Sébastien Fouillade: el chef francés que abrió un restaurante de campo y es furor en Azcuénaga

Fuente: La Nación @lefourazcuenaga – Viajó por el mundo llevando sus saberes de cocina francesa hasta que recaló en la Argentina, donde se reencontró con la vida campestre y el topinambur, que cultivaba su abuela.

Sébastien Fouillade se inclina sobre la huerta y corta las ramitas más altas de la albahaca florecida. Repite mecánicamente el movimiento en cada parcela, concentrado y eficaz. En un extremo, en un pequeño cajón que cuelga del alambrado, tiene una colección aleatoria de lavandas, hojas de laurel y flores silvestres que luego llevará hasta el salón de su restaurante, Le Four, para decorarlo aplicada y delicadamente. Aquí, nada está librado al azar: las velitas, la orientación de las luces, la disposición de las mesas bajo una añeja parra de uvas chinche. Todo está bajo su atenta mirada de buen entendedor. ¿Cómo llegó este chef francés de largo currículum internacional a abrir un restaurante de campo que revolucionó Azcuénaga, un pequeño pueblo turístico sin demasiada tradición culinaria?

Podría decirse que la de Sébastien es la historia de un regreso a los orígenes, sin volver físicamente al lugar que lo vio nacer. Las vueltas de la vida lo llevaron a reencontrarse con la práctica horticultora en Argentina, pero sobre todo con el topinambur, un raro tubérculo (para estas tierras), que su abuela Marcel solía cosechar en su pueblo natal Saint George de Longuepierre. Porque Sébastien se crió “arriba de un tractor”, ayudando a su padre, André, en la finca donde cosechaban tabaco y maíz y donde tenían 60 vacas que alimentaban un tambo. De esa época dice tener el mejor de los recuerdos: una niñez marcada por el pulso laborioso del campo y la presencia permanente de gente que iba a trabajar con su padre y que recibían, todos los días, el almuerzo y la cena preparada por su madre y su abuela.

Las flores de lavanda que Sébastien recolecta para decorar su restaurante.
Las flores de lavanda que Sébastien recolecta para decorar su restaurante.Xavier Martín

En ese entonces Sébastien no le prestaba demasiada atención a la cocina. “Yo no había cocinado nunca, no era algo que me interesara”, reconoce. Hasta que de repente su vida cambió por completo: cuando tenía 12 años, sus padres se separaron y él se fue a vivir con su madre a Bordeaux. Fue un golpe durísimo, un cambio “muy complicado”. “Siempre recuerdo el impacto que me produjo tomar la leche que se consumía en la ciudad: ¿¡qué era eso que estaba tomando por favor!? Ni siquiera tenía el mismo gusto”, dice entre risas.

La llegada a la gastronomía

Ya afianzado en la ciudad, conoció a un amigo que lo introdujo –sin querer- en el mundo de la gastronomía. “Su padre tenía un restaurante y muchas veces íbamos a ayudar… me gustó”, recuerda. Al finalizar la secundaria, no lo dudó: entró a la escuela de cocina Lycée Talence Hotelería y Restauration para convertirse en chef. Su vida empezaba a tomar un rumbo que jamás hubiera imaginado.

Al terminar su formación en la escuela gastronómica, su madre –que trabajaba en área de ventas de una bodega familiar- le consiguió su primer trabajo, gracias a los contactos que había logrado hacer en los restaurantes de la zona. “Fue más un aprendizaje, también fue muy complicado, bastante duro, pero quedamos con buena relación con el chef”, cuenta.

Sebástien estudió gastronomía en Bourdeaux.
Sebástien estudió gastronomía en Bourdeaux.Xavier Martín

Llegaría entonces la primera sorpresa de su vida como iniciado en el mundo de la cocina. Sébastien llegó a la Costa Azul recomendado por el chef con el que había trabajado, Alain Chambon. Recién habían pasado dos meses cuando recibió un llamado con otra oferta del mismo chef: un viaje a Tailandia durante dos meses, con todo pago, para cocinar platos franceses en hoteles y restaurantes. “Yo tenía 20 años. Fue una experiencia increíble”, cuenta.

Ahí fue cuando percibió que algo estaba pasando. Que tenía cierta habilidad y también la capacidad para integrarse en los equipos y mantener una relación fluida en la cocina, un ambiente que suele ser áspero ante la mirada ajena. De ahí empezó el despegue: dos meses en un lugar, tres meses en otro, seis meses por aquí, un año por allá. Y así sucesivamente. La vida trotamundos de un chef.

El salón de Le Four.
El salón de Le Four.Xavier Martín

“En la Costa Azul empecé a aburrirme. Son cocinas muy grandes, de 20 o 25 personas, cada uno con su especialidad. Y mucho estrés”, dice. Con ese planteo en curso, como por arte de magia, surgió otra posibilidad: ir a Punta del Este. Más específicamente a Cumbre de la Ballena. Ivan Holjevac, un arquitecto croata, buscaba chefs italianos y franceses cuando se topó con Sébastian. Y así, como si su vida fuese la mismísima vorágine de la cocina en pleno pico, enfiló hacia la costa uruguaya.

Era 1993 cuando Sébastien hizo la primera temporada en Uruguay, junto a otro cocinero y un pastelero. Fue un éxito. Y así siguieron durante 10 años.

La producción de la huerta abastece al restaurante.
La producción de la huerta abastece al restaurante.

Pero claro, ¿cómo frenar con ese impulso sanguíneo de seguir en movimiento? Sólo faltaba la chispa para encender otro proyecto. “En el hotel había un uruguayo pianista y barman, Diego, que tenía familia en Argentina. Nos hicimos amigos. Y poco tiempo después abrimos un restaurante en Buenos Aires. Se llamaba Cala, cerca de la plaza Guadalupe, en Palermo. Fueron dos años”, resume. “Luego tuvimos una empresa de catering. Alquilamos una cocina y teníamos contacto con empresas francesas en la Argentina. Explotó y nos iba muy bien”, amplía.

Sébastien se quedó en el país. Conoció a su primera esposa, tuvo su primer hijo. Al poco tiempo, se separó. Hacía asesoramientos a restaurantes. Y seguía buscando su horizonte. Cerró Cala, abrió La Provence Bistró, en Palermo, en un año que resultaría trágico para el país: 2001. Duró poco, como los patacones y Lecops que usaba para pagarle a proveedores.

De vuelta en el ruedo, regresó a Cumbre de la Ballena, pasó por distintos restaurantes como Chef Ejecutivo. Yendo y viniendo, inquieto, obsesivo. “Después conocí a María, con quien me casé y tuve dos hijos más. Me hizo quedarme. Hace 20 años que estamos juntos”, cuenta.

Sébastien fusiona cocina francesa con productos de la zona.
Sébastien fusiona cocina francesa con productos de la zona.Xavier Martín

Su desembarco en las pampas

María sería finalmente la llave que abrió la última de las puertas de su largo e intenso recorrido culinario. Sébastien llegó a Azcuénaga a través de la fascinación que le produjo el paisaje pampeano y que conoció gracias a la chacra de su suegra, Alicia. En cinco hectáreas repletas de árboles, una casa de geometrías fascinantes, frutales, gallinas, ovejas y caballos, Sébastien se reencontró con algo que le rememoraba a su Francia natal, ese terruño repleto de bellos recuerdos de infancia. “El campo sigue siendo mi cable a tierra”, dice.

Las flores de topinambur.
Las flores de topinambur. Inés Clusellas

Ahí mismo completaría el círculo de reconexión. En la huerta que su abuela solía labrar, había siempre alguna que otra plantita de topinambur, un tubérculo originario de Norteamérica. A él le fascinaba su sabor: una mezcla de papa, alcaucil y espárrago. “Siempre me pregunté por qué no había topinambur en la Argentina”, explica. Entonces empezó a investigar y encontró a una persona en Córdoba que cosechaba. Lo fue a buscar y se trajo unos cuantos kilos. “Él me vendió para plantar en Azcuénaga y ahora hay otro productor en La Plata. No somos muchos. Algunos me llaman el ‘embajador del topinambur’ en la Argentina. Fui un poco el pionero, lo incluí en el menú y tengo una empresa de catering con ese nombre”, cuenta.

Para Sébastien, plantar topinambur es un pequeño homenaje a su abuela. “No es una trufa, es un producto sencillo muy noble, es un tubérculo”, aclara.

Chips de topinambur.
Chips de topinambur.Inés Clusellas

Le Four

Desde que puso un pie en la chacra siempre anduvo dando vueltas por su cabeza la idea de armar algo en Azcuénaga, un pueblo que pertenece a San Andrés de Giles que desde hace un tiempo viene recibiendo turismo de escapadas.

El patio de Le Four, en Azcuénaga.
El patio de Le Four, en Azcuénaga.Xavier Martín

Pero faltaba una vuelta de tuerca más. Un derrumbe había puesto en riesgo la sobrevida de una vieja fonda del pueblo sobre la calle principal, un lugar que solía recibir a viajantes en la era dorada del tren y de la mano de obra intensiva en el campo. El arquitecto José Yanes se había propuesto recuperar ese inmueble histórico para transformarlo en un polo gastronómico. Colocó pilotes de hormigón por fuera y por dentro y reconstruyó la fachada respetando su identidad. Una idea arriesgada, pero cimentada en la belleza de estos viejos caserones de estilo italiano. Los planetas se alinearon en 2021, en plena pandemia, cuando apareció en escena Ramiro Pobor y el propio Sébastien: las tres patas de un emprendimiento que busca fusionar la cocina local, la arquitectura criolla y la experiencia del chef francés.

Entre paredes cuidadosamente gastadas, chapa, ladrillos que dejan entrever sus juntas de barro, y una cocina a la vista en movimiento permanente alrededor de un imponente horno de barro, Le Four despliega una propuesta inusual para estos parajes, como la burrata con pesto verde, chips de jamón crudo y frutos secos; una pizza de masa madre; tablas de queso (vaca, cabra y oveja) prolijamente decoradas con detalles sorprendentes (como una exquisita factura de cerdo); y platos principales como un arroz negro con chipirones y alioli, el dúo de pato (pata y muslo confitado y pechuga) con panceta o un cote de Boeuf de 800 gramos, con gratín de papas, mix de hojas verdes y manteca de chimi churri, cocinado durante 35 minutos. La carta va cambiando, además, de acuerdo a los productos de estación, e incluye también platos franceses como el Boeuf bourguignon (estofado clásico de carne vacuna con zanahorias, champiñones y papa), un Steak tartar con papas fritas (lomo crudo cortado a cuchillo con alcaparras, cebolla, mostaza y yema de huevo), y la Soupe à l´oignon (sopa de cebolla).

Mi sueño es seguir, estar con los chicos que son todos del pueblo, no es que son cocineros de estudio. Quiero formarlos. Me siento muy orgulloso del lugar, esto está recién empezando, recién tenemos cuatro meses de funcionamiento”, dice Sébastien cuando se le pregunta cómo se imagina el futuro inmediato. Calcula, a ojo de buen entendedor, que le llevará por lo menos un año estabilizar y estandarizar la cocina de Le Four. Apasionado hasta la médula, detallista impenitente, busca la forma de pasar esta antorcha que le quema por dentro: “Quiero que sientan lo que yo siento”.

Picada de quesos.
Picada de quesos.Xavier Martín

Datos Útiles

Av. Pedro Terrén 328. T: (11) 2406-9470. IG: @lefourazcuenaga

La cocinera que llegó hace 18 años a Buenos Aires, abrió restaurantes y seduce con sus platos filipinos

Fuente: La Nación ~ Christina Sunae viajó a Buenos Aires no solo para formar su familia, sino también para establecer sus locales gastronómicos. Los ingredientes y secretos de sus preparaciones.

Todo comenzó con el comentario de un amigo, que le sugirió viajar a la Argentina para estudiar español. Al llegar, una de las rutinas que más le sorprendieron fue el hábito de sentarse a tomar un café en un bar. “Me encanta que acá se toman su tiempo, se sientan, beban su café y recién después se van. No lo tienen en la mano mientras caminan, como sucede en Nueva York. Me gusta que acá la vida personal está primero y recién después viene el resto. Cuidar la salud mental es muy importante”, dice.

Al igual que los exploradores o los pintores viajeros, quienes buscaban contar desde su extrañamiento cómo eran las regiones lejanas que visitaban, la cocinera Christina Sunae se ha convertido en una “embajadora” de la comida filipina dándola a conocer en nuestro país a través de sus platos, libros y charlas. Con un instinto que la lleva a estar siempre en movimiento acaba de mudar su restaurante de tapas asiáticas, Apu Nena, a un espacio más grande en Chacarita. Además, dirige su local gastronómico en Manila, llamado Sunae Asian Cantina, donde sorprende con sus recetas que incluyen productos nacionales. Y, como la cocina entra por los ojos, publicó Kusinera Filipina, un impactante libro de recetas e imágenes enfocado en la cultura filipina a través de su cocina.

Hace 18 años que llegó nuestro país y eligió este territorio no solo para formar su familia sino también para establecer sus locales gastronómicos. “La verdad es que me gusta mucho mi vida acá. Buenos Aires es una ciudad muy clásica, que tiene una gran cultura y una onda especial”.

“Yo nací en Carolina del Sur (Estados Unidos). Mi papá era norteamericano y mi mamá biológica era coreana. Viví con ella hasta mis cuatro o cinco años en Okinawa (Japón). Después, mi papá se casó con una mujer filipina y ella fue quien me crió. La persona que yo llamo mamá es mi mamá filipina”, cuenta.

Nuevos sabores e ingredientes con impronta filipina que seducen paladares locales.
Nuevos sabores e ingredientes con impronta filipina que seducen paladares locales.Valentino Vico

“Cuando mis padres se separaron me fui un tiempo al estado de Tennessee con mi abuelo paterno. Pasé un tiempo allá. Él tenía una huerta y aprendí mucho de la cocina del sur de Estados Unidos de esos momentos. Después nos mudamos a Filipinas porque mi mamá quería ir a ver a su familia y nos quedamos allá por cinco años”, añade la cocinera, quien actualmente tiene 48 años.

Un nuevo país, un idioma diferente, familiares que aun no conocía y nuevos amigos. Podría decirse que el cambio que se produjo en la vida de Sunae fue enorme, pero ella lo recuerda con un gran cariño porque fue el momento en que su pasión por la cocina despertó. “Allí se dieron mis años formativos de la niñez, que son los más importantes. Aprendí un montón de la cocina autóctona. Por eso preparo muchas recetas filipinas. Ese es mi fuerte y la base de todo lo que hago la aprendí con mi abuela, mi mamá, mis primas, mis tías. Hasta con mis tíos, que eran quienes cocinaban el lechón.”

Al hablar de la cocina filipina, Sunae trae al presente una frase que solía escuchar durante su infancia. “Hay un dicho que sostiene que en Filipinas el plato no se termina en la cocina sino en la mesa. Esto se debe a que lo fundamental en este tipo de comida son las salsitas para acompañar”.

“Otro ingrediente importante es el vinagre que, como hace mucho calor allá, es preparado con distintos tipos de frutas o caña de azúcar. El vinagre es un ingrediente fundamental en todas las comidas y se lo puede usar durante la cocción, directamente en el plato o en una salsita sobre la mesa para mojar la comida”. La sal de pescado, elaborada con huesos y carne, también es un ingrediente indispensable en la mesa filipina y se utiliza igual que un salero común. “Yo la uso en todo. También existen un montón de condimentos, hay fermento de camarón, que se usa para condimentar. Usamos también salsa de soja, pero es diferente a la japonesa. La que utilizamos en Filipinas es más espesa y oscura”, añade.

Como si develara un secreto, Sunae también cuenta que hay otro producto fundamental en la cocina de este país que destaca no solo por su sabor sino también por su valor simbólico. “Al coco se lo considera el ‘árbol de la vida’ porque se lo usa de forma completa. Cuando aun está verde tiene adentro jugo natural. Cuando madura, se puede sacar la carne que tiene dentro. Se lo raya y se lo deja en agua y leche. La carne, cuando aun es jovencito, se usa para postres y caldos. Por su parte, la madera sirve para hacer carbón. El tronco tiene palmitos, que se pueden comer. Con las hojas se envuelven comidas o se confeccionan canastos. Todo esto con un mismo árbol. El coco es importantísimo en la cocina filipina”.

Tras vivir durante una temporada en este país compuesto por siete mil islas, Sunae y su familia regresaron a Estados Unidos. “Eso ya fue en mi adolescencia, tendría 14 años. Fue entonces que empecé a trabajar en gastronomía en Carolina del Sur. Mi mamá era contadora pero, como éramos una familia grande, tanto ella como mi papá tenían un segundo trabajo. La ocupación extra de ambos era en gastronomía. Vivíamos en una ciudad turística, mi mamá trabajaba en un hotel y era la gerenta del salón del restaurante. En ese lugar empecé a oficiar de runner (persona que lleva los platos desde la cocina hacia el salón). De noche, ese mismo verano, también me sumé como empleada en el club en el que trabajaba mi papá, también como runner”. Luego, experimentó en otros puestos, como camarera y recepcionista.

"Para que el libro vea la luz fueron necesarios cuatro viajes a Filipinas y cada uno fue muy especial", cuenta la embajadora de la cocina filipina en la Argentina
«Para que el libro vea la luz fueron necesarios cuatro viajes a Filipinas y cada uno fue muy especial», cuenta la embajadora de la cocina filipina en la Argentina

Años después, Sunae abandonó Carolina del Sur y, tras una corta estadía en el estado de Colorado, se instaló en Nueva York, ciudad en la que estudió la carrera de negocios y marketing en la universidad. “Intenté trabajar un ratito de esto pero siempre mantuve mis labores en gastronomía de noche. Trabajé cuatro años en marketing, en una empresa de cosméticos. En ese momento también era bartender. Terminaba a las tres de la mañana y a las ocho ya estaba yendo a fichar a la oficina”.

Este ritmo de vida hizo que la cocinera comenzara a sufrir un incipiente burnout y que buscara nuevas opciones para su vida. Gracias a la sugerencia de un amigo, decidió viajar a la Argentina para estudiar español. “Ahorré la plata de las propinas que me daban en el bar y me vine”, recuerda.

Christina en Filipinas
Christina en Filipinas

Aquí en la Argentina, la cocinera conoció a Franco Ferrantelli, el papá de sus dos hijos y su primer socio. Juntos inauguraron dentro de su casa Cocina Sunae, un restaurante asiático a puertas cerradas, en 2008. “Creció tanto pero tanto que ya no podíamos tenerlo en casa y así fue que nos mudamos a un local mucho más grande. Así nació Cantina Sunae. Luego yo me divorcié y abrí ApuNena, mi nuevo restaurante, junto a mi socia Florencia Ravioli”. Este local está ubicado en el barrio de Chacarita y se caracteriza por ofrecer tapas asiáticas inspiradas en el confort food (comida confortable) que preparaba la abuela filipina de Christina. La particularidad de estos platos es que varios de los ingredientes de las recetas tradicionales fueron reemplazados por productos locales.

Gracias al gustoso sabor de los platos y a una mayor inquietud de los clientes por la comida asiática, ApuNena comenzó a llenarse cada vez con mayor velocidad y la cocinera y su socia decidieron mudarse a un local más amplio. “Estoy contenta con el nuevo restaurante. Recién lo abrimos, estamos a dos cuadras del local anterior. Éste es mucho más grande y podemos recibir a más gente. Siempre estoy trabajando en platos nuevos, con productos de la Argentina pero con recetas de origen filipino”, cuenta sobre su incansable labor.

Destacando la importancia de vivir en el “aquí y ahora”, Sunae asegura que el éxito de su restaurante se produce en un momento en que el paladar de los argentinos fue ampliándose y que existe una mayor curiosidad por probar sabores nuevos. “Cuando yo llegué en el 2005 solo había lugares para comer pizza o pastas. Tampoco había una gran variedad de sándwiches, eran todos de miga. Era muy difícil.”.

“Yo, en realidad, traje estas recetas por mí. No como la comida que comen los argentinos a diario, como arroz todos los días. Puedo disfrutarla una vez a la semana pero no todos los días. Fue por eso que empecé a cocinar en mi casa. Invitaba a mucha gente y se volvían locos con la comida filipina. Esto me llevó a abrir el restaurante a puertas cerradas”.

Apu Nena en su nueva ubicación - y más grande- en Chacarita
Apu Nena en su nueva ubicación – y más grande- en Chacarita

A casi dos décadas de su llegada al país, la cocinera asegura que la gastronomía argentina “cambió totalmente. Es increíble cómo creció la cocina asiática. Antes, cuando yo llegué, había sólo algunos locales de comida china y algunas cadenas de sushi que no eran muy buenas. Ahora tenemos una gran variedad. Para mí el paladar de los argentinos se está transformando y están mucho más abiertos para comer y conocer. También muchos cocineros jóvenes empezaron a viajar y trajeron conocimientos que aplicaron en sus cocinas”.

Debido a sus raíces súper arraigadas, la chef recibió la propuesta de abrir en 2020 Sunae Asian Cantina, su propio restaurante ubicado en Manila, la capital de Filipinas. Ella no dudó en aceptar la oferta pero, a diferencia de lo que podría esperarse, en el menú no ofrece las recetas tradicionales originarias sino que tomó las propias e incluyó productos argentinos.

“Hay un temón y es que mi inspiración culinaria es mi paladar de filipina pero, cuando preparo los platos, yo estoy acá en la Argentina. Entonces, hay comidas que hago en ApuNena y después las llevo para allá. Por ejemplo, una de las preparaciones es un tamal increíble que allá normalmente se prepara con una hoja de plátano, luego se cocina el arroz, se arma una masa y se le agrega leche de coco. Después, el relleno tiene cerdo, huevo, achiote y maní. Esa es la receta original, pero acá en la Argentina, en vez de usar cerdo, decidí hacer un curry de cordero. Bueno, ese plato lo llevé a Filipinas y les encantó. La hice en la Argentina con ingredientes locales y lo volví a llevar a su país de origen. Muchas personas vinieron y me dijeron: ‘Está buenísimo el plato con cordero’”.

Orgullosa de haber logrado sorprender a los clientes de ambos países, Sunae bromea: “Al final, mis platos terminaron siendo exóticos tanto para los argentinos como para los filipinos”.

Cómo se come en uno de los restaurantes más caros y elegantes de Traslasierra

Fuente: La Voz ~ El restaurante ofrece una experiencia delicada y profesional, en un entorno adorable. Carnes, pescados, pastas, postres y vinos de Córdoba, bajo la sombra de añosos algarrobos. Calificación: muy bueno.

Pareciera que el buen gusto los cría y ellos se amontonan en esta zona del camino de la costa en Traslasierra, casi llegando al límite provincial por la ruta 14, entre las localidades de San Javier, Yacanto y La Población. Aquí hay una burbuja, un microclima especial para el turismo más top de Córdoba.

Por la zona tenemos emprendimientos que se salen del molde de Traslasierra y (hay que decirlo) de todos los valles cordobeses. La diferencia de formación, capacitación, infraestructura y presupuesto, es demasiado notoria con respecto a las experiencias que proponen emprendedores locales.

Y hablamos de bodegas, de restaurantes, de posadas. En el caso de Bonzo, todo se desarrolla en un jardín de ensueños que bien podría ser la casa quinta de Pampita en las afueras de Buenos Aires.

Mucho verde en un espacio bien amplio, algarrobos ofreciendo sombra a cada paso, mobiliario estable de madera con sombrillas esponsoreadas, un mozo en contacto permanente con los comensales. Esto fue armado para ofrecer un servicio gastronómico profesional, no para “pichulear”.

Focaccia por dos

La carta de Bonzo es breve y simple, pero se nota que el buen gusto está presente. La figura de Fernando Hara también lo está. Se trata de un misterioso chef, discípulo de Francis Mallmann, hoy retirado de los ruedos, pero dedicado a la chacurtería transerrana en Loma Bola.

Nadie sabe bien donde vive, los gourmets de la zona solo afirman que desde algún lugar del valle manda mercaderías a los restaurantes que valoran su trabajo. En este caso probamos algo en una entrada fuera de carta, invocando su luz. Será una Morcilla con pan focaccia ($ 2150).

La verdad, esperábamos más. Hay que humedecer cada bocado con aceite de oliva para que el momento se eleve. A priori hubo una confusión: esperábamos una focaccia de morcilla y manzanas, pero finalmente fueron tres rebanadas de morcilla a la plancha (sobre pan focaccia). El plato no fue bien explicado por el servicio de mesa.

Bonzo, un hermoso lugar en Traslasierra (La Voz).
Bonzo, un hermoso lugar en Traslasierra (La Voz).

Además de necesitar un complemento más jugoso, ácido o húmedo para mejorar el trazo por la boca (por suerte hay buen aceite de oliva Zuccardi para complementar), ya habíamos probado el mismo pan en el appetizer (junto con un untuoso alioli), con lo cual faltó también sorpresa en este segundo paso.

Trucha, peras, vino rosado

Entre los principales elegimos primero una Trucha de río ($ 3.150) acompañada de una Ensalada de peras asadas, queso azul, nueces confitadas y hojas verdes ($ 1.680). Una combinación de plato más guarnición que se caía de madura.

Bonzo, un hermoso lugar en Traslasierra (La Voz).
Bonzo, un hermoso lugar en Traslasierra (La Voz).
Bonzo, un hermoso lugar en Traslasierra (La Voz).
Bonzo, un hermoso lugar en Traslasierra (La Voz).

Para beber, entre una también muy breve pero buena selección de vinos argentinos, optamos desde la entrada misma por un vino rosado de la zona: El Noble Rosé 2022 ($ 2.950) de San Javier. No especifica uvas pero tiene una paso suave con cuerpo ligero. Ideal para un mediodía de verano como este.

Cautiva por su expresión frutal (roja) fuera del registro habitual. En cuanto a la cocción de la carne (apenas rosada), podemos decir sin dudar que es perfecta: pareja, sin romper las fibras, conservado humedad total. El sabor del río está presente, ofreciendo un retrogusto olvidado.

Carne y papa

Luego probamos el ojo de bife de medio kilo ($ 3.950) acompañado de papas fritas ($ 1.550). La carne luce imponente, con hierros bien marcados, fibra dorada (bien caramelizada) y jugos rosados pidiendo salir a la superficie con el primer corte. La terneza es evidente y el sabor finalmente, es total.

Bonzo, un hermoso lugar en Traslasierra (La Voz).
Bonzo, un hermoso lugar en Traslasierra (La Voz).

Vale decir que antes de los principales, la casa invitó una provoleta deliciosa. El bife se había pasado de la cocción solicitada y desde cocina eligieron enviar un tentempié para amenizar la espera hasta preparar otro.

Además de sorprender con un plato muy rico (combinó la intensidad del queso con tomates asados y hojas de albahaca fresca), demuestra que los detalles de cocción son esenciales, aquí y en cualquier lugar con pretensiones de maravillar y, por supuesto, de estar a la altura de la relación precio/calidad que se propone.

Un postre perfecto

Cuando fuimos al baño pasamos por una colorida sala de lectura y juegos infantiles. En el jardín también hay un sector para niños y la carta ofrece una selección de platos para los más pequeños de la casa. Digamos entonces que la presencia infantil es más que bienvenida por aquí.

En cuanto al baño, sorprendió (mucho) que el jabón no sea líquido. De todas maneras, se ofrece un espacio amplio, iluminado e impecablemente limpio. De regreso en nuestro lugar, ya tenemos sobre la mesa el postre más perfecto que hayamos probado en los últimos tiempos.

Bonzo, un hermoso lugar en Traslasierra (La Voz).
Bonzo, un hermoso lugar en Traslasierra (La Voz).

Se trata de una Merengata ($ 1.750) que combina una base de curd de limón, frutillas maduras (un detalle que no puede pasar inadvertido), arándanos y helado de crema americana cubierta de merengue, recién gratinado.

La crema de limón, la fruta en su punto, la frescura del helado y la tibieza del merengue, generan un momento de disfrute total. A fin de cuentas, Bonzo es un muy buen lugar para comer en Traslasierra, y las frases “solo para exigentes” o “para el que quiera o pueda pagarlo”, le caben como anillo al dedo.

Para ir a Bonzo

Calificación: muy bueno

Ruta provincial 14 s/n., La Población.

Teléfono (011) 156-6761613.

Menú infantil.

Estacionamiento.

Efectivo y transferencia.

10% de descuento pagando en efectivo.

El histórico bodegón de zona norte que se puso de moda desde que cambió de dueños

Fuente: Clarín Gourmet by Daniela Gutierrez ~ En un paisaje residencial de casas bajas emerge La Sarita, un bodegón en Florida, Vicente López que existe desde 1934 pero que en octubre del año pasado reabrió con una propuesta que fue tan bien recibida por los vecinos que hoy hacen cola para comer allí.

Este restaurante, en sus casi 90 años de historia, pasó por varias manos pero desde que Florencia Estrella y Federico Aljavic lo comandan, el salón y la vereda se llenan, tienen que organizarse con reservas en tres turnos y aún así hay gente que decide quedarse y esperar.

La pareja asumió el desafío de conservar el espíritu de un lugar que estaba instalado en la memoria de los vecinos y a su vez, el reto de mejorar el servicio y la calidad de los platos que se servían hasta ahora. Para eso eligieron seducir al nuevo público con recetas típicas de la cocina de nuestros ancestros.

La historia de La Sarita

La Sarita cuenta con casi 90 años de historia.
Foto: Emmanuel Fernández. La Sarita cuenta con casi 90 años de historia. Foto: Emmanuel Fernández.

Desde sus orígenes que La Sarita se llama igual. El arquitecto que construyó el local lo bautizó así para que llevara el nombre de su hija menor y los sucesivos dueños decidieron conservarlo.

Este local de zona norte en sus inicios albergó un despacho de bebidas al frente y detrás una típica casa chorizo. Recién en 1960 se convirtió en un bar que luego se transformó en un restaurante que tomó la vivienda para transformarla en salón.

Los últimos años, antes de la llegada de Florencia -sommelier y camarera- y Federico -cocinero- el restaurante funcionaba con horario acotado, sólo al mediodía y con una opción como plato del día. “Tenemos clientes que nos cuentan que viven en la zona hace años pero que nunca habían venido hasta que abrimos nosotros”, señala Florencia.El antiguo salón de La Sarita, antes de la llegada de los nuevos dueños. Foto: Facebook. El antiguo salón de La Sarita, antes de la llegada de los nuevos dueños. Foto: Facebook.

Ellos se conocieron trabajando en Café San Juan, el restaurante de Lele Cristóbal. Cuando surgió la idea de un proyecto propio y en común, Federico recordó esta esquina por la que solía pasar y mirar con admiración cada vez que visitaba a su abuela que vivía a dos cuadras.

“Romantizamos la idea del local con años, pensábamos que sólo íbamos a cerrarlo un mes”, confiesa Florencia. Es que al tomar posesión se toparon con obstáculos que no esperaban y que demoraron la obra 4 meses. Para reabrir tuvieron que cambiar la instalación eléctrica, los caños de gas y hacer la cocina a nuevo.

“Estuvimos un mes entero rasqueteando las aberturas y marcos para recuperar su madera natural”, cuenta Florencia.

Cómo es La Sarita

La fachada Art Decó de La Sarita se destaca en el barrio. Foto: Emmanuel Fernández. La fachada Art Decó de La Sarita se destaca en el barrio. Foto: Emmanuel Fernández.

Posters -todos originales- de Palito Ortega, La Coca Sarli, El Club del Clan y Luis Sandrini decoran las paredes. Se entremezclan algunas fotos de Diego Maradona y otras -más recientes- de Messi levantando la copa del mundo. En ese collage del recuerdo funciona La Sarita.

Los pisos de damero, las mesas de fórmica y la sillas de caño retapizadas forman parte del salón. En el centro, una gran barra de madera que en su extremo sostiene una inmensa e imponente caja registradora que está ahí desde 1930. La cena -porque por ahora solo abren de noche- se disfruta mientras suenan los éxitos de grandes de la música popular argentina como Palito Ortega o Sandro.

Las ventanas portan el arte de un letrista que los actuales dueños buscaron especialmente para darle la impronta nostálgica que acompaña al resto del lugar. Las persianas y las aberturas exteriores tienen un tono lila que acompaña muy bien el estilo art decó de la llamativa fachada.Las paredes del salón de La Sarita son un homenaje a los ídolos popualres argentinos.
Foto: Emmanuel Fernández. Las paredes del salón de La Sarita son un homenaje a los ídolos popualres argentinos. Foto: Emmanuel Fernández.

Y en el salón se lo ve a Pedro: “Con sus 30 años de oficio te corta la milanesa con cuchara en la mesa, te quema el panqueque, es todo un showman”, señalan entre risas. Lo conocieron trabajando en un restaurante cercano que ya no existe y no dudaron en ofrecerle trabajo cuando los atendió: «Su incorporación va con la filosofía del lugar que es valorar la experiencia, los años”, afirma Florencia.

Si bien, como adelantamos, hay que reservar para ir, Florencia y Federico aclaran que una vez sentado nadie corre al comensal. Valoran la sobremesa y respetan a aquellos que eligen quedarse durante todo el servicio.

Qué se come en La Sarita

La milanesa de nalga a la napolitana es abundante y para compartir. Foto: Emmanuel Fernández . La milanesa de nalga a la napolitana es abundante y para compartir. Foto: Emmanuel Fernández .

La carta es corta para ser la de un bodegón pero las opciones son tentadoras. Al diseñarla buscaron revalorizar sabores cotidianos y traer de vuelta a platos olvidados. Si bien son para compartir no tienen el tamaño XL de las que sirven en restaurantes de este tipo.

“De los inmigrantes fundadores de bodegones hasta ahora ha habido un decaimiento. Vos ibas a lugares como este y por ahí la comida era abundante, pero ya no tan rica, no estaba tan bueno el producto: lo que quisimos es recuperar lo que eran los bodegones comandados por esos gallegos o italianos que dejaban la vida en ese lugar y daban el mejor producto”, explica la sommelier.

Las entradas pueden funcionar como tal o ser parte de un rico vermouth: “No son platitos, son porciones importantes”, distinguen. La tortilla con chorizo colorado es para disfrutar entre dos y vale $ 1.300. Otra opción para comenzar son los buñuelos de espinaca con alioli por el mismo precio.

Entre los platos principales se destacan las milanesas y supremas. La napolitana de nalga, por ejemplo, es para que coman dos personas con mucha hambre, se sirve con papas fritas bien crocantes y cuesta $ 2.400. “Lleva la misma cantidad de mozzarella que una pizza”, destaca Federico.El arroz bomba es una de las estrellas de la carta de La Sarita. Foto: Emmanuel Fernández. El arroz bomba es una de las estrellas de la carta de La Sarita. Foto: Emmanuel Fernández.

La comida italiana está presente a través de las pastas caseras y hechas en el día. Algunas opciones son los sorrentinos de jamón y queso o de arvejas ($ 2300). Ravioles de osobuco o de pollo. Tortelli o cavatelli.

El arroz bomba es el representante de la comida española. Lo sirven en sartén de hierro de 24 centímetros, mejillones, calamares y langostinos de tamaño considerable, es para dos personas y sale $ 3.100.

Para la hora del dulce ofrecen panqueque de dulce de leche con bocha de helado de Fior Di Latte vale $ 1.100 y es para cucharear entre varios. Y hay affogato, ese postre tradicional italiano que combina el frío del helado con el calor de un café espresso.La porción de panqueque con dulce de leche es abundante y se sirve con helado. Foto: Emmanuel Fernández. La porción de panqueque con dulce de leche es abundante y se sirve con helado. Foto: Emmanuel Fernández.

Los días de poco ajetreo, se puede pedir pedir el panqueque de manzana. Es un secreto a voces que es el postre más rico del lugar pero no figura en carta porque se cocina en el momento, el caramelo que lleva requiere de un cuidado especial y resulta difícil servirlo en días de mucha concurrencia. Será cuestión de tirarse el lance.

La Sarita. España 506, Florida, zona norte de Gran Buenos Aires. Para reservar: 7729-6159 Instagram: @lasaritaflorida.

Día de San Valentín: 10 bares temáticos para salir en Buenos Aires

Fuente: TN ~ Ambientados para pasar una noche especial, varias son las propuestas para celebrar un día rodeado de amor.

El plan no puede fallar. El 14 de febrero ofrece una oportunidad para celebrar el Día de los Enamorados. Puede ser en la misma jornada o bien en la víspera, para recibirlo en una velada en pareja. A la hora de elegir el lugar, hay que analizar bien las propuestas. Por ello, en San Valentín, van 10 restoranes y bares románticos recomendados para salir en Buenos Aires.

Día de San Valentín: Restaurante Cabernet

Ubicado en Palermo (Borges 1757), cuenta con un patio en una casa del siglo XIX de estilo francés. Es un lindo refugio para dos enamorados que buscan intimidad en medio de la ciudad. Los entendidos aseguran que cada detalle se encuentra diseñado para el disfrute de manera integral. Desde los ingredientes exquisitamente seleccionados y exhaustivos cuidados sobre la nobleza de sus propiedades organolépticas, hasta la calidad profesional y humana con la que son recibidos los comensales.

Elegir un buen lugar para festejar San Valentín es todo un desafío. (Foto: Pixabay/Stock Snap).
Elegir un buen lugar para festejar San Valentín es todo un desafío. (Foto: Pixabay/Stock Snap).

Día de San Valentín: Casa Cavia

También en Palermo (Cavia 2985), es un lugar donde se puede ir tanto para cenar como para tomar un trago en la barra de su espléndido patio. La casa fue construida en 1927 por el arquitecto y artista noruego Alejandro Christophersen, referente de la arquitectura ecléctica, y se restauró para transformarse en lo que hoy es: una vuelta a las maravillas de la Belle Époque en Buenos Aires en diálogo con lo contemporáneo.

Día de San Valentín: Cochinchina

En Armenia 1540, Palermo, hay un bar que recrea el clima de la novela “El amante”, de Marguerite Duras. Este ofrece sin dudas la atmósfera perfecta para una cita amorosa, ya que cuenta con una ambientación que juega con las culturas de Oriente y Europa: la mezcla perfecta de exotismo y elegancia.

Cochinchina juega con las culturas oriental y europea. Foto: Cochinchina.
Cochinchina juega con las culturas oriental y europea. Foto: Cochinchina.

Día de San Valentín: Crizia

Otra atracción de Palermo (Fitz Roy 1819). Las ostras -destacadas por su supuesto poder afrodisíaco- son uno de los alimentos estrella del restaurante del chef Gabriel Oggero. Aquí las sirven crudas, salvajes (son traídas de la Patagonia, donde se extraen manualmente de las rocas en Carmen de Patagones) apenas condimentadas con una vinagreta o limón, y maridadas con exquisitos vinos, pera y sauco.

Día de San Valentín: Osaka Buenos Aires

Con sedes en Puerto Madero y en Palermo, es muy aclamado para una velada romántica. Por su ambientación de luces tenues, su patio y su menú, es un spot ideal para parejas, también por los amantes del buen sushi y la comida nikkei. Capaz de combinar la comida y técnica japonesa con la explosiva y siempre creativa cocina peruana, ofrece una experiencia gourmet enfocada en el disfrute.

Día de San Valentín: Presidente Bar

Ubicado entre Retiro y Recoleta (Avenida Presidente Manuel Quintana 188), cuenta con una biblioteca como el exclusivo bar oculto. Alguna vez fue la casa de Adolfo Bioy Casares. El restaurante con su elegante ambientación es uno de los spots favoritos de las parejas en este premiado bar porteño. Se trata de uno de los mejores bares del mundo, elegido por la prestigiosa publicación The World ‘s 50 Best.

Día de San Valentín: Invernadero

Está en pleno Recoleta (Agüero 2502), rodeado de mucho verde, con mesas a cielo abierto y evocaciones literarias. Siendo una oda al gin tonic, renovó la gastronomía al pie de la Biblioteca Nacional; haciéndolo un buen lugar para el encuentro romántico. La propuesta no sólo está centrada en este tradicional trago sino que tiene una particularidad: se sirve tirado, elaborado con un destilado y una tónica propios, que se guarda en barriles antes de llegar a las canillas.

Día de San Valentín: Enero

En pleno Costanera Norte (Avenida Costanera Rafael Obligado 6710), Enero permite comer con vista al río en Buenos Aires y eso de por sí es un privilegio. Si se le suma la ambientación frondosa de la terraza y la atención de sus camastros, se obtiene una atmósfera ideal para compartir de a dos. Promete coctelería de autor bajo cielo abierto con una imbatible vista al Río de la Plata.

Día de San Valentín: Oh no Lulu

Como si fuera un set tropical con sensual iluminación carmesí, en Oh no Lulu (Araoz 1019, Palermo) la incandescencia estival vive todo el año. Palmeras, exuberancia verde, muebles de ratán, ídolos polinesios y un menú especial con tiradito de pesca blanca de entrada, Panceta crujiente, kimchi asado y milhojas de papa como principal y Pumpkin Pie de postre más dos Tanqueray Tonics y un agua.

Día de San Valentín: Crystal Bar

A 120 metros de altura, funciona el bar más alto del país: el exclusivo Crystal Bar. Foto: Instagram @crystal.skybar.
A 120 metros de altura, funciona el bar más alto del país: el exclusivo Crystal Bar. Foto: Instagram @crystal.skybar.

El bar más alto de Buenos Aires es otra coordenada posible para los enamorados que quieran encontrarse en algún lugar donde puedan observar las estrellas, el Río de la Plata y la ciudad desde un punto panorámico. Con sus amplios ventanales desde el piso 32, este espacio del Hotel Alvear Icon abre sus puertas. Está ubicado en Aimé Painé 1130, Puerto Madero.

Puerto Madero: los nuevos restaurantes y bares de un polo gastronómico clásico

Fuente: Clarín Gourmet by Daniela Gutierrez – Las más recientes aperturas donde comer desde risottos y pastas hasta suculentas carnes a la parrilla.

    Rodeado del Río de la Plata y de las torres más altas de la Ciudad, Puerto Madero es un polo gastronómico tradicional que, aunque fue muy golpeado por la pandemia, se vuelve a mostrar vigente y renovado con restaurantes, bares y cafeterías multitarget.

    Desde sus inicios -en los 90- este barrio ostentó propuestas atractivas para comer y beber. Pero el público era en su mayoría turistas y ejecutivos que trabajaban en las oficinas cercanas por lo que los restaurantes eran tradicionales y con un ticket elevado.

    Con el tiempo fueron sumándose cadenas y otras propuestas más populares de comida rápida que diversificaron la zona. Hoy Puerto Madero tiene opciones para todos los gustos y recientemente volvió a incorporar nuevos restaurantes atractivos para un público de gustos clásicos: comensales de buen poder adquisitivo y turismo internacional.  

    Cómo cambió la oferta de restaurantes y bares de Puerto Madero

    Las cervecerías: parte de la cara informal de Puerto Madero. Las cervecerías: parte de la cara informal de Puerto Madero.

    La pandemia impulsó el cambio con la reducción del turismo: muchos restaurantes se vieron obligados a cerrar y el ambiente -que ya venía transformándose desde años anteriores- mutó radicalmente. Puerto Madero se convirtió en una zona que los comerciantes describían como ‘fantasma’, sin turistas, ni oficinistas ni asistentes a eventos empresariales, los clásicos visitantes de sus bares y restaurantes.

    Pero la llegada del Covid-19 no fue la única causa, la construcción del Paseo del Bajo -obra que demoró 28 meses- ocasionó un gran descenso de clientes. Además, desaparecieron 4000 espacios de estacionamiento, un punto a favor que los restaurantes perdieron.

    También, debido a la apertura del Movistar Arena, el nuevo estadio en Villa Crespo, disminuyó la cantidad de espectáculos realizados en el Luna Park, lo que impactó en el número de visitantes de Puerto Madero.

    El Dorado, un desembarco pospandemia en Puerto Madero. El Dorado, un desembarco pospandemia en Puerto Madero.

    La situación provocó el cierre definitivo de grandes clásicos de la zona como Bahía Madero, Sottovoce, Le Grill y La Dorita. Otros tuvieron que mudarse de local. Este último es el caso de La Parolaccia que cerró Casa Tua y se mudó a la calle Olga Cossetini con Parolaccia Madero Downtown. 

    La pospandemia trajo más propuestas para el público joven. En pleno confinamiento (diciembre de 2020) apareció Osten, inspirado en la novela de Scott Fitzgerald “El Gran Gatsby”, este restaurante elegante con bar de alta coctelería fue reconocido entre los mejores de América por su impactante diseño.

    Otro hito en la transformación de la zona fue la llegada de El Dorado a fines de 2021. El restaurante de Germán Sitz y Pedro Peña con guiños irónicos a los noventa en la carta y en la ambientación. Y por supuesto, se multiplicaron las cervecerías con propuestas más informales  y los cafés de especialidad con ofertas tentadoras en pastelería.

    Pero los últimos meses volvieron a inaugurarse restaurantes destinados al público tradicional del barrio: clientela de gustos clásicos y alto poder adquisitivo y/o turistas que se ven seducidos por propuestas como Madero Gol (Alicia Moreau de Justo 2092), un restaurante temático que rinde tributo a la pasión futbolística es su ambientación y un museo con camisetas y objetos de ex jugadores.

    Las más recientes aperturas de Puerto Madero

    1- Cauce

    Las carnes son protagonistas en Cauce, en Puerto Madero. Las carnes son protagonistas en Cauce, en Puerto Madero.

    Este local abrió a fines de 2022 y allí las carnes son protagonistas. Los 5 socios que dirigen este local cuentan con historia gastronómica: “Nos juntamos con un mismo objetivo, abrir una parrilla restaurante premium, de gran nivel en cuanto a servicio, calidad de producto, coctelería y ambiente”, explica Leo La Regina, socio fundador de Cauce.

    Para lograr ese objetivo convocaron a expertos en cada área. “Contamos con una carta de vinos diseñada por el sommelier Rodrigo Calderón, los cócteles están a cargo de Mona Gallosi y la cocina de Nero Cocina”, describe La Regina. El diseño interior y la arquitectura del restaurante estuvo a cargo del reconocido Santiago Jovenich y Gonzalo Arana de Estudio Arana.

    “Es un ambiente cálido, con mucho diseño, apuntamos a un público exigente, intentamos crear una experiencia única desde que el cliente entra a Cauce hasta que se va”, enfatiza. Además fueron apadrinados por Manuel Mosquera, socio fundador de clásicos como Selquet, Rond Point, La Farola, Babieca, Ayres Criollos, Sorrento -entre otros- que los acompañó y aconsejó en el proceso de creación del local.

    Los tragos de Cauce en Puerto Madero. Los tragos de Cauce en Puerto Madero.

    El plato estrella de la casa es el chuletón de bife ancho madurado al estilo español ($ 8.200). Se trata de un corte proveniente de animales de raza Shorthorn, alimentados 100% a pastura, criados en Ayacucho, Provincia de Buenos Aires. La segunda recomendación es el ojo de bife ($ 4.700) de 500 gramos también producto de su hacienda.

    Para acompañar las carnes sugieren guarniciones clásicas como papas fritas ($ 1.100), ensalada de papa y huevo ($1.500). También sirven propuestas más innovadoras como el puré de batatas y toffee ($1.400) o las zanahorias con yogur griego y garrapiñada con pimentón de Cachi ($1.900).

    Además ofrecen platos cocidos al horno como la panceta glaseada por 12 horas que se sirve con puré de batatas y toffee ($ 4.200). Como opción a las carnes hay pastas y, para finalizar postres clásicos.

    Cauce. Av. Alicia Moreau de Justo 440. WhatsApp: 11 3311-3691. IG: cauce_ba.

    2- Ángolo

    Ángolo. Puerto Madero. Ángolo. Puerto Madero.

    La propuesta de Ángolo es 100 por ciento italiana. Este espacio abrió a fines de diciembre  y ocupa un local sobre Alicia Moreau de Justo donde durante años estuvo la cadena de hamburguesas Burger King.

    Se trata de un emprendimiento familiar, los socios son primos y hermanos, que también tienen a su cargo el restaurante Fiume, en el mismo barrio. Al pensar en la propuesta gastronómica los socios soñaron con rememorar los sabores que disfrutaron a lo largo de su vida en las largas mesas familiares.

    La carta la diseñaron junto a Maxi Loschiavo, reconocido asesor gastronómico que trabajó con Donato De Santis. Buscaron que no sea muy extensa para poder lograr la calidad deseada en cada plato.

    La entrada de Ángolo, en Puerto Madero. La entrada de Ángolo, en Puerto Madero.

    Allí aparecen platos típicos como los arancini que se sirven con tomate fresco, alioli y olivas negras. Estas croquetas están rellenas de ragú de hongos y queso mozzarella ($ 2.600). Otra entrada tentadora es la melanzane, es la clásica berenjena ahumada y grillada con pesto de tomates secos, pistachos y albahaca fresca ($ 1.600).

    Entre los principales tientan los risottos: uno de hongos con trufa y otro de langostinos a la lima ($ 3.800 y $ 3.300). Y como era de esperar, hay pastas caseras. Entre ellas se destacan los papardelle de remolacha con queso patagonzola ($ 2.800) y los tortelloni de hongos con una emulsión de manteca trufada y brotes verdes ($ 4.100).

    Ángolo es de los mismos dueños del restaurante Fiume. Ángolo es de los mismos dueños del restaurante Fiume.

    Además hay pesca del día y carnes. Entre los postres aparecen los clásicos como el tiramisú o la panacotta. De lunes a viernes, al mediodía ofrecen un menú ejecutivo por $ 3.700, la propuesta se cambia todos los días e incluye plato principal, bebida y postre.

    Ángolo. Alicia Moreau de Justo 292. Instagram: @angolo_ba

    3- Campobravo

    Las carnes del steakhouse Campobravo. Las carnes del steakhouse Campobravo.

    Desde 2002 Campobravo se destaca como steakhouse con cocina internacional, pero hace cuatro años reconvirtió su carta para hacerla 100 por ciento gluten free. Su primera sucursal fue abierta en el barrio de Las Cañitas, luego Palermos Hollywood y Las Lomitas. A Puerto Madero arribaron en octubre de 2022.

    La especialidad son las carnes: “Cada corte tiene un tratamiento único, en cuanto al tiempo de estacionamiento y maduración, lo que nos garantiza un perfecto equilibrio entre sabor, terneza, textura y calidad”, declaran. Entre los cortes más vendidos está el ojo de bife de 350 gramos por ($ 2.840).

    Los platos de Campobravo son gluten free. Los platos de Campobravo son gluten free.

    También se destacan las pastas, entre ellas los sorrentinos de lomo gluten free, con salsa de hongos secos al vino blanco ($ 2.450). Además de una carta libre de glúten cuentan con postres sugar free, lo que significa que ningún azúcar ni ingrediente que contenga azúcar fue agregado durante su proceso de producción.

    La estrella entre los postres es el New York Cheesecake, elaborado con lima, y endulzado con stevia y salsa de frutos rojos ($ 1350).

    Campobravo. Pierina Dealessi 340. Instagram: campobravoarg

    4- Italpast Faena​

    La famosa "Lasagna Della Nonna" con jamón, mozzarella, salsa de tomates y bechamel que  sirven en Italpast. La famosa «Lasagna Della Nonna» con jamón, mozzarella, salsa de tomates y bechamel que sirven en Italpast.

    En noviembre de 2022 el antiguo bistró del hotel Faena se convirtió en Italpast Faena Buenos Aires, una colaboración (por tiempo indeterminado) del reconocido restaurante italiano ubicado en Campana con el hotel del empresario Alan Faena.

    Allí sirven platos clásicos de la cocina italiana combinados con otros que fueron diseñados especialmente para el lugar. El chef Pedro Picciau incluyó en la carta lasagna de la Nonna, los ravioles, que vienen rellenos con hongos, champignones, parmesano y lomo, con una masa que es verde «porque la hacemos con rúcula» describe, y se sirven con salsa pomodoro.

    Los domingos en el almuerzo, además de los platos mencionados, se puede disfrutar de antipasti como los buñuelos de brócoli, croquetas de espinaca y olivas apanadas y rellenas de carne, o la burratina con rúcula, tomates secos y pesto.

    El chef Pedro Picciau en el salón del Italpast Faena. Foto German Garcia Adrasti. El chef Pedro Picciau en el salón del Italpast Faena. Foto German Garcia Adrasti.

    Además de la pasta ofrecen un bife de chorizo que se macera durante 10 días con un polvo de hongos de pino y funghi porcini, se sirve con un puré de ajos. Para finalizar la comida no pueden faltar el Vulcano di Cioccolato, Tiramisú, Panna Cotta y Pan Dulce con helado.

    Italpast Faena Buenos Aires. Juana Manso 1450. Reservas: +54 11 4199 4294. Email: reservasuniverse@faenahotels.com.

    Las mejores picadas de Buenos Aires: los 3 bodegones que debés visitar al menos una vez en la vida

    Fuente: Cronista ~ Tres bares de la Ciudad de Buenos Aires ofrecen la mejor variedad de embutidos, fritos y productos de mar. ¿Dónde comer la mejor picada?

    Buenos Aires es una ciudad llena de propuestas gastronómicas. A la hora de pedir, muchos comensales eligen compartir sus platos. Ahí surge la posibilidad de optar por una picada o por varios platos para que cada uno vaya pinchando lo que desee. 

    Estos tres bodegones ofrecen platos de mar, fritos y embutidos para elegir. ¡Conocelos!

    ¿Dónde comer Picada de Mar?

    La Pescería es un reciente local ubicado a dos cuadras del shopping Alto Palermo. En Avenida Coronel Díaz al 1651, se encuentra este restaurante que emula un barco por dentro y ofrece picadas de mariscos o parrilladas de pescados.

    Este moderno bar nocturno ofrece la posibilidad de degustar desde pulpo hasta peces de río o de mar. Como innovador, se consiguen ostras, centolla y langosta mientras que hay también boquerones, chipirones y vieiras.

    La picada de mar es un clásico de La Pescería.

    La Cervecería López y los embutidos

    En el corazón de Villa Ortúzar, precisamente en Av. Álvarez Thomas 2136, se encuentra una mítica cervecería-bodegón López. Este mítico restaurante barrial ofrece picadas completas o embutidos separados y distintos para degustar.

    En la Cervecería López cuenta con un menú completo de minutas, mariscos y platos completos. Pero los destacados son los compartidos para picar. Rabas, fiambres, quesos y buñuelos harán de la comida en este lugar una experiencia inolvidable.

    Buller tiene amplia popularidad entre los jóvenes.

    La mejor picada de Recoleta

    En Plaza Francia, el bar Buller es un éxito hace muchos años. No sólo por sus tradicionales cervezas, sino por sus platos para picar. La tabla que lleva el nombre del lugar ofrece distintos fiambres. La tabla Fried Sample reúne lo mejor de los platos fritos para picar.

    La atención es buena y los platos harán que se olvide de la espera. Es importante destacar que entre jueves y sábado se llenaa partir de las 8 de la noche. 

    Mariano Ramón, chef creador de Gran Dabbang: «No nos damos cuenta del valor de ser anónimos»

    Fuente: Cronista ~ En las notas de nuestra sección «Eligen los Chefs», Gran Dabbang fue nombrado más de 15 veces como uno de los preferidos/ Hablamos de cerca con el creador del restaurante fusión, y toda su historia personal que lo llevó a donde está hoy/ Viajes, aprendizajes y sueños que van en contra de lo que la mayoría espera/ Un perfil que busca pasar desapercibido.

    No todos en el mundo de la gastronomía quieren que su nombre sea reconocido. Tal es así que muy pocos de quienes conocen Gran Dabbang saben que detrás del proyecto se encuentra Mariano Ramón. Un chef que arrancó desde muy chico con Francis Mallman, Narda Lepes y Juliana López May; que viajó por el mundo, y especialmente por Asia, conociendo minuciosamente las cocinas de países exóticos; y que volvió a Argentina con un arsenal de data y experiencia para fundar su restaurante fusión que ya lleva ocho años instalado en el top en la escena gastronómica local.

    Además de resultarnos un personaje enigmático a quien hace tiempo queríamos conocer, lo contactamos desde MALEVA por algo en particular. Quienes siguen a la revista, ya conocen la sección «Eligen los Chefs», que inició en el 2014 y por la que pasaron las personalidades más importantes de la escena local; como Germán Martitegui, los hermanos Petersen, Donato de Santis y Fernando Trocca. Hoy, analizando las más de 40 notas que salieron con este formato – en el que el chef compartía sus diez restaurantes preferidos de Buenos Aires – descubrimos que hay un nombre que se repetía en la mayoría: Gran Dabbang.

    No podíamos dejar pasar este dato y nos juntamos con Mariano para que nos cuente un poco de él. Cómo se inició en el mundo de la cocina (y qué se le cruzó por la cabeza hacer si no era chef), los viajes que definieron su camino, algunos datos de color sobre su personalidad y cómo ve su futuro y el de su restaurante.

    Primero quiero contarte esto: tu restaurante es el más elegido por los chefs más reconocidos de Argentina. No sé si estabas al tanto…

    ¡Sí! porque yo me voy fijando generalmente qué cosas salen del restaurante y siempre lo veía así que conozco la sección. Es espectacular, a nosotros nos encanta, imaginate; que las personas referentes de la industria elijan a tu restaurante como uno de sus favoritos es un orgullo. Y vos ves lo que es: es simple, acá se viene a comer y a estar tranquilo, no es para venir a mostrarse ni ser visto ni nada.

    Si le mostrás esto al Mariano de 17 – 18 años, ¿qué pensaría? ¿A esa edad ya sabías que querías dedicarte a la gastronomía?

    Si, siempre me gustó la cocina. En un momento quise estudiar periodismo deportivo pero lo académico no era lo mío. Mis amigos me joden porque yo decía que quería ser futbolista pero no me dio. Obviamente, quería ser lo que cualquier chico de 17 años de esa época, o futbolista o periodista deportivo, pero rápidamente me di cuenta que no.

    ¿Alguien en tu familia cocinaba mucho?

    Todos cocinaban pero normal. A mi siempre me interesó, me gustaba y miraba los programas del Gato Dumas. En verdad lo que buscaba al estudiar cocina era solo para tener un conocimiento personal. Cuando terminé el colegio no tenía la plata como para ir a la escuela de gastronomía, entonces uno de mis tíos me hizo contacto para conseguir una pasantía en el restaurante de Mallman en La Boca. Ahí entré a una cocina profesional y vi que dentro de eso me podía desarrollar más o menos bien. Me hice un grupo de amigos muy fuerte y ya seguí por ese camino, nunca más pensé en otra carrera como opción. Nunca me cansé de esto. Muy rápido encontré que este era el camino que quería seguir.

    ¿Cómo te llevaste con esos primeros años dentro de cocinas profesionales?

    Mi primera jefa de cocina fue Juliana Lopez May. Ya en esos lugares hay gente con mucho talento trabajando y naturalmente te vas haciendo un grupo. Es un privilegio. Y una vez que ya sabés cómo se maneja todo, vos vas buscando distintos referentes o gente con la que querés trabajar y dónde querés aprender. Más o menos te vas moviendo en un círculo de personas de la industria.

    Es una suerte y también una suerte que me hayan aguantado. Viste cuando sos chico, inquieto… A veces era, no rebelde pero sí muy indisciplinado. Pero como era muy fuerte el vínculo personal, siempre me daban una oportunidad más. Lo que más me faltaba era constancia; podía hacer muy bien las cosas, pero a veces me tiraba a chanta o no me enganchaba tanto. Constantemente me tenían que llamar la atención.

    ¿Hoy seguís igual?

    No, es algo que fui aprendiendo a cambiar con el tiempo. Cuando me fui definitivamente afuera no tenía a alguien que esté todo el tiempo aguantándome; o hacés como tiene que ser o no conseguís trabajo. Ahí fui aprendiendo un montón de cosas y valorando un montón todo lo que me habían soportado. Yo muchas veces pienso que por ahí yo ahora no hubiese tolerado a alguien como yo de chico.

    Mencionás mucho tus viajes. ¿Por dónde anduviste?

    Siempre me gustó viajar, me daba curiosidad, entonces iba intercalando trabajos acá con pasantías afuera. Después empecé a trabajar con Narda Lepes y ella te abre un montón de puertas, entonces pude hacer pasantías en Europa o en Perú.

    Nueva Zelanda era el único lugar al que podía ir legalmente a trabajar por un tiempo. Y además quedaba cerca del sudeste asiático. Así que busqué referencias, contacté a un cocinero muy famoso ahí y con un amigo fuimos a trabajar a su restaurante. Después se hizo todo mucho más fácil, hasta que llegamos al sudeste. Hice pasantías en Tailandia, en Laos, en Malasia, en Vietnam. En hoteles y restaurantes. Pero fue muy difícil al principio, en esa época nadie lograba entender que un occidental quiera ir a trabajar gratis a un restaurante local para aprender la cocina del lugar.

    ¿Siempre te llamó la atención Asia?

    Si, me parecía un lugar exótico y no conocía tanto de la cocina de ahí. Es un mundo distinto entonces todo lo que vos sabés te sirve hasta cierto punto. Se organizan diferente en las cocinas, los productos son distintos, las maneras de cocinar, las técnicas, las maneras de sazonar…

    En Nueva Zelanda trabajaba para uno de los creadores de la cocina fusión en esa época, y empecé a conocer un montón de ingredientes, porque hay mucha inmigración del sudeste asiático. Después de trabajar ahí ya quería saber cómo era la comida original de todos esos lugares. Uno a veces tiene una idea en general pero hay muchas pequeñas sutilezas según las distintas regiones, norte, sur y las influencias de otros países.

    Lo más lindo es eso: vos trabajás en un restaurante, conocés ciertas cosas, y después vas con los cocineros a tomar algo, te llevan a la casa, conocés distintos lugares, todo de local. Estás con ellos y aprendés de su cultura más allá de la cocina.

    Cuando volviste acá, ¿ahí rápido abriste el restaurante?

    Mi primer trabajo cuando volví a la Argentina fue armar el mercado de productores de la Feria Masticar. Ahí entré en contacto con un montón de productores del país. Primero busqué quiénes hacían acá las cosas que había afuera. A la vez, naturalmente vas viendo qué es lo que se produce acá y cuáles de esos ingredientes no tienen tanto uso. Con toda esa base de datos es con lo que nos manejamos hoy en Gran Dabbang. Tenemos solo 3 productos importados: salsa de pescado (no hay espacio para hacer fermentos), leche de coco y tamarindo. Todo lo demás se produce acá en Argentina.

    ¿No te desespera que acá no haya especias o frutos que usabas afuera para las recetas asiáticas?

    No, porque este no es un restaurante ni indio ni del sudeste asiático, no es un restaurante de comida tradicional. No seguimos ningún tipo de recetas (yo por mi indisciplina no podría), lo que intentamos hacer es buscar sabores. Siempre buscamos trabajar con lo que hay acá, como Argentina es tan diversa y hay tantos climas y tanta geografía, nos permite todo el tiempo estar buscando y descubriendo. Lo mismo le digo a los productores: cualquier cosa que quieran probar, cualquier locura, mándenme a mí y yo veo qué podemos hacer. Y así es como fuimos construyendo nuestro catálogo de productos.

    ¿Sos muy inquieto y dinámico con los platos? ¿Te aburrís de preparar una cosa tanto tiempo?

    Si, constantemente. Pero lo que aprendí con el restaurante es que, para tener una constancia, los platos tienen que tener un tiempo. Si siempre estás cambiando es difícil para el equipo de cocina lograr esa constancia. Lo que intentamos tener son clásicos que van cambiando durante el año y cosas nuevas que son más del momento. Al ser una carta tan chica los clientes tienen sus favoritos, por eso intentamos en cierto momento del año tenerlos. También es lindo volver a un lugar y comer lo que vos querés venir a comer, y a su vez probar algo nuevo.

    ¿Siempre estás pensando en los próximos platos a lanzar?

    Si, pero hay momentos del año donde estoy cansado y les digo «a mí no se me ocurre nada más, ahora necesito que a ustedes se les ocurra algo». El tema es que, al ser un equipo chico, y con la demanda del trabajo diario, toda su fuerza está puesta en sacar bien lo que tenemos que hacer en el día.

    La inspiración me surge en los momentos de necesidad máxima. Cuando llegamos acá y no hay nada, ahí es cuando logro conectar. Eso me pasa desde que soy chico: solo conectaba cuando estaban a punto de echarme, en situaciones críticas. Y ahora lo que busco es tener cocineros que sean completamente lo contrario: muy concentrados, aplicados y constantes. Así yo sé que todos los días los platos van a salir bien. Intento ser mucho más estricto de lo que eran conmigo, hay cosas que yo no les tolero a ellos que a mí me toleraban. Yo creo que eso los beneficia a ellos.

    O sea, que tu cocina es exigente…

    Ya se generó la cultura de que todo tiene que estar excelente, aunque el 99% de la gente no se de cuenta. No es que trabajemos para ese 1% pero es lo que nos engancha. También tenemos la conciencia de que cuesta salir a comer. Y la gente, de entre 100 restaurantes de Buenos Aires nos eligió a nosotros. Entonces, más allá de que sea incómodo, que esté en una avenida y que pase un colectivo, pagan $3000 por un plato. Pueden salir 19 bien pero ese que no salió, también le llegó a alguien y esa es la experiencia que se lleva esa persona del restaurante. Eso también aprendimos un montón después de la pandemia: antes se daba por garantizada la gente, era hasta un enemigo, por su volumen. En la pandemia pasaste del restaurante totalmente desbordado a que no haya nadie, entonces se le dio un nuevo sentido al cliente y al trabajo que nosotros hacemos.

    ¿Cómo te sentís con los premios, por ejemplo, estar entre los 50 mejores restaurantes de Latinoamérica?

    Y, muy bien. Yo no creo en lo que el premio dice pero sí me enorgullece y obviamente veo los beneficios que tiene. No creo que sea uno de los mejores 50 restaurantes de Latinoamérica, no me lo creo para mí mismo. Intento no subirme a eso, no perder el foco, no creermela y mantener siempre la misma esencia. Quiero mantenerme lo más real posible, porque es un premio al trabajo y, justamente, si es un premio al trabajo hay que seguir trabajando.

    Por más de que uno sepa cómo se manejan los premios, es lindo porque te acelera un montón de procesos. Si viene más gente te da la posibilidad de cambiar cosas en la infraestructura mucho más rápido y también nos permite agrandar el equipo. El impacto es grande y no hay que negar que hay una cuestión de ego para el equipo que es muy importante también.

    ¿Por qué sigue vivo Gran Dabbang? ¿Qué es lo que te hace seguir haciendo lo que hacés?

    Porque hoy no tengo otros proyectos. Este es mi proyecto, es el que yo quiero desarrollar, lo que me gusta y me engancha. El día que no me guste más, no va a existir más, porque no es un restaurante que funciona si no estás enfocado en esto. Lo que lo mantiene es que todavía nosotros creemos en el lugar, lo seguimos desarrollando y haciendo cosas para que mejore. No hago otras cosas porque no podría. Puedo delegar hasta cierto punto pero no podría poner mi nombre en algo que no puedo supervisar constantemente.

    Hay Gran Dabbang para rato entonces.

    No es un restaurante de moda, ni que haya tenido momentos de moda; es un restaurante que siempre está, que es reconocido por su comida y por su constancia. Fue creciendo muy paulatinamente y nosotros siempre fuimos creciendo despacio detrás de la demanda. La ventaja que tuvo fue hacerse conocido muy rápidamente en el ambiente gastronómico y después, de a poco, se fue haciendo conocido en el público en general.

    Nosotros no tenemos ni agencia de prensa ni nada, intentamos hacerlo de la forma más orgánica. Yo manejo el Instagram y a veces acá algunos me dicen, «che, hace mucho no subís nada». Cuando veo que es necesario lo subo. No reniego de las redes, entiendo qué son, sé que sirven, sé que son una herramienta de difusión pero bueno, ahora la tendencia con los restaurantes es que 1 millón de personas los siguen y ellos no siguen a nadie. Yo sigo desde el restaurante a amigos de la primaria y a veces comento en una página de River y la gente se enoja: «¡pero cómo puede ser…!».

    ¿Cómo ves el futuro del restaurante?

    Mi plan de escape es lo contrario a la tendencia que es expandirse, ampliarse y abrir más restaurantes. Yo al revés, en un futuro me pienso cada vez más chico. Como esos lugares japoneses donde está el viejo de 90 años y hay 10 personas nada más.

    Todo el mundo me dice: tenés que aprovechar, y no, yo quiero aprovechar para esto y ya. La ventaja de no ser algo de moda es que no tenemos que decidir sobre el momento. Yo no tengo que ceder a la ansiedad del otro porque todo el mundo quiere que yo ponga algo más grande y que abra otra cosa y «tenés que hacer esto», tenés que hacer lo otro… ¡Y yo no quiero nada de eso!

    Por lo (poco) que vimos en Internet, sos un chef muy perfil bajo. ¿Por qué es eso?

    Nosotros no nos damos cuenta del valor de ser anónimos. Caminar por cualquier lado, poder ir a donde quieras y si no tenés ganas de hablar con nadie, nadie te va a hablar porque nadie te conoce. Todo el mundo quiere que su persona sea reconocida. A mi me conoce gente que es solo del rubro. Me pasa que quieren filmar y me da vergüenza. Salvo que tenga que hacerlo porque viene Netflix sino nos dividimos entre todos acá; los jefes de cocina hacen los videos, entrevistas de radio, y yo hago otras cosas. Por ahí a ellos les interesa un poco más por el momento de la vida de cada uno, yo a los 25 quería salir en El Gourmet, era mi sueño. Y ahora solo quiero que el nombre de mi restaurante se conozca, el mío no me interesa. Todavía no valoramos eso, el valor de ser anónimo. Estamos muy expuestos todo el tiempo.

    Tampoco voy a ser hipócrita, las personas que me tienen que conocer saben quién soy. Entonces con eso ya es suficiente. Si hay un cocinero que yo admiro, hago lo posible para que sepa quién soy. No es que viene Martitegui y me escondo en la cocina.

    ¿Te pasa que hay mucha gente que viene a comer acá y quiere conocerte?

    Si, pasa. Y yo no salgo nunca al salón. Como hago algo durante el servicio a todo el mundo le digo que venga y hable en la cocina con nosotros. No me sale natural. ¿Viste que hay gente que es re social naturalmente? Yo no, y la gente ya sabe cómo soy. Pero también es algo que uno va aprendiendo con el tiempo. Y todo es válido. Porque cada uno al final tiene que perseguir el fin que quiere.

    Yo antes renegaba y decía: «no, mirá este que vende un reloj, es un payaso». Y en realidad es tan válido como que esa persona me mire y diga: «este que tiene un kiosco en Scalabrini, ¿por qué no pone algo más grande?» Todo es válido, mientras sea desde la promoción y desde la gastronomía así se potencia el rubro. Yo también me beneficio de esas personas, porque ellos llegan a un montón de gente que se empieza a interesar en la gastronomía y en algún momento, a través de los años, cae acá. Cada uno tiene un rol para jugar, yo no sería bueno vendiendo relojes y esas personas son buenísimas. Después los conocés y son súper piolas, hablás de lo mismo, te quejás de las mismas cosas.

    Para cerrar el ciclo de Eligen los Chefs, ¿cuáles son los restaurantes preferidos de Mariano Ramón en Buenos Aires?

    • 1. Una Canción Coreana: es el único restaurante donde mis hijos se portan bien. Mirá que vamos a comer a otros lugares y comen, pero a los 10 minutos ya están arriba de las sillas, saltando por todos lados. Ahí ya me hice amigo de la familia, les mando mensajes, ya conocen a mis hijos, les dan arroz y ellos se quedan tranquilos. Ese es como el restaurante familiar al que voy siempre.
    • 2. Bi Won: es el restaurante al que me gusta ir cuando estoy muy quemado. Un restaurante coreano también donde hacen como carnecita a la parrilla, ¡es impresionante! Ahí también ya me conocen, como con los mozos y hablo de fútbol.
    • 3. Casita Azul: está en Nazca y Avellaneda, como en un pasaje, en una casa que si no te llevan ni te imaginás; cocina la madre y atiende el hijo. Últimamente estuve yendo mucho a almorzar y llevo amigos. Es como mi lugar de reunión cuando tengo que juntarme con alguien en el almuerzo.
    • 4. La Mezzetta: cuando salgo del trabajo y necesito algo así bien calórico.
    • 5. Tintorería Yafuso: fui el otro día y así es como yo me imagino mi futuro, es el lugar perfecto.
    • 6. La Conga: es un restaurante gigante peruano a la vuelta de plaza Once y siempre tiene media cuadra de cola pero va rapidísimo y hay constantemente gente. Cuando hacemos fiestas acá o cuando viene gente vamos ahí. Es para ir así, entre muchísimos.
    • 7. Corte Charcutería: Los conozco mucho a ellos, yo tengo una casa en el Delta del Tigre y entonces voy y compro la carne siempre ahí. Es un restaurante al que iba ya con toda mi familia.

    Más que rabas y milanesas. Con un parador abierto todo el año, el chef que apuesta a la cocina gourmet en la costa atlántica

    Fuente: La Nación ~ Pedro Demuru desarrolló una cocina con sello propio pensando en el local y el visitante, con platos abundantes y propuestas fuera de lo común.

    Abundante, clásica pero con un poquito de delirio, con precio acomodado, que le guste a los más chicos, que se sienta como en casa, que no aburra y den ganas de volver… Muchas son las variables que se buscan a la hora de encontrar dónde comer en vacaciones. En familia, con pareja, con amigos, sea como fuere, la comida es una ceremonia para los argentinos que reina también en verano fuera de casa.

    Que la costa atlántica no fuera solo un sitio de paso en temporada y que la cena no se convirtiera en un trámite gastronómico fueron dos metas que sedujeron a Pedro Demuru, el chef que se convirtió en suceso en Cariló y se expandió hacia la periferia con ideas frescas, auténticas, con ganas de ganarle a lo clásico sin perder los orígenes.

    Mediterránea con rúcula, parmesano, olivas, alcaparras y tomates secos
    Mediterránea con rúcula, parmesano, olivas, alcaparras y tomates secos Gentileza

    Nació en Merlo, en el oeste del Gran Buenos Aires. Su familia, además de papá, mamá y hermana, comprendía a dos abuelas: una italiana y una alemana. A las dos les gustaba mucho la gastronomía. “Así que imagínate lo que fue mi infancia -dice a LA NACION revistauna explosión de todo tipo de sabores. Mi relación con la cocina siempre fue de mucha conexión, justamente porque tuve una relación muy cercana con mis dos abuelas, ambas amaban cocinar. Además, mi mamá también hacía lo suyo”.

    ¿Cómo la cocina se convirtió en su profesión? “Me acerqué más cuando empecé a estudiar la carrera de contador. Me di cuenta que me aburría mucho y que la cocina me divertía, me hacía feliz. Paralelamente, entre 1994 y 1995, se abrieron algunas escuelas gastronómicas. De a poco me fui metiendo en el tema. Empecé directamente a trabajar en una cocina en Castelar y me apasionó tanto que comencé a estudiar”.

    "Logré fusionar mi deseo con mi pasión y alcanzar una conexión al 100% con la playa y el mar”, dice
    «Logré fusionar mi deseo con mi pasión y alcanzar una conexión al 100% con la playa y el mar”, diceGentileza

    El inicio fue allí, en Castelar, pero su gran desarrollo fue trabajando con Dolli Irigoyen. Con el tiempo se involucró en concursos gastronómicos y comenzó a ganar. Rápidamente se pudo introducir en el mundo de los grandes chefs de ese momento, a los que hoy considera amigos, como Dario Gualtieri, Martín Molteni, Fernando Orciani o Los Petersen. “Algunos ya venían ligados a la cocina, yo me metí de muy chiquito y me embebí en toda su generación”, dice. En 2011 fue el representante argentino en el concurso internacional Bocuse d’Or, que premia a los mejores chefs del mundo.

    A sus 20 años tuvo un restaurante en Pilar que se llamaba Nectari. Más tarde, junto a Rodrigo Sieiro llevaron la propuesta a Buenos Aires. “Éramos socios -relata-, dueños del restaurante y lo trabajábamos. Fue uno de los primeros restaurantes de la Argentina en hacer un menú de pasos. Hoy es una moda, pero en su momento éramos muy pocos los que lo hacíamos. Realizábamos panes de masa madre, algo de lo que ni si quiera se hablaba”.

    Los clásicos empanados son también parte del menú
    Los clásicos empanados son también parte del menúGentileza

    Más allá de estas experiencias entusiastas, sumergidas estaban las ganas de vivir cerca del mar. Irse a la costa implicaba llevarse la cocina puesta. “Quería tener un restaurante al lado del mar. Cuando conocí Cariló me cerró todo: la situación de vida, el ambiente tranquilo, el bosque y, sobre todo, el hecho de poder emprender un proyecto con continuidad anual. Así surgió Demuru Cariló y, con el tiempo, apareció la oportunidad de dirigir la cocina de parador Rada Beach, en Pinamar, más cerca del mar aún. Un sueño cumplido. Logré fusionar mi deseo con mi pasión y alcanzar una conexión al 100% con la playa y el mar”.

    Sabor a playa gourmet

    Para enriquecer la experiencia, el balneario se encuentra abierto todo el año, tanto de día como de noche. Renueva su carta cada estación. Algunos clásicos permanecen: al mediodía las rabas, los langostinos empanados, las ensaladas y los sándwiches gourmet. Por la noche, una idea que se convirtió en clásico: el pastel de ciervo y garrón de cordero. “Me interesaba crear un espacio gourmet en la playa”, dice Demuru.

    "Con la buena gastronomía que tenemos en el país, los excelentes restaurantes y los chefs de renombre la gente espera más propuestas de calidad”, dice Demuru
    «Con la buena gastronomía que tenemos en el país, los excelentes restaurantes y los chefs de renombre la gente espera más propuestas de calidad”, dice DemuruGentileza

    -¿Cómo cambió la experiencia del comensal?

    -“Creemos que en la playa se come rápido para seguir la jornada, o se elige bajo la idea de no gastar mucho para comer en vacaciones. El argentino hoy disfruta de diferentes sabores gracias a la evolución que ha tenido la gastronomía, y a empezar a entender la importancia de los productos de calidad y el valor de los ingredientes que dan lugar a sabores y texturas únicas. Es un trabajo que no va a terminar, una construcción que comenzó para seguir adelante. Con la buena gastronomía que tenemos en el país, los excelentes restaurantes y los chefs de renombre creo que la gente se involucra más y espera más propuestas de calidad”.

    “Lo mismo ocurre en los balnearios. En Pinamar fue a partir de la renovación del frente marítimo de su costa y de la puesta en marcha de paradores mucho más modernos y sustentables. Esto dio lugar al surgimiento de propuestas con un estilo amalgamado con la alta cocina de Buenos Aires. Para eso hay que pensar en cada aspecto de la experiencia, desde la elección de la vajilla, los detalles de la ambientación, el diseño, la iluminación y, sobre todo, en contar con cocineros que se animen a poner su creatividad al servicio de cartas más innovadoras.

    Garróncitos de cordero, en cocción lenta con mousseline de papa, olivas negras y tomate asado en salsa demiglace
    Garróncitos de cordero, en cocción lenta con mousseline de papa, olivas negras y tomate asado en salsa demiglace Gentileza

    -También te empeñaste en crear espacios abiertos durante todo el año. ¿Qué desafíos involucra?

    -Los proyectos anuales permiten la estabilidad económica y del local, para que pueda dar sus frutos. Al estar siempre abierto, la gente vuelve y lo empieza a tomar como una costumbre, y así comienza a funcionar. En Rada Beach, a pesar de ser un parador de verano, también el restaurante está abierto todo el año. Esto nos permite mantener el mismo equipo de trabajo.

    La temporada no se hace solo de la propuesta del menú, también renueva la presencia de otros chefs. Donato de Santis acercó su ya clásico Cucina Paradiso el pasado 13 de enero. El 27 de enero, a Lele Cristóbal, dueño de Café San Juan y la Vermutería, con su sello personal y sabores que enaltecen las raíces y las tradiciones familiares. El año pasado el ciclo contó con Martin Molteni, Santiago Giorgioni, Felicitas Pizarro y Florencia Rodríguez.

    Rada Beach frente al mar
    Rada Beach frente al marGentileza

    Demuru es un hombre de hacer. Puede estar solucionando los desafíos de un equipo para instalar en la cocina o yendo de compras. Está revoleando las ollas sobre el fuego, pero también llevando el plato a la mesa, para ver de cerca la mirada de quien lo recibe. Le gusta la cocina desde las entrañas. Define su cocina como “una combinación de cocina de presentación y la incorporación de elementos a los platos para que sean diferentes. Soy hacedor de platos de autor, pero para aquellos a los que les gusta comer. Algunas de mis propuestas son en exceso abundantes, pero me gusta que sea así, que se sienta una cocina desbordante”.

    El menú que no falla incluye huevo líquido a la florentina con croute de hongos para la entrada, la bondiola de cerdo braseada con salsa de cassis más puré de batatas con miel de caña y frutas salteadas. Para el postre, textura de chocolate. Si hay intención de clásicos, la milanesa, las rabas y los sándwiches suenan bien y desbordan los platos. El próximo sueño está fronteras afuera. “Quiero participar de un emprendimiento en el exterior -sueña-, donde se valora nuestra gastronomía y hay una gran diversidad de culturas. Tengo intriga de cómo sería cocinar para personas de otras latitudes”. Donde hay hambre, allá Demuru crea.

    Reabre Osaka: un nuevo polo gastronómico cool unirá Colegiales con Palermo Hollywood, qué marcas desembarcan

    Fuente: La Nación ~ El restaurante vuelve con un local de 800 metros cuadrados como parte de un mega proyecto en una esquina en el limite de Palermo Hollywood con Colegiales.

    Hay cadenas que son marca registrada para los lugares de moda. Y cuando desembarcan en determinado barrio marcan tendencia e incluso son el germen de un nuevo polo. Hace un mes la firma Osaka dejó el emblemático local de Soler y Fitz Roy, que ocupó desde 2005, convirtiéndose en el abanderado de la cocina nikkei en la ciudad.

    Con una inversión de US$1.500.000, la famosa cadena, que tiene otro local en Puerto Madero y también presencia en Lima, San Pablo, Santiago de Chile, Punta del Este, Quito y Bogotá, desembarca en la esquina de Concepción Arenal y Conesa en un área de la ciudad que inició hace unos años atrás una etapa de transformación y que promete ser un punto de unión entre los barrios porteños de Colegiales con Palermo Hollywood.

    “En algún momento consideramos movernos a Costanera Norte, pero nos pareció que nos alejábamos demasiado de nuestra primera e icónica locación en Soler y Fitz Roy, donde ya hay un público permanente. Además, identificamos que en esta zona se está creando un nuevo polo gastronómico, moviéndose desde Palermo hacia Colegiales, impulsado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, dándole una transformación al barrio”, cuenta a LA NACION Agustín Latorre, dueño de Osaka.

    Así será el nuevo local de Osaka que desembarca en el proyecto Concepción, en Colegiales
    Así será el nuevo local de Osaka que desembarca en el proyecto Concepción, en Colegiales

    La zona aislada entre dos barrios en auge promete convertirse en un área que tendrá vida propia impulsada por el desarrollo de emblemáticos proyectos residenciales y de distintos emprendimientos de obra pública. Además es una zona que se beneficiaría del efecto “derrame” de otro polo gastronómico situado a pocas cuadras en donde están Aldo´s, La Mar y la panadería de Narda, entre otras marcas.

    “Es una zona que necesita vida. Se trata de una pieza urbana dotada de grandes infraestructuras, como el Ceamse, la UCA. Mucho terreno verde pero con alambrado y había que generarle urbanidad. Desde la Ciudad inauguramos en la zona la Plaza Clemente. También está Concepción que es un proyecto privado que llevó mixtura de usos a una zona que lo necesita”, explica Álvaro García Resta, secretario de Desarrollo Urbano porteño.

    El proyecto Concepción alojará a Osaka y otras marcas entre sus locales a la calle
    El proyecto Concepción alojará a Osaka y otras marcas entre sus locales a la calle

    ¿Dónde está el nuevo Colegiales?

    Así, espacios que en algún momento son “una barrera” para el desarrollo de los barrios, con la transformación de las infraestructuras de a poco van completando el tejido urbano. Dentro de la zona hay tres manzanas que se están reconvirtiendo: “Clemente, Concepción y el predio del Dorrego”. Este último pasará a ser un 65% de espacio público, es decir el barrio sumará una plaza nueva, además del proyecto inmobiliario que planea realizar el Grupo Sancor que compró la tierra en una subasta pública del Gobierno.

    El efecto “derrame” empieza también a repercutir en los precios: hoy el valor de venta del metro cuadrado en Colegiales ronda los US$2541, casi US$400 por debajo del precio promedio de Palermo, que se acerca a los US$2925. En tanto, está entre los cinco barrios más caros de CABA para alquilar, y entre los siete que superan el umbral de los contratos de $100.000. El valor promedio del alquiler es de $102.179, detalla el último informe de Zonaprop.

    El proyecto que tendrá un zócalo comercial con 15 locales, ente ellos Osaka, ubicado en la calle Comcepción Arenal
    El proyecto que tendrá un zócalo comercial con 15 locales, ente ellos Osaka, ubicado en la calle Comcepción Arenal

    ¿Qué proyectos hay en la zona?

    Junto a los espacios públicos, la zona también es blanco de inversores privados que buscan oportunidades en desarrollos inmobiliarios que están cambiando la fisonomía del lugar.

    El precursor fue Quartier Dorrego, un proyecto de Argencons, con unos 32.000 m², donde se edificaron 340 departamentos destinados a vivienda y a oficinas. Está a una cuadra del nuevo foco de inversiones sobre Amenábar entre Concepción Arenal y Dorrego. Se lanzó en 2014 y fue récord de ventas; además esta obra incorpora unos 520 m² de terrazas verdes y dos jardines verticales de 120 m².

    “Cuando lo construimos en la zona sólo había un hotel. Pero se notaba que Dorrego iba a ser cada vez más comercial y de algún modo coenzaba la extensión de Palermo desde Juan B. Justo, el corredor en el que desarrollamos Quartier Boulevard Dorrego fijaba una frontera, de hecho las calles cambian de nombre. Después se lanzó el proyecto de Concepción, durante muchos años estaban los lofts de los Silos de Dorrego, pero no mucho más. Hoy en esa zona los niveles de venta y renta son muy altos”, analiza Carlos Spina, socio de Argencons, la desarrolladora dueña de la marca Quartier.

    El Quartier de Dorrego tiene un zócalo comercial que aún no fue inaugurado, pero en el que apuntan a abrir algunos locales gastronómicos.

    Otro plato fuerte que proyecta inaugurarse este año es Concepción, un emprendimiento de US$130 millones de inversión, en el límite exacto entre Palermo Hollywood y Colegiales. Se ubica sobre Concepción Arenal entre Zapiola y Conesa. El emprendimiento de 82.000 m² totales tiene viviendas, oficinas y locales comerciales y está emplazado en una manzana de 12.700 metros cuadrados. “Es una de las obras de mayor extensión lineal de la ciudad, sobre una manzana”, dice Cristian Méndez, el director comercial del proyecto sobre el edificio, que apunta a inaugurarse en junio con unidades que cotizan a US$3200/m², un precio que defiende los valores de los proyectos de la misma calidad en Palermo.

    “El proyecto posee un segmento de clientes muy similar al nuestro, por lo cual se genera un sinergia entre ambas marcas. El complejo tiene un estacionamiento de 180 cocheras, con el cual ya estamos asociados”, agrega el dueño de Osaka sobre la elección del edificio.

    Osaka es uno de los 15 locales que forman parte del zócalo comercial. La superficie del local de comida nikkei tiene 505 m² cubiertos, y unos 300 m² semicubiertos, con una capacidad para aproximadamente 200 personas sentadas y estacionamiento dentro del complejo.

    Además del local de 800 metros cuadrados de Osaka, se suman otros espacios de oferta variada que convertirán a la esquina en un área trendy. En concreto se sumarán un restaurante de comida italiana (Dividiamo), otro de mexicana (La fábrica del taco), una cervecería (Lowell’s), una heladería (Antiche), y un café de especialidad (Nineveh).

    Pero no es sólo gastronomía. El zócalo comercial incluye tiendas de indumentaria (con marcas como Wearelse, Merci y Renée), y dos cadenas de gimnasio (Bigg)y peluquería (Roho), además de una tienda de bicicletas (Lucky Bikes).

    ¿Por qué se dice que es una barrio de 15 minutos?

    Todos estos servicios en un mismo complejo hacen que se convierta en una “ciudad de 15 minutos” en sí mismo. “Son en total 21 espacios que resuelven mucho en un mismo lugar. Es una transformación para el núcleo de Colegiales”, dice Cristian Méndez, el director comercial del proyecto que tuvo un desarrollo con contratiempos cuando diferencias entre los socios terminaron en una serie de demandas por parte de los inversores perjudicados.

    Finalmente, quienes habían comprado propiedades decidieron que la obra quede en manos de tres de los inversores: Tamara Goldfarb, Cristian Méndez y Gabriel Lubelski. Ahora, el proyecto que se retrasó en parte por la pandemia y en parte por un tema legal, está en la última etapa y apuntan a entregar los departamentos a mediados de este año.

    Entre los detalles, Méndez detalla que la puerta principal se destaca un hall de 200 metros cuadrados con un mural del artista Pablo Siquier. Además de tener espacios verdes que sumarán más de 6700 m², distribuidos en planta baja y el sexto piso parquizados con especies autóctonas y una pista de atletismo que recorre en forma aérea toda la manzana que ocupa el proyecto, como uno de los amenities más destacados.

    El edificio tendrá una pista de atletismo en altura que recorre todo su perímetro
    El edificio tendrá una pista de atletismo en altura que recorre todo su perímetro

    Por último, está el predio El Dorrego ubicado en Zapiola y Dorrego, frente a Concepción Arenal, que la empresa Sancor Seguros compró en 2019 por US$20.100.000, en el barrio porteño de Colegiales. La subasta que se realizó en el auditorio del Banco Ciudad arrancó con una base de casi US$15 millones.

    La empresa privada que está poniendo varias fichas en el sector –se quedó con parte de la tierra de la Playa Ferroviaria de Colegiales– estudia el emprendimiento que construirá. Se trataría de una obra de US$50 millones de inversión y alrededor de 40.000 metros cuadrados: podría tener oficinas y tal vez residencias, además de un basamento comercial, parking y un sector de actividades audiovisuales. También se hará una plaza pública.

    De acuerdo con las disposiciones del Código de Planeamiento, el 65% de la superficie del predio de Colegiales deberá destinarse a espacios verdes. En el 35% restante se podrá construir un complejo de viviendas, oficinas y comercios de hasta 10 pisos. Además, el comprador tiene la obligación de construir un estacionamiento subterráneo para 200 vehículos. “De los 33.000 metros cuadrados a desarrollar, 5000 se destinarán a la construcción de un Centro Metropolitano Audiovisual (CMA)”, explicaron fuentes del gobierno porteño.

    Por otra parte, uno de los edificios que se inauguró años atrás es La Vecindad Plaza Mafalda. Está sobre la calle Gral. Enrique Martínez al 200, frente de Plaza Mafalda. Es un edificio de unos 2000 m², y 60 de frente, con 12 unidades de 80 a 250 m², con jardín, patio y parrilla. Del estudio Adamo-Faiden, son espacios de vivienda bajo el concepto “casa”.

    “Todas tienen una forma de habitar parecida a la de la casa. No son edificios de amenities porque se piensa al barrio como un amenity en sí mismo. Colegiales es un barrio que tiene una escala peatonal, la gente sale mucho a caminar, a hacer las compras, hay locales gastronómicos. La idea es salir a vivir el barrio”, aclara Diego Silberberg, fundador de Compañía de Inversión y Desarrollo, a cargo del proyecto. El valor del metro cuadrado en su momento llegó a los US$3800.

    La Vecindad Plaza Mafalda, un edificio residenical construido recientemente que está frente a la plaza
    La Vecindad Plaza Mafalda, un edificio residenical construido recientemente que está frente a la plaza

    “Creo que el barrio se va a valorizar porque se va a renovar sin modificar su esencia, además lo interesante es que el Código respeta su identidad ”, señala Silberberg, que tiene otro edificio a pocas cuadras en Chacarita llamado La Vecindad Santos Dumont, con el mismo concepto que su par de Colegiales.

    Una de las obras de infraestructura pública que modificaron a la zona positivamente fue el levantamiento de las vías del ferrocarril San Martín. Así, el nuevo Colegiales sigue transformándose. Con el desembarco de nuevos proyectos, la discusión del traslado del predio del CEAMSE deberá darse en algún momento. Las dos manzanas comprendidas entre Matienzo, Crámer, Concepción Arenal y Conesa albergaron desde principios de los 80 al cinturón ecológico en plena ciudad, pero existe la presión de los vecinos para que sea removido por la contaminación ambiental que trae al barrio. Además está ubicado frente de viviendas, colegios y universidades.

    “Hay lugares de la Ciudad donde hay infraestructuras que se ubicaron por estar en los bordes de la urbanidad, como el caso del Ceamse o la central eléctrica en Colegiales. Hoy tenés un Ceamse en Bancalari, donde antes no había nada. Lo que suele suceder en estos procesos es que a medida que avanza la suburbanidad, la ciudad abraza la infraestructura y hay lugares que quedan en offside. El Ceamse en términos urbanísticos no es una estructura amigable con la vida urbana. Es como ocurrió con el caso del Tiro Federal. Por otro lado, tenes el predio de la UCA, que es amigable pero tiene un alambrado a la calle. Por eso los proyectos nuevos que generan vida urbana siempre son una buena noticia”, finaliza García Resta.