Cerró su famoso restaurante en Microcentro y abrió boutique gourmet en Pacheco

Fuente: Cronista ~ Hasta el 20 de marzo de 2020, Rodrigo López Vigil, de 46 años, sabía qué le esperaba el resto del año. Desde hacía 17 estaba al frente de Tícaro, en pleno corazón porteño. 

El local había sido de su abuelo, empresario gastronómico que allí había inaugurado, junto a su padre, cuando apenas tenía 27 años, el restaurante que supo conquistar el corazón y el estómago de ejecutivos, oficinistas, turistas, famosos y público del Luna Park.

Pero ante el avance del coronavirus, todo empezó a desmoronarse. La cuarentena y el home office impuesto en la mayoría de las empresas ubicadas en el Microcentro dejó la zona vacía, sin oficinistas, turistas ni transeúntes. 

López Vigil dilató la decisión lo más que pudo -admite que el factor emocional era muy grande- pero finalmente en julio tuvo que cerrar las puertas de Tícaro. «Hace unos días pasé por el lugar y la manzana está vacía: se fueron todos los lugares gastronómicos que había«, cuenta.

Sin embargo, en pleno aislamiento social obligatorio y luego del golpe anímico de la decisión que nunca imaginó tener que tomar, junto a su esposa Romina se convenció de emprender en plena pandemia y abrir las puertas de una salumería, con lo que soñaban hacía tiempo. 

«Hace tiempo tenía ganas de poner una fiambrería gourmet. Me entusiasmó la idea de hacerlo cerca de mi casa, de tener algo más chico, con otra estructura y de llevar una propuesta distinta a una zona donde no existe esta oferta«, explica.

La localización es radicalmente distinta: el Corredor Bancalari, en la zona norte de Buenos Aires. Hace 2 meses Salvatore Salumería abrió sus puertas en el Centro Comercial Euskal Herria Plaza, en Pacheco. Quesos, fiambres, conservas y delicatessen se ofrecen a los paladares más exigentes a precios competitivos. Apenas empezaron había fiambres y queso exhibiéndose en las heladeras, pero ahora las estanterías de madera están pobladas de exquisiteces hechas en la Argentina y otros rincones del mundo. 

«Seguro no estaba: tenía muchos miedos. Implicaba apostar por un rubro nuevo en un lugar nuevo… ¡Y en plena pandemia! Lo que me dejaba tranquilo es que la gente seguía dándose gustos con la comida, además de saber que en la zona que no había competencia«, cuenta.

Además de quesos y fiambres hay dips, salsas, higos mendocinos rellenos con nueces; barras de chocolates belga semiamargos con reducción de torrontés, malbec, malbec rosé o cabernet sauvignon; conservas, salsas mexicanas, quesos nórdicos y pastrón casero. 

¿Los imperdibles de la pizarra? El jamón crudo Reserva y el tipo Parma, las olivas catamarqueñas, los patés elaborados según receta alemana, los quesos de Tandil y Suipacha

Además de take away, se pueden degustar en el patio al aire libre las picadas y los sándwiches gourmet con cervezas artesanales. Entre su oferta no faltan opciones libres de TACC, orgánicas y veganas. «Como la gente no está viajando, aprecia mucho los importados que voy trayendo».

«Lo que me gusta de este emprendimiento es que hay un trato más cercano y personalizado. En el restaurante, la gente comía y se iba rápido. Acá, el cliente viene a darse un gusto, sabe del tema», explica López Vigil, quien disfruta estar del otro lado del mostrador para asesorar y aprender. «Vamos de a poco. Mi idea es consolidarnos acá y después evaluar si abrir otro local».

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