Una campaña busca ayudar al sector gastronómico golpeado por la pandemia

Fuente: Clarin ~ Todos tienen un bar favorito, ese en el que se juntan con los amigos, escenario de muchas anécdotas divertidas, citas, festejos y hasta memorables discusiones de fútbol y política, dos pasiones nacionales. Algunos de ellos no volverán a abrir sus puertas y otros sobreviven con mucho esfuerzo.

El 2020 golpeó duro a la gastronomía, que fue uno de los sectores más castigados. Desde la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés estiman que cerrarán alrededor del 30% de los locales de todo el país. A los que no pudieron atravesar los meses más duros del encierro y debieron bajar la cortina se les sumarán los que no puedan afrontar los costos con sus espacios funcionando al 50% de su capacidad.

En este complicado escenario, Heineken estuvo trabajando desde el inicio de la pandemia en distintas propuestas que ayuden a bares y restaurantes a atravesar la crisis y a funcionar en esta nueva normalidad. Y en el marco de su campaña, #BackToTheBars, la marca holandesa propuso convertir las fachadas y vidrieras de los locales en espacios de publicidad.

“Hoy ves este aviso para seguir disfrutando de este bar mañana”, puede leerse en las paredes de muchos bares de la Capital como en Córdoba, Rosario y Mar del Plata. Argentina es el primer país en donde se ejecuta esta iniciativa, y se replicará pronto también en otros mercados.

“Hay muchos establecimientos que aún no se han podido recuperar, por eso tomamos la decisión de migrar nuestra inversión de publicidad en vía pública a las fachadas de los bares, buscando otra forma de acompañarlos durante este contexto tan particular. Con esta acción, y como lo venimos realizando desde el comienzo de la pandemia con la campaña Back The Bars y Compra Futura, buscamos estar cerca del sector gastronómico para alentarlos a mantener sus puertas abiertas”, comenta Guadalupe Ries Centeno, Grouper de marcas Heineken en CCU Argentina.

Los consumidores, con ganas de volver a los bares

Desde la reapertura de bares y restaurantes, los consumidores están volviendo lentamente, respetando los nuevos protocolos establecidos para evitar contagios.

En ese contexto, Heineken realizó junto a Clarín Brand Studio una encuesta donde más del 70% manifestó no haber visitado aún un local gastronómico, pero está ansioso por hacerlo. Entre las medidas que consideran fundamentales para un retorno seguro, el 52% exige mayores protocolos sanitarios y al 48% le gustaría que los locales implementen reservas online.

La campaña #BackToTheBars forma parte de la activación mundial #SocialiseResponsibly, en la que Heineken les propone a sus consumidores sociabilizar de forma responsable, cumpliendo con la distancia social, utilizando el barbijo, saludando con el codo y evitando compartir vasos y comida.

La nueva normalidad exige reglas necesarias para poder seguir compartiendo una cerveza con amigos, mientras resolvemos los problemas del mundo sentados en la mesa de un bar.

Tres Monos, el bar argentino que en un año fue elegido entre los 100 mejores del mundo

Fuente: Cronista ~ La coctelería argentina sigue marcando tendencia en el mundo. Esta vez un nuevo bar de Buenos Aires ingresó en la selecta lista de los 100 mejores bares del mundo del 2020, que todos los años publica la organización The World’s 50 Best Bars.

Con un poco más de un año de vida, y casi la mitad en pandemia, Tres Monos, creado y atendido por los bartenders Sebastián Atienza (34) y Carlos Aguinsky (29), alcanzó en el puesto 85 del prestigioso ranking internacional.

Lejos de los bares temáticos y de exclusivas contraseñas para entrar, Tres Monos fue una de las aperturas más resonantes de 2019 por volver a lo simple de la mejor manera: buena coctelería y buen servicio en un lugar chiquito y relajado del barrio de Palermo, donde la barra y el cliente son los protagonistas, donde cualquier noche es normal verlo a Atienza (uno de los bartenders que eligió Messi para su fiesta de casamiento) preparar un Grosera (cóctel estrella de la carta), servir un vaso de cerveza tirada o preguntarle al consumidor qué tiene ganas de tomar esa noche.  

Hoy reconvertido por la pandemia de coronavirus en cafetería de día y bar de noche, Tres Monos mantiene su esencia sin descuidar sus otros negocios: además de ser un bar, es una escuela que da clases online a bartenders y consumidores de todo el país y una consultora que ofrece asesoramiento a marcas y empresas del sector.

«Es un lugar genuino, que no aparenta ser algo que no es y verdaderamente se ve reflejado en el producto lo que somos nosotros y el equipo que está atrás», define Charly Aguinsky en diálogo con Clase Ejecutiva.

¿Cómo recibieron la noticia de que están entre los 100 mejores bares del mundo?

Hace tres o cuatro semanas recibimos un mail de la organización de 50 Best, avisándonos que habíamos quedado entre el puesto 51 y el 100 del mundo. Nos pidieron que no digamos nada hasta la premiación, que fue el 29 de octubre, porque ahí nos íbamos a enterar el puesto de cada uno. Nos conectamos todo el equipo, como en el mundial cuando juega la Selección, esperando ver qué puesto era. Aunque hubiese sido el 100 o el 51, haber sido elegidos entre los 100 mejores del mundo con un año de vida y prácticamente la mitad en pandemia, fue una alegría enorme.

Hace poco también fueron elegidos como uno de los 4 mejores bares nuevos del mundo. ¿Qué significan estos reconocimientos para la nuevacoctelería argentina?

Demuestra lo que es Buenos Aires en cuanto a gastronomía en general y coctelería en particular, que es vanguardia en América latina con el trabajo que vienen haciendo también Florería Atlántico, Frank´s, Presidente Bar, Nicky Harrison. Estar en ese grupo selecto nos llena de orgullo y le da conocer al mundo la gran calidad de profesionales y de bares que hay en la Argentina.

¿Cómo fue la génesis de Tres Monos? 

Con Sebastián nos conocemos hace varios años. Hace tres, él trabajaba como embajador de Campari y yo de Monkey Shoulder, un whisky escocés. Entonces compartíamos actividades, eventos y viajes. Así empezamos a hacernos amigos y a conversar. Yo tenía una cafetería en Colegiales y él venía seguido. Un día me cuenta que quería abrir un bar, y como teníamos varios gustos en común, le dije que quería ser su socio. Teníamos la idea del nombre y de un bar chico, donde el bartender pueda atender todas las mesas y el cliente sea el protagonista. Buscamos local y encontramos una esquina bastante descuidada en Guatemala y Thames, en Palermo. En marzo de 2019 empezamos a encarar el proyecto.

¿La idea de armar también una escuela/estudio estuvo desde el principio?

Ya la teníamos. Cuando encarábamos el proyecto de bar, Sebastián ya había hablado con Gustavo Vocke, ahora nuestro tercer socio, sobre la idea de poner un lugar de aprendizaje sobre bebidas y cócteles para los profesionales y para el consumidor y que también funcione como consultora para marcas y empresas. Arrancamos con el bar en junio de 2019 y a los dos meses se nos abrió la posibilidad de alquilar un PH en la parte de arriba. Lo alquilamos y al mes siguiente abrimos la escuela, que hoy funciona en su totalidad online

Cuando Tres Monos abrió generó mucha repercusión entre sus colegas. ¿A qué crees que se debe el éxito que hoy los lleva a estar en 50 Best? ¿Qué los diferencia de otros bares?

Creo que no es habitual que los bartenders sean dueños de sus propios bares, sin un grupo inversor atrás que ponga la plata y tome las decisiones. Seba y yo encaramos toda la inversión (u$s 20.000 en 2019), no tuvimos apoyo de ninguna otra parte.

Además, Tres Monos es un lugar genuino: la gente viene y nos ve trabajando, ve todo el esfuerzo que le ponemos. Es un lugar que no aparenta ser algo que no es y verdaderamente se ve reflejado en el producto lo que somos nosotros y el equipo que está atrás.

¿Cómo hicieron los primeros meses de cuarentena, cuando todavía estaban cerrados, para sortear la pandemia y encontrarle rápido la vuelta? ¡Y cómo están trabajando ahora que está todo más flexible en la Ciudad de Buenos Aires?

Al principio trabajamos con cócteles embotellados. Esta era una idea que teníamos en la cabeza desde noviembre de 2019, porque veíamos que era una tendencia afuera y que muchos de los bares del mundo que nos gustaban los ofrecían. En el verano no tuvimos tiempo para desarrollarlos y por eso en marzo, cuando nos agarró la cuarentena, empezamos a trabajarlos y fuimos los primeros en hacerlos para delivery.

Después sumamos café: ya veníamos con la idea de hacer una cafetería de especialidad que sea también bar, donde mezclar café y cócteles. Teníamos el equipamiento y decidimos armarlo, aprovechando que tenemos una ventana que da a la calle. Entre el café y los cócteles embotellados pudimos subsistir y hasta crecer los primeros meses de cuarentena con take away y delivery. Ya cuando sumamos las mesas afuera y pudimos volver a trabajar, extendimos el día: antes abríamos a las 19 y ahora a las 10 de la mañana, con café, pastelería, aperitivos y opciones de almuerzo. El día se nos hace mucho más largo y tenemos más tiempo para facturar.

¿Recibieron ayuda del Estado mediante ATP?

El primero lo recibimos recién en agosto, con lo cual los primeros  5 meses hicimos frente a todos los sueldos, aguinaldo y alquiler con nuestro trabajo y algún que otro mes con ahorros. El ATP nos vino muy bien, pero los meses más duros los afrontamos nosotros.

¿Hoy están trabajando más tranquilos en lo económico?

Desde que pudimos poner las mesas y sillas afueras, sí. También pudimos poner un deck después de hacer el trámite para ampliar la vereda y tener más mesas para poder trabajar. Con el horario extendido de 10 de la mañana a 1 de la madrugada, todos los días de corrido, estamos en un 80% o 90% ajustados por inflación de los niveles de facturación precuarentena. 

Seguramente con el café se les sumó un público que antes no tenían, gente del barrio o de otras edades incluso. ¿Qué cambios notan en los clientes?

Nos asociamos con Café Negro, una cafetería muy reconocida del centro porteño pero que no tenía llegada a Palermo, y con Salvaje Bakery en lo que es pastelería. Eso nos acercó a gente que no nos conocía. Es muy loco que ahora a la tarde tenemos la vereda llena de personas tomando café y comiendo medialunas. Hace 6 meses o un año nunca nos hubiésemos imaginado estar trabajando como cafetería a este ritmo. 

En un futuro, ¿van a mantener el servicio de cafetería o les gustaría volver al bar y la noche?

Estos cambios llegaron para quedarse a Tres Monos: la cafetería, el horario ampliado, el brunch que estamos haciendo todos los domingos con chefs amigos. Tres Monos se amplió mucho más de lo que era antes de la cuarentena, que trabajábamos sólo de tarde/noche. 

¿Qué aprendizaje sacan de este primer año de vida, la mitad en pandemia?

Ratificamos que la decisión de poner un bar chico fue acertada. Si hubiésemos puesto un bar dos veces más grande, no sé si habríamos podido resistir todos esos meses que afrontamos con nuestro trabajo y ahorros.

Por otro lado, estamos en una transición con foco en 2021 en volvernos un bar enfocado en lo nacional, con productos locales e insumos argentinos. Mostrarle al mundo que acá hay productos de calidad, no sólo en el cóctel final, sino en toda la materia prima que usamos.

La cuarentena nos hizo aprender a la fuerza que hay que ser súper ordenados a la hora de tener un negocio: Tres Monos viene por ser un bar, un estudio y una consultora. Tenemos que dedicarnos a las tres cosas para tener un negocio sostenible en el tiempo, no ser solamente un bar que vende cócteles, sino también una escuela que enseña y da servicios a empresas y una consultora que ayuda a crear productos y servicios gastronómicos. 

¿Se plantearon seguir o no durante algún momento de esta crisis?

Nunca estuvo en nuestra cabeza cerrar ni cambiar de rubro. Teníamos un fondo de reserva para potenciales crisis, lo que nos permitió sobrellevar la cuarentena. Hoy ya estamos trabajando a un buen ritmo y hasta pensando en ampliarnos. Queremos redoblar la apuesta. Estamos por lanzar embotellados gasificados, tragos más populares y de verano, buscando vender a todo el país y no sólo por el barrio. Obviamente hay días que son difíciles, pero eso le pasa a emprendedores de cualquier rubro. Nosotros estamos convencidos de lo que hacemos y queremos seguir apostando y creciendo.

¿Cómo, de a poco, es y será volver a salir a los bares? ¿Qué cambios de hábitos ven en los clientes?

Creo que esto hizo un clic en la cabeza de los clientes en cuanto a los espacios cerrados y el amontonamiento de gente. No sé si eso volverá a ser como antes. El hecho de consumir en casa, la posibilidad de comprar el cóctel de tu bar favorito por delivery, en un e-commerce o en el supermercado es un hábito que llegó para quedarse.

La gente no va a dejar de salir, pero si antes salía 4 veces por semana ahora sale 2. Estamos trabajando a un buen ritmo. Todas las noches estamos llenos en la vereda, respetando el distancimiento y los protocolos. Vemos una decisión de la gente de salir y volver a consumir, y valorar el producto de calidad. El público se va a volver más exigente por la cantidad de buenos productos que hay dando vueltas. Hay que seguir esforzándose por mantener al público enamorado de tu lugar.

El 26 de octubre se celebra «Día de los Cafés de Buenos Aires»

La Cámara de Cafés y Bares de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés realizará el 26 de octubre una jornada de celebración por el «Día de los Cafés de Buenos Aires».

Fuente: FEHGRA ~ Como cada año, en conmemoración del aniversario del emblemático «Café Tortoni», toda la ciudad se suma a los festejos de la actividad que une la cultura porteña con el sabor del buen café. Este año personalidades y referentes de la ciudad visitarán los bares emblemáticos. El servicio será al aire libre, con rigurosos protocolos sanitarios correspondientes.

Este año personalidades y referentes de la ciudad visitarán los bares emblemáticos para poder compartir, con protocolos sanitarios mediante, el rito de tomar una taza de café -y otros típicos productos de nuestros locales- atendidos al aire libre junto a los vecinos. También, y con la colaboración de la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico del GCBA, una «biblioteca itinerante» visitará ese día los Bares Notables de nuestra ciudad. Además, se realizará una cobertura exclusiva por redes sociales a cargo de Tincho Hernández, reconocido influencer cuya cuenta en Instagram está declarada de interés cultural de la ciudad.

El Día de los Cafés de Buenos Aires cuenta con el apoyo de BA Capital Gastronómica, un programa de gobierno que busca posicionar a la Ciudad de Buenos Aires como capital gastronómica de América Latina. Su objetivo es potenciar la actividad económica a través del desarrollo gastronómico porteño, desde la generación de empleo y la promoción de políticas alimentarias sostenibles.

Café de París: el histórico bar de Vicente López cambia de dueño

El Café de París, en una tradicional esquina de Vicente López, no cerrará sus puertas definitivamente como se especuló en las últimas horas, pero tendrá nuevos dueños

El Café de París, en una tradicional esquina de Vicente López, no cerrará sus puertas definitivamente como se especuló en las últimas horas, pero tendrá nuevos dueños Fuente: Archivo – Crédito: Facebook Café de París

El emblemático Café de París que se estableció en la pintoresca esquina de Azcuénaga y Melgar en el barrio de Vicente López en 1932 dejó de funcionar en marzo cuando comenzó la pandemia, pero no cerrará sus puertas para siempre, confirmaron sus dueños a LA NACIÓN.

Las versiones sobre el cierre definitivo del tradicional café ubicado a pocos metros de la estación Vicente López corrieron fuerte este martes, luego de un tuit que compartió el director de cine Juan José Campanella pidiéndole al intendente municipal Jorge Macri por el rescate del edificio para convertirlo en «café ilustre».

Sin embargo, la dueña del Café de París, Marina, confirmó a este diario que si bien el local permanece inactivo desde el inicio de la cuarentena, no cerrará por siempre como se dijo, sino que cambiará de dueños. Lo que está por verse, destacó, es si el comercio continuará con la marca «Café de París».

«El café va a abrir próximamente con nuevo dueños, estamos todavía en charlas por el tema del traspaso y de la marca, pero va a seguir siendo una cafetería«, destacó Marina, y desmintió además los rumores según los cuales se haría cargo una cadena internacional de café o una franquicia. «Es un proyecto familiar«, confirmó sobre la identidad de los futuros propietarios.

«Decidimos vender porque, la verdad, y por suerte, todavía no tenemos deudas y creemos que es el momento. Fueron 20 años muy lindos y de mucho trabajo», expresó. Además, comentó que los tres empleados decidieron no seguir vinculados con el proyecto: «Los últimos años fueron muy duros y tuvimos que reducirnos. Éramos pocos».

Café de París, un emblema de Vicente López

El Café de París funciona desde hace más de 90 años en esa icónica esquina con aires europeos donde, hasta marzo, se solían hacer exposiciones de arte y presentaciones de tango y jazz organizadas por Marina con apoyo municipal.

En la casona de estilo neoclásico funcionó originalmente la lechería La Martona, luego se transformó en un bodegón llamado El Popular y poco después tomó su nombre definitivo. Más acá en el tiempo, durante los años ochenta, sus propietarios fueron un grupo de españoles ligados al negocio de los cafés de la zona norte de Buenos Aires, quienes le vendieron el fondo de comercio a Marina y a su hermano cuando comenzaba el nuevo milenio.

«Y sí, por un lado tengo nostalgia, pero también fueron 20 años de trabajo sin parar, sin sábados, domingos ni feriados libres, estando al frente todo el tiempo», confesó Marina, y añadió que ella «impulsó la movida cultural los fines de semana cuando en el paseo no había nada abierto».

Durante estos años, el café abría muy temprano para los madrugadores y seguía hasta el anochecer. Además del buen café espresso, ofrecían comidas caseras al mediodía y por las tardes, picadas y cerveza tirada. Su mesitas sobre la vereda se ocupaban rápidamente y muchas veces los clientes esperaban parados largo rato hasta encontrar un lugar.

El paseo comercial de Vicente López

Fuentes del municipio de Vicente López confirmaron que el Café de París volverá a abrir y se manifestaron entusiasmados por el hecho de que el tradicional paseo recupere pronto el brillo prepandemia. «El Café de París es un ícono cultural de Vicente López que funciona en una esquina emblemática. Nos alegra que el cierre no sea definitivo y que vuelva a abrir muy pronto, para nosotros es muy importante», dijeron.

Todavía más, el intendente Jorge Macri respondió al tuit de Campanella y le agregó condimento político con una crítica directa al gobierno de Axel Kicillof: «Sin dudas, el haberle impedido a los pequeños comercios barriales trabajar durante tanto tiempo, fue una política errada del gobierno Provincial y devastadora para la clase media trabajadora».

Frente al Café de París hay otro sitio también histórico, aunque quizás no cuente con la misma alcurnia. Se llama Bola de Oro y es una pizzería con aires de bodegón que volvió a abrir luego de varios meses de cuarentena.

«Nosotros abrimos de nuevo con el delivery y algunas pocas mesas afuera. Pero es muy difícil, no llegamos a cubrir los gastos«, explicó Gustavo, que trabaja desde 2006 en el local y ahora es encargado. Aseguró que los afectó principalmente el cierre de las oficinas de la avenida Libertador y el paseo costero del Río, donde miles de personas trabajaban a diario en tiempos sin coronavirus. «Ojalá pronto vuelva la normalidad, toda la zona está muy golpeada«, finalizó.

Salir del bronce para sobrevivir: los siete bares «notables» que se unieron contra el coronavirus

Fuente: Clarín ~ Salvador siempre pide el plato del día. Lo saben todos los que trabajan en Miramar y también, su mozo preferido, que lo atiende cada sábado desde hace 20 años, llueva, truene o venga la pandemia que venga. “Sus favoritos son las ranas a la provenzal y la tortilla a la española”, informa sin dudar Oscar González, y muestra los últimos mensajes de WhatsApp. A partir de la cuarentena por coronavirus, el vecino de 68 años le hace el pedido al mozo, directamente a su celular personal, y él se lo lleva a la casa: “Es como un amigo ya, hasta lo invito a mis cumpleaños”.

El restaurante, ubicado en San Juan y Sarandí, forma parte hoy del grupo societario “Los Notables”, que incluye también a varios de los bares y bodegones porteños más clásicos, como El Federal, La Poesía, Bar de Cao y Margot. También, a Celta Bar y a Café Cortázar. Pero Miramar es el único que sigue abierto desde que la pandemia llegó al país. Trabajadores y propietarios de los siete bares dan pelea desde allí para evitar la quiebra.

Se trata de hacer sobrevivir no sólo a la fuente de sustento de más de 120 familias, sino de conservar el aire de los tiempos arrabaleros, la mística de fines de Siglo XIX y de principios del XX, y muchas de las tradiciones de la atención de antaño; cada uno de los restoranes, con su historia, menú y propuesta artística.

“Acá ningún cliente nos trata de mozo, todos saben nuestros nombres y es porque nosotros nos presentamos así, como antes”, explica González, que es tercera generación de gastronómicos. En 2011, fue reconocido como uno de los diez mejores mozos de la Ciudad, pero su mayor placer, dice, son los lazos con los comensales. En los 16 años que hace que trabaja en Miramar, se fue a veranear en casas que le prestaban los clientes, vio nacer a los hijos de parejas que se formaron en el bar y hasta uno lo llevó invitado a ver a Racing.

“Acá me pasó de todo”, asegura mientras camina entre las estanterías de madera que llegan hasta el techo, repletas de botellas de vino, vermut y ginebra. “Vino Narda Lepes, Tinelli, mucha elite política y sindical, tenemos tres premios a la mejor tortilla española de la Ciudad, y hasta se grabó una película con (el actor John) Cusack”, recuerda en referencia a “Dictablanda”, dirigida por Alejandro Agresti. En un estante, se exhibe una servilleta firmada por Juan Manuel Figueroa, “La Momia» de Titanes en el Ring.

En la entrada, entre patas de jamón y salames, se ofrecen para llevar “mini picadas” por $ 500, café con leche y 3 medialunas por $ 170 y pollo al spiedo con papas fritas –lo que más se lleva- por $ 700. Como ya no se puede comer adentro, las mesas se corrieron, pero no así las antiguas vitrinas en las que se solían exponer sombreros: antes de convertirse en “Rotisería-Bar Miramar”, donde Olmedo fue uno de los habitués destacados, la esquina fue famosa por ser la sastrería donde  compraba Gardel. “Tenemos conservado al 90 por ciento como solía ser en los 50”, asegura Oscar.

Milagros Carro, gerenta de Miramar, saca a la vereda un letrero negro con ofertas escritas en tiza. “Para seguir funcionando y abaratar costos, unimos cocinas con los otros bares del grupo cultural. Es decir que, ahora, están funcionando los siete restoranes desde acá, desde donde despachamos todos los pedidos”, explica, y detalla que Miramar es el único en el que ya funcionaba un formato de rotisería. En los vidrios, se leen los teléfonos para pedir por delivery: 43044261 y 116729-8510 (WhatsApp). “Nos ayudó bastante, porque los vecinos no solo venían a comprar comida clásica, sino también fiambres, bebidas o aceite de oliva”.

Miramar, detalla, estuvo cerrado dos meses, y cuando reabrió se rearmó todo el equipo. Llegaron mozos de otros bares y también cocineros, para aportar las especialidades típicas de cada menú, como pulpo, rana o caracoles. “Ahora hay solo quince personas trabajando, cuando en total, en todos los bares, son 120 trabajadores, que hoy dependen del ATP y de lo que les pagamos”, puntualiza. En sus cálculos, Miramar solo vende el 5 por ciento de lo que vendía antes del 20 de marzo.

“Estamos muy complicados –reconoce la gerenta-. No estamos pagando luz ni agua, y lo que sacamos es solo para pagar a los empleados, lo que se puede. Y para seguir estando. Es duro, porque mantener a 120 familias con un solo bar es muy complicado, y más cuando no tenés el movimiento que tenías antes: nosotros teníamos cola en todos los locales. Ahora es todo incertidumbre. No se sabe si vamos a poder reabrir todos los locales ni cómo vamos a seguir. Por el momento, le estamos poniendo onda y estamos intentando. Hoy en lo que pienso es en aguantar y salir para delante”.

Café Cortázar, en la esquina de Medrano y Cabrera en Palermo, hizo el intento de reabrir, pero no funcionó. “Necesitamos sí o sí que se apruebe una Ley de Emergencia Gastronómica para poder sostenernos porque si seguimos con los negocios cerrados va a ser muy difícil que perduremos”, asegura Martín Paesch, al frente de este restorán.

En abril abrieron para funcionar a través de delivery, pero a fines de mes quedó claro que la modalidad no funcionaba. «No es para todos, hay muchísima oferta de deliverys y muy poca demanda”, detalla, y enumera que, entre los principales puntos, los bares necesitan que se apruebe la reducción de IVA, la devolución de los saldos a favor en Ingresos Brutos, la eximición de los pagos de ABL, créditos blandos de fácil acceso y que se siga sosteniendo el ATP durante y luego de la pandemia.

“Nos llama la atención que en tantos meses de pandemia, todavía no haya habido un anuncio de un plan sobre cómo van a asistir a los restoranes, que son los últimos que van a poder reabrir para el funcionamiento habitual, porque justamente de lo que se trata un bar es de la vida social, de aglomerar gente, juntarte con amigos, con tu pareja o de tener un momento solo. Un bar sin gente no es un bar”, asegura Paesch.

Distintas entidades gastronómicas reclaman la sanción de una Ley de Emergencia en la Ciudad “para evitar una ola de quiebras y despidos” y señalan que la crisis por la pandemia de Covid-19 implicó una caída de un 80 por ciento en las ventas y que la recuperación tomará al menos un año.

Según datos de la Federación Empresaria Hotelera Gastronómica de la República Argentina (Fehgra), el 74 por ciento de las empresas gastronómicas prevé el cierre y sólo el 21 por ciento pudo pagar los sueldos de junio. Desde la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (AHRCC) aseguran además que para reabrir un negocio gastronómico de tamaño mediano se debe estimar “un costo promedio de $500.000 para abastecer de mercadería y reacondicionar el local”.

También, la Asociación de Propietarios de Pizzerías y Casas de Empanadas (APPYCE), la Asociación de Fabricantes Artesanales de Helados y Afines (AFADHYA) y la Cámara de Comidas Rápidas reclaman medidas con urgencia. “Para una heladería artesanal, los ATP cubren entre 25 y 30% de los salarios. El delivery y el take away ayudan, pero no sirven”, ejemplificaron desde AFADHYA.

“Hay pizzerías y casas de empanadas que se encuentran cerradas, algunas a punto de quebrar, otras parcialmente operativas. En todos los casos será difícil la reapertura cuando se retome la actividad”, remarcan desde APPYCE.

El Café Cortázar permanece con las persianas bajas hace meses. Adentro, junta polvo una de las mayores bibliotecas en tributo al escritor, con primeras ediciones y tomos que se podían llevar prestados los comensales o leer desde alguna mesa. También, están los murales y las fotos. Paesch no quiere entrar. Ni siquiera lleva la llave del candado cuando va a la entrada con Clarín.

En una de las paredes, cuenta, cuelgan los guantes de boxeo de Cortázar, una de las pasiones tal vez menos conocidas del autor de Casa Tomada. Quizás, como en ese cuento, la irrupción de lo fantástico obligue a sus ocupantes –mozos, clientes y propietarios- a retirarse lentamente hasta cerrar para siempre la puerta de la entrada. ¿O alguien se animaría a descartar un virus pandémico como elemento disruptivo al mejor estilo cortazariano?

El grupo cultural “Los Notables” espera que ese no sea el caso para ninguno de los restoranes. El Federal –antigua pulpería que data de 1864- y La Poesía, en San Telmo, extrañan el bullicio nocturno de las picadas y la cerveza artesanal, así como la voz tanguera de Ani y el bandoneón de Julio Pane. En Celta Bar (Congreso), también los shows de jazz, rock y tango, los stand ups, las visitas del barrio. Margot, antigua bombonería, fábrica de pastas y confitería, y Bar de Cao, con sus tradicionales carteles grabados en fileteado porteño, quieren volver a ver a los vecinos.

“’Los notables’ son historia, son anécdotas, es familia, estar con amigos y esto de mantener lo de antes, la confianza con el mozo, el barrio, es un conjunto sumamente lindo que para mí no se tiene que perder”, asegura Barro, desde donde siguen remando para mantener la flota en el agua hasta que la pandemia pase.

La vida en restaurantes: ese refugio que nos falta

Fuente: La Nación ~ Bares y restaurantes han sido mucho más que lugares para comer y beber. Puntos de encuentro y reunión, escenarios de hitos socioculturales y usinas de ideas que la pandemia sacó momentáneamente de circulación o, en el peor de los casos, cerró para siempre Fuente: LA NACION – Crédito: Decur

Bajo las mesas sueñan perros y se buscan si se encuentran los pies amantes, sobre las mesas nacen niños y se amasan panes, alrededor de las mesas cascabelean todas las vidas una vida, ¿y qué decir de la sobremesa, el mejor de los sobres?

A cuatro patas te aferrás durante terremotos, curdas o bombardeos y, como escribió Darío Cantón en La mesa, su fenomenal tratado poeti-lógico de 2604 versos publicado anónimamente en 1969, «desde los orígenes / de la especie / hasta / la muerte / individual / la mesa está / junto al hombre». Por fortuna, Zindo & Gafuri reeditó el año pasado esa obra maestra de la poesía: buscá, comprá.

Cumulonimbus de harina, entrechocar de utensilios chocantes como copas & tazas & cuchillos, acuerdos rubricados en un apretón de manos, las cosas que empiezan y las cosas que parecen terminar cuando en realidad están siempre empezando de nuevo, otra vez, como presagia la figura del ouroboros en diversas culturas.

En cualquier mesa que lleve a cuestas su propio corazón y rompa a bailar -madera-hierro-fórmica, redondas-cuadradas-ovaladas, auxiliar-ratona-libro- el mundo se civilizó, pero y ahora, con bares, restaurantes y cafés mustiamente cerrados en días que tachamos de a uno como los presos, ¿qué?

En el apocalipsis de todo, las plantas van al teatro, los aviones no despegan y los variados establecimientos del comer y del beber están vacíos. Y para ir despejando dudas y deudas, un restaurante no solo da de comer, un café no solo sirve cafés ni un bar solo da de beber. Sería mezquino, corto de vista pensarlo únicamente así. Son escenarios donde se fragua la humanidad, tanto como en un mercado, la sala de espera del dentista o el tren.

Hoy en día, sin el runrún de su función diaria, el teatro de restaurantes, cafés y bares no tiene espectadores. Rociados de alcohol, con barbijos que fagocitan sonrisas y blindados por los insufribles protocolos de la asepsia -de las nuevas palabras hegemónicas, protocolo es la peor-, quienes trabajan en esos espacios icónicos de la vida social asisten a la dialéctica marchita: sillas sobre mesas, platos guardados, silencio.

Entonces, en lo que canta un gallo, lugares de confianza se han vuelto lugares de desconfianza; lugares de cercanía social se han vuelto lugares de lejanía social; lugares de apertura se han vuelto lugares de cierre. La Parolaccia de Puerto Madero cerró, Hong Kong Style cerró, La Flor de Barracas cerró, El Trapiche cerró, La Tekla cerró, El Rey del Vino cerró, La Bistecca cerró. las bajas siguen. Y los que no cierran, se achican, se amoldan, se reinventan, se aterran, se pudren (Girondo seguiría).

La literatura imperativa del virus arrasa: pise el trapo con lavandina, máximo dos personas, quedate en casa, lavarse las manos, cuidémonos entre todos, abierto online, horario reducido, mantengamos la distancia saludable, te estamos cuidando. Mientras tanto, sábanas de plástico separan lo inseparable, cajas y cajeros atienden prácticamente desde la temerosa vereda y el delivery -desde la consuetudinaria pizza al magret de pato pipí cucú envasado al vacío con instrucciones para «regenerarlo» en historias de Instagram- se impone para, aun tibio y húmedo y nostálgico, sostener la estructura de lo que aparenta insostenible.

A principios del siglo XIX, el francés Brillat-Savarin, algo así como el ministro del gusto, desdeñado por Baudelaire en su notable artículo sobre el vino y el hachís, solo tuvo que mirar hacia atrás para afirmar hacia adelante que el destino de los pueblos se decide en un banquete.

César Aira, por ejemplo, escribe sus tres novelas anuales -una página por día y a mano, según contó más de una vez- en bares de Flores

Y a cuento vienen estas impresiones de Pablo Rivero, mandamás de Don Julio, parrilla con laureles internacionales momentáneamente mutada en carnicería, vinoteca y almacén: «No solo alimentamos a las personas sino que les restauramos, en cierta forma, el espíritu. Somos un lugar donde los comensales se reúnen, celebran y comparten momentos. Extrañamos la conexión con el otro, tenemos abstinencia de hacerlo disfrutar. La mayor responsabilidad es sentirnos anfitriones de la felicidad de quienes nos visitan».

Me la juego a que Rivero vería con ojo tuerto algo que en la Europa DC suena a distopía: osos de peluche en un boliche moscovita, escudos plásticos en un boliche parisiense, menús por código QR en un boliche amsterdamés, maniquíes en un boliche lituano.

Mucho de lo que pasa en Public Speaking, documentalazo de Scorsese que gira en torno de la voz atabacada de la escritora Fran Lebowitz, una de esas encomiásticas patronas de Nueva York que no nació en Nueva York, pasa en el restaurante Waverly Inn, un dínamo del West Village. Y pasa sin frascos de alcohol diluido, cortinas bamboleantes de papel film ni guantes de látex. Sin miedo ni fanatismo. Se habla harto y a toda prisa, de modo que las bacterias retoñan, orondas, sin el menor atisbo de contagio.

El creador textil Martín Churba, que le pasó el trapo a la triple cuarentena, lo grafica en pocas palabras: «Lo que más extraño de salir a comer es cambiar de ambiente». Y eso vale tanto para un populoso mesón de campo, un box de hotel boutique o una fonda arrabalera en que tabla y caballete ofrecen ratos de evasión a quien vive en un hogar poco dado a las intimidades. Porque los huraños también necesitan compañía, incluso aquellos que abominan la interacción, el mero «hola qué tal cómo le va» y respuesta con cabezazo.

César Aira, por ejemplo, escribe sus tres novelas anuales -una página por día y a mano, según contó más de una vez- en bares de Flores, el barrio porteño que lo acogió, y lo acoge, desde que llegó a Buenos Aires proveniente de Coronel Pringles.

Hablando de flores, en el Florida Garden varios artistas se seguían reuniendo los sábados, en la era AC, así como en El Cairo rosarino aún sesionaba la legendaria Mesa de los Galanes que supo liderar Fontanarrosa. Haciendo historia, en el Open Plaza estaba Charly García cuando sonaron las doce de un 25 de mayo y Federico Manuel Peralta Ramos se acercó para sugerirle que se sentara al piano y cantara el himno. Elipsis. Esa versión espontánea se grabó horas después en un estudio de Palermo y entró por la ventana al disco Filosofía barata y zapatos de goma, coronándolo.

Hablando de nosotros, los vernáculos, Francis Mallmann, quien no se cansa de repetir que la comida y el vino, sea en un bodegón o en un tres estrellas Michelin, crean un campo electromagnético para que conversemos mejor, me escribió por Instagram: «El gesto más bello y puro del pueblo argentino son las extensas sobremesas de almuerzos, servilletas sucias y migas de pan. Allí nace la pasión y el abrazo más hermoso del compartir. Le dedicamos tiempo, sonrisas y lágrimas. Es lo que mejor hacemos».

En una mesa que fueron varias, pero siempre la misma y en horario matinée -Au Bec Fin u Oviedo, por caso, donde tener mesa era precisamente eso, tener mesa-, Miguel Brascó me enseñó que champán para arrancar, que blanco en frapera es pingüino que anestesia, que pescado sin limón, y sigue la lista: yo tenía 20, él tenía 65. Y entre otras frases desamarradas sin colegiatura, esta, para volver a pasarlo por el corazón (re-cordar), sentados como quienes están de pie en franca inesperabilidad: «Esa entretela de la memoria que provisoriamente llamaremos alma».

Morada de bohemios entre los que se contaban tangueros, actrices y políticos, El Tropezón servía un puchero de gallina que hacía babear a Gardel

Dimes y diretes de: Marta Minujín en el Bárbaro, Fernando Pessoa en el A Brasileira lisboeta, María Moreno en el Alex Bar, Lord Byron en el Antico Caffé Greco romano, Willy Vilas en La Rambla, Patti Smith en el Kettle of Fish neoyorquino, Fogwill en La Paz, Samuel Beckett en el Kennedys dublinés, Ava Gardner en el Cock madrileño -donde el fotógrafo Alberto García Alix me contó una historia irreproducible, je-, Facundo Cabral en La Biela, Franz Kafka en el Louvre praguense, Alfonsina Storni en Las Violetas, Ernest Hemingway en el Floridita habanero, Enrique Santos Discépolo en Los Galgos, Virginia Woolf en el 17 Club londinense, Witold Gombrowicz en La Fragata.

Y justamente Gombrowicz, el escritor polaco exiliado en nuestro país que en Buenos Aires logró, a fuerza de despotricar contra Borges y sus adláteres, escribir un diario formidable y rodearse de una peculiar cofradía de fanáticos. Con algunos de ellos, ritualmente sentados a una mesa de la confitería Rex -Corrientes 837-, tradujeron su novela Ferdydurke del polaco al francés y del francés a un castellano macarrónico, entre movimientos de ajedrez y bochazos de billar. Jefes de la comparsa eran los cubanos Virgilio Piñera y Humberto Rodríguez Tomeu, que bastoneaban a la grey de jóvenes feligreses. Solo acá.

Para entender a clientes individuales que fisgonean a clientes colectivos basta con leer «La cena», de Clarice Lispector. En ese relato de Lazos de familia, la ucraniana-brasileña refiere la historia de un hombre que, en un restaurante que «parecía centellear con doble fuerza bajo el titilar de los cristales y cubiertos», mira detectivescamente a otro hombre mientras come. Se nos dice todo de cada trozo mordido y masticado con los dientes postizos del vecino, «uno de esos viejos que todavía están en el centro del mundo y de la fuerza».

Apóstol de Tegui y próximamente de Marti, su flamante proyecto en Recoleta, Germán Martitegui expone, en línea con Lispector: «Todo lo que extraño del restaurante abierto no es como comensal sino como espectador: ese segundo que transcurre entre que la gente se lleva la comida a la boca y el cerebro da su veredicto, que se traduce en una sonrisa o en otros gestos. Los brindis, las miradas, los que vienen por primera vez, los tenedores que viajan llenos en el aire para que pruebe el otro. Y extraño verles la cara a los cocineros: el barbijo es aséptico e inhumano».

Morada de bohemios entre los que se contaban tangueros, actrices y políticos, El Tropezón servía un puchero de gallina pantagruélico que hacía babear a Charles Romuald Gardès, a.k.a. Carlos Gardel. El cantor tenía mesa reservada, la número 48 –il morto qui parla-, donde solía empinar con el jockey charrúa Irineo Leguisamo. ¡solo! La célebre tasca también tuvo entre sus habitués a García Lorca, que la visitaba a menudo durante los pocos meses en que curtió la ciudad, que lo recibió con energía centrífuga, desde Lola Membrives a una Evita quinceañera. Y el poeta granadino sumó al Tortoni a sus rondas, donde compartía aperitivos con tándems como Norah Lange y Oliverio Girondo o Salvadora Medina Onrubia y Natalio Botana.

Dejo pasar, por dejar pasar algo, un discurso al alimón que dieron Neruda («¡Señoras.») y García Lorca («.y señores!») en 1933 en el hotel Plaza durante un homenaje del Pen Club a Rubén Darío o la vez que bailaron la marcha nupcial a dúo, acercándose desafiantemente a la orquesta en Les Ambassadeurs, y vuelvo a Gardel.

Vuelvo a Gardel -el tango y su romance con la noche que en un tris es madrugada- y al restaurante-concert Armenonville, un chalet inglés situado en la intersección actual de Libertador y Tagle. En su gordo jardín funcionaba una terraza donde cuchicheaban, por ejemplo, Marcelo T. de Alvear y su mujer, Regina Pacini. En la planta baja estaba el salón de baile y a los costados asomaban, tras una cortina de terciopelo, los reservados. Antes de que el lugar fuera demolido, alguien se ocupó, al deshojarse una velada que había empezado en el Palais de Glace, de poner una bala en el pulmón izquierdo del Zorzal la noche de su cumpleaños. Ardoroso plomo que nunca enfrió y durmió allí hasta la fatídica Medellín.

Y un salto -mortal, esta vez- al Potro Rodrigo, quien pocas horas antes de perder la vida en un accidente automovilístico había animado una mesa picante en El Corralón, la parrilla de Almagro que se reconoce a la distancia porque el propio cuartetero cordobés saluda desde la puerta en una escultura de brazos en alto como Rocky Balboa luego de una victoria. El dueño del lugar, Guillermo Miguel, suerte de imán para animadores de la farándula en un vuelo que despega en la Moria y aterriza en el Diego, recordó una vuelta que aquella velada inexorable, al ver llegar a Rodrigo, divisó una profética aura azul detrás de su cabeza.

Hablando de todas estas cuestiones, del dar y del recibir, del servir y ser servido y de todo lo que acontece, felizmente, en los intersticios, Narda Lepes me contó lo siguiente: «Para mí es difícil porque estoy de los dos lados. Añoro un restaurante movido, saludar a los clientes cuando llegan, tomar vino con amigos y quedarme hasta que cierra. y también la inocencia. no sé si vamos a volver a vivir una época en que no le tengamos resquemor al roce de los demás; si bien perdimos temporariamente las salidas a comer afuera, creo que recuperamos la mesa desde otro lugar, en casa».

En La comida en la historia argentina, de Daniel Balmaceda, se lee que el 24 de julio de 1889, en una mesa chica de la Rôtisserie Georges Mercier (Florida entre Paraguay y Córdoba), se formó la Unión Cívica, cimiento de la UCR. Y allí también, pero al año siguiente, se cocinó la Revolución del Parque que forzó, entre corridas bancarias, inflación y súbito empobrecimiento del pueblo -¿suena familiar?-, la renuncia del por entonces presidente de la república, Miguel Juárez Celman. No muy lejos de aquel triunfante reducto francés, en el Café París, se celebró en 1903 el fin de la disputa de límites con Chile: un ágape que incluyó una bizarra instalación lumínica que semejaba la Cordillera de los Andes.

Café Remís París se llamaba el bistró kitsch de Sergio De Loof, zar y zarina del under porteño, subsuelo y penthouse de las estéticas de Bolivia, El Dorado, Morocco, Ave Porco y El Diamante, entre tantos arranques de chupi, morfi y post. Jamás olvido una frase suya en diapasón nuancé muy Macedonio: «Ni bien abre un lugar, lo perdés». El París, como le decíamos, exhibía barra angosta y larga sobre la que desfilaba literalmente de todo, aunque no tanto como lo que un lustro después desfiló en el Kim y Novak, hermoso antro de Bosco & JoJo atendido por drags. Antes de morir, Sergio, tan pero tan visionarix, quería abrir, para perderlo, un «comedor fashion» de nombre La Guillotina, que apostaría a la básico de lo básico: plato único con sidra tirada. ¿Alguien osa?

El índice analítico del insoslayable mamotreto Borges, de Bioy Casares -sin lugar a dudas, EL libro del siglo-, se chequea online. En la entrada «cafés, confiterías y restaurantes» aparecen no pocos resultados. Me llama la atención La Fragata y voy directo a la página 657. Abro y consulto como si se tratara del iChing. La entrada del diario corresponde al 14 de junio de 1960. Bioy refiere que su íntimo JLB quiere ir a La Fragata y justifica la elección: «Allí hay un mingitorio en que se han logrado pises fascinantes».

Si bien El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, la comedia negra del británico Peter Greenaway, exacerba los rituales que ocurren arribabajo de un festín volviéndolo canibalismo (¿a cuántos pasos está la gastronomía de la escatología?), y la divina serie japonesa Midnight Diner: Tokyo Stories los minimiza volviéndolos etéreos gestos de socialidad mundana, el viñatero Sebastián Zuccardi da en la tecla cuando dice en un audio de Whatsapp desde el Valle de Uco recién nevado: «Soy muy social y me gusta vivir en comunidad, así que extraño la pérdida de tiempo en conjunto, es mi terapia: saber que el vino y la comida van a abrir conversaciones, y a veces una conversación poco importante termina generando un vínculo especial. me faltan las risas y el sonido de las copas al brindar, y también esa sutil inconciencia necesaria para llevar la vida adelante».

Si cierro los ojos y pienso en un cuadro gastronómico, por decirlo mal y pronto, me viene a la cabeza «Nighthawks», la obra de Edward Hopper en que tres personas están sentadas en la barra de un diner más estadounidense que Estados Unidos y que irradió tantas iniciativas artísticas, desde un soberbio disco de Tom Waits hasta una intervención de Banksy, pasando por la estética integral de la película Rojo profundo, del italiano Dario Argento.

El arte está repleto de escenas que transcurren en un restaurante -una canción que cae como una moneda en una cascada de monedas: «Scenes from an Italian Restaurant», de Billy Joel- porque la vida está repleta de escenas que transcurren en un restaurante. En el baño de caballeros de La Perla de Once, para retomar el hilo de mingitorios abierto por Borges, Tanguito y Litto Nebbia compusieron «La balsa». Fue el 2 de mayo de 1967 con controversias. Tanguito había propuesto empezar con «estoy muy solo y triste acá en este mundo de mierda» y Litto sugirió, aflojando dramatismo: «Estoy muy solo y triste acá, en este mundo abandonado».

Amor por el Café. Cuatro cafeterías para disfrutar también durante la pandemia

Fuente: La Nación ~ Sentarse en una mesita, pedir un buen café espresso y disfrutarlo mientras el sol del invierno refleja en la ventana del local. Una de esas escenas siempre porteñas pero hoy tan nostálgicas, en estos días fríos de aislamiento y de quedarse en casa. Por suerte, las mejores cafeterías, esas que comenzaron a surgir hace unos pocos años, que eligen granos de café de calidad y tuestes diseñados para expresar lo mejor de cada origen, siguen dando pelea a la coyuntura. No solo adoptaron el delivery, con su pastelería y sandwichería, sino que aprovecharon como pocos el take away, con fieles clientes que pasan por la puerta (con la excusa de pasear al perro o en camino hacia una obligación permitida) y se llevan caminando un flat white, un espresso negro o latte amigable. Incluso, aún en una coyuntura difícil como la que vive la gastronomía, hay novedades en Buenos Aires, con apertura de locales y aniversarios festivos. En esta recorrida, cuatro noticias cafeteras para disfrutar del espresso favorito.

Café, cócteles y panes

Si hay dos mundos gastronómicos que demostraron llevarse bien, esos son el del café y el de los cócteles. Más allá de parecer puntas extremas (uno tan diurno y el otro tan nocturno), lo cierto es que baristas y bartenders comparten la misma pasión por la calidad de la bebida, por el modo de prepararla y servirla, y por la atención personalizada y directa desde la barra. Desde el sábado pasado esto puede corroborarse en la flamante propuesta del bar Tres Monos, en Palermo. «Nos fusionamos con quienes creemos que son los mejores, la cafetería Negro Café y Fuego Tostadores. Y empezamos a servir café take away todos los días de 10 de la mañana a las 12 de la noche, sumado a toda la oferta del bar. Y para comer agregamos los panes, croissants y rolls de Salvaje Bakery«, cuenta Charly Aguinsky, socio junto a Sebastián Atienza de Tres Monos. Un dato: el blend de café que utilizan es de Brasil y Colombia, el mismo que hasta ahora sólo se conseguía en exclusiva en los locales de Negro en el centro porteño. Un plan ideal: ir a Tres Monos desde la mañana y hasta bien entrada la noche, y llevar al mismo tiempo un gran café, pan de masa madre y los deliciosos cócteles en botellitas ya conocidos de este bar, todo en la misma bolsa.

  • Dirección: Guatemala 4899. Instagram. Todos los días de 10 a 24.

Currys, tacos y café colombiano

Abierto hace apenas semanas, Citadino nace con una propuesta que escapa a todo lugar común. «La pandemia nos obligó a replantear nuestra comida, y así pensamos un menú que cambia todos los días», explica Agustina Roman, socia junto a otros dos amigos de este lugar. En poco tiempo, Citadino demostró personalidad a través de una cocina repleta de sabores del mundo, algunos más alejados y otros bien cerca del paladar local. Así, la carta deambula de pronto por un curry masala de queso llanero pero también por unas albóndigas caseras con arroz, pasando por lasaña a la boloñesa, los fish&chips y unos tacos de cochinita pibil, entre más opciones. Todo hecho con ingredientes de calidad y con lugares amigos como proveedores (pan del genial Fraga, tortillas de maíz de Bullnes Cantina, entre otros). Del lado cafetero, acaban de estrenar su bellísima máquina Nuova Simonelli, con la que preparan espressos, cappuccinos, flat whites, americanos doble shot, lattes y, como especial de la casa, el latte Citadino, con agregado de toffee casero. «Usamos un café de Ninina que tuesto yo misma. Proviene del Valle de Cauca, al suroeste de Colombia. Es un café muy balanceado, apto todo público. Da una bebida muy dulce, con acidez media y cítrica y cuerpo cremoso. Con leche, resalta su dulzor y no se pierde el sabor», explica Agustina. Una bienvenida novedad, para un rico almuerzo y un café al paso.

  • Dirección: Atuel 602. Instagram. Lunes a viernes de 8:30 a 18 y sábados de 9 a 19.

Tostones y Balzac

La adicción de Honoré de Balzac por el café ya es parte de la mitología literaria. Se dice que este escritor bebía hasta 70 tazas de café para arrancar la escritura la 1 de la mañana y seguir pluma en mano por 15 horas seguidas. Por esto, también por el amor a Francia y a su ciudad capital, Ana y Alejandro llamaron Balzac a la cafetería que abrieron hace exactamente un año -están festejando aniversario- frente al Palacio de Aguas Corrientes, sobre la calle Ayacucho. Un local con capacidad para solo seis personas distribuidas en dos barras, con una lógica de intimidad. «Los clientes se convierten en amigos; se sientan y charlan con Ale, que está a cargo de la pastelería, o conmigo, que soy la barista», explica Ana. El lugar fue elegido de manera estratégica: «Por la hermosa vista a ese mecano gigante que es el Palacio; y porque todo el tiempo camina gente por la calle». En tiempos de pandemia, ese tránsito perpetuo se cortó abruptamente, pero Balzac resiste gracias al barrio que le dio la bienvenida. «Hoy nos compran los vecinos, cuando salen a comprar algo o pasear al perro. Estamos trabajando mucho más de lo que imaginábamos. Según nos dicen, para muchos es una manera de recuperar algo de normalidad», dice Ana. El café que ofrecen es de Fuego Tostadores, que sale junto a delicias como el pain au chocolat, también un tremendo alfajor de dulce de leche y ricos tostones de masa madre (elaborados por Brød) con jamón crudo, palta, entre más opciones.

  • Dirección: Ayacucho 706. Instagram. Lunes a viernes de 11 a 17

La abuela Amelia

«Mis padres trabajaban mucho; así que buena parte de nuestra crianza se la debemos a la abuela Amelia», cuenta Franco, quien junto a su hermana y su primo acaban de abrir Amelia Café en una esquina de Caballito. «Lo veníamos pensando hace un año. En diciembre alquilamos el local y la pandemia nos agarró a punto de abrir», cuenta. Así, tras un mes de espera y evaluar cómo seguía la situación, finalmente arrancaron con el take away, aprovechando que ya tenían diseñada una ventana ubicada junto a la máquina de café con salida a la vereda. Hoy, frente a esa ventana cada fin de semana se forma un pequeña y constante cola de clientes, que llega en búsqueda de un rico café con leche, espresso o flat white, elaborado con granos brasileños tostados por Penguin Coffee Roasters. Por la vidriera ya puede anticiparse el salón de Amelia, amplio y cómodo. Mientras tanto, es posible ir probando la pastelería y sandwichería de la casa, con ricas medialunas de manteca, ciabattas de pollo y palta, tostados de pan árabe, budines varios, muffins y propuestas especiales tanto veganas (cookies, brownies) como sin TACC (conitos de dulce de leche, alfajores), entre otros. Una buena novedad, en un barrio donde la oferta de café de especialidad brilla por su ausencia.

  • Dirección: Rojas 702. Instagram. Todos los días, de 8 a 18

Bares ajustan protocolos, pero con una baja del 35 % en facturación

Fuente: La Capital ~ Alejandro Pastore, referente del Paseo Pellegrini, señaló que los establecimientos están ajustando los protocolos sanitarios para encarar este fin de semana en el que se espera una mayor afluencia de clientes debido a la suspensión de las reuniones en casas particulares. Pero a la vez, advirtió que que el sector trabaja “al 35 por ciento” de la facturación histórica.

Además, remarcó que hasta hoy no hubo ningún caso de Covid-19 producto de que algún cliente hubiera estado en un restaurante o bar. “Al momento no tuvimos ningún caso. Eso tiene que ver con las características del protocolo que se diseñó, la responsabilidad social empresaria que tiene cada uno de nosotros y con la colaboración del público que cumplió con lo suyo”, remarcó.

En declaraciones al programa “El primero de la mañana” de LT8, Pastore indicó que los empresarios gastronómicos están ultimando todos los aspectos que tienen que ver con la seguridad. “Si bien el protocolo se está respetando y se trabaja junto al municipios, nos parece que debido al incremento de casos de coronavirus. el mensaje que tenemos que dar es ajustar todas las medidas tendientes a garantizar la seguridad sanitaria en los bares”.

En ese sentido, apeló a que “la situación por la pandemia no se dispare. Más allá de que, hoy, los bares estamos exentos de cualquier tipo de contagio, si el número de contagios sube, y más allá de que el sector no tenga responsabilidad, nos afectará como actividad”, agregó el empresario.

Pastore reveló que el sector gastronómico de Rosario trabaja “al 35 ó 40 por ciento de la facturación histórica. Esto es insuficiente, valoramos mucho estar abiertos. La mayoría de los locales en el resto del país está cerrada y por eso se reclama todo tipo de emergencia. También se le ha reclamado al municipio por el tema de las tasas”.

“Necesitamos volver a la normalidad lo antes posible”, afirmó el empresario gastronómico, y añadió: “En este contexto, los costos del sostenimiento de los negocios están por encima de los ingresos y la actividad se transforma en insostenible”.

“Estamos trabajando con mucho optimismo, porque hay que ir aguantando la situación paso a paso, pero esto no puede postergarse. Lo actual no puede plantearse como una situación general porque se perderán como mínimo la mitad de los emprendimientos en Rosario”, subrayó.

Los bares de Mendoza están a pleno con las reservas por el día del amigo

Fuente: Los Andes ~ Gonzalo Rodríguez, de Believe Irish Pub, comentó: “Tenemos varias reservas, en estos días solemos trabajar bien y para el lunes ya tenemos 100% de ocupación, aunque solo estamos trabajando con 10 mesas”, aclaró.

Un panorama distinto es el que contó Joana Belmonte, de un local de la Alameda. Según dijo, no poder hacer publicidad los perjudicó, aunque señaló que igual mucha gente tiene miedo de ir a un bar. “Tienen miedo de tomarse un micro, y entonces no viene. Ahora tenemos reservas pero están muy repartidas en el fin de semana. Pero no está viniendo la gente que esperábamos y no hay plata en la calle”, advirtió.

Para finalizar, Gonzalo Trujillo, de Torito, contó que dieron todas las reservas este fin de semana. “Que hayan restringido las promociones no nos ha afectado, tenemos las reservas completas, pero entiendo que ha sido una medida para que la gente no salga en gran cantidad. Es una semana muy esperada y gastronómicamente es una de las mejores del año porque la gente quiere juntarse sobre todo porque hace mucho que no se ve”, comentó.

Para tener en cuenta

Los amigos solo se pueden ir a bares o a restaurantes con reserva previa.

Solo puede hacer la reserva la persona que coincida el día del DNI, los demás deben llevar comprobante (puede ser en el celular).

Se permiten hasta 6 amigos por mesa.

Debe haber distancia entre mesas.

Se debe utilizar barbijo en el ingreso al local y se debe llenar una declaración jurada obligatoria.

La permanencia es hasta las 23.

Está prohibida la realización de campañas de promoción y/o difusión del “Día del amigo”.

Se colocará multa de $ 5 mil para la persona infractora.

Recibirá una multa de $50 mil el propietario y/o encargado del inmueble.

Los grupos de amigos no pueden alquilar cabañas. Solo está permitido para familia conviviente o parejas.

El alquiler es sólo en sitios autorizados y a 50% de su capacidad.

Habrá multas y arrestos si hay incumplimientos. Por esta razón habrá: 2.500 policías y 250 puestos de control.

Los bares notables apuestan a enviar su mística por delivery y buscan ayuda oficial para sobrevivir a la cuarentena

Fuente: Clarín ~ Su encanto está en su atmósfera, pero ahora sus salones permanecen cerrados. Algunos, como el Tortoni o El Viejo Buzón, apelan a mandar sus rituales a domicilio, como el chocolate con churros o la comida de olla.

Un sábado a la tarde cualquiera, un murmullo invade la esquina de Rivadavia y Medrano, en Almagro. Sobre la vereda, la gente forma fila y espera pacientemente para ingresar a Las Violetas, uno de los bares más pintorescos de la Ciudad. La demora puede ser de hasta dos horas, pero para muchos vale la pena: masas finas, tortas, fosforitos, sándwiches, chips y canapés lo compensarán. Sin embargo este año esas colas de fanáticos no podrán recrearse. En cambio, el famoso postre Leguisamo -bautizado así en homenaje al jockey preferido de Gardel- llegará por delivery o take away. Esta cuarentena que ya tiene 107 días, también obligó a reinventarse a los casi 90 bares notables porteños, considerados «patrimonio cultural de Buenos Aires».

Estos bares notables padecen el aislamiento social igual que los más de 140 mil comercios que, según el Ministerio de Hacienda y Finanzas porteño, hay en la Ciudad. Pero tal vez pierdan un poco más, porque su encanto tiene que ver con el lugar en sí mismo, con el ambiente, con la atmósfera que se respira en ellos. No hay delivery ni take away que reemplace ver de cerca los vitrales de Las Violetas; la barra de madera de El Federal, en San Telmo; las mesas de paño azul y verde en Los 36 Billares; la boiserie y las mesas de mármol del Café Tortoni, o el placer de tomar un café en la vereda de La Biela, junto al gomero.

Según estima Fecoba (la Federación de Comercios e Industria de la Ciudad), cerca de 20 mil comercios ya cerraron por el parate en la economía que generó la pandemia. El gastronómico es uno de los rubros más afectados: desde el 20 de marzo bajaron las persianas decenas de locales que venían de un 2019 muy difícil. Entre ellos están el restaurante del Hotel Castelar y La Flor de Barracas, dos bares notables.

El Café Tortoni es uno de los gigantes que sienten el peso de estar abiertos, pero casi inactivos. Su ubicación le juega en contra. A diferencia de otros que están en ámbitos más barriales, este bar notable inaugurado en 1858 está en un área de oficinas, ahora vacías. La Avenida de Mayo al 800 no es un área residencial y tampoco hay turistas.

Aquí las colas también se extrañan. «Estamos vendiendo menos del 5% de lo habitual. Y más allá de la angustia de lo que está sucediendo, nos preguntamos cómo será el futuro. Cómo será el regreso, cuándo volverán los turistas, el movimiento de oficinistas, la actividad comercial», lamentan los socios del local. El salón amplio, vacío y silencioso, impacta. Como muchos notables, en el Tortoni apuestan al delivery y aprenden todo en el camino, porque nunca antes habían vendido de esta manera. Su propuesta, por ejemplo, permite disfrutar en casa de su tradicional chocolate con churros.

Al igual que a los comercios, a estos bares podría ayudarlos la condonación del ABL de junio y julio, un proyecto que avanza en la Legislatura porteña. «Se estima que estarán alcanzados unos 110 mil comercios, entre ellos locales gastronómicos, librerías, peluquerías, jugueterías, hoteles y gimnasios. También se condonará el impuesto al uso del espacio público. Para la Ciudad representa un costo fiscal de 600 millones de pesos», dicen desde el Gobierno porteño. Otros alicientes son los créditos de hasta 500 mil pesos que lanzó el Banco Ciudad con una tasa del 12% y 6 meses de gracia, y la suspensión de los embargos hasta el 31 de agosto.

Felipe «Toto» Evangelista, al frente de El Viejo Buzón en Neuquén al 1100, también tuvo que apelar al delivery. Pero aquí, en pleno Caballito, los vecinos están más presentes. Aún así, están vendiendo el 15% de lo que facturaban antes de la cuarentena: «Tuvimos que empezar de cero. Nuestro bar es el cafecito compartido, la cerveza y la charla de la noche, los abrazos, los amigos. Son los shows artísticos, la presentación de un libro, la lectura de un poema. Para la gente es un templo. Esto es muy dificil de recrear. Pese a todo, los vecinos nos llaman y nos alientan, nos hacen pedidos, y nos damos cuenta de que nos quieren ayudar. Nuestro compromiso es llevarles la mística a domicilio, el locro, el mondongo y los platos del día. Con el frío, mucha comida de olla», cuenta «Toto», vecino ilustre y ex presidente de Ferrocarril Oeste.

Hace 32 años que alquila la misma esquina. «No seríamos los mismos en otro sitio. Y es también lo que nos diferencia de los otros bares. Por eso estoy muy preocupado por el futuro de los notables. Nosotros pudimos acceder al ATP pero no a los créditos del 24% de interés anual. Estamos expectantes de ver qué pasa en la Legislatura y tenemos una reunión con el Jefe de Gobierno el lunes. Después de tanto tiempo de trabajar en el bar, en donde las discusiones de mesa en mesa van abriendo el camino hacia la amistad, espero que este coronavirus nos deje al menos el camino liberado para luchar por las cosas que valen la pena», sintetiza Toto, quien además preside la Subcomisión de Bares Notables de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (AHRCC).

El legislador porteño Leandro Santoro (Frente de Todos) presentó un proyecto de ley de «asistencia integral» específico para los bares notables. La iniciativa prevé la eximición del pago de ABL e Ingresos Brutos, subsidiar el 100% de los servicios y de parte de los sueldos del personal de manera complementaria a los ATP, y lanzar una línea de créditos del Banco Ciudad con tasa al 0%. Todo, hasta diciembre de 2020. «Sabemos que la Ciudad tiene sus finanzas muy resentidas, pero necesitamos que el Jefe de Gobierno y el oficialismo le den una mano a esta gente. Buenos Aires no será la misma sin ellos porque son parte de nuestro patrimonio cultural, material e inmaterial», dice Santoro.

De manera excepcional, este año el Ministerio de Cultura porteño incluyó a los bares notables en la convocatoria anual al Fondo Metropolitano de las Artes, la Cultura y las Ciencias, que financia proyectos en esos campos. Si ganan el beneficio, deberán destinarlo a actividades culturales. 

Cecilia Boullosa, periodista gastronómica (@chicaelectricaa en Instagram), armó un listado de restaurantes que ofrecen delivery y take away y lo transformó en un mapa geolocalizado. «Es difícil hablar de los bares notables como un conjunto homogéneo. Hay algunos de grupos empresarios y otros que son familiares o de pequeños comerciantes. Hay bares que están en las zonas más caras de la Ciudad o dentro de hoteles cinco estrellas y otros que están en barrios periféricos. Están los que vivieron del turismo durante los últimos años y tenían cola en la puerta y otros que vienen remándola desde hace tiempo. Me parece tribunero y hasta injusto que se pida un rescate específico para ellos cuando toda la gastronomía la está pasando mal. Es más razonable una ayuda general al rubro: baja de impuestos, condonación de deudas, créditos blandos», opina.

Boullosa destaca a algunos bares que en estos más de 100 días apelaron a su esencia para salir adelante, «Uno es El Gato Negro, con la venta de especias. Además está desarrollando el e-commerce. Hay otros que tienen el impulso de gastronómicos jóvenes, como Los Galgos o Café Roma, que entienden que los bares notables no pueden vivir de los laureles y la nostalgia, ni tampoco de un subsidio, sino de la elección diaria de los clientes. Tienen que enamorar al público joven, ofrecer un buen producto, un buen servicio y sí, a partir de ahora, también un buen delivery».