender. Por todo esto y mucho más, valorarlas, cuidarlas y respetarlas es de vital importancia».

«Hija de Los Andes»

Al ser mendocina, Huilén se define a sí misma como «hija de Los Andes». Claro, es como el patio de su casa. En Plaza de Mulas, a 4300 metros de altura, es la jefa de cocina de Grajales Expediciones.

Allí, la sensación de sentir algo propio la invade: «El Aconcagua vive dentro de mí, me ha dado tanto que no se como decirlo…Es una montaña sagrada, que desde lo más alto y en silencio nos protege, nos enseña y nos da cobijo».

«Espero algún día estar lista y en su compañía llegar hasta lo más alto de sus caminos (del Aconcagua)», revela, al tiempo que confiesa el plato preferido de los porteadores: lomo a la pizza y milanesas.

Una cara conocida en medio de la pandemia

Ver a una persona conocida en medio de esta pandemia tiene un valor especial. Y más si es a miles de kilómetros de tu país. Eso sucedió en el ascenso del argentino Tomás Ceppi al Everest.

«Pudimos compartir unos minutos nada más por un tema de protocolo en tiempos de Covid-19. Tomi es una persona increíble y un excelente guía. Se siente hermoso el cariño de un compatriota, la compañía y la sensación de no estar sola», recuerda.

El techo del mundo

En el Everest, el Campo Base se encuentra a 5400 metros de altura. Allí, fue contratada por el austríaco Lucas Furtenbach, y tuvo que cambiar su forma de cocinar, ya que los ingredientes con los que trabajaba eran diferentes. «Tuvo que combinar todas las técnicas y recetas, porque la mayoría de los ingredientes eran distintos a los que disponía en la Argentina”, revela.

“Mi estilo de cocina es el de la nona, las pastas. Mi especialidad son las harinas, aunque no tengo problemas en hacer guisos, carnes y verduras al horno, asados o tortillas», detalla.

Rodeada de sherpas, Huilén los admira. «Llevan la montaña en la sangre. Se mueven con total naturaleza, no importa si hay hielo, roca o nieve», sostiene.

«Son personas más que amorosas y educadas, pero sobre todo respetuosos de la montaña y de la vida que arriesgan día a día para que muchos puedan cumplir sus sueños. Me hicieron un lugar y se los voy a agradecer siempre», se emociona.

Con la idea de llevar adelante un tipo de cocina que reduzca al mínimo el impacto ambiental y que brinde alimentos de altísima calidad, no deja de soñar y crear un mejor medio ambiente. ¿Será posible? Ella tiene fe en lograrlo…

¿Se puede contar toda la historia de la comida? Este libro dice que sí

Fuente: Marie Claire ~ La medida (ya que estamos hablando de cocina) parece por demás inmensa: cinco mil años de historia. Algún añito más o menos (licencia permitida de cada receta), ese es el período que decidió abarcar la historiadora británica Rachel Laudan en su flamante libro Gastronomía e imperio, editado acá por Fondo de Cultura Económica.

Sí, se trata de una empresa muy ambiciosa y la investigadora lo admite enseguida. Además, avisa que para su enfoque, el análisis de ingredientes, técnicas, platos, alimentos y costumbres no puede estar jamás escindido de la dimensión política y económica de cada período.

Gastronomía e Imperio
Más de 600 páginas de cruces entre la gastronomía y la historia social y política.

Algunas conclusiones

Se trata así, de una historia global, tanto de la comida (mejor dicho, cocina) como del “mundo”, analizando a lo largo de casi 600 páginas la gastronomía de imperios como el romano, el mongol, el otomano, el británico y muchos más.

El periodista y escritor Flavio Lo Presti (que charló con la propia Laudan en la presentación virtual del libro), lo djo claramente en el artículo que acompañó esa presentación: “La historia que cuenta Laudan hilvana variantes de un mismo resultado, hombres ricos comiendo comidas exquisitas y procurando la paz en base a una administración cínica del alimento de los pobres y hombres pobres sobreviviendo en base a alimentos de pésima calidad”.

Gastronomía e Imperio
La corte de Ricardo II de Inglaterra, regada de bollos de pan y carne rostizada.

Y esa suerte de conclusión le da pie a destacar otro sorprendente “hallazgo” de la investigación: la impugnación al “consenso humanista” de que la comercialización masiva y las grandes corporaciones de alimentos son el diablo de esta era.

En palabras de Laudan: “Este consenso se apuntala a partir de la narrativa agrícola-romántica sobre la historia culinaria, ahora vinculada con la domesticidad y el nacionalismo. Repetida una y otra vez en recetarios, artículos de revistas, crónicas de viaje y periódicos, relata cómo la exuberancia de la tierra, fresca, natural y saludable, tras ser amorosamente preparada por mujeres campesinas, se refinó en las ciudades para convertirse en la cocina de la región o la nación. Es la más reciente de una serie de historias que toda sociedad se ha contado a sí misma sobre los orígenes y la evolución del acto de cocinar. Se trata, desde luego, de un mito”.

Sobre eso, y muchísimo más, trata entonces Gastronomía e imperio.

Tiene 22 años y convirtió su Instagram en un negocio gastronómico

Fuente: La Nación ~ La guía @clubdelbajón saltó del mundo virtual al mercado; ahora también va por la pastelería propia

“La pandemia nos terminó de confirmar que teníamos que hacer un cambio. En el @clubdelbajon no predominaba la comida dulce, pero era algo que los seguidores nos pedían todo el tiempo, así que los escuchamos y decidimos ser nosotros quienes creamos y comercializamos los productos del segmento dulce”, explica Tomás Calvagna, de 22 años, creador de la guía gastronómica que cuenta con una comunidad que va hacia el millón de seguidores y que inauguró su propio spin off: @clubdelbajondulce.

Historia de un hit

En 2017, a través de su cuenta @clubdelbajon, Calvagna recomendaba opciones gastronómicas de Buenos Aires por puro amor a la comida, dice, pero también atento a los consumos de su generación, los menores de 30. En dos años, y con información sobre más de 300 restaurantes y bares, detectó una demanda clara: descuentos y nuevas propuestas.

Entonces se reinventó por primera vez y pasó a desarrollar platos propios junto a los diferentes comercios bajo el nombre de Línea Bajonera. La premisa era simple: menús innovadores, atractivos y, sobre todo, “instagrameables”, en la era del food porn.

El éxito de Línea Bajonera llevó a los restaurantes a notar la importancia de comunicar bien. Calvagna, que empezaba la carrera de Marketing en la UADE, vio una nueva oportunidad y armó una agencia de publicidad enfocada en el sector gastronómico, que en menos de una semana ya tenía sus primeros cinco clientes. Hoy, es la agencia especializada en gastronomía más grande del país: con una inversión inicial de $60.000, hoy factura $1.400.000 mensuales.

La premisa es simple: menús innovadores, atractivos y, sobre todo, “instagrameables”.
La premisa es simple: menús innovadores, atractivos y, sobre todo, “instagrameables”.

Al tiempo se sumó Pablo Ertola como director de Estrategia y la agencia llegó a trabajar con más de 30 locales y también con grandes marcas, como McCain, PepsiCo, Unilever, Pedidos YA, y McDonald’s.

“Para mayo del 2020, cuando los comercios gastronómicos lograron acomodarse nuevamente, se dieron cuenta de dos cosas –cuenta Tomás–. Por un lado, notaron que no sabían cómo vender comida online y, por el otro, las plataformas de delivery tenían comisiones muy altas para los comercios y les era complicado seguir con vida”.

Plata dulce

En este contexto, nació la última apuesta: el Club del Bajón Dulce (@clubdelbajondulce). Los productos son elaborados por pasteleros profesionales en un centro de producción propio en Caballito. La oferta incluye desde un Chocokinder (una chocotorta con Kinder, alfajores, conitos de dulce de leche, trufas de chocolate, y más), o un box de Brownies Mágicos (12 brownies variados: de Oreo, con almendras, de Rocklets, etc.), hasta el Corazón Bajonero (un corazón de chocolate relleno de Nutella y dulce de leche, con pedazos de Kinder, Oreo bañadas y chips de chocolate). Los precios arrancan en $600 y hacen envíos a Capital y Gran Buenos Aires.

Dice Tomás que su versatilidad como emprendedores fue clave para sobrevivir a la pandemia, por eso seguirán reinventándose: lanzarán un canal de recetas oficiales de comidas fáciles y rápidas para que la comunidad pueda disfrutar en su casa.

Actualmente, la empresa cuenta con un equipo de 30 personas, que van desde community managers, fotógrafos, generadores de contenido, diseñadores, editores y ejecutivos de cuentas.

Los socios, que tienen la cuenta foodie más grande de Latinoamérica, proyectan para este año el desarrollo de unidades de negocios paralelas y el lanzamiento de su propia app móvil, donde podrán ofrecer a la comunidad, de manera consolidada, todas las promociones y descuentos que tienen en los comercios con los que trabajan.

“Cuando hay una crisis, hay una oportunidad. Hay que apoyarse en lo digital, es el presente y es el futuro, te permite llegar a millones de personas abiertas a recibir tu producto o servicio. Al emprender vas a tener problemas, te va a ir mal, vas a querer abandonar, por eso es importante que estés enamorado del problema que querés resolver y dispuesto a perseverar”, concluye Tomás.

Mariano Ramón: el chef indisciplinado que revolucionó la cocina argentina

Fuente: La Nación ~ Más allá del frenesí momentáneo del despacho, la cocina profesional suele ser sinónimo de orden y de prolijidad. Es necesario preparar la mise en place, respetar las recetas, manejar los depósitos, anticipar pedidos, armar el salón y las reservas. Tareas estructuradas que compiten con la parte más creativa, como descubrir aromas nuevos o sorprender con una combinación de productos. “Mi problema siempre fue ser muy indisciplinado, me cuesta seguir las reglas”, admite Mariano Ramón, el cocinero y creador de Gran Dabbang, el restaurante que -posiblemente- más influyó a la gastronomía argentina de los últimos 10 años. “Cuando empecé a trabajar hacía las cosas bien solo si estaba bajo presión. El resto del tiempo llegaba con lo justo, como sacarse un 4 en un examen. Aprobaba pero en el límite. Es como en el fútbol: tenés jugadores muy técnicos y otros más de potrero, callejeros. Yo pertenezco a ese segundo grupo”, dice.

Con Philippa Robson y la gráfica de su restaurante
Con Philippa Robson y la gráfica de su restaurante

La metáfora futbolera no es casual: el primer impulso de Mariano Ramón fue cursar periodismo deportivo, apasionado por el gran deporte nacional (en su Instagram hay tantas fotos del Muñeco Gallardo como de grandes cocineros). Se anotó en la UBA pero no funcionó. Como le gustaba cocinar, quiso estudiar gastronomía, pero tampoco le alcanzaba la plata para una escuela privada. “Mi tío conocía a Francis Mallmann y me consiguió una pasantía en Patagonia Sur, el restaurante que tenía en la Boca. Era el año 1999 y de ahí saqué un grupo de amigos que perdura hasta el día de hoy. Tuve también muy buenas jefas de cocina, como Juliana López May o Paola Carosella. Lo mejor era cuando íbamos a hacer eventos a otros restaurantes de Francis, en Mendoza o Uruguay”, cuenta.

De Mallmann, Mariano pasó a estar bajo las órdenes de Narda Lepes, su madrina gastronómica. “Empecé con ella en el Club Zen de Las Cañitas. Ya le había agarrado el gusto a viajar y como era un catering, Narda me permitía entrar y salir de la estructura. Trabajaba un tiempo, luego me iba a hacer una pasantía y de ahí volvía con Narda. Así fui a Perú, a España. Esto duró muchos años hasta que en un momento quise viajar sin pasaje de vuelta”.

Mariano Ramón comenzó un largo recorrido por el mundo más lejano. Sin saber inglés, su primer destino fue Nueva Zelanda, donde trabajó con Peter Gordon, gurú de la llamada cocina fusión, mezclando ingredientes asiáticos con su origen británico. Era el año 2005; todavía no existían los smartphones y para buscar una receta Mariano buscaba libros en bibliotecas públicas. Dos años estuvo en Nueva Zelanda, donde conoció a Philippa Robson, su pareja desde entonces. Con ella viajó luego al sudeste asiático, a Tailandia, Malasia, Vietnam y Laos, realizando pasantías sin cobrar sueldo. “Gasté todo lo ahorrado en Nueva Zelanda para poder trabajar afuera. Y aún así me costaba conseguir restaurantes, no entendían qué quería, desconfiaban de mí. Mandé más de 200 cartas hasta que alguien me aceptó”. Tras la experiencia asiática viajaron a Inglaterra, donde estuvieron otros dos años. Y en el medio, Mariano se tomó varios meses para vivir en la India, el destino que más lo marcó. “Uno puede pasar por restaurantes de cocina moderna, donde aprendés técnicas y sabores. Pero en lugares como Tailandia o la India, en restaurantes más tradicionales, aprendés muchas otras cosas. Conocés la cultura de un lugar, su manera de pensar. Tus propios compañeros te llevan a comer a la casa de sus abuelas, de sus padres. Alcanza con pisar la calle en la India para absorber cosas nuevas. Son posibilidades únicas”.

Más allá de describirse a sí mismo como “indisciplinado”, la carrera de Mariano Ramón es una muestra de disciplina, entendida como una pasión y una necesidad de aprender. Cada paso tuvo su parte azarosa pero a la vez meditada. Decenas de pasantías, jornadas laborales de 15 horas al día, la búsqueda de referentes e incluso la intención de vencer sus propias debilidades son ejemplo de esto. En Inglaterra, por ejemplo, se puso a las órdenes de Dieter Müller, un chef alemán con tres estrellas Michelin. “Quería mejorar mis partes más flojas, mi incapacidad de seguir reglas. Precisaba que me exijan seguir una estructura”.

Mariana Ramón con el chef  Lui Cheuk Hung de Hong Kong Style
Mariana Ramón con el chef Lui Cheuk Hung de Hong Kong Style

Tras ser parte de bodas estrafalarias de tres días de duración en la India, trabajar en hoteles de lujo alemanes en Londres y comer en puestitos callejeros de Vietnam, en un momento Mariano decidió volver a la Argentina. “Acá podés intentar hacer algo propio con tu capital de trabajo, aun cuando no tengas tantos recursos económicos”. Como su pareja Philippa es jardinera, la idea era hacer un café con un vivero, pero pronto entendió que eso requería una inversión imposible para ellos. Comenzó nuevamente a trabajar con Narda, que le dio la responsabilidad de manejar el mercado de productos de la feria Masticar. “Yo me había ido mucho tiempo, ya no conocía a nadie. Tenía que reconectarme con el mundo gastronómico. Masticar me permitió eso: conocí a los cocineros de esa nueva actualidad, y con la búsqueda de productos entendí que había mucho para hacer. Empecé investigando por categoría, aceites de oliva, alcaparras. Pero lo mejor fue cuando el propio producto me sorprendía: hierbas y frutos que no se veían en ningún lado del mundo y que estaban acá.”.

En 2014 Mariano Ramón abrió Gran Dabbang, el restaurante que mantiene al día de hoy y que influyó a toda una generación de cocineros locales. Un antes y un después para la gastronomía porteña y argentina, pionero en búsquedas gastronómicas que luego se reprodujeron al infinito. Un lugar puesto directamente por el propio cocinero, con una inversión baja, sin darle importancia al ambiente ni decoración. Un menú con personalidad reconocible. Gran Dabbang fue de los primeros en imponer los platos chicos, para pedir de a muchos, trabajando con sabores propios y mezclando salsa de pescado tailandesa con cardamomo de la India y un queso de Tandil. Los viajes de Mariano están ahí, bien metidos en el ADN de cada plato. Fue también precursor en darle protagonismo a vegetales y legumbres, con carnes en segundo plano. “Volcamos toda la inversión en la materia prima. Si el lugar fuese muy lindo, estoy seguro de que en algún momento bajaría la guardia. Así, estoy obligado todo el tiempo a estar alerta, a que la comida sea muy atractiva, para que la gente quiera venir”.

Gran Dabbang es también una propuesta política. “No creo en la economía del derrame, ni en la economía ni en la gastronomía. ¿Por qué una hierba como la rica rica solo aparece en un menú degustación de lujo? Es absurdo. La manera de normalizar un producto es lograr que sea masivo, que lo utilicemos los lugares de barrio, para que llegue a más gente. Eso queremos con Gran Dabbang: tener todo tipo de productos a un precio justo”.

Más allá de sus viajes, Mariano Ramón no pierde cierta timidez y reserva. Es habitué de unos pocos restaurantes (Una Canción Coreana y Bi Won, Mian en el barrio chino, la parrilla Corte) y evita los lugares donde lo reconocen y se siente obligado a conversar. Es, también, crítico con la gastronomía actual. “Veo todo bastante chato. Se están dejando de lado los restaurantes independientes de cocineros para volver a un sistema de restaurantes de empresarios, donde es más importante el grupo inversor y el diseñador del lugar que la persona que cocina. Tal vez sea por la pandemia, pero me da tristeza. Encuentro frivolidad en muchas propuestas”. Por el otro lado, en su mirada hay optimismo, convencido de que los argentinos somos mejores de lo que pensamos. “Nos subestimamos. Creemos que solo nos gustan las milanesas y los ravioles, o que culturalmente somos esa minoría gritona de Twitter, pero no, por suerte hay mucho más que eso. Si fuera así, este país sería invivible. Y no lo es. Si fuera así, mi restaurante estaría fundido. Y no lo está”.