Llevó la carne argentina al mundo y cuenta qué ingredientes le sacaría a la realidad argentina para poder emprender

Fuente: Cronista – Gastón Riveira, el reconocido cocinero argentino dueño de La Cabrera, cuenta cómo es emprender hoy en el país y qué le duele de la realidad actual. Sin embargo, también habla de sus sueños y sus planes: «Nunca dejo de jugar».

A la hora pautada Gastón Riveira se conecta a la entrevista virtual. Costó encontrar un hueco en su agenda. Sin embargo, en medio de viajes y reuniones, el dueño de La Cabrera respondió todas las preguntas de APERTURA con su estilo muy particular: respuestas breves, concretas y llenas de humor.

Durante la entrevista, el creador de la marca gastronómica reconocida internacionalmente habló de todo: sus desafíos como empresario, sus sueños y sus planes para la ‘Casa de carne’ que ya está en nueve países, entre ellos, Filipinas.

«La Cabrera cumplió 21 años, ya tiene la mayoría de edad», dice con su estilo jocoso pero profundo, el empresario gastronómico que, hace poco, fue elegido para ser embajador de la Marca Argentina en el exterior.

Con mucha sinceridad, Riveira define qué significa para él emprender en la Argentina. E, incluso, da una receta.

-¿Cómo describirías ser emprendedor hoy en la Argentina?

-Es como una montaña rusa. Con esa imagen está todo. Como dice Jonathan, un señor que conozco, solo el 5% de la población mundial la que trabaja desde el lugar del emprendedor.

Fijate cuánta gente trabaja para nosotros son 150 empleados para 200 proveedores. Yo creo que ni la NASA tiene tantos proveedores como nosotros.

-Cuando empezaste, ¿te veías llegando a ser el empresario que sos hoy?

-No, lo único que pensaba era que estaba arriba de un trampolín y no veía el agua. Era como tirarse a una pileta y no saber qué era lo que iba a pasar.

«Me gustaría que todo el mundo mire al emprendedor con admiración y no con envidia»

-¿Y por qué lo hiciste? ¿Sos intrépido?

-No, olvidate. Fue por mi señora, es ella la que tiene mucho empuje y me sostuvo en los momentos más complicados.

-¿Vos sos el creativo o también estás en el negocio, en lo operativo?

-Hago un poco de todo. Si te lo tengo que describir soy lo más parecido a una picada de esa como la que vendían en Mar del Plata, donde estaban los lobos. Esa picada traía 50 platitos diferentes. Y yo soy como esa picada que tiene marisco, atún, tiene cebolla, picles, aceitunas, tiene salame, queso, jamón.

Gastón Riveira le dio a la carne argentina su estilo propio 

-¿De todo eso qué es lo que menos te gusta?

-Tengo hecha una especie de receta para lo que no me gusta: una taza del inspector de AFIP; dos tazas del inspector del Gobierno de la Ciudad; tres tazas de Ingresos Brutos; 40 gramos de impuesto a la ganancia. Querés que te siga diciendo: 200 gramos de juicios laborales. Pones todo en un bowl y lo revolvés durante 21 años, lo ponés en el horno y te sale la mejor receta de huevos al plato.

-¿Y aun así seguís?

-Sí, todavía sigo debatiendo en mi cabeza si me gusta convivir con todo este despelote.

-¿Alguna vez pensaste cerrar?

-Todos los días pienso lo mismo, pero mis hijas son las que me dicen: ‘Papá levántate así no jodés en casa, andá a trabajar’.

-O sea, por tu mujer y tus hijas sigue La Cabrera

-Olvídate.

-¿Tenés esperanza en la Argentina?

-Sí, soy optimista. Si no somos optimistas que nos queda.

-¿Y qué se necesita para cambiar?

-La receta que te pasé: que bajen los impuestos, que se terminen los juicios laborales. Como si viviéramos en Disney, pero Disney de verdad, la montaña rusa de verdad. Que nos divirtamos realmente. Me gustaría que todo el mundo mire al emprendedor con admiración y no con envidia.

-¿Hay mucha envidia?

-No lo sé, pero es lo que uno siente.

-¿Sentís que hoy el emprendedor en la Argentina no es admirado lo suficiente?

-Hay de todo, pero sí creo y vuelvo a decirlo que se le da empleo y trabajo a mucha gente. Muchas familias viven de lo que genera el emprendedor y mucho proveedores viven también de ese emprendimiento, con lo cual se genera un movimiento económico muy grande. Por eso, cada vez tiene que haber más gente que se dedique a ser emprendedora.

Porque vivir en esta Argentina es difícil, y el que está del otro lado, ese otro 95 por ciento, también tiene que empujar para que el 5 por ciento emprendedor siga creciendo y generando nuevas cosas.

La reconocida parrilla ya está en nueve países

-¿Cuántos restaurantes tenés?

-Míos, tengo dos. El resto son licencias.

-¿Vos participas de alguna manera?

-Participo en todo y hasta demasiado. Ya me ven como un plomo.

-¿Y cuántas licencias tenés?

– son más de 20 en la Argentina, Chile, Colombia, España, Estados Unidos, Filipinas, México, Paraguay y Perú. El país más raro es Filipinas, estamos en Manila. En esa ciudad cuando salían los bifes, nos venía toda la carne para atrás para que se la cortemos en tirita, porque estaban acostumbrados a comer con palitos.

-¿Quedaron las tiritas o se adaptaron a comer con cuchillo?

-Hay algunos que ya lo piden fileteado y otros que lo piden entero.

-¿Cómo llegaste a Filipinas?

-Hace 10 años el inversor filipino quiso llevarse algo de la Argentina como gran recuerdo de luna de miel y no tuvo la mejor ocurrencia que sea La Cabrera.

-¿Cómo es hacer negocios con empresarios de un país que no conocés?

-Son muy parecidos a nosotros, fueron colonia española, con lo cual tienen mucho de nosotros.

-¿Antes de tomar la decisión viajaste a conocer el lugar?

-Sí, viajé. Fui a ver los lugares, conviví en la obra.

-¿Qué te pasa cuando ves La Cabrera en otro país?

-Mucho no lo entiendo, porque el día el día me va quemando la cabeza. Entro al lugar en el que está la marca y me pongo a trabajar, me gusta ver la mercadería, que se está vendiendo. Me gusta ver la calidad del producto, revisar todo. Me gusta caminar y caminar en los restaurantes todo el tiempo.

-¿Los retás, en algún caso?

-Aprendí que no hay que retar, hay que decir las cosas y tratar de hacerlas entender por las buenas, por convencimiento.

-¿Vas a seguir dando licencias?

-Es una pregunta que siempre me hago. Estoy contento como estoy. Entonces digo si estoy bien, no lo sé. Me gustaría analizarlo.

-¿Hay algún mercado al que te gustaría llegar?

-Sí, me gustaría estar en Tokio, y me gustaría estar en Singapur y en París; siempre con licencias.

-¿Tuviste alguna oferta de esos lugares?

-No, no, todavía no.

-¿Estás trabajando para eso?

-No, no. Estoy con la cabeza muy concentrada en los negocios. Estoy concentrado mucho en el mercado, local, como nos va a ir este año. Estoy preocupado con eso.

-¿Te bajó mucho el consumo?

-Un 20 por ciento.

-¿Ese porcentaje es más del público extranjero o local?

-Las dos cosas, extranjeros y locales.

-Y la devaluación ya te había pegado el año pasado…

-Claro, pero más o menos la fuimos llevando y ahora se sintió un poquito más fuerte.

-¿Estás haciendo algo al respecto?

-Estamos haciendo promociones, trabajando mucho el producto y generando mejora continua. Que te quiero decir con eso: tratar de agregar valor al negocio. Por ejemplo, que Osvaldo Gross firme uno de los postres de la carta como lo hace. Y Gustavo Nani también me va a firmar otro postre.

-Publicidad ya no necesitas…

-Creo que publicidad siempre hace falta. Si Coca-Cola hace publicidad, McDonald’s hace publicidad, La Cabrera también tiene que hacer.

En la vida del emprendedor el negocio te va absorbiendo y lo único que no podés comprar es tiempo.

-Este año estás preocupado, pero ya viviste situaciones similares

-Y… arranqué en 2001, asique imaginate.

-¿Cuándo arrancaste, no pensaste en retrasarlo?

-No, porque tenía que generar caja para mantenerlo.

-¿Hubo algún otro momento así de complicado?

-La pandemia. Cuando empezó a pasar y nos dejaban abrir pero al aire libre me agarraba tortícolis de tanto mirar para el cielo para ver si llovía o no porque podíamos trabajar solamente en la vereda. Hasta pensé en una Cabrera sin techo, mirá lo que te digo.

-¿Cómo es tu día?

-Me gustaría y muchas veces me paso la factura y es algo muy personal mío, ser un papá más presente. En la vida del emprendedor el negocio te va absorbiendo y lo único que no podés comprar es tiempo.

-¿Pero, volverías a emprenderse?

-Sí, volvería a empezar.

-¿En algún momento pensaste en irte del país?

-Hoy estoy moviéndome por todos lados con lo cual es relativo lo de pensar en irme del país. Estoy yendo y viniendo para todos lados. Soy un itinerante.

-¿Visitas las licencias o también buscas nuevos productos?

-Todo lo que estás diciendo: visito las licencias, busco productos, hago cursos…

-¿Qué cursos hiciste?

-Estuve en la escuela Lenôtre de París, una de las más importantes de Francia y del mundo. También hice un curso con Tom Meyer y otro de comida de barsserie. También hice un curso en Disney, de servicio.

-¿Del curso de Disney, por ejemplo, pudiste aplicar algo en tu restaurante?

-Todo se puede usar, todo sirve. Pero además generan una apertura de cabeza muy buena.

-¿Para vos es importante seguir aprendiendo?

-Sí, porque es parte de la mejora continua que todo negocio necesita.

-¿Hoy tenés tiempo para crear?

-Muchas cosas trato de crear y otras soy como el Robin Hood de la gastronomía.

-¿Qué sería?

-Robin Hood era un ladrón. Por eso digo el Robin Hood de la gastronomía. Comés mucho en otros lugares para inspirarte. Pruebo de todo, los kilos que tengo de más no son gratis.

-¿Y de dónde surgió tu tan característica de las cazuelitas con guarniciones?

-En los comienzos de La Cabrera se vivía el furor del salad bar. Nunca me gustó esa idea de tener que levantarse de la mesa cada vez que uno quiere una ensalada o algún acompañamiento dejando que la carne se enfríe.

Fue así que surgió la idea de servir guarniciones especiales en cazuelitas que tuvieran los colores de la naturaleza: el verde de los pastos, los cálidos del sol, los oscuros de la tierra. Quisimos ofrecerle a la gente algo más que la ensalada mixta o las papas fritas, abrirle la posibilidad de jugar con nuevas combinaciones.

-¿Qué significó para vos haber sido elegido como embajador de Marca País por la Secretaría de Turismo, Ambiente y Deportes de la Nación?

-Con cada una de esas cosas siempre termino pensando que es el comienzo de más trabajo.

-¿Eso te implica viajar con una comisión nacional?

-Recién empieza, así que todavía no lo sé, pero supongo que sí. Participar en ferias de relacionamiento seguramente.

-¿Te hace sentir orgulloso?

-Sí, sí sin lugar a dudas.

-¿Tenés la posibilidad de hablar con alguien del gobierno y explicarle la realidad del emprendedor?

-Sí, y lo quieren y lo tienen muy claro. Saben muy bien que hoy es un momento donde hay que ayudar al país.

-¿Tenés planes para abrir alguno otro restaurante en la Argentina?

-Siempre tengo en mi cabeza planes, mi cabeza nunca para de jugar y de pensar en hacer cosas nuevas, diferentes. De ahí a que las lleve a la realidad es otra cosa, pero siempre pienso en eso. Por ejemplo, me gustan, las harinas, los pescados. Hay miles de cosas que me gustan.

-¿Te gustaría incursionar también por ese lado con algún otro local?

-Sí.

-¿Alguna de tus tres hijas sigue tus pasos?

-Todavía no hay nada definido, no por ahora.

-¿Qué le dirías a un emprendedor hoy en la Argentina?

-Paciencia, paciencia, paz interior y creer en lo que está haciendo.

-¿Esa también es la clave de tu éxito?

-No, no sé si son las claves del éxito. Nunca me puse a pensar tampoco si es éxito.

-¿Tenés la vara muy alta?

-Sí, lo hablo todo el tiempo en mi terapia para que la vara no sea tan alta.

-¿Además de terapia, qué otra cosa hacer para vos?

-Juego al paddle, pero es como si hubiera empezado ayer porque soy un tronco, un desastre.

Marsia Taha Mohamed: la chef que revoluciona la cocina boliviana

Fuente: Perfil – La chef está redefiniendo el panorama culinario con su enfoque innovador y su compromiso con la sostenibilidad. Este año será jurado de la 6ta edicióndel Prix Baron B – Édition Cuisine, el galardón que busca reconocer a los mejores proyectos gastronómicos de la Argentina.

Desde su trabajo en el restaurante Gustu, Marsia Taha Mohamed viene demostrando al mundo la diversidad de la cocina boliviana, yendo más allá de lo tradicional andino. Su propuesta en una cocina de autor centrada en productos locales. “Nos caracterizamos por tener una cocina de investigación, de viajar a poblaciones para identificar productos únicos y técnicas nativas”, explica. Su inspiración proviene de los variados ecosistemas bolivianos, desde los Andes hasta la Amazonia.

El compromiso de Marsia con la sostenibilidad es integral. Para ella, esto abarca desde el trato al personal hasta la gestión de residuos. “La sustentabilidad no tiene que ser solo sobre el producto, sino incluir todo, desde lo humanístico hasta la trazabilidad de los ingredientes”, afirma.

Chef Marsia Taha Mohamed

Un ejemplo destacado de su colaboración con productores locales es su trabajo con los Tacanas, un pueblo originario en la Amazonia boliviana. Se trata de una comunidad que se dedicaba al trabajo del cuero de lagarto para ser enviado a Europa, pero que no aprovechaba la carne. Gracias a Marsia y la Fundación Conservación para la Vida Silvestre (WCS), ahora la carne de lagarto se procesa y distribuye en supermercados, beneficiando a las familias locales y promoviendo la sostenibilidad.

Marsia aconseja a los chefs más jóvenes comenzar por lo básico. “Es esencial que empecemos con una sostenibilidad coherente desde nuestros restaurantes”, dice. Esto incluye la separación de residuos y la elección consciente de productos.

Mirando al futuro, la chef sueña con una mayor presencia de la gastronomía boliviana a nivel global. “Me encantaría ver más propuestas y que la cocina boliviana sea conocida en todos los continentes”, expresa con entusiasmo.

Los hermanos argentinos que manejan un imperio gastronómico en Italia

Fuente: Clarín – ¿Cuál es el milagro que pueden acometer dos hermanos argentinos, amantes del polo y residentes en Milán, que se ocupan de abrir boliches sofisticados en Italia? Pues crear espacios llenos de una arquitectura nostálgica de nuestro país, con materiales y objetos traídos directamente de Buenos Aires para justificar una autenticidad con un buen toque de creatividad, desde aquellas viejas, grandes heladeras, a los pisos y el resto, que se exhiben hoy en los ocho locales del Porteño en Milán, Roma y, el último en una de las capitales del turismo de super elite, en Porto Cervo, en la isla de Cerdeña.

El Porteño Prohibido nació en Milán y alberga también la Casa del Tango y sus espectáculos de baile y música en una atmósfera típica porteñas. Para gestionarlo, los argentinos hermanos Sebastián y Alejandro Bernardez crearon la Dorrego Company con su socio italiano, Fabio Acampora. Al Porteño Prohibido se le añaden el Porteño Gourmet, el Porteño Arena y el Porteño Dársena.

El éxito se traduce en un balance floreciente, con más de 300 empleados, que añade a la aventura romana que agrega el Porteño Teatro Valle y El Porteño Gourmet, en el corazón del centro. En el sexto piso de Via de la Umilta 36 descubren la vista formidable al Palacio del Quirinale y al monumental Altar de la Patria, acaban de inaugurar La Terraza, pensando en una clientela internacional y cosmopolita conectada directamente con El Porteño Gourmet.

Alejandro contó sonriente que en Porto Cervo, la perla de la Costa Esmeralda, “El Porteño va al mare” con el primer restaurante estacional del grupo. “Hemos creído siempre en ella”, explicó. Porto Cervo, centro del más sofisticado turismo internacional, con la presencia de las grandes inversiones del príncipe Karim Aga Khan, está recibiendo inversiones multimillonarias de grupos internacionales.Los hermanos argentinos Alejandro y Sebastián Bernardez junto al italiano Fabio Acampora (al centro) son tres socios de los restaurantes El Porteño. Foto Víctor SokolowiczLos hermanos argentinos Alejandro y Sebastián Bernardez junto al italiano Fabio Acampora (al centro) son tres socios de los restaurantes El Porteño. Foto Víctor Sokolowicz

El triunfo de los hasta hoy ocho restaurantes El Porteño los obligó también a ampliar el panorama. Un desafío para los hermanos Bernardez y su socio italiano es afrontar, por ejemplo, la producción propia de los alimentos para garantizar la calidad de los productos, gracias a las dimensiones de los consumos que han alcanzado.

El menú de El Porteño Porto Cervo lo realizó el chef ejecutivo Matteo Torreta, “talento de la cocina italiana, que desde el año pasado tiene en sus manos el timón del Porteño Gourmet de Milán. La base es elevar en lo posible las carnes del asado y su calidad realzada con la lenta cocción sobre las brasas, que es irrenunciable”, explicó Alejandro.Cortes argentinos servidos en El Porteño Gourmet. Foto: Víctor Sokolowicz  Cortes argentinos servidos en El Porteño Gourmet. Foto: Víctor Sokolowicz

Pero también el éxito obliga a “renovar el control de todo, en especial de los más de 200 vinos que tenemos en las cantinas, encabezados por los Malbec, Cabernet y Merlot argentinos”. En el sector bebidas, los hermanos Bernardez concentran una atención especial a los tragos y Sebastián es un especialista en elaborar variedades de cocktails que son muy bien recibidos por la clientela.La Terraza Flores y el restaurant argentino Porteño se encuentran en Via dell'Umiltà en Roma. Foto: Víctor Sokolowicz La Terraza Flores y el restaurant argentino Porteño se encuentran en Via dell’Umiltà en Roma. Foto: Víctor Sokolowicz

En el Porteño Prohibido de Milán, el talento de Sebastián se cristalizó también en la creación del cocktail bar Flores Cócteles, muy concurrido. Por delante, para los hermanos hay un futuro de ampliación a nuevas aventuras “porteñas”, como hacer crecer la experiencia de la Casa del Tango con una apertura en Roma. Y la multiplicación de la marca-madre El Porteño a otras partes de Italia como Turín, la ciudad italiana donde más se baila el tango.

Estudió cocina en una escuela jujeña, se asentó en Brasil, y hoy es el único chef argentino en la Guía Michelin de ese país

Fuente: La Nación – El chef jujeño reconocido en la Guía Michelin de Brasil.

Nació en San Salvador de Jujuy, estudió Derecho y Relaciones Internacionales pero dejó la facultad para dedicarse a la cocina. Y tomó una muy buena decisión al seguir su pasión: hoy, Pablo Inca es el único chef argentino que recibió reconocimiento por la Guía Michelin Brasil por su restaurante en San Pablo. “Me dediqué a la cocina e hice lo que siempre quise”, dice.

Los valores de la educación jujeña

Pablo abrió su restaurante Cora—que recibió el premio Big Gourmand por su buen precio y calidad—en el barrio céntrico paulista hace tres años, un lugar con un concepto muy influido por su educación jujeña. “Lo más importante de mi crianza—y lo aplico hasta hoy—son los valores que me transmitieron mis viejos”, dice Pablo, “y que creo que son fundamentales para el trabajo que hago en la cocina. Sobre todo el respeto que se extienden a todas las áreas: al producto, a los productores, a las personas, a nuestros clientes, a nuestro trabajo, a la honestidad en todo lo que hacemos y con todo lo que servimos”.

También le influyeron en su restaurante las estaciones que aporta su provincia natal. “Es una cuestión local, porque Jujuy tenía las estaciones bien marcadas, y sabíamos que las frutas de carozo solo estaban en el verano, que las frutillas llegaban en septiembre o durante la primavera. Se respetaba mucho la estación, y eso creo que es fundamental para lo que hago hoy”.

El chef jujeño reconocido en la Guía Michelin de Brasil
El chef jujeño reconocido en la Guía Michelin de Brasil

Pablo estudió cocina en una escuela jujeña, en ese momento había pocas en Argentina, recuerda. Aunque tuviera elevada su ambición gastronómica, la barrera económica lo frenó: “Me hubiese gustado estudiar en el Instituto Argentino de Gastronomía que hay en Buenos Aires, pero bueno, financieramente no era posible”, dice.

Lejos de desanimarse siguió su camino y empezó a hacer pasantías: “Comencé a trabajar en el hotel La Comarca, en Purmamarca dónde conocí a personas interesantes, entre ellos mentores como Rodolfo Scarpetti—que tenía un restaurante que se llamaba Amado en Jujuy— y me impulsaron y motivaron también para poder conocer San Pablo. Fue uno de los motivos por los que vine para acá.”

El campo, productores pequeños y algunas complicaciones

El chef admite que su paso profesional por Argentina no fue muy extenso pero sus ganas y hambre por conocer el mundo fueron más fuerte. Luego de todo lo realizado en Jujuy se mudó a Buenos Aires para vivir con su hermana que ya estaba instalada en la capital. y fue esa energía de la metrópolis lo que lo impulsó a viajar un poco más allá, ésta vez, el destino elegido fue Brasil; ahorró algo de plata y tomó envión para ir a San Pablo: “Irme fue una decisión rápida porque unos amigos me incentivaron. No fue precisamente para trabajar, sentía que necesitaba esa experiencia de viajar y descubrir un poco Brasil.

“Mis amigos ya habían tenido experiencia trabajando aquí, y me animé. Primero, contacté a Gabriela Barreto del restaurante Chou y ella me recomendó que contactara a otro restaurante, Arturito. De alguna forma fue todo una gran casualidad “La dueña de Arturito es Paola Carosella, la chef argentina revelación en Brasil y conductora de MasterChef Brasil. El resultado de la reunión fue positivo y un auspicioso plan laboral se le presentó al joven chef: “Junto a Paola abrimos una red de empanadas que se llama La Guapa. En poco tiempo tuve la oportunidad de dirigir un proyecto en el barrio de Villa Leopoldina que se llamaba Mangiare, un restaurante con perfil italiano. En 2016 hice una pasantía en Londres, en St. John’s, volví a San Pablo y en 2018, comenzó a nacer la idea de Cora, el proyecto de restaurante con mi amigo Rafael Capobianco”.

Los dos cocineros se entendían bien y tenían mucha afinidad, hacía rato que venían pensando en hacer algo juntos y así desarrollaron el concepto de una comida honesta y sincera inspirada en el campo para trabajar con productores pequeños. Pero, cranear ideas para abrir el local sobre Rua Amaral Gurgel, en el sexto piso de un edificio ubicado en pleno centro paulista, no fue fácil y el proyectó llevó tres años más.

“Se nos cayó el mundo”

“A finales de 2019 comenzamos con la obra y ahí se nos cayó el mundo”, cuenta Pablo, “porque comenzó la pandemia en el 2020. Fue un año muy sufrido para nosotros, pero gracias a muchas cosas, al universo, a Dios, a lo que se acredite, en el 2021 conseguimos abrir. Fue un momento que a nosotros nos marcó mucho, porque entonces no creíamos que se podía dar, en las condiciones en las que se encontraban el país y el mundo, era difícil saber si lo lograríamos. Pero todo resultó muy bien desde entonces y hasta ahora, ya son casi tres años de trabajo”.

El chef jujeño reconocido en la Guía Michelin de Brasil
El chef jujeño reconocido en la Guía Michelin de Brasil

Los premios y las recomendaciones de los inspectores

Cora es uno de los 98 restaurantes paulistas recomendados en la Guía Michelin Brasil que se lanzó en mayo, además es uno de los 30 establecimientos premiados con el Bib Gourmand que señala la mejor relación entre precio y calidad. Liderando con su socio un equipo de 16 personas, trabajan en el sexto piso de un edificio completamente reformado, no es solo un proyecto de gastronomía sino parte de la revitalización del centro de San Pablo.

“¡Estamos en el medio de la ciudad del caos! pero creo que es un buen marco del paralelo de lo urbano y lo que el campo o la tierra te proporciona,” dice Pablo.

El chef jujeño reconocido en la Guía Michelin de Brasil
El chef jujeño reconocido en la Guía Michelin de Brasil

Según los comentarios del inspector anónimo que escribió en la guía, hay que pedir lo siguiente: “La imperdible tortilla de calamares, en la que resaltan las raíces del chef, y el corazón de pato acompañado de una delicada crema de coliflor y cebolla asada. Otra opción sorprendente es el pescado ‘olhete’ con cajú, limón y pimienta, que es fresco y lleno de sabor. Una excelente selección de vinos y otras bebidas completa el cuadro”.

El chef jujeño reconocido en la Guía Michelin de Brasil
El chef jujeño reconocido en la Guía Michelin de Brasil

Cora tiene la intención de servir una comida simple, sencilla y honesta. Resume Pablo: “Una vez una amiga la definió como cocina pelada o desnuda, con un mínimo de intervención y que las cosas se expresen por sí mismas. Nosotros simplemente intentamos cuidar un poquito más al cliente y hacerle un mimo, un cariño, lo cual creo que es muy importante. Y siempre con la intención de que lo que hacemos pueda servir para tu cuerpo y que te alimente, no solo que te llene la panza, que te nutra y te dé un abrazo por dentro. En todo este caos, en todo esto que pasa tan rápido en esta ciudad tan grande, Cora te hace sentir un poquito más abrazado y reconfortado. Es un oasis en San Pablo”.

El chef jujeño reconocido en la Guía Michelin de Brasil
El chef jujeño reconocido en la Guía Michelin de Brasil

Pedro Bargero: “Faltan políticas para potenciar la cultura gastronómica”

Fuente: Perfil – Uno de los cocineros más conocidos y creativos del país, tiene dos nuevos desafíos: Mar Cocina Suratlántica y Amarra.

La carta de Mar Cocina Suratlántica genera ganas de armar un bolso y viajar a Mar del Plata solo para comer ahí. El nuevo restaurante del Hotel Costa Galana donde Pedro Bargero se desempeña como chef creativo es un poema de amor definitivo a la ciudad. El salón rojo shocking parece heredar el detalle, el clima y el misterio de una película de Kubrick. Alta cocina, esto es cine.

Fue jefe de cocina del mítico restaurante Chila, profundizó su formación en Europa bajo la tutela de Mauro Colagreco y David Toutain, en 2015 fue seleccionado por 50 Best como uno de los 30 mejores chefs sub 30 de Francia y será uno de los jurados del próximo Prix Baron B- Èdition Cuisine. Recorrió todos los mercados y se internó en todas las historias para contar las de nuestro país. Hoy lidera también el espacio de cocina experimental Amarra donde antes estuvo Chila. Pero en este caso, a diferencia de la canción de Cazuza, Bargero no ve al futuro no repetir el pasado aunque el tiempo no pare.

Noticias: Cuenta la leyenda que fue plomero, y que en algún momento fantaseó con irse a la Antártida, pero también circula la historia de que descubrió la cocina trabajando en un bar de Congreso. ¿Qué encontró ahí?

Pedro Bargero: ¡Me enamoré, fue una locura! Limpiaba baños, hacía jugo de naranja y eso me encantaba, era rarísimo. Antes hice todos esos laburos que decís y era la típica persona que contaba los minutos para que se cumplieran las horas de trabajo y poder irme. Cuando entré a la cocina de pronto eran 12 horas de laburo y nunca me di cuenta del paso del tiempo, sentí que ahí había algo bueno, no sufría por ir al trabajo. En ese bar duré poco, pero empecé a pensar seriamente en estudiar y dedicarme a la cocina. 

Noticias: ¿Entre la teoría y la práctica hubo alguna sorpresa? 

Bargero: Me sorprendí para bien, porque arranqué en serio gracias a los profesores y a profesionales del sector y empecé a entender de qué va el oficio, a descubrir todas las posibilidades que te da la cocina. Pensás que lo más directo es ser cocinero, pero después cuando empezás a indagar en todo lo que conlleva la gastronomía te das cuenta de que la cocina es cultura y es infinita. Podés dedicarte a cosas más experimentales o más tradicionales, al negocio mismo que también es apasionante, a la investigación, al desarrollo de productos y al de servicios. La gama es tan amplia que quizás terminás fabricando papitas Lays, siendo influencer gastronómico, estando al frente de una cocina o manejando un restaurante. La diversidad de opciones para explorar en la profesión fue lo que más me apasionó.

Noticias: Usted está muy interesado en cómo los aspectos culturales se imprimen en la comida. ¿Sin historia no hay plato?

Bargero: Totalmente, para mí el plato es el producto final de una gran cadena. Cuando te sentás a comer hay varias caras de la cuestión, podés querer que simplemente esté rico y generar una ruta agradable para charlar con el otro, pero si hay ganas de interiorizarte tenés un zoom gigante que te lleva a otra historia, cada elemento tiene un por qué. Al menos yo intento que tenga un por qué, para qué lo pusimos, de qué forma. Me tomo muy en serio el rol de cocinero y de gastronómico para que todos los proyectos sean algo más que comer rico. Cada cliente que llega al restaurante es una oportunidad de informarle algo que ojalá no sepa y si lo sabe, retroalimentarnos, descubrir cómo se llegó a ese momento, cuántos productores hay detrás, qué tipo de producto y qué historia te transmite lo que está en tu plato. 

Noticias: En la literatura y en el periodismo también, quizás lo más difícil es lograr despojarse de artificios y llegar al lector de manera directa. ¿En la cocina pasa algo similar?

Bargero: Los platos que más me gustan y me conmueven son esos que a primera vista parecen muy simples, o que no dicen mucho, pero en cuanto preguntás una cosa se te abre un laberinto. En la carrera de un cocinero el menos es más es la gran búsqueda. Porque puede pasar que ponga un montón de cosas con tal de agradar y que alguna te guste, pero si vas a algo más delicado, con tres ingredientes y lográs llegar al comensal realmente hay una profundidad. Es muy finita la línea entre hacer cualquier cosa o lograr algo magistral. A mí lo que más me fascina es la alta cocina, el fine dining, lo siento como algo que excede la experiencia gastronómica porque trato por tres horas de hacerte vivir diferentes sensaciones, acideces, dulces, amargos, texturas crocantes, cremosidades…

Noticias: Es como una película de un gran director que te lleva por todos lados y uno a la salida del cine se pregunta, ¿cómo lo hizo? ¿De qué manera se equilibran las sensaciones en un plato?

Bargero: (Se ríe) Es así y no hay una receta para el cómo lo hizo, es muy personal de cada cocinero. Siempre está esa cuestión de si la cocina es un arte, yo me considero más un artesano que un artista, pero creo que hay algo del lado del arte en decirte algo, cómo hacerlo está en cada uno. Creo que lo que más me sale es cómo llevarte en el tiempo por distintas sensaciones y texturas hasta que en algún momento se produce una conexión. Ese instante es la gran incógnita porque es muy personal, quizás a vos lo dulce te recuerda algo de tu vida y a otro le pasa eso con lo ácido o con algo tan tradicional como un sorrentino. En Mar, la primera decisión que tomé fue poner un sorrentino en el menú porque es como conectar con tu cultura, con una emoción muy nuestra. 

Noticias: La carta de Mar es la traducción de la identidad de la ciudad, una canción dedicada a todas las cosas que amamos de Mar del Plata. Las medialunas, los alfajores, la pesca, el postre Balcarce y hasta una hamburguesa playera pero de trillas. ¿Cómo lo logró?

Bargero: Lo entendiste perfecto, es por ahí. Lo que más me gusta es desarrollar proyectos y Mar tiene que ver con comprender qué es la cocina de mar argentina y sobre todo la marplatense que es el capitán de la cocina marítima nacional. Es valorizar todo lo que vamos a buscar a esa ciudad.

Noticias: Usted trabaja mucho con productores locales. “Cocineros Argentinos” fue importante para difundir economías regionales, productos autóctonos y una cocina que no termina en Palermo. ¿Se siente su ausencia?

Bargero: Para la cultura nacional, más allá de lo gastronómico, que no esté más al aire “Cocineros Argentinos” es una pérdida muy grande porque realmente divulgaba y abogaba por el desarrollo de la cultura gastronómica federal. Yo estudio mucho la historia de la gastronomía argentina para extrapolarla y tratar de entenderla en relación a otros países como Francia o Japón, por ejemplo. Acá hasta el 2000 se consumía gastronomía francesa, española, italiana, eran muy pocos los cocineros que se enfocaban en el producto nacional. Recién después vino una camada que se puso esa bandera al hombro, en Chila yo estuve con Soledad Nardelli que fue una de las personas que viajaban por todo el país buscando productos, yo me formé de esa manera. Es necesario que todo eso se siga sosteniendo, si lo pensás nosotros recién llevamos menos de 30 años enfocados en una gastronomía argentina. En Europa hay cultura gastronómica, un chico de 15 años sabe cuáles son los productos de temporada, acá eso debería hacerse desde la escuela. Hace falta mucha educación gastronómica.

Noticias: Vivimos hablando de parrillas como Don Julio, ¿pero qué nos falta para construir un boom como el de la gastronomía peruana, que empezó agitando con cocineros como Gastón Acurio y hoy es una marca país a nivel mundial?

Bargero: Creo que tenemos que amigarnos con la vaca y representarla mucho más. Nosotros en el mundo somos fútbol, asado, mate, tango, chimichurri. Ahí hay algo de lo que tenemos que hacernos cargo y profesionalizarlo. Que Don Julio esté entre los mejores restaurantes del mundo y hable de carne, de identidad parrillera, que es el ADN de la gastronomía argentina, es para aplaudir de pie. Detrás de eso debería haber 300 parrillas más potenciando la cultura parrillera. Después se puede explorar la versatilidad del elemento, hacer parrilla de pescados, de mariscos y empezar a trabajar en una identidad más fuerte que no sea solo el gaucho, necesitamos una actualización de ese contenido.

Noticias: ¿Y cómo hacemos que suceda?

Bargero: Creo que para lograrlo nos faltan políticas de Estado, que es lo que tuvo Perú. Se dieron cuenta de que el turismo tracciona un montón de dinero y además fueron los primeros en Latinoamérica en trabajar producto local. Así se generó una potencia, cuando un grupo de gente se decide a instalar un movimiento y va en pos de eso durante 20 años las cosas suceden. Que acá se hayan perdido Masticar, MAPA, todas las ferias gastronómicas y los mercados, porque nosotros compramos en el super, genera una desconexión con el producto. Faltan políticas para potenciar esa cultura y ponernos de acuerdo en qué queremos comunicarle al mundo. Se ha avanzado un montón, Buenos Aires tiene mucho para dar y Mar del Plata debe ser la capital atlántica argentina, la vidriera para que abramos un universo nuevo. Carne y pescado más la biodiversidad que tenemos en todo el país es una locura, es cuestión de empezar a meterle.

Fabricio Portelli: cómo piensa el crítico de vinos argentino más exigente

Fuente: Clarín – Publicó una guía digital donde analizó más de 1.200 etiquetas y ninguna tuvo puntaje perfecto. Sus razones.

Años atrás, dirigió revistas especializadas, hizo tevé y produjo guías de vinos con Miguel Brascó y Elisabeth Checa, dos de los más renombrados periodistas enogastronómicos de la Argentina.

Hace unas semanas publicó el Reportelli de los Vinos Argentinos, una guía digital de casi 300 páginas con un detallado panorama de la industria vitivinícola, donde degustó y puntuó más de 1.200 etiquetas.

Un viernes a la tardecita en La Malbequería, la casa de carnes de Palermo a la que asesora y de la que armó la extensa carta de vinos, Fabricio se predispone a charlar y hacer un repaso de sus veinticinco años de carrera.

“Siempre me interesaron las bebidas. El vodka fue la primera que me atrapó, por eso me hice un barcito en mi casa para la previa con mis amigos. Yo les preparaba los tragos y jugaba a ser Tom Cruise en Cóctel. Después empecé a estudiar algo más serio y marketing era la carrera más amplia y la que menos me aburría.Fabricio Portelli. En su Reportelli cató más de 1.200 etiquetas. / Ariel GrinbergFabricio Portelli. En su Reportelli cató más de 1.200 etiquetas. / Ariel Grinberg

Un día fui al Club del Vino, degusté mi primera copa y dije: ‘Esto es lo que quiero hacer’. Así entré a la carrera de sommelier, que recién empezaba acá. Yo soy de la segunda camada”, dice.

Un crítico exigente

-¿Cómo surgió la idea de hacer tu propio reporte de vinos?

Reportelli es un proyecto que tenía cajoneado. Desde hace 25 años degusto vinos argentinos y desde 2002 que publico mis notas de cata con puntajes. La manera de hacerlo ya la sabía porque tenía la experiencia de guías anteriores, primero la que hice con Gustavo Choren y después con Brascó y la Checa.

-En el Reportelli ninguna etiqueta tuvo 100 puntos, ¿por qué?

-Sigo al vino argentino y su evolución desde muy cerca, y soy un testigo privilegiado de ello. Yo, más que ningún otro periodista especializado, quiero llegar a los 100 puntos. Pero no de un vino, sino de todos. Sin embargo, entendía que mi mayor capital era mi opinión, sincera y formada.

Y eso me valió el respeto de los que lo hacen y de los que lo toman. A diferencia de otros reportes que hacen críticos extranjeros, los hacedores saben que yo no vengo de visita, sino que vivo en su mismo país, y que con mis amigos tomo sus vinos, no los de otros lugares. Además, compartimos las mismas tristezas y alegrías.

Eso no me hace ni mejor ni peor, pero sí me siento más cercano. Y para mí significa una mayor responsabilidad. Soy de los que piensa que estamos evolucionando, a partir de revoluciones y re-evoluciones, que derivaron en los mejores vinos argentinos de nuestra historia. Pero siento que aún falta.

Por eso, hay un solo 98, un solo 97,5, dos vinos con 97 puntos, dos con 96,5, dos con 96 y tres con 95,5, por solo nombrar los vinos de élite que seleccioné: 11 de 1.231. Esto habla muy bien del vino argentino. Claro que al compararlo con “otros” que ya llegaron a los 100 puntos, no parece tan bueno.

Yo voy por la consistencia. Y apenas sienta que un vino argentino es 100 puntos, me voy a asegurar que el mundo se entere y quiera degustarlo.Fabricio Portelli, copa en mano. / Ariel GrinbergFabricio Portelli, copa en mano. / Ariel Grinberg

-¿Sigue vigente el “macaneo glorioso”, como decía Brascó, a la hora de describir un vino?

-Estamos en otra época. Antes, los hacedores no salían al ruedo, había menos buenos vinos en el mercado y menos comunicadores. Por eso, la prosa de los Brascó y las Checa era el valor diferencial.

Cuando esto se multiplicó, con cientos de bodegas nuevas, más winemakers, más variedades, estilos y lugares, “otras” variables del vino se pusieron en valor, aspectos más concretos como el origen, la vinificación y la crianza.

Y luego llegaron el carácter del terroir y la interpretación del mismo, y los más autorizados para hablar de ello son los hacedores.

Por eso el “macaneo”, que fue glorioso en su momento, quedó como parte del folclore. Esto no implica que no haya sido un gran aporte. La descripción del vino perdió poesía y ganó en definición. Puede sonar más aburrido, pero es más real.Un joven Portelli junto a Elisabeth Checa y Miguel Brascó en Portugal. / Archivo ClarínUn joven Portelli junto a Elisabeth Checa y Miguel Brascó en Portugal. / Archivo Clarín

-Estuviste muy cerca de la Checa y de Brascó, ¿cómo era trabajar con ellos y qué te dejaron de su experiencia y amistad?

-Más allá de haber sido un gran privilegio, ya que fui el único que hizo tantas cosas con ambos, es un legado. Con Miguel compartí más: viajes, comidas, encuentros familiares y trabajos diversos que incluyeron los Anuario de los Vinos Argentinos, Dos de Copas (programa de TV), decenas de degustaciones dirigidas, eventos de las bodegas.

Con la Checa colaboré durante los últimos cinco años de su guía Los Buenos Vinos Argentinos. Todo eso, sumado a las charlas con ambos compartiendo sus experiencias, significan un capital invalorable para mí. Siempre les dije: “No quiero ser como ustedes, pero sí disfrutarla como ustedes”.

-¿Cómo ves a la industria del vino y el trabajo de los enólogos?

-Sigo lo que vienen haciendo los hacedores desde hace 25 años; puedo entender la sintonía cada vez más fina que llega a los vinos. Y no hablo solo de la altísima gama, sino también de vinos que valen menos de $10.000.

Hoy el foco está en la fruta, pero no en el gusto de la misma sino en el carácter, y eso, además de significar tipicidad varietal, refleja el lugar, además del estilo. Esto abre un nuevo capítulo, de vinos más genuinos en todos los segmentos. Y eso es sorprendente, más allá que el malbec sigue siendo la variedad que más se destaca y empuja la vara hacia arriba.

-Cada vez más gente empieza a guardar vinos. ¿Vos lo hacés?

-Por una cuestión de espacio no guardo vinos. Tengo una pequeña cava donde dejo botellas para encuentros en casa o para llevar a reuniones. Y como puedo probar vinos añejos en las bodegas y con los hacedores, no tengo necesidad de hacerlo.

-Ante la proliferación de etiquetas y variedades en las góndolas, ¿qué consejos les darías a las personas a la hora de comprar?

-Recomiendo siempre que pasen por una vinoteca. A lo mejor el súper o el chino tienen mejores precios u ofertas, aunque no siempre. Pero en la vinoteca está el dueño o un sommelier que te va a asesorar y la experiencia de compra va a ser más placentera.

La receta de Arcos Dorados para aumentar la confianza de los consumidores en McDonald’s

Fuente: Cronista – Como es la estrategia de la firma que opera los restaurantes McDonald´s en la región para generar impacto no solo económico, sino también ambiental y social

Gabriel Serber, hoy vicepresidente de Compromiso Social y Desarrollo Sustentable de Arcos Dorados, vivió en carne propia lo que ya experimentaron 2 millones de jóvenes de la región: tener su primera oportunidad laboral en el mercado formal, meta que la empresa se habían propuesto para 2025 y que se logró dos año antes.

El ejecutivo, quien ahora vive en Puerto Rico, entró a la compañía en 1990 como crew de uno de los restaurantes de Buenos Aires. Treinta y cuatro años después es el responsable de la estrategia de sustentabilidad de la franquicia que opera la marca McDonald’s en 20 países de América latina y El Caribe.

Serber no se esperaba ser designado como líder de la política de triple impacto de la compañía, al fin y a cabo era un experto en operaciones, un área central en un negocio como el de la cadena de fast food. El ejecutivo pasó por diferentes áreas de Operaciones dentro de Arcos Dorados e, incluso, fue director de Operaciones en la sede de McDonald’s mundial en Chicago, entre otros cargos. De regreso a Arcos Dorados, el ejecutivo lideró el mercado argentino en 2017. Con toda esa experiencia, Serber conoce mucho, por no decir todo, de las operaciones de la empresa en 20 países de la región y 2361 restaurantes, 225 en al Argentina.

Pero, en 2019, Wood Staton, presidente y accionista mayoritario de la compañía lo eligió para que se su mano derecha en los temas de Sustentabilidad. «Trabajo con él directamente, ni siquiera con el CEO, con el chairman de la empresa lo que permite mayor lateralidad en los movimientos y más largo plazo», dijo el ejecutivo argentino. 

«Al principio no lo entendía, si venía de 30 años del negocio; conocía de ventas y resultados; del manejo de la gente, de aperturas de locales y presupuesto qué podía aportar en otros asuntos», señaló Serber en charla con El Cronista.

El programa Puertas Abiertas aumenta la percepción de confianza de los consumidores

Sin embargo, -continuó el ejecutivo- «me fui dando cuenta que los ‘otros asuntos’ se pueden aprender, se pueden conocer y hay un montón de recursos disponibles y que cuando los combinas con el negocio es cuando realmente se hacen poderosos».

Hoy Serber está totalmente de acuerdo con la frase que dice que la Sustentabilidad es un negocio. «El primer paso afecta a la reputación de la compañía en el mercado, que lleva mucho tiempo construir, y luego esa reputación se traduce en market share. Un ejemplo es el programa Puertas Abiertas. Quienes visitaron un restaurante tienen entre 2 y 4 puntos más de percepción de confianza en la compañía«, detalló.

Y agregó: «Aprovecho mucho mi experiencia en operaciones cuando me dicen algo no se puede hacer. ‘Dejame que te cuente cómo ocurrió antes y por qué sí se puede hacer’, les contesto», contó.

Un ejemplo que dio el propio ejecutivo es de un producto que está volviendo en Brasil, el McFish. «Para lanzarlo pedí el certificado de Pesca responsable y hasta que no lo tengamos ese producto no se vende», contó Serber, que se define como un guardián.

De su proceso de reconversión, el líder de sustentabilidad de Arcor Dorados sacó dos conclusiones: que la sustentabilidad es un negocio y que no se trata de asuntos técnicos, sino de asuntos de liderazgo. «Podés poner a todos los ingenieros a trabajar en una sala, a decidir el ciclo de vida de un producto o a ver cuánto CO2 se captura con agricultura regenerativa, o ver cómo mezclar PET con otro material, pero si después todo eso no pasa es lo mismo que nada», ejemplificó.

La estrategia de triple impacto de Arcos Dorados

La empresa acaba de presentar su 10° reporte anual de Impacto Social y Desarrollo Sostenible con los detalles de sus iniciativas y logros durante 2023 en su estrategia socioambiental, Receta del Futuro con seis pilares de trabajo que surgieron de un estudio de materialidad que se hizo en 2016.

«Cada vez más y más gente está atenta al impacto ambiental y social de las empresas. Por eso es tan importante hoy comunicar lo que estás haciendo. De dónde vienen tus productos, quién lo produce, cómo me garantizo que ese empaque es efectivamente de origen controlado», explicó Serber, quien detalló en su mapa los países que están más avanzados como Brasil, Costa Rica, Chile y Uruguay. «La Argentina lidera en energías renovables, pero en economía circular todavía le falta», dijo.

En el caso de Arcos Dorados, tienen programas de trazabilidad. Uno de ellos, el control satelital de la cadena de abastecimiento de carne, que -según aseguraron- en la Argentina es único. «Nosotros seguimos la cadena y vemos que pasa con la deforestación. Cualquier productor sospechoso de haber estado involucrado en practicas de deforestación queda fuera de la cadena y el informe lo recibo directamente yo todos los meses».

Si bien el proveedor de Arcos Dorados es Marfrig, esta compañía compra a otros proveedores. «Nosotros vemos por satélite qué pasa en esas haciendas ganaderas que le venden a Marfrig y en muchos casos, con alianzas, ayudamos a los productores a mejorar sus practicas», explicó Serber y dio números: el año pasado, en la Argentina y Brasil, logramos que el 99,87% de los proveedores cumplan con la política de Carne Libre de Deforestación.

Empleo joven

En cuanto al Empleo Joven, como se dijo se cumplió con la meta de más de 2 millones de capacitaciones y oportunidades de acceso al mercado laboral formal.

Durante 2023, McDonald’s en la Argentina incorporó 5850 colaboradores. En toda la región generó 559.000 oportunidades de trabajo y capacitación, entre los que se incluyen 67.900 contrataciones a lo largo del año producto de la rotación natural de la operación, en su mayoría de menores de 24 años sin experiencia laboral.

«Claramente este es uno de los pilares fundamentales en la región. Un 70% de los jóvenes  trabaja en el sector informal y nosotros tenemos una responsabilidad en corregirlo», señaló el VP.

Financiación sustentable

En 2022 la compañía que necesitaba refinanciar una cantidad de deuda de corto plazo lanzó un Bono vinculado a la Sustentabilidad (SLB, por su siglas en inglés). «En lugar de buscar un instrumento tradicional, buscamos un instrumento ‘verde’ que tiene  metas concretas medioambientales», explicó el líder, quien aseguró que esto no es usual en este sector.

Luego, lo que hicieron fue que «las mismas metas que le dijimos al mundo financiero y las incluimos en las compensación de los empleados. Y eso funcionó como un catalizador. Tengo gente que me llamó para preguntarme qué podía hacer para bajar las emisiones de su operación», contó.

Lele Cristóbal, el chef más innovador de la Argentina: “Hoy Buenos Aires está más caro que muchos lugares de Europa”

Fuente: Infobae – En una charla honesta con Realidades, el reconocido cocinero y dueño del emblemático “Café San Juan”, recuerda sus primeros pasos en la cocina como lavaplatos hasta convertirse en un exitoso empresario gastronómico. Comprometido, destaca la importancia de trabajar en equipo, el poder de la comida y el valor de la honestidad: “El éxito es tener un buen equipo; hoy sigo teniendo a mi primer empleado”

Para Lele Cristóbal ser cocinero es un estilo de vida. Descubrió su amor por la cocina jugando, influenciado por su abuelo húngaro durante su niñez. A los ocho años hizo su primer asado y su pasión se encendió. A los diecisiete comenzó su carrera profesional en un restaurante italiano en Puerto Madero y, al año siguiente, estaba en Milán, aprendiendo y desarrollándose en cocinas de alta calidad.

Sorpresivamente, una propuesta muy especial lo hizo regresar al país y su vida se resignificó.

Hoy lo enloquece llegar a todos lados con el éxito de las “paradas sangucheras”: “Venía viajando bastante y viendo que en la ruta no pasaba nada, no te comés un choripán como antes, no frenás ni hay parrillitas al costado de la ruta”.

En el país, ya son 60 paradas donde los viajantes pueden detenerse y disfrutar de seis variedades de sándwiches hechos al momento y dos nuevos para comer calientes.

En la entrevista, repasa los secretos de un mundo culinario lleno de sabores, historias y responsabilidades: su experiencia en la pandemia, el desafío de emprender e innovar en tiempos de crisis, y la sensatez a la hora de fijar los precios.

¿Cómo creó el emblemático Café San Juan? ¿Cuál es su mayor miedo? ¿Qué le cocinaría a Messi y al presidente? ¿Cuáles son los platos del futuro?

Una charla sin desperdicios con el hacedor de placeres al plato y al paso.

—Para los que no te conocen, ¿quién sos?

—Yo soy Lele Cristóbal, me llamo Leandro en realidad. Soy cocinero y soy el dueño de “Café San Juan”.

—¿Por qué Lele?

—Mi hermano me decía así de chiquito. No le salía Leandro y me clavó Lele, y me quedó.

—Lele Cocinero.

—Cocinero.

—¿Qué significa para vos ser cocinero?

—Es un estilo de vida. Los cocineros le damos amor a la gente en forma de comida, porque vos pensá que estás todo el tiempo cocinando para los demás y después vos te terminás comiendo un pancho a la madrugada.

—¿Cuándo descubriste que ibas a ser cocinero? ¿Cuándo inició este estilo de vida?

—De chico. Yo era el nieto varón más grande y vivíamos en frente de la casa de mis abuelos. Mi abuelo era húngaro y le gustaba cazar y cocinar, entonces, como mis primas no lo acompañaban en los asados a mí me llevaba a todos lados a comer con él; me llevaba al club cuando jugaba a la baraja, me llevaba a los asados con los amigos, cuando cocinaba o venía de cazar me agarraba y lo acompañaba, yo era una pulga chiquitita.

—¿Tenés algún recuerdo de cuándo agarraste una sartén, una olla, por primera vez?

—Sí, mi vieja laburaba, mi viejo también, nos cuidaba mi abuela, así que no nos dejaban tocar el fuego, pero, yo soy de Quilmes, en el barrio se hace asado y tocabas, no es como ahora que no te dejan hacer nada, yo creo que mi primer asado lo hice a los ocho años. Un asado de pescado. Me acuerdo de que mi abuelo iba a pescar y había traído unas corvinas y él hizo el asado para el almuerzo familiar, y me dejó una para que practique yo. En esa época estaba “La isla de Gilligan”, ¿y te acordás que hacían el pescado, que lo ensartaban y lo daban vuelta? Mi abuelo me decía “eso nunca va a suceder porque cuando el pescado se va a cocinar se te va a desenganchar, si lo querés hacer lo vamos a hacer pero a la parrilla” y me enseñaron a hacer la corvina a la parrilla, con el cuero para abajo, sin sacarle las escamas. Ahí ya me fascinaba.

—¿Cuándo dijiste “me voy a dedicar a esto”?

—Una vez me agarró mi mamá de la oreja y me dijo “o te ponés a laburar o te vas de casa”, tenía como 17, había terminado la secundaria recién, la estaba terminando. Y me había tatuado, cosas de adolescentes, me había pintado todo un brazo y me dijo: “Eso es por estar mucho tiempo al pedo, vos tenés que ir a laburar”. Ahí me consiguió una entrevista para lavaplatos en el año 93, 94, creo que fue, en un restaurante italiano en Puerto Madero, ni bien abría Puerto Madero.

—¿Qué te acordás de ese tiempo de lavaplatos?

— Estaba buenísimo. Era un restaurante italiano, top, en ese momento en Buenos Aires, era como la apertura de Puerto Madero. Y nada, yo era re pendejo y los tanos me decían “¿mañana podés venir a tal hora?”, y yo decía a todo que sí, me encantaba, a la semana ya no lavaba más platos, estaba como ayudante de cocina y al año estaba en Milán, fue todo así, una carrera rápida.

—De lavaplatos a dueño de “San Juan”, ¿cuáles fueron los hechos bisagra en este crecimiento?

— Primero, trabajé ahí en Puerto Madero un año, después me fui a París, que una amiga estaba casada con un cocinero, un parisino, pero el idioma era medio complicado y un amigo me dice “vamos a Italia, yo tengo unas amigas”, y yo tenía una carta de recomendación de los tanos…

“Creo que tener un buen equipo hace la diferencia, hacer las cosas bien, no cagar a nadie”

Lele en plena preparación de los especiales del día. Un clásico que siempre prepara Cristóbal con los productos fresco que recibe.Lele en plena preparación de los especiales del día. Un clásico que siempre prepara Cristóbal con los productos fresco que recibe.

—¿Siempre todo muy relajado o con la responsabilidad de conseguir un laburo?

— No, era pendejo, No teníamos nada, ni plata, nada, teníamos tiempo nada más y yo ya estaba re enganchado con la cocina y quería aprender, pensá que en un año hice una carrera bastante rápida ahí en el restaurante este y los tanos me dijeron: “Andate a Italia a aprender, no estudies, vos tenés que viajar y cocinar”. En Italia me quedé como un año y medio, después volví al mismo restaurante, hice un par de temporadas más ahí, después creo que me fui a Las Leñas como chef de cocina junior, ahí me llevé a todos mis amigos, nos divertimos fuerte, esa temporada estuvo buenísima, después volví y empecé a trabajar ahí en otra parte de Puerto Madero con Katrine, ella era noruega, en un restaurante zarpado, laburé bastante con ella, después antes del corralito me fui a España, viví cinco años en España…

—Una gran experiencia por el mundo.

—Sí, sí, y después de eso, me acuerdo de que estaba en España y fue en el 2003, 2004, 2005 por ahí, después de que asume Kirchner creo, mi vieja me dice:”Volvete que yo tengo una guita, vos también, abramos algo juntos”.

—¿Qué hacía mamá en Buenos Aires?

— Y mi mamá trabajaba en relación de dependencia, era encargada de un lugar de estos para gente rica y me dice: “Venite y abrimos algo juntos y nos independizamos” y aparte, nada, “venite para acá”.

—Mamá te extrañaba.

—Sí, todos somos como bastante familieros, siempre nos fuimos de viaje, tuvimos la posibilidad de vivir afuera pero los amigos, el barrio, tomar mate, comer asado, siempre tiró más eso que cualquier otra cosa.

—Cuando mamá te hizo la propuesta, ¿no lo dudaste?

—Ni lo dudé. Dije “me voy” y ahí empezamos, mi vieja vivía en Recoleta, buscamos alrededor de la casa de ella, después se estaba por poner de moda Palermo, caminamos por Palermo y a mí no me gustaron ninguno de estos lugares y apareció San Telmo en el mapa, y un día me fui a caminar por San Telmo. El empedrado, el mercado de San Telmo, me hacía acordar mucho, yo vivía cerca de la boquería en Barcelona, y San Telmo me dio toda esa onda y dije: “acá hay que estar”. Justo pasé por un local vacío, averigüé quién era el dueño, le conté que tenía un proyecto, me dijo: “Bueno, yo te lo alquilo, barato, te dejo todo lo que hay adentro” y volví y le dije a mi vieja: “Encontré el local”. Y arrancamos, hoy hace de eso 21 años.

—Desde ese día que arrancaste, pasaron 21 años, ¿qué creés que fue clave para que vos puedas continuar y tener el éxito actual?

— Ir a trabajar todos los días.

Cuando nosotros arrancamos lo único que queríamos era abrir un restaurancito honesto, vender comida rica y que los baños estén limpitos, la cocina esté limpita, era como un restaurante mini, muy lindo. Y yo creo que el éxito es un buen equipo, la familia. Hoy sigo teniendo mi primer empleado, Chechu, hoy es el jefe de cocina que me maneja todos los negocios y es el mismo que labura conmigo hace 21 años, y así tengo un montón, de 16 años, de 17 años, creo que hoy tener un buen equipo es la diferencia, hacer las cosas bien, no cagar a nadie.

—Todo esto que estás enumerando, ¿cuesta hacerlo?

—Sí, un montón, pero hay que estar. Para tener un buen equipo tenés que tener un buen líder, tenés que estar ahí, ser el ejemplo, llegar temprano, irte tarde.

—¿Qué te hubiera gustado saber a vos antes de iniciar este camino o qué te gustaría que sepa la gente que quiere abrir un restaurante?

— A mí me gustó el camino, está bueno recorrerlo, aprender, equivocarte y a trabajar de más y después,en algún momento, poder aflojar, creo que esa sabiduría te la da el tiempo.

—¿Cuál fue el momento clave de “San Juan”? ¿Cuándo te diste cuenta de que ibas creciendo y que podías ir por más?

—Mirá, después de 10 años, como a los dos o tres años de haber abierto el restaurante. Igual, también está la suerte, porque yo soy agradecido a la suerte también, no sólo de ir a trabajar, el hacer las cosas bien, yo me dedicaba a la cocina y mi mamá se dedicaba a los números y a la caja, yo siempre pude hacer la parte creativa y no meterme en los quilombos de ir al banco, de los empleados, como que eso siempre lo tenemos bien separado, yo la cocina y ella el salón y los números. Eso mismo, después, lo hicimos con mi mujer, con la que trabajamos un montón juntos, pero uno hace una cosa y el otro hace lo otro.

— ¿Cómo apareció tu mujer?

— Abrí un día el restaurante y “zac”, una clienta.

— ¿Y cómo la descubriste…?

— Y porque es un restaurante con la cocina a la vista.

— ¿Te acordás qué pidió ese día?

— Me acuerdo de que estaba de jogging, venía con una amiga.

Bueno desde ese día que estamos juntos, hace un montón.

— ¿Y cómo se involucró ahora?

— Empezó a darme una mano de a poco. Como te decía de la suerte: nosotros, el día que abrimos la puerta, como a la semana, nos hicieron una nota ahí en Página/12, no había redes sociales, era todo diario, era otra cosa, y vinieron de Página/12, nos hicieron una nota, salió un domingo, de ese domingo en adelante el restaurante estuvo siempre lleno y como a los dos años hice un programa de tele que se llamaba “Café San Juan”, que era como un reality de un pibe joven que tenía un restaurante e hicimos como cinco temporadas, era para Fox Life, así que todo empezó a escalar de una manera bastante rápida.

Su primer trabajo en Bice. Año 1994Su primer trabajo en Bice. Año 1994

— ¿En algún momento tuviste miedo a tanta responsabilidad?

— No, yo le metía con todo y medio que empecé a hacer lo que realmente me gustaba, que era cocinar. Yo soy fanático del interior del país, entonces, al tener la posibilidad de tener un programa de tele decía que había que ir al interior y mostrar un poco la gastronomía del interior e ir a rescatar el producto. Tanto que veinte años después se puso de moda el productor, eso nosotros lo hacíamos hace 18 años atrás, ir a buscar el ajo, el tomate, a un pescador, juntar berberechos en el Madryn y empecé a agarrarle el gustito a eso y dije “bueno, esto va a crecer”. Ahí me abrí, después de 10 años, otro restaurante donde estoy ahora más tiempo, “La cantina”, que es más grande, arriba le hice una planta para procesar, por ejemplo, mariscos, pescados, hago conservas y estoy todo el día laburando.

— Mencionaste el factor suerte, ¿en qué otras cosas pensás que tuviste suerte?

—Y creo que soy un chabón suertudo desde el principio, desde ese día estar ahí y que me hagan una nota a tener suerte de haber podido trabajar con mis viejos y no tener un socio que no conocés, tener una buena familia, tener un montón de amigos que son los mismos desde chiquito.

—Lele, ¿cómo es entrar a tu cocina? ¿cuál es el protocolo de tu cocina?

— Llegás… Ponele hay gente que ya está limpiando el restaurante a las cinco y media de la mañana, baldean la vereda, después repasan todo el salón, a las 9 más o menos llega el encargado, prende la cafetera, empiezan a llegar los pibes, hay vestuarios, se cambian, yo tengo una planta arriba en donde hago la panificación para los dos restaurantes, los postres también, y hay veces que yo llego temprano, hay veces que llego tarde, hay veces que no llego, hacemos eventos. Así es…

Después llegó la parada sanguchera, que eso es lo que hoy me vuelve loco, hoy estoy alucinado. Estoy flasheado con eso porque fue una idea mía. Venía viajando bastante y venía viendo que en la ruta no pasaba nada, no te comés un choripán como antes, sólo hay estaciones de servicio, así que con la gente de una de ellas dije: “Mirá, yo tengo una idea que se llama ‘La parada sanguchera’, se la desarrollé, la pusimos a funcionar y la verdad que es zarpado”. Hay un montón de gente que nunca pudo llegar a Buenos Aires a comer nada y de repente les abrís una sanguchería con tu cara y vas y la inauguras, es emocionante.

Ojo de bife al sartén con chimichurri, papas salteadas con chori colorado y morrones. Ojo de bife al sartén con chimichurri, papas salteadas con chori colorado y morrones.

—¿Con qué te encontrás, en cada provincia, en las distintas “paradas sangucheras”?

—Gente agradecida, como que te dice “gracias, qué buena onda que llegaste hasta acá y al fin te podemos conocer o al fin podemos comer algo tuyo”. Las sangucherías estas tienen un fiambre, un queso y una conserva adentro de cada sanguche, entonces, aparte de vender sanguches vendemos las conservas, llevamos un rico aceite y hay gente que no la puede creer porque se lleva un frasco de berenjenas hecho por vos. Son pequeñas alegrías que me di el gusto de hacer ahora de grande, ya sin mirar tanto, ya con los restaurantes funcionando y medio acomodados, como que le podés dedicar tiempo a otras cosas.

— Hablemos de plata, ¿cómo hacés hoy con el tema de los precios, a la hora de poner un precio a cada plato o a cada sánguche?

— Qué difícil. Mirá, yo lo hago igual que lo hice toda la vida, hago el costo, digo: a ver, cuánto vale hoy un bife de chorizo y no sé, vale 200 lucas y bueno, de 200 lucas que es un bife así ¿cuántos churrascos salen? Tantos, dividido la plata, me cuesta la materia prima esto, más la papa, más el aceite y ahí le ponés tu ganancia: este es el precio. Yo creo que en algún momento se dejó de hacer ese ejercicio y los precios se fueron, hoy te cuesta más caro comer en Buenos Aires que comer en Madrid.

— Increíble.

Hoy Buenos Aires está más caro que muchos lugares de Europa. Yo creo que hay que volver a hacer los costos como se hacían antes y realmente poner lo que cada uno… igual hacé lo que quieras, es un país libre, yo lo hago de esa manera y de hecho hoy “La cantina” tiene un promedio super bueno de precio, hoy comer en “La cantina” debe estar 20 lucas por persona.

— Sinceramente, yo perdí el ejercicio de calcular precios.

— Es lo que dan los números cuando salís a comprar, si vos me preguntás cómo pongo los precios, sabiendo de mercadería, sabiendo lo que pagás de gas, lo que pagás de luz, lo que gastás de empleados, estamos super metidos adentro del negocio todo el día. Y ese número es muy finito porque si no te quedás sin clientes, si te zarpás no come nadie, si quedás muy barato no ganás plata, tiene que ser un equilibrio.

Lele junto a su esposa, Cecilia Ergueta, en una de las 60 “Paradas Sangucheras”, con 40 paradas más planeadas para instalar en 2024.
Lele junto a su esposa, Cecilia Ergueta, en una de las 60 “Paradas Sangucheras”, con 40 paradas más planeadas para instalar en 2024.

— ¿Cómo ves a la gente cuando se sienta y ve la lista de precios? ¿pide la lista de precios? ¿pide y después se asusta?

— No, hoy tenés de todo. Por lo general el que viene a comer a nuestros restaurantes sabe que son restaurantes que no los va a matar, que son abundantes y que tiene buena mercadería, pero igual hay gente que se sorprende y a lo mejor comparten un plato entre dos y tenés también a alguien que dice “qué barato que está”…

— Ese que dice barato debe ser extranjero.

— No, no, extranjero hay poco dando vuelta por Buenos Aires. Estamos en San Telmo que es una zona turística y sin embargo no explota de turismo, pero hay un par de brasileros dando vueltas, algún gringo y obviamente para ellos también está bien de precios.

— ¿Cómo hacés para ir a comer a un restaurante que no sea el tuyo? ¿Qué es lo que elegís? ¿Cómo hacés el casting para ir a comer?

— Yo soy re salidor. Esto de cumplir 50 y tratar de cambiar un poco, hay veces que a la noche salgo a comer, le digo a mi mujer “vamos a tal lado”, y voy por lo general son aperturas, lugares nuevos que abren y me gusta ir a ver qué pasa, estoy al tanto de qué pasa en Buenos Aires.

— ¿Qué valor le das a la comida hoy?

— Y es un valor, hoy y siempre me dediqué a eso: a comer, para mi es re importante, en mi casa cocino todas las noches, si no salgo a comer afuera, y trato de buscar, si es época de tomate, de conseguir un súper tomate, ahora que estamos en invierno, no sé, repollitos de Bruselas, comer de temporada, comer productos los más sanos posible. Si voy a comer pollo trato de que sea orgánico, si voy a comer verdura que sea de estación, si voy a buscar un vinagre trato de que sea un buen vinagre, buena sal, uso buen aceite.

—Dijiste “sano”, ¿existe la comida saludable?

—Sí, re. Todo lo que no sea super tratado de una fábrica es saludable, si vos te cocinás en tu casa ¿un puchero es saludable o no?

—Sí.

—Sí, claro, es comida, comida, comida honesta.

—¿Cómo hacés, escuchando que te encanta cocinar y comer, con el tema de la imagen y la salud?

—Sí, por salud y por imagen todos nos tratamos de cuidar.

—¿Cómo lo hacés?

—Nada, salgo a caminar un rato todas las mañanas, hay que moverse. Pero después como con todo.

“Hoy te cuesta más caro comer en Buenos Aires que comer en Madrid”.

Lele Cristóbal en París, año 1995.
Lele Cristóbal en París, año 1995.

—¿Cuál fue tu plato consagración?

—A mí me gustó siempre la comida de mercado y en “Café San Juan” teníamos un mix que hoy sigue siendo imbatible, el poder tener un pato, poder tener una perdiz, poder tener un pulpo, poder tener una liebre, cosas que no comés en muchos lugares. La carne de caza me encanta. Ahora empezó la temporada y ya estamos buscando liebres.

También estoy muy marcado por la comida italiana. Yo arranqué en un restaurante italiano y las pastas están buenísimas, acá hacemos todas las pastas caseras, tenemos una máquina italiana que hace todas las pastas con las formitas, así que si querés comer buenas pastas, en nuestra cantina, es zarpada.

—Si cierro los ojos y entro a tu cantina, a tu restaurante, ¿qué palabras escucharía?

— Siempre hay música, siempre hay olor a café.

—¿Qué música?

—Y según el que ponga, ahí hay un cable que baja y cada uno se enchufa.

—Y vos, ¿qué música pondrías?

—Cuando arrancamos en “Café San Juan” estaba la FM Tango a la mañana y me gusta escucharme un tanguito, un reggae a la noche, cuando estoy, trato de que suene reggae todo el tiempo porque me parece que acompaña al que está comiendo, un poquito más amable.

—¿Cómo es la vida del celular en la cocina?

—Y el celular está ahí, hoy ya no podés no estar con el celular, antes no, antes se los tiraba, y hoy ya está, llegan en horario, se cambian, cada uno tiene un puesto… hay celular en la cocina.

—De todas las personas que trabajan en el restaurante, ¿cuál es el puesto que no puede fallar o que te arruina el día si falta?

— Son todos importantes, pero todos te dirían el que lava platos, porque si no viene el que lava platos no hay sartenes, no hay platos, es importantísimo, si te falta un cocinero también es importantísimo.

—¿Y qué hacés si te falta el lavaplatos o un cocinero?

—Siempre nos sobra uno. Siempre hay, en el equipo no están las piezas justas, siempre hay dos de más porque a lo mejor uno va a otro restaurante o yo le di un evento a la tarde y voy y me llevo a tres, hacemos aparte otros laburos y sino me pongo a lavar los platos yo.

— ¿Qué pasa si un cliente tuyo te dice “este plato no me gusta, está frío, cambiamelo”?

— Antes era re calentón…antes de pendejo, me re calentaba.

— ¿Qué te calentaba?

— Me peleaba al toque. Ahora no, ahora digo “sí, cambiaselo”. ¿Qué quiere? No le gustó, está salado. Decile que no se preocupe, le hacemos uno nuevo y chau.

—¿Y ese cambio de chip?

— Cumplí los 50 y todo empieza a ser diferente, no me voy a estresar con este que no le gusta, se lo cambio. Antes no, antes sí me peleaba ahora ya no.

—¿Qué es lo que más te hace feliz hoy, además de cocinar?

— Básicamente mi vida gira alrededor del trabajo, por suerte tengo una super mujer que me acompaña, trabajo con ella, viajo con ella, hago eventos con ella, o sea que esa parte hoy es la mejor.

—Dijiste “viajo”, ¿cuál es el menú o el plato del futuro?

— Vos fijate qué loco, porque las tendencias del futuro son las que hacíamos antes, las de hace 20 años, los menús sin desperdicio que hacía mi abuela, no tiraba nada, usaba la acelga y con el tallo te hacía las milanesas. El de compartir me gusta mucho, hoy es una tendencia esa de ir a comer y no comerte un plato entero sino comer platitos, viste que está de moda ir a comer y vas con tres amigos y ponés en el medio un montón de cosas y vas comiendo, vas charlando.

—¿Cuál es tu plato preferido?

—¿Mi favorito? Una tira de asado con papas fritas y ensalada mixta.

—¿Hoy te considerás un empresario o un cocinero con muchos locales?

— Sigo siendo cocinero, sí tengo un montón de kiosquitos por todos lados, a todos los atiendo. Creo que lo más difícil de ser Lele hoy es cumplir con todos de una manera ok, el restaurante me necesita y a lo mejor no es una visita de dos horas, voy y me como ocho horas de laburo.

—¿Tuviste algún accidente vos o algún empleado tuyo en alguno de los restaurantes?

— No, por suerte no, tengo poco quilombo.

—Bien, toquemos madera. ¿Cuál es la diferencia entre cocinero y chef?

— Y el chef en un restaurante es el jefe, es el que está al mando, el que dirige la batuta. Y el cocinero es el que está en un puesto cocinando.

— ¿En la actualidad ocupás algún puesto?

— No. Desde la pandemia que lo abandoné. En la pandemia laburé un montón. Ahí tuve miedo, porque éramos una pila de empleados con todo cerrado y ahí te das cuenta de que no sos nada, te fundís en tres, dos, uno, y que tenés, a lo mejor, 50 familias para hacerte cargo.

—¿Y?

— Y nada, siempre hay que pagar todo, y hay que poner la cara y ser el líder en las buenas y en las malas. La pandemia sí me asustó, pero trabajamos una cantidad de horas.

—Cuando decís “miedo” explicame con palabras o algún hecho qué te dio miedo, además de dejar a las familias sin laburo.

— El miedo siempre es no poder cumplirle a tu equipo, porque al fin y al cabo es eso lo único, como dueño del restaurante, como cocinero, como chef, como líder, como te guste llamarlo, el miedo que tenés es a no poder cumplirle a tu gente, imaginate 50 personas todos parados, sin poder moverse y hay que pagar, hay que ayudar. Esa creo que fue la peor de todas. Y cuando terminó la pandemia, esa plaza que siempre ocupaba dije “no laburo más”, se arreglan, hoy vengo, mañana no sé y si me voy de viaje me fui de viaje, como que salí un poco de la operación. Salí de eso, de ser cocinero y de tener una plaza, yo a las ocho tenía que estar ahí porque había que abrir el restaurante y alguien tenía que cocinar eso y era yo.

— Delegaste.

— Después de la pandemia dije “ya cumplí, nos salvamos, el barco está en orden, chau”.

Lele Cristóbal: "Cuando terminó la pandemia, dije 'no laburo más', se arreglan, hoy vengo, mañana no sé, como que salí un poco de la operación".Lele Cristóbal: «Cuando terminó la pandemia, dije ‘no laburo más’, se arreglan, hoy vengo, mañana no sé, como que salí un poco de la operación».

— ¿A quién te gustaría cocinarle o darle un plato que digas “con la excusa del plato, voy y lo conozco”?

— Y a Messi me gustaría, sí.

— Si tuvieras que cocinarle a Messi, ¿qué plato le servirías?

— Polenta con albóndigas, le daría comida casera, comida de casa.

— ¿A Milei, al presidente? ¿Qué le cocinarías?

— Sería un perfil que no le saco la ficha todavía.

— Pero sin sacarle la ficha, a un presidente, por el cargo no por la persona que lo está ejerciendo ¿qué le cocinarías?

— Y según dónde sea.

— En Olivos.

— En Olivos. Un pastel de papa, porque es toda gente que viaja por todos lados y de restaurantes buenos están empachados. Cada comida tiene un cuentito para contar, entonces si yo tuviera que cocinar en Olivos, según a quién recibiríamos, le haría un menú, una buena empanada, no un menú patrio, sino para sacarle comida reconfortante, viste que hay platos de comida que te hacen sentir bien ¿no te pasa? Que te sentás y empezás a comer y pasa algo, para mí eso es re importante. Y a lo mejor ves un plato y es muy lindo y está lleno de cosas y no dice nada.

— ¿Y esos platos que son mini porciones? ¿te gustan o no?

— Sí, igual me copa todo, me gusta. No es lo que consumo yo, a lo mejor no es lo que serviría yo en una mesa. Me parece que siempre hay algo para contar y hay diferentes tipos de comida, una comida puede cambiar el diálogo de una mesa.

— ¿Te pasó?

— Me pasa todo el tiempo.

— ¿Por ejemplo?

— Viste como un mate cambia una reunión. Llegamos y nos ponemos a charlar y a lo mejor el café se termina, pero es una reunión y estamos tomando un matecito y te cebo y pasa otra cosa, y con la comida pasa lo mismo.

“Las tendencias del futuro son las que hacíamos hace 20 años, los menús sin desperdicio que hacía mi abuela”

Lele Cristóbal:  "Una comida puede cambiar el diálogo de una mesa".
(Adrián Escandar)Lele Cristóbal: «Una comida puede cambiar el diálogo de una mesa». (Adrián Escandar)

— ¿Qué plato le harías a tu mamá hoy?

—A mi mamá le encantaba comer y sabía mucho. Y a lo mejor le haría un cordero, alcauciles, un cordero a la cacerola con alcauciles, con papas, algo así medio mediterráneo fino de olla.

—¿Y a tu abuelo?

—A mi abuelo y, sin duda, le haría unas perdices en escabeche, iría por ese lado. O algún fiambre casero, así medio alemán o alguna panceta. Mi abuelo hacía una que estaba buenísima, hervía la panceta fresca y después la pasaba por ajo, por pimentón y la envolvía en papel madera y la tenía en la heladera, y después te la cortaba, era un fiambre que estaba re bueno. Algún escabeche. Sí, algún guiso de conejo, me iría por ese lado.

—Para terminar, si pudieras escribir una palabra sola en el cielo, para que todos lean ¿qué sería?

— Amor.

Mirá la entrevista completa:La entrevista completa a Lele Cristóbal

* Realidades es un programa de entrevistas que intenta visibilizar problemáticas que comúnmente se ocultan por miedo al rechazo, vergüenza y prejuicios, contadas por sus propios protagonistas. Escribimos y contamos tu historia a: realidades@infobae.com

La historia del “chef ganadero” que transformó Villa Crespo con un maridaje impensado

Fuente: TN – El cocinero porteño Juan Barcos estaba predestinado. Fue su papá quien trajo por primera vez el Waguy a la Argentina desde Kobe, en 1998. También forma carniceros y lanzó la carrera de “sommelier de carne”.

Un verdadero apasionado de la carne con una misión, la de valorizar el productor, hacer conocer “el terruño de la carne” argentina y “discutir con el establishment de la gastronomía”. Así se podría definir a Juan Barcos, chef y uno de los socios del restaurante Madre Rojas, en Villa Crespo, pero también carnicero, productor ganadero de carne de Wagyu y presidente y docente del Instituto de Ciencias y Oficios de la Carne (ICOCA).

Barcos se formó como chef en la difunta International Buenos Aires Hotel & Restaurant School (Ibahrs)y en el IAG. También es de la primera camada de sommeliers que salió de CAVE, y se formó en carnicería en la Ecole Nationale Supérieure des Métiers de la Viande, en Francia. Recorrió varias cocinas de hoteles y restaurantes de México y Asia (Hong Kong, Filipinas…) antes de volver a su Buenos Aires querido.

En una esquina de Villa Crespo que supo ser un bodegón, en Rojas y Tres Arroyos, Barcos abrió hace pocos más de dos años Madre Rojas, “un restorán de carne y vino que habla del campo, de la ganadería, del terruño de la carne y que pone en valor a los productores”, según definió en diálogo con TN. No le busquen significado al nombre del lugar, no la tiene. “Salió así y quedó. Estamos en la calle Rojas, pero no tiene conexión con absolutamente nada”, se sinceró Barcos.

Juan Barcos abrió Madre Rojas en 2021. (Foto: gentileza Madre Rojas).
Juan Barcos abrió Madre Rojas en 2021. (Foto: gentileza Madre Rojas).

El ambiente es sencillo, casi despojado. En las paredes se destacan las conservas caseras que Barco y su equipo elaboran en el lugar, junto a algunos libros de cocina, y la imponente parrilla que ocupa la mitad de una pared en el fondo. Pero la estrella del restaurante, es, claramente, la carne.

Hijo de un veterinario de Colón y expresidente del SENASA, Barcos es un porteño atípico. “Siempre trabajé de chico con mi padre en el campo y es como algo adquirido”, explicó. Viajó por la primera zona ganadera de la Argentina visitando las estancias más importantes y seleccionó un par que cumplen con los requisitos de edad, alimentación y bienestar animal que estableció.

La historia del “chef ganadero” que transformó Villa Crespo con un maridaje impensado

De hecho, la carta ofrece una selección de cortes de distintas zonas del país -ojo de bife, asado del centro, vació, entraña…- que varían según la disponibilidad y con una particularidad: estipula no solo el nombre de la estancia que los produjo, sino el método de crianza. Si es solo carne de pastura o si se usaron complementos. Si hubo confinamiento, o no. Porque, para Barcos, la transparencia es algo clave.

“El cliente debe poder conocer fehacientemente qué es lo que está comiendo. Y, en base a eso, poder elegir. Hace años que deberíamos poder exigir esta información, ir a un supermercado o una carnicería o a cualquier proveedor de cualquier insumo y saber de dónde viene”, opinó.

Masdre Rojas busca "revalorizar a los productores de carne", según su dueño, Juan Barcos. (Foto: gentileza Madre Rojas).
Masdre Rojas busca «revalorizar a los productores de carne», según su dueño, Juan Barcos. (Foto: gentileza Madre Rojas).

Según dijo, en Madre Rojas trata de “unir el concepto de carne y terroir, que no solo se aplica al vino o los quesos, sino que la carne de diferentes zonas, de diferentes razas y diferentes sistemas productivos en Argentina es el reflejo de la manera de criarlas en cada lugar”.

“Es muy diversa la Argentina y la carne no es carne y nada más, no es un commodity. Cada zona y cada productor tiene su manera de producir, tiene su manera de alimentar y tiene su cultura, que es la que define las características del producto final de la misma”, completó Barcos.

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“Acá los clientes vienen a experimentar. No solo pueden elegir entre asado, vacío y ojo de bife, sino que se topan con la posibilidad de elegir ojos de bife de distintas regiones, diferentes productores y sistemas de alimentación, que era algo que en Argentina no podés encontrar en otro lugar. Que vengan una semana y tengan un ojo de bife de tal lugar y la semana siguiente otro de otro lugar y de otro productor. Y que sientan realmente que son diferentes y que confirman esta idea que tenemos acerca del terruño, que un ojo de bife no es ojo de bife solamente y que hay tantos miles de ojos de bife como productores hay en la Argentina”.

Juan Barcos en su restaurante de Villa Crespo. (Foto: gentileza Juan Barcos).
Juan Barcos en su restaurante de Villa Crespo. (Foto: gentileza Juan Barcos).

Su padre trajo el Wagyu a la Argentina en 1998

Entre las especialidades de la casa se encuentra la carne de Wagyu, la raza de origen japonés que se caracteriza por su gran infiltración de grasa intramuscular, que le da ese toque marmoleado distintivo y mucha terneza, jugosidad y sabor. Esa grasa tiene alto contenido de ácidos grasos no saturados y “se funde a muy baja temperatura, lo que le otorga una textura aterciopelada y le da digestibilidad”, detalló Juan Barcos.

Es la mismísima carne de Wagyu que cría Juan Barcos junto a Luis, su padre, en campos orgánicos de Gualeguay, Entre Ríos. De hecho, fue su papá quien trajo por primera vez el Wagyu a la Argentina desde Kobe, en 1998. La conoció cuando viajó al país asiático para abrir el mercado de carne argentina y quedó fascinado con sus propiedades organolépticas.

Cecina de Wagyu argentino, una de las especialidades de Madre Rojas. (Foto: Instagram/@madrerojas).
Cecina de Wagyu argentino, una de las especialidades de Madre Rojas. (Foto: Instagram/@madrerojas).

Entonces nació Barcos&Sons, el proyecto familiar de cría en libertad y estándares agroecológicos en una finca ubicada en una zona declarada reserva natural y libre de agroquímicos. “La ventaja de Argentina es que su campo, su clima y la mano del hombre permiten la adaptación de diversas razas y la búsqueda con el Wagyu era justamente no crear un producto que imite el Wagyu japonés, sino que sea una carne argentina con altos niveles de infiltración de grasa, pero con carácter de carne argentina”, explicó.

En Madre Rojas la carne de Wagyu la ofrecen bajo todas sus formas, que sea en charcutería -de la casa o producida por César Sagario, de Corte Carnicería- con una impactante bresaola o una cecina que se sirven con un pan casero de corteza crocante y miga esponjosa, pero también en empanadas, tartare, chorizo y chistorra. Hasta las papas fritas se hacen con una doble cocción en grasa de Wagyu que les dan un balance soñado entre crocantez y ternura.

La carne de Wagyu se caracteriza por su marmoleado, debido a la infiltración de grasa intramuscular. (Foto: Instagram/@barcosandsons).
La carne de Wagyu se caracteriza por su marmoleado, debido a la infiltración de grasa intramuscular. (Foto: Instagram/@barcosandsons).

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A los cortes de Wagyu, Barcos los sirve “vuelta y vuelta” o muy jugosos, que es el punto que considera ideal para este tipo de carne de primera calidad, que cuesta entre 42.000 y 90.000 pesos el kilo. “No tendría sentido que el cliente se gaste 70 mil pesos en un corte Wagyu y que después lo coma muy cocido y que no lo disfrute. La gente entiende este consejo como algo honesto y funciona.”, afirmó.

El bife angosto de Wagyu de Juan Barcos. (Foto: Instagram/@madrerojas).
El bife angosto de Wagyu de Juan Barcos. (Foto: Instagram/@madrerojas).

En cuanto a las guarniciones, las estrellas son las papas fritas, el coleslaw de repollo ahumado, la ensalada verde con vinagreta de glacé de viande y el zuchini en leche de tigre, con cilantro y maní. A la hora del postre se destacan opciones clásicas con un twist, como el flan de dulce de leche, el cremoso de chocolate con amarettini, los panqueques con dulce de leche de Tandil o el queso con dulces de la casa.

¿Vino Blanco y carne roja? ¡Sí se puede!

Educar el paladar carnívoro no es el único objetivo que se planteó Juan Barcos. También intenta romper con otro estereotipo a la hora de comer: la asociación indiscutida entre asado y Malbec. Por eso, su carta de vinos arranca con unos “blancos para carnes” que el chef y sommelier seleccionó especialmente para “romper con cierto establishment” que “aleja a la gastronomía de la gente y de la manera diversa de disfrutar la comida”.

“Es algo que surge de una preferencia personal. Me di cuenta de que de diez botellas que tomaba, nueve eran de blanco”, contó Barcos a TN. Casi con vergüenza, habló del tema con varios enólogos y descubrió con alivio que acompañar la carne con vino blanco “era algo mucho más común que lo que pensaba”, de que “hay mucha gente que le gusta comer la carne con vino blanco y no lo dice, porque el status quo dice que la tenés que comer con vino tinto”.

Las papas fritas vienen con doble cocción en grasa de Wagyu. (Foto: gentileza Madre Rojas).
Las papas fritas vienen con doble cocción en grasa de Wagyu. (Foto: gentileza Madre Rojas).

“La construcción de la carta de Rojas desde todos sus espectros va en ese lugar, desde cómo comunicamos la carne, cómo comunicamos el vino y como comunicamos el maridaje, siempre tratamos de discutir con la tradición impuesta por el marketing”, explicó el chef.

“Siento que las posibilidades son infinitas, que primero y principal cada persona debe poder disfrutar las cosas como más le guste. De por sí, la palabra maridaje a veces implica reglas. Entonces, cuando hay reglas y hay standards, se intelectualiza el consumo gastronómico y lo que generás son modas y esnobismo”, afirmó.

“El maridaje con vino blanco para la carne que nosotros proponemos es algo que tiene fundamentos técnicos que lo hacen posible y además es un poco un statement, pero no un statement caprichoso o revolucionario, sino como una manera de decir ‘comé la carne con el vino que quieras, no el que te dice la publicidad de Vino Argentino’”.

“El futuro es con carne”

En 2019, Barcos creó el Instituto de Ciencias y Oficios de la Carne con el objetivo de formar, capacitar e investigar el ámbito de la carne y sus derivados a través de carreras, cursos y talleres. “El plan de estudios lo desarrollamos en conjunto con la Escuela Profesional de carnicería de París”, explicó Barcos, que cuenta con el apoyo de organismos oficiales como el INTA, el SENASA y el INTI.

La historia del “chef ganadero” que transformó Villa Crespo con un maridaje impensado

No solo busca formar a carniceros, sino que también lanzó la carrera de “sommelier de carne” junto con la Facultad de ciencias Veterinaria de la UBA y el INTA. “Es una carrera de un año que consta de un 80% de horas prácticas de análisis sensorial y busca formar a las personas para que sean capaces de apreciar descriptores sensoriales en las carnes que diferencien razas, edades y tipos de alimentación en los animales”, explicó Barcos.

El chef porteño está convencido de que la Argentina “no está en un momento muy anti carne”, al contrario de “lo que se cree a nivel marketing o tendencia mundial”, sino que “está cambiando la manera en la que se percibe y consume la carne”.

“El futuro es con carne y sin miedo a mostrar carne cruda, el futuro es generar un público consumidor crítico”, concluyó Barcos.

El chef que combinó en La Plata la cocina de autor a la vanguardia con toda la tradición de París Confitería

Fuente: 0221 – En el corazón de la tradicional París Confitería de La Plata, el restorán Blue París fusiona sabores del mundo. Habla el creador de ese maridaje impensado.

Croquetas de hongos, tiradito de salmón, anticucho de bife o ¿por qué no? rabo braseado con pan brioche y parmesano, pulpito laminado con oliva, lima, togarashi y pan chato, son algunos de los platillos que se pueden degustar sin tener que ir a La Plata Soho, City Bell o Capital Federal.

Esta fusión de sabores de la cocina peruana, asiática y argentina ocurre en una esquina tradicional de La Plata, dentro de la confitería más emblemática de la ciudad. En el corazón de París Confitería, en 7 y 49, se encuentra Blue París, un restorán donde los platenses pueden saciar su hambre de nuevas experiencias.

El artífice de este maridaje entre tradición y novedad es Leandro Barroso, chef ejecutivo del Grupo Apunto, la empresa detrás del ambicioso proyecto. “La idea es ofrecer una propuesta nueva, a la noche, para que la gente pueda descubrir otra experiencia dentro de la París”, cuenta Barroso a 0221.com.ar.

Blue París se encuentra en la esquina opuesta a la entrada de la confitería, lo que le aporta -junto con su iluminación tenue- un ambiente más íntimo. Cuenta con una barra con coctelería de autor en la que se destacan los tragos a base de café. Está pensado principalmente para ofrecer a los platenses una experiencia distinta para cenar, pero también para ocasiones especiales al mediodía, como almuerzos empresariales o reuniones.

La propuesta apunta a un público joven “no necesariamente de edad, sino en la cronología del tiempo”, aclara Barroso y agrega: “Esas personas que están siempre con lo nuevo, lo evolutivo, buscando novedad”. Se trata del producto más sofisticado del universo París que incluye, en la misma confitería, un espacio para almorzar, con sanguchería, pizza al corte, ensaladas, pastas y carnes y la clásica confitería, que incorporó café de especialidad y pastelería moderna y revivió las tradicionales medialunas que tanto gustan a los platenses.

Por el tono de su propuesta, el Blue París podría parecer un restorán de lujo. Sin embargo, Barroso indica que los valores de sus platos se encuentran encuentran “en una línea intermedia”, en sintonía con los del resto de las propuestas del Grupo Apunto, que incluyen Baxar Mercado, Paesano Rosso, Foodies, Masse Boulangerie y La Trattoria, entre tantas otras repartidas entre La Plata y la Costa Atlántica.

El desafío de combinar tradición y novedad en París Confitería

Cuando los hermanos Carlos y Marcelo Leuzzi, creadores del Grupo Apunto, llegaron con la idea de reabrir la París -cerrada en 2020, tras 51 años de historia-, Leandro supo que estaba ante uno de los desafíos más difíciles de su carrera. A pesar de que ya había participado en la materialización de casi 20 proyectos en los más de 13 años que lleva en el grupo, nunca antes había tenido que conjugar “lo clásico y lo moderno”.

—El doble desafío de este lugar era darle una impronta innovadora en una esquina tradicional que ya es un patrimonio cultural de La Plata. Había que mantener un poco de tradición, para que la gente de siempre no se sintiera afuera, agregándole todo lo moderno, para hacer una experiencia nueva para la gente más joven.

El chef Leandro Barroso lleva 13 años en el Grupo Apunto y ya trabajó en la concreción de casi 20 proyectos.

El chef Leandro Barroso lleva 13 años en el Grupo Apunto y ya trabajó en la concreción de casi 20 proyectos.

El proceso creativo llevó más de un año. En una dinámica que ya tiene aceitada después de tantas inauguraciones, Leandro comenzó “craneando” solo y, una vez que el proyecto adquirió claridad, pasó al trabajo en equipo junto a los jefes de cocina, los diseñadores y los especialistas en marketing. Con ellos pensó los platos, la vajilla, los cubiertos, la carta, los uniformes y el sinfín de detalles que hacían a la experiencia que buscaba crear.

Empezar de cero con un proyecto tan grande, como un autor frente a la hoja en blanco, puede resultar apabullante, pero él afirma que lo vive con una mezcla de adrenalina y cierta dosis de estrés que le gusta. Tras la inauguración, llega la respuesta del público y se abre una nueva etapa de ajustes en los platos para la que suele apoyarse en los chefs del equipo. Se trata de un momento complejo en el que, afirma, es necesario tener las ideas claras.

Además de los diferentes platillos, en Blue París se puede disfrutar de la mejor coctelería, que incluye tragos a base de café.

Además de los diferentes platillos, en Blue París se puede disfrutar de la mejor coctelería, que incluye tragos a base de café.

—Si le prestás mucha atención a todo lo que dicen y vienen diez personas que te dicen diez cosas diferentes, te quedás mareado. Entonces tenés que apostar a la decisión que ya tomaste y defenderla a muerte. Después el tiempo dirá si tenías razón, porque no es de un día para otro: hay que hacer un análisis de varios meses y de un año para ver para dónde va todo. En este caso no sabíamos cómo lo iba a tomar la gente porque no existía este concepto en La Plata. Viene gente que te dice: ‘ay, qué lindo volver a París’ y otra que dice: ‘ay, me la cambiaron: esta no parece La París, pero los baños están mejores’ —ejemplifica el chef, riendo.

La vocación de cocinar para que los demás disfruten

Antes de descubrir que quería ser chef, Leandro Barroso quiso ser psicólogo. A los tres meses de comenzar a estudiar en la UNLP, se dio cuenta de que no era para él. Al año siguiente se anotó en la carrera de chef profesional y ahí sí encontró su vocación. Las vivencias que influyeron en esa decisión fueron dos y se encuentran en su infancia. La primera lo tiene a su abuelo como protagonista, asando los fines de semana, para agasajar a toda la familia. En la segunda está la abuela de una familia vecina, en su barrio de la infancia, Villa Elvira. La mujer lo cuidaba a diario y era cocinera del Hospital San Martín. A menudo la veía elaborar con paciencia, desde muy temprano, canelones, pastas y otros platos abundantes que luego todos disfrutaban. Leandro todavía recuerda esos sabores, sin embargo, de ambas influencias destaca que lo cautivó algo más.

—Tenía que ver con el don de servicio, de agasajar, de cocinar para que otros disfrutaran. Me empezó a gustar la cocina viendo cómo disfrutaban los demás de lo que ellos preparaban.

Leandro Barroso se decidió a estudiar gastronomía al ver cómo las personas de su alrededor disfrutaban de la comida.

Leandro Barroso se decidió a estudiar gastronomía al ver cómo las personas de su alrededor disfrutaban de la comida.

Mientras estudiaba en el Instituto Gastronómico del Sur, hizo sus primeras armas en casas de comida y restaurantes, entre estos, La Trattoria, donde conoció a los hermanos Leuzzi. Tras recibirse de chef viajó a Bariloche, en 2003, para trabajar en el prestigioso Hotel Llao Llao, donde cocinó con el chef Darío Gualtieri, a quien considera “el uno” de la Argentina, por la creatividad de sus platos.

En 2007 regresó a La Plata y comenzó a viajar a diario hasta Capital Federal para trabajar en el hotel de lujo Sofitel, junto al reconocido chef francés Thierry Pszonka, en Recoleta. Pero a los pocos meses el viaje diario comenzó a hartarlo. Mientras consideraba la idea de regresar a Bariloche, surgió la oportunidad de trabajar en el restaurante Me Piace, que en ese momento estaba por inaugurarse, en la esquina de 9 y 54. Comenzó como segundo de cocina y a los cinco meses quedó a cargo. Esa, asegura, fue su gran experiencia como jefe de cocina.

—Primero fue una gran decepción, porque yo venía de cocinar faisán, pato, liebre y pasé a hacer suprema maryland. Hasta que entendí que es un paso obligado en la cocina pasar por lo tradicional, las bases. Y también aprendí a resolver cosas en la cagada a palos, que en Bariloche no lo tenía. En Me Piace cocinábamos para 500 cubiertos los sábados a la noche. Hoy es algo impensado.

Blue París está ofrece a los platenses una experiencia distinta para cenar, pero también para ocasiones especiales al mediodía.

Blue París está ofrece a los platenses una experiencia distinta para cenar, pero también para ocasiones especiales al mediodía.

En 2010 comenzó a trabajar con el Grupo Apunto, en el diseño del primer Masse boulangerie, en diagonal 74 y 47. Más tarde, para la creación de Paessano Rosso, viajó a Italia, con el objetivo de aprender todo sobre la pizza napolitana. En ese viaje también exploró los sabores de España. Desde entonces no paró y se convirtió en la mente detrás de los restaurantes que revolucionaron la manera de comer en La Plata.

En los últimos 20 años, la gastronomía platense atravesó una fuerte transformación.

En los últimos 20 años, la gastronomía platense atravesó una fuerte transformación.

Hoy dice que podría haber probado suerte en el exterior y que, incluso, en un momento consideró seriamente la idea pero prefirió quedarse en La Plata. Le reconforta saber que forma parte del cambio en la manera de comer en la ciudad, un objetivo que ya ambicionaba mientras estudiaba la carrera, en tiempos en que abundaban los restaurantes de tipo bodegón, con cartas casi idénticas.

—Sin querer, o queriendo un poco, soy un granito de arena de este cambio que se fue dando en estos últimos 10 años, en el que todos aportamos, no solamente yo sino también la empresa y muchos otros gastronómicos de toda la ciudad, desde el más chiquito hasta el más grande. Todavía hay mucho más por crecer y van a venir nuevas generaciones, que van a seguir revolucionando la gastronomía de La Plata.