Jujuy: El chef que apuesta por la carne de llama y se niega a servir lomito

Fuente: La Nación ~ Cremoso de quinoa rosada, negra y blanca con salsa de ají y queso de cabra rallado, ceviche de papa lisa, tamal de maíz morado y carne de llama, chicha sour. La escena gastronómica de la capital jujeña gana altura con un nuevo restaurante que celebra la cocina andina: los productos y las técnicas ancestrales del norte argentino preparados con sello gourmet.

Trío de papa amarilla con pulpo, atún y langostinos, ají amarillo y dressing de aceitunas verdes y negras sobre palta.
Trío de papa amarilla con pulpo, atún y langostinos, ají amarillo y dressing de aceitunas verdes y negras sobre palta.GianniBulacio

Después de más de una década de trabajo en Chile, el chef jujeño Walter Leal volvió a su lugar de origen, San Salvador, para abrir, hace tres meses, Finca Cocina Urbana, un restaurante de alta gama en el centro histórico.

Creador del Encuentro de Cocina Andina en 2004, el cocinero rescata el saber de los pobladores de los cerros, de la Puna, las recetas y técnicas antiguas y, también, el producto. Por ejemplo: las papas, una de las bases junto con los maíces y la quinoa, de la cocina de altura. También, carne de llama, hierbas y cristales de sal de las Salinas Grandes.

Finca funciona en Patio Gamez, una de las casonas más antiguas de la ciudad, restaurada con exquisito gusto. La cocina está a la vista y se puede comer adentro o en el patio.
Finca funciona en Patio Gamez, una de las casonas más antiguas de la ciudad, restaurada con exquisito gusto. La cocina está a la vista y se puede comer adentro o en el patio.GianniBulacio

En la panera de bienvenida a Finca el pan no es de harina sino de papa, chicharrones de llama y sal de las Salinas, y viene enrollado en una ramita de madera de molle. Pan de papa andina jujeña, de Yacoraite, otra de Cusi Cusi o Cienaguillas. Para acompañarlo: manteca de leche de cabra.

Finca queda adentro del Patio Gamez, una de las casonas más antiguas de la ciudad, restaurada algunas veces desde su construcción, en tiempos del Éxodo Jujeño. La cocina está a la vista y se puede comer adentro o en el patio. Es el restaurante del que se habla en la ciudad, el gourmet, el cinco estrellas, donde se prueban platos únicos y, a veces, irrepetibles. Durante la comida, el tema de conversación probablemente sea la comida, los sabores regionales, el producto andino.

Médula de llama rostizada con puré de berenjenas asadas y chips crocantes.
Médula de llama rostizada con puré de berenjenas asadas y chips crocantes.GianniBulacio

Aunque le encanta comer el típico sándwich de lomito, el plato más vendido por los restaurantes jujeños, Walter Leal no lo prepara. Ni lomito, ni pizza, ni empanadas. El cocinero, que trabajó durante años en el grupo Enjoy y asesora el hotel Río Serrano en Torres del Paine, propone un lugar de cocina creativa y original, algo que hasta ahora no había en la capital provincial.

Trabajo con los pastores más que con los productores”, dice mientras emplata una humita en olla con cabrito y espuma de coliflor. Le gusta irse a los cerros, a explorar, a conocer a los pastores y pobladores, y ver qué comen y cómo cocinan porque está seguro de que ese saber tiene historia, secretos, alma.

El chef jujeño Walter Leal les da los toques finales a los platos de Finca Cocina Urbana, restaurante de alta gama en el centro histórico de San Salvador.
El chef jujeño Walter Leal les da los toques finales a los platos de Finca Cocina Urbana, restaurante de alta gama en el centro histórico de San Salvador. GianniBulacio

Unas semanas atrás lo fue a visitar Donato de Santis y juntos hicieron más de 300 kilómetros hasta llegar a la casa de Florentina Alejo, en Barrancas, un pueblo más allá de Salinas Grandes. “Vos imaginate esta pastora que va con una honda juntando las llamas mientras teje y canta coplas. Además tiene diez hijos y un comedorcito para turistas”, cuenta Walter y agrega que la invitó a comer a Finca. Solo falta que ella baje de los cerros a la ciudad.

Cremoso de quinoa negra y remolachas asadas con naranjas.
Cremoso de quinoa negra y remolachas asadas con naranjas.GianniBulacio

En la carta de otoño se incorporaron los ñoquis de papa azul con pequeñas avellanas tostadas de las yungas y un tartare de llama perfumado con yuyos de la Puna, como rica rica y muña muña.

La cocina de Walter es de recolección, por eso los productos varían. De su paso por Chile –también trabajó durante años en el Festival de Viña, donde fue el cocinero personal de Maluma– trajo el plato que le gustaba a Pablo Neruda, el caldillo de congrio, que está en la carta así, tal cual. Y el merkén, ese ají picante ahumado que perfuma guisos y pescados del otro lado de la cordillera.

Cabrito lechal en cocción de 24 horas sobre humita en olla.
Cabrito lechal en cocción de 24 horas sobre humita en olla.GianniBulacio

“Nosotros vamos buscando”, dice Walter y se lo nota animado cada vez que habla del campo, de la gente de los cerros. Pronto habrá tuna y airampo, la fruta del cardón, cuando sea la época, y siempre hay risotto de quinoa porque aunque el restaurante es nuevo ya se convirtió en un clásico del menú.

Láminas de papa lisa, olluco (tubérculo andino), marinada cítrica y sorguito rojo de extrema altura.
Láminas de papa lisa, olluco (tubérculo andino), marinada cítrica y sorguito rojo de extrema altura.GianniBulacio

Seguramente vendrán más productos de los que todavía no se conocen los nombres porque están en etapa de investigación. Por eso las ganas de que funcione su laboratorio Maima, en Maimará, un centro interdisciplinario de cocina de altura en el lugar de origen de los productos. Todavía está en construcción, pero en julio harán una apertura. Su sueño es que trabajen antropólogos y que los pastores den clases de cocina. Develar secretos y preparaciones que llegaron de boca en boca hasta el siglo XXI.

El chef que quiere valorizar la cocina de San Juan

Fuente: La Nación ~ Responsable de muchos de los alimentos que consumimos en el país, la provincia de San Juan carece hoy de una cocina local que se haya ganado un nombre propio dentro de la gran gastronomía nacional. “Producimos el 75% del tomate de todo el país, tenemos la fábrica de aceite de oliva más grande de Sudamérica (Oliovita), creo que el 80% del pistacho nacional sale de acá. Sumale a esto nuestros vinos. Y aun así es difícil hablar de una cocina típicamente sanjuanina. Nos representan algunas cosas, como el corte de carne que llamamos la punta de espalda, pero en la mayoría de los casos nuestra cocina se confunde con San Luis y Mendoza. Creo que el comensal sanjuanino es muy conservador. Por suerte, con la pandemia esto está empezando a cambiar”, asegura Mauricio Savoca, uno de los cocineros sanjuaninos más reconocidos, que desde hace 10 años es el chef del hotel cinco estrellas Del Bono Park y que, además, lanzó MS, su primer proyecto personal con delivery a domicilio.

–¿Por qué gastronomía?

–Arranqué por necesidad. Mi abuela era cocinera, mi mamá enseñaba cocina, pero en 1992 era difícil que un hombre en San Juan se dedique a esto. Me fui a estudiar kinesiología a Córdoba y como no tenía plata conseguí trabajo en una cocina. En la entrevista tuve que mentir un poco, dije que sabía más de lo que realmente sabía. Un par de años más tarde miré mi biblioteca y descubrí que el 80% de mis libros eran de cocina y solo el 20% de kinesiología. Ahí decidí cambiar: me anoté en Celia (Escuela Integral Gastronómica), donde lo tuve de profesor a Andrés Chaijale, y sellé mi amor por la cocina.

«Al no poder viajar, algunos sanjuaninos se están animando a probar otras cosas.»

Mauricio Savoca

–¿Te considerás un embajador de tu provincia?

–No lo sé. Volví a San Juan en 2005 y desde entonces hice muchas cosas. Trabajé en los mejores restaurantes, di clases en IGA (Institutos de Gastronomía) en San Juan, Mendoza y Catamarca. También me convocaron como jurado en muchos concursos nacionales e internacionales, fui anfitrión de Germán Martitegui cuando vino por su proyecto Tierra (luego fui a cocinar a Tegui). Estar en Del Bono Park me permitió recibir a muchos de los grandes cocineros de todo el país, como Dolli Irigoyen, Narda Lepes, Martín Molteni. Con algunos, como Dante Liporace o Soledad Nardelli, me hice amigo. También fui parte de San Juan a la Mesa, un festival que revaloriza la cultura gastronómica local; colaboro con la fiesta del aceite de oliva y con la del tomate. Soy un enamorado de San Juan.

Durante la pandemia, Mauricio Savoca presentó su primer proyecto propio, paralelo a su trabajo en el hotel. “No tenía inversionistas ni dinero, así que me puse a cocinar en casa e hice MS (Mucho Sabor). Desde ahí, todas las semanas pienso un menú único que doy a conocer los lunes o martes y lo entrego en cajita el fin de semana”, explica. “Es un cable a tierra creativo, donde me permito hacer cosas que en una estructura laboral no me permitirían”.

–¿Está cambiando la gastronomía sanjuanina?

–De a poco. Acá somos tradicionalistas, pero la pandemia abrió un poco el juego. Al no poder viajar, algunos sanjuaninos están animándose a probar otras cosas. Surgieron restaurantes que cuidan el producto, que usan lo local. Acá tenemos algunas cosas muy propias, como un cítrico delicioso que se llama cidra, o el chilchil, una hierba con un sabor que está entre un cedrón y la menta. Aparecieron también sandwicherías con pan de masa madre y una buena pastelería. Creo que son cosas que llegaron para quedarse.

Señas particulares:

  • Edad: 46 años.
  • Un producto: aceite de oliva.
  • Un restaurante en Argentina: De moño rojo.
  • Un restaurante en el mundo: Tickets, de Albert Adrià.
  • Una bebida: vino (Cabernet Franc o Pinot Grigio, mejor).
  • Un plato: pastel de papas dulce de mi vieja.
  • Un recuerdo culinario: ayudarla a Choly Berreteaga durante una clase, fue mi ídola.
  • Una pasión o hobby: viajar, jugar a la Play y al paddle.

Es diseñadora pero su pasión es la gastronomía: crea pastas caseras de colores

Fuente: Infobae ~ Natalia Arduini es la fundadora de Almacén de Fideos, donde crea divertidas pastas de colores

La gastronomía y el diseño en cierto punto tienen algo en común, la creatividad de quien lo hace. Natalia Arduini, una joven diseñadora de modas y gastronómica, unió sus dos pasiones creando un emprendimiento de divertidas y coloridas pastas que rompe el molde de lo tradicional.

Estudió diseño en la UBA y en una universidad privada; hizo desfiles y, cuando se recibió, dio clases y organizó sesiones de fotos con sus amigos para hacer desfiles con prendas diseñadas por ella. Pero su inquietud y su curiosidad la llevaron a seguir explorando el mundo creativo y decidió estudiar gastronomía. Al poco tiempo de haber empezado, comenzó a trabajar en eventos, restaurantes y ferias gastronómicas.

Unos inspirados en Diego Maradona, con la bandera argentina y el número 10

Unos inspirados en Diego Maradona, con la bandera argentina y el número 10

Y así fue como Arduini creó Almacén de Fideos. “Empecé haciendo pastas por diversión, para disfrutar en familia. Con el tiempo, me empezaron a pedir algunos conocidos y fue ahí cuando decidí dedicarme de lleno a este proyecto”.

La creativa cuenta que al comienzo las pastas eran tradicionales, como por ejemplo sopressini, garganelli, farfalle, tagliatelle, todas sin relleno, y las masas eran al huevo, luego de verduras y, con el tiempo, comenzó a innovar y creó masa de nueces y semillas con harina integral que, al día de hoy, muchos se las siguen pidiendo por ser sabrosas y nutritivas.

Hasta que se dio cuenta que con sus manos y su creatividad podía hacer algo más divertido. “La clave fue fusionar las dos pasiones, el diseño y la gastronomía y así fue como empecé a elaborar pastas con diseños y formas novedosas trabajando únicamente con materia prima de calidad y 100% naturales”.

Cuenta que para su elaboración y darle color a las masas de las pastas utiliza vegetales, diferentes harinas, frutos secos, semillas y especias: “Se realizan como cualquier otra pasta, solo que reemplazamos parte del agua o huevos por algún puré de vegetales o legumbres. Los vegetales siempre es mejor si van asados; tienen más sabor”.

Multicolor en violeta, rosa y blanco con forma de corazones

Multicolor en violeta, rosa y blanco con forma de corazones

Asimismo, Arduini apunta que para su creación se tarda cinco veces más que una fábrica de pastas, ya que el proceso es manual y casi sin maquinarias, solamente una sobadora eléctrica y una amasadora.

La mayoría de las pastas las hago sin moldes convencionales; uso distintos cortantes, palos de amasar, boquillas de pastelería de distintos tamaños, cuchillos, rueditas rizadas y alguna otra cosa que encuentro y me sirva para dar texturas o aplicar algún detalle a la masa”, explica.

Rellenos y moldes fuera de lo tradicional

Ssopressini, garganelli, farfalle y tagliatelle son algunas de las pastas más pedidas y que Arduini crea con masas de colores

Ssopressini, garganelli, farfalle y tagliatelle son algunas de las pastas más pedidas y que Arduini crea con masas de colores

Son más que pastas, son pequeñas obras de arte; ella las considera esculturas o “un vestuario hecho a medida”. Sin embargo, aclara que no le piden cosas extravagantes ni locas, sino es ella quien las propone. “Vienen en busca de mucho color y esperan que los sorprenda con algo para regalar o celebrar con sus seres queridos. La gente confía y me deja crear libremente cualquier diseño, eso es genial y gratificante”.

Como anécdota, cuenta que una vez, para el día de Reyes Magos, tuvo que generar sus propios moldes en papel manteca para hacerlos y después aplicar cada detalle en las coronas. “Para la pluma tenía que cortar los diamantes chiquitos y colocarlos con una pinza quirúrgica. Para San Valentín, hice una caja con 12 corazones, todos diferentes, como si fuera una cajita de bombones. Hacer una muestra fue fácil, hacer 30 docenas en un día no tanto”, dice entre risas.

El caramelle, una de las pastas más pedidas por los clientes de Arduini

El caramelle, una de las pastas más pedidas por los clientes de Arduini

Entre los más pedidos se encuentran los caramelle, rellenos de jamón, ricota, queso y cebolla caramelizada. Su forma es de caramelos y, para la elaboración, se usa un sabor o color de base, y otros dos que se aplican por encima en forma de tiras.

Otro de los rellenos que son furor entre las pastas coloridas es su clásico de bondiola braseada con vegetales, donde se hornea por unas tres horas la bondiola con un gran colchón de vegetales, sal y romero. No se quedan atrás tampoco los de pollo a la portuguesa y, dentro de los vegetarianos, el de calabaza asada, queso y espinaca con garam masala; los de ricota, lima y nuez y los de papa, queso y hierbas frescas. Es decir, hay rellenos para todos los paladares.

Pero dice: “Si bien tenemos opciones, muchas veces armamos algo a pedido y nos adaptamos al gusto o sugerencia de cada uno. Algunos nos han pedido que el relleno fuera solo queso, casi como si hubieran sido hechos en casa”.

Por último, señala que lo que más le gusta de todo el proceso es hablar y conectar con sus clientes, ellos le cuentan sus historias, su vida, como si fuera una más de la familia. “Pienso en cada detalle cuando armo cada diseño, me proyecto en el otro y lo imagino”.

Nueva generación foodie

Fuente: La Nación by Narda Lepes ~ Cuando el 2020 nos encontró con más tiempos (y dudas) en nuestras manos aprendimos que una clave para mantener la cabeza equilibrada byera tener un proyecto. Conectar con otras personas, comunicarnos y hablar de las cosas que nos importaban. (sip)

La gastronomía fue golpeada duramente acá y en el mundo, la industria de la hospitalidad frenó en seco y gran cantidad de personas muy activas se quedaron sin perspectivas de volver a ser productivas por un tiempo.

En ese contexto es como se crearon dos proyectos editoriales gastronómicos que hoy ven la luz. Se trata de Anchoa y Cardumen, dos revistas impresas (no digitales) que salieron al mercado casi en simultaneo, creadas por personas de la misma generación, con inquietudes similares. La similitud inesperada de los títulos de ambas publicaciones es un claro indicio de eso…

Algo impreso puede sonar raro viniendo de las generaciones más jóvenes, pero quizás después de tanta virtualidad estos nativos digitales sintieron la necesidad de lo palpable, de crear algo que estimule mas que lo que se percibe con la vista. El tacto, el olor a papel, el crear algo para que quede físicamente cuando todo parecía (parece) tan frágil y efímero. Cuando toda la industria editorial se enfoca en cómo plasmar su contenido en plataformas digitales, estos pequeños peces nadan a contracorriente.

Ambos proyectos son autofinanciados: los fondos para hacerlos , diseñarlos y la impresión salió del esfuerzo y los bolsillos de los que cranearon los productos. Y ambos, en su primera edición, no tienen ni una página de publicidad. Ni siquiera lo intentaron: ambos querían que su idea viera la luz sin las distracciones o compromisos de lo comercial. Claramente estas revistas se tiraron de lleno a realizar sus contenidos sin pensar demasiado, al menos ahora, en cómo ganar dinero o no perderlo. Lo cual para algunos es la formula del fracaso y para otros el comienzo de un éxito.

Su vía comercial es entonces independiente, se venden en locales gastronómicos, tiendas relacionadas y online. Todo a pulmón y auto gestionado.

Pero lo mas profundamente conectado es lo que les importa, que creo es lo que diferencia a estas revistas de lo que ya vimos aparecer, perdurar o desaparecer en la gastronomía. Y es que su valor principal, su esencia, no está relacionada al hedonismo. El placer y el buen vivir no están en su ADN. Es algo que los atraviesa, sí, pero la mirada de esta generación no encuentra el placer como centro de su visión de la gastronomía. El interés mayor que los moviliza es la viabilidad de un sistema gastronómico sustentable. Desde el agua, la diversidad cultural, el producto en su origen, la degradación de los suelos hasta revalorizar los trabajos invisibles. Su meta es cómo comunicar esto a sus coetáneos y a todo el que esté dispuesto a escuchar.

Las recetas, las recomendaciones de restaurantes y maridajes casi no están presentes en sus páginas. No son mensuales, tampoco: en principio saldrían dos veces al año. Y sus equipos son muy reducidos. Anchoa nace desde el mundo editorial: Bruna Fontevecchia, la directora, creció rodeada editores, periodistas y fotógrafos. Ella y su pareja, el diseñador de la revista, trabajan entre Londres y Buenos Aires. Y cuentan con muchos colaboradores entre los cuales hay periodistas, académicos, y una larga lista de etcéteras. Buscan una mirada sobre la gastronomía invitando al lector a descubrir el origen de los productos, la cadena de suministro y los protagonistas vinculados a la escena de hoy.

Cardumen, al revés, nace desde la gastronomía, gestada por Pedro Bargero (Chila), Mercedes Solís (Café San Juan), Manuela Donnet (Donnet), Julián Galende (Hyatt) y Francisco Seubert (Atelier Fuerza).

El colectivo hace las entrevistas e investigaciones. Son ellos quienes también invitan amigos, colegas, académicos o científicos a contar en primera persona lo que hacen. Escriben sobre lo que los moviliza, abren debates, y quieren compartir con sus lectores lo que les interesa de su mundo.

Ambas publicaciones proponen lecturas largas e interesantes, con puntos de vista, son curiosas e interpelan a quien las lee. Diferentes pero parecidas.

No son las dos caras de la misma moneda pero se complementan. Y creo que evidencian el espíritu de los tiempos que vive esta nueva generación de ambos mundos, el gastronómico y el editorial, donde importa el cuidado colectivo del otro, de los que están mas abajo en la cadena alimenticia y del medioambiente. Algo que, aseguran, solo se logra sumando fuerzas.

Las 18 empanadas que le cambiaron la vida: cinco freezers en el living y 70 docenas por semana

Fuente: Clarín Gourmet by Guillermo Kellmer ~ La pandemia de coronavirus y la cuarentena hizo que mi carrera como catador de comida popular en 2020 se redujera a la elección de la mejor empanada de las cadenas de delivery. La experiencia, además de varios kilos de más, me dejó una gran satisfacción: que un verdadero especialista en empanadas me pidiera que probara las suyas.

Como conté en mi vuelta a la versión “jurado gastronómico” del catador, la balanza me obligó a frenar un poco con eso de comer de todo para ponerme a las órdenes estrictas de Corina, mi nutricionista. Por lo que la cata de las empanadas bien caseras, con un toque gourmet y envasadas al vacío podemos decir que es del catador AD (Antes de la Dieta).

Y es aquí que hace su ingreso Nacho Cuevas, el verdadero protagonista de esta historia. Toda su vida profesional la había desarrollado en la parte comercial de importantísimas empresas gastronómicas en las que había llegado a ocupar cargos gerenciales.

Todo en casa. Las empanadas caseras de Nacho Cuevas vienen con un toque gourmet. Ya reparta unas 70 docenas por semana. Foto Fernando de la Orden

Todo en casa. Las empanadas caseras de Nacho Cuevas vienen con un toque gourmet. Ya reparta unas 70 docenas por semana. Foto Fernando de la Orden

Sin embargo, siempre lo volvió loco la parte práctica del negocio, la cocina. Y lo que arrancó siendo un drama, él lo convirtió en oportunidad. Pocos días antes de arrancar la cuarentena se había quedado sin trabajo. Y decidió que eso que siempre hacia para la familia y los amigos debía convertirse en un negocio: cocinar para vender.

El tema era qué cocinar, cómo prepararlo y cómo venderlo. Según cuenta su mujer Josefina, un noche como tantas otras se quedó cocinando. Y a la mañana llegó la confesión que cambiaría la vida de la familia (se completa con dos hijas chiquitas). “Hice 18 empanadas en dos horas y media”, dijo él. “¿Y si vendemos empanadas?”, lo empujó ella.

En el relato no me queda claro cómo fue que decidieron que al nacer “Empanadas en Casa” (@empanadasencasaba en Instagram) fueran congeladas y envasadas al vacío. Pero en el entusiasmo de Nacho noté el amor y el toque propio que le puso y le pone a cada empanada. Probarlas fue un camino de ida. Y al parecer no fui el único seducido por su mano para la cocina.

Vienen envasadas al vacío, un proceso que le da al producto cinco veces más de vida útil. Foto Fernando de la Orden

Vienen envasadas al vacío, un proceso que le da al producto cinco veces más de vida útil. Foto Fernando de la Orden

“Mi mujer y yo somos parte de familias numerosas por lo que al principio fue fácil conseguir clientes. Y fue el boca a boca los que no llevó a ir creciendo. Notamos que podía andar en serio cuando la mitad de los pedidos ya venía por fuera de WhatsApp y que el 92% de lo que pedían una vez lo volvían a hacer”, resume Nacho aquellos primeros días.

Rápidamente la casa se transformó y trastocó la vida familiar. La primera adquisición fue la máquina para envasar al vacío (“le da al producto cinco veces más de vida útil”, explica Nacho). Después de romper su multiprocesadora, la de su mamá y la de su suegra llegó la cortadora de vegetales. Al primer freezer se le sumaron dos más y hoy son cinco, todos en el living. Aquel impulso inicial se había convertido en un emprendimiento y hoy ya reparten un promedio de 70 docenas de empanadas por semana.

¿La fórmula? “Para ponerlo en marcha, toda la familia encolumnada. Mi mujer en los pedidos y la comunicación, mi papá que es del Interior y se había mudado a Capital se ocupaba de contactar proveedores, yo mismo hacia todas las entregas”, cuenta Nacho.

Y después su mano. “Se me vienen sabores a la cabeza que después veo como llevarlos a la cocina. Y con todos busco que tengan un detalle, algo que los haga distintos, un toque gourmet”, agrega.

Un golpe de horno deja a las empanadas listas para comer. Hay once sabores para elegir. Foto Fernando de la Orden

Un golpe de horno deja a las empanadas listas para comer. Hay once sabores para elegir. Foto Fernando de la Orden

Así, en las empanadas caprese tienen un mix de quesos, tomates confitados y un aceite de albahaca, las de pollo vienen con la carne marinada en naranja, ananá y pimientos asados. Para aquellos como yo que decimos que “la” empanada es la de carne, sugiero que prueben por ejemplo la de bondiola que viene braseada a la cerveza negra durante cuatro horas.

“Arrancamos con cinco sabores y hoy tenemos 11”, resume Nacho y cuenta que las últimas novedades son las de portobellos, espinacas y queso azul; osobuco al malbec, y espinacas y parmesano.

El entusiasmo con que describe cada sabor es equivalente al que le pone al emprendimiento que le cambió la vida y hoy su negocio. “Cuando cocinás para amigos lo mejor que te puede pasar es que dejarlos satisfechos. Que algo que hago con tanta pasión llegue a tanta gente es un sueño”, concluye.

Las empanadas vienen envasadas al vacío de a media docena y con instrucciones muy sencillas para que la cocción las convierta en las exquisiteces que me tocó probar el año pasado. Las próximas me esperan en el freezer para el catador DD (Después de la Dieta).

Gastronomía: dónde comer los platos “estrella Michelin” más baratos del mundo

Fuente: La Nación ~ Los premios Michelin son sinónimo de excelencia culinaria. Desde 1926, la compañía otorga estrellas a los establecimientos de alta cocina, inicialmente marcándolos solo con una sola estrella. Cinco años después, se introdujo una jerarquía de una, dos y tres estrellas, y en 1936 se publicaron los criterios para las clasificaciones con estrellas. Hoy se califican a más de 30.000 establecimientos en el mundo, y los premiados aparecen de forma anual en la guía Michelin.

La publicación premia a los restaurantes por su buena comida, pero eso no necesariamente se traduce en platos exhorbitantemente caros (aunque en muchos casos así lo sea). Con esto en mente, el sitio web de información financiera Top Dollar diseñó un mapa para encontrar cuáles son los restaurantes reconocidos por Michelin con los platos más accesibles.

Según reportaron en Top Dollar, hay restaurantes con estrellas Michelin en 34 países. Cinco de ellos no tienen casas gastronómicas con platos por menos de US$100 dólares. Por ejemplo, Statholdergaarden, en Noruega, es una casa del siglo XVII que se convirtió en un restaurante en 1914. El restaurante sirve cocina clásica escandinava a una tarifa de 1275 kr (151 dólares) por el menú fijo. En el otro extremo, Hostellerie la Montagne en Colombey-les-Deux-Églises es el restaurante Michelin más barato del mundo. El restaurante francés ofrece un menú de temporada por US$25.

Solo tres restaurantes sirven menús por debajo de los 30 dólares. Además de Hostellerie la Montagne, la austríaca Edvard en Viena ofece un menú ejecutivo de tres platos por unos 27 dólares. Borkonyha (“Wine Kitchen”) en Budapest, Hungría, tiene una lista de vinos galardonada que puede ser acompañado por una entrada, un plato principal y un postre por 28 dólares. En Estados Unidos, la mejor oferta es State Bird Provisions, en San Francisco. El menú, de varios platos, sale 45 dólares.

Los restaurantes galardonados por Michelin son seleccionados luego de recibir visitas de inspectores anónimos en varias oportunidades. Su veredicto luego aparece en la célebre guía Michelin, que se publica todos los años con sus icónicas tapas rojas.

Las estrellas Michelin se otorgan en una escala de una a tres estrellas, y solo los mejores establecimientos del mundo califican. Para ganar una estrella Michelin, un restaurante debe ser “un muy buen restaurante en esta categoría”. Para obtener dos estrellas, debe ser “una cocina excelente, que valga la pena desviarse”. Para obtener tres estrellas, un restaurante debe servir “una cocina excepcional, digna de un viaje especial”.

“Mauro Colagreco ha alcanzado la cima de su arte en esta casa que mira cara a cara al Mediterráneo”, aseguran los inspectores de la guía Michelin al mencionar al chef argentino -y referente de la cocina mundial- que se quedó con tres estrellas Michelin por su restaurante Mirazur, en Menton, Francia. “La cocina del chef argentino se basta por sí sola, himno irrepetible y cotidiano a las plantas aromáticas, las flores, las verduras de su huerto y los cítricos… La garantía de un momento incomparable”, detallan. ¿Cuánto sale comer allí? La casa gastronómica cuesta unos 300 euros por persona.

Semana Santa: Lo de Fran, el restaurante de pescados que sorprende en el Puerto de Mar del Plata

Fuente: Ámbito ~ Cuando en Mar del Plata se habla de “comer en el Puerto”, se suele pensar en ese polo con locales enormes, incluso de más de un piso, o bien en los bodegones de la calle 12 de octubre. Pero desde hace apenas dos años, existe Lo de Fran, un restaurante de pescados con fuertes influencias españolas que parece innovar con lo más simple, al manipular el producto lo menos posible para que se luzcan las cualidades de la materia prima en su esplendor y frescura. Algo así como una cocina “sin disfraz”.

En este local pequeño y acogedor, emplazado sobre la Avenida de los Trabajadores, se destacan las preparaciones a la parrilla y a la plancha con pocos productos añadidos, pero los correctos, junto con pescados crudos en versión tiradito. Pero más allá del menú acotado, se sugiere consultar las especialidades por fuera de la carta, que suelen estar hechas con el pescado fresco del día y pueden incluir desde boquerones caseros hasta anchoa de banco en tartar o a las brasas, trillas en escabeche o pez limón asado.

“En mi cocina, a la que llamo ‘cocina de producto’, tratamos manipular el producto lo menos posible para que logre expresar sus características originales de forma simple y a la vista. Esa es para mí una de las cocinas más difíciles de hacer, porque está muy en evidencia la calidad de la materia prima”, indicó Francisco Rosat, chef y dueño del local. Y habla con conocimiento de causa porque empezó a trabajar en la gastronomía a los 15 años en un restaurante llamado Sazón, en su marplatense natal. Fue ahí que descubrió su pasión por la cocina y a los 18 se trasladó a Buenos Aires para estudiar en el Instituto Argentino de Gastronomía (IAG) y más tarde en una academia en Bilbao, en el País Vasco.

Desde entonces Rosat trabajó en Madrid, Barcelona, Tenerife y Alemania. Incluso para fines de 2018, tenía una oferta de trabajo en Shanghái. Pero un gastronómico lo convenció de que volviera a su Mar del Plata natal para abrir un restaurante juntos. Lo hicieron, pero “por cosas de la vida”, se separaron a una semana de inaugurarlo. Fue entonces que Fran se tomó al proyecto como un desafío personal y, con pandemia incluida, el restaurante cumplió dos años.

La carta acotada presenta platos como tiraditos de atún rojo y también de pescado blanco –entre ellos el de lenguado curado con salsa de soja, lima y sésamo-. Los langostinos Fran destacan por su originalidad, ya que son a la parrilla y cortados en mariposa, con el único aditamento de sal gruesa y una salsa de ajo que les aporta un particular salmón ahumado. Otro imbatible entre las entradas son los chipirones a la plancha, servidos sobre papas al natural con pimentón de La Vera (una variedad ahumada con denominación de origen protegida de Cáceres, España). Entre los principales se destacan tres compartibles: la parrillada de pescados, los lingüini con mejillones y langostinos y el risotto del día, entre ellos el arroz socarrat, con chipirones y langostinos. Tampoco falta el pulpo y la pesca del día con guarnición. Todos ellos, con un buen balance de precio y calidad.

En Lo de Fran, el pescado se busca a diario y entre los proveedores no faltan los pescadores artesanales, familiares dedicados a la industria pesquera y otros emprendimientos elegidos con esmero.

“Es importante aclarar que aunque estemos en Mar del Plata, no es fácil encontrar el mejor producto, dependemos mucho del clima y cuando es malo no tenemos pescado fresco”, dijo Rosat, quien se ocupa de hallar la mejor materia prima para una cocina honesta, con las recetas que le gusta y sabe hacer.

Quienes elijan Mar del Plata como destino para Semana Santa, tienen la posibilidad de pasar por este restaurante, en el que cada plato parece una postal que se potencia con cada bocado.

“Intentamos aprovechar todo el producto para que la gente lo conozca. Yo creo que somos educadores y ojalá pueda reflejar lo que viví afuera y conseguir que la gente consuma el pescado entero. Creo que la gastronomía pasa por ahí, por no esconder”, indicó Fran desde su local, que parece ser una metáfora de su cocina: diseños marítimos en las paredes pero sin sobrecargas, mesas cuidadas aunque lejos de ostentación, toda una invitación para volver.

4 chefs reconocidos y cordobeses

Desde Ser Argentino hacemos un recorrido por la historia de cuatro chefs cordobeses destacados. Una selección que resalta en cualquier lado no solo por su talento, sino también porque emprendieron, ganaron premios o se la juegan en cada plato.

1. Javier Rodríguez, de El Papagayo y Standard 69

Chef Cordobés

Sin dudas, el chef de El Papagayo es el que más creció en el último tiempo. Sumó Standard 69 en barrio Güemes. Hace un año organizó y cocinó 28 noches con Mauricio Giovanini (estrella Michelin cordobesa) en uno de los grandes eventos de la historia reciente. Hace consultoría en los bares de Hospital Allende, fue tapa de la revista Cuisine e Vins, fue orador en el Tedx Córdoba y hasta cocinó en el G-20. También cocinó en festivales en Islandia, España, México, Tailandia, Estados Unidos y Uruguay. Sin dudas está entre los 10 cocineros más destacados de la Argentina, lo cual le valió, entre otras cosas salir en un exclusivo almanaque con personalidades como Lelé Cristóbal y Germán Martitegui.

Javier Rodríguez es joven y talentoso, trabajó en muchos de los mejores restaurantes del mundo. Su cocina se destaca por las texturas, colores y sabores que logra en sus platos, que van cambiando día a día.

2. Roal Zuzulich, de Herencia y Sibaris

Chef cordobés

Su vigencia y su compromiso con la cocina regional lo hacen único. En Herencia cada vez se come mejor, perfecciona cada plato hasta elevarlo a lo sublime. Sigue al frente de la cocina de Sibaris, donde brilla junto con su compañero Facundo Tochi, el joven maravilla de la gastronomía local. Todos los cocineros ilustres de Buenos Aires quieren ir a su restaurante cuando vienen a Córdoba. Y eso se lo tiene bien ganado gracias a una trayectoria única.

Roal Zuzulich es uno de los chefs más reconocidos de la provincia. Las habilidades culinarias corren en sus venas y por eso su éxito en el mundo de la gastronomía era inevitable. Nació en cuna de cocineros talentosos: sus padres, Estela Maris Crisalli y Roal Zuzulich, eran propietarios de un hotel y su cocina. Por eso, Roal creció prácticamente en la cocina. Entre los cinco hermanos de la familia Zuzulich se repartían las tareas: condimentar alguna salsa, remover la tierra de la huerta o juntar los huevos en el gallinero. Actualmente, sus comidas reflejan ese contacto estrecho con el campo, las hierbas nativas y la cocina. 

3. Gabriel Reusa, de Goulu

Chef cordobés

Fue estudiante aeronáutico, fabricante de dulces, gerente bancario, asesor en marketing y finalmente cocinero para salvar su propio emprendimiento. En ese camino, se ganó un lugar en Córdoba que él mismo lo resume de manera simple: “Para los empresarios, yo soy un cocinero. Para los cocineros, no soy del palo”. Definitivamente a cargo de los fuegos en su restaurante, hizo lo que siempre quiso: ser protagonista absoluto de su historia. Hoy en su restaurante solo se come un menú degustación de tres pasos con maridaje en el que brillan de punta a punta los mejores productos argentinos (de Ushuaia a La Quiaca). 

4. Maximiliano Moll, de Bocados, Moll y La Kermés

 Roal Zuzulic

Moll no tiene techo, es un gran talento. Primero abrió Bocados en 2015 y con su cocina española informal cambió la escena de barrio General Paz. Luego abrió Moll American Food en 2017 y coronó a su plato estrella (la hamburguesa clásica) como la mejor de la ciudad en un evento temático, lo cual le valió un múltiple sold out de su creación. Este año abrió el patio cervecero La Kermés, donde también cocina carnes, verduras y frutas a la llama y al horno de barro, todo a la vista de los visitantes. Maximiliano es un verdadero promotor de la gastronomía local, y cuenta que llegó a la gastronomía “Por los ñoquis del 29, porque en mi casa no cocinaba ni mi mamá ni mi abuela, el día que lo hacían era cada 29, cuando preparaban los ñoquis. Luego, empecé a estudiar gastronomía en el 2001 en la Mariano Moreno y no paré hasta ahora. Mi idea siempre fue replicar más cantidad de bares, con más gente en las calles y no tanto café con leche.”

Furor por MasterChef: cuánta plata hay que invertir para convertirse en cocinero profesional

Fuente: iProfesional ~ Las carreras pueden durar hasta dos años. Las oportunidades que se generan para trabajar en el exterior, pese a la pandemia, siguen siendo un gancho

Hace un año, en plena cuarentena estricta, la cocina se convirtió en el refugio ideal para muchos argentinos que se encontraron con tiempo libre dentro de sus casas. Las redes sociales se llenaron de recetas y fotos de platos dignos de revista (y otros, claro, no tanto). Quizá a partir de esas experiencias es que se explique el éxito del programa MasterChef, el más visto en la actualidad en la televisión local.

Lo cierto es que existen en el país diferentes y reconocidas escuelas e institutos gastronómicos que ofrecen la posibilidad de profesionalizarse, con carreras que duran hasta dos años y que, según reconocen desde el sector, cuentan con una buena salida laboral tanto en el mercado local como en el internacional. La pandemia, destacaron, ayudó a agilizar la implementación de la virtualidad y hoy es posible estudiar desde cualquier rincón del mundo.

«Hay diferentes tipos de carreras. En este momento, la más importante es Profesional Gastronómico, donde además de los diferentes tipos de cocina se incluye la pastelería y la panadería. Incluso cuenta con una especialización en pastelería que viene con título incluido», señaló a iProfesional Guillermo Nader, coordinador académico del Instituto Argentino de Gastronomía (IAG).

MasterChef puso en evidencia el boom por la cocina que dejó esta pandemia 

El programa de Profesional Gastronómico de IAG está compuesto por doce materias: ocho específicas de arte culinario semipresenciales o virtuales y cuatro teóricas virtuales. Cada materia tiene una duración de cinco meses. En cuanto a los precios, la matrícula cuesta $16.800.

En la modalidad semipresencial, cada materia de Arte Culinario dura cinco meses y cuesta $8.400 por mes (incluye todos los materiales y materias primas). En las clases «virtual tutoreada», cada materia de Arte Culinario cuesta $7.560 por mes. En ambas modalidades, las materias teóricas no tienen un costo extra.

Para las clases presenciales, por su parte, el uniforme corre por cuenta del alumno: la chaqueta puede costar unos $4.000, el gorro $1.270, el pantalón desde $3.000 y el delantal, desde $1.000.

«La semipresencialidad es una gran herramienta. Hay muchas clases demostrativas, por las cuales antes había que ir al instituto, y ahora se realizan de forma virtual. Allí el alumno puede ver con mucho detalle las clases, que están grabadas y filmadas por una agencia de publicidad con una gran calidad de imagen, y se puede ver cuantas veces quieran. Y esa clase está compuesta por videos de técnica, de recetas, de historia, de maridaje, de química. Creemos que esta manera es superadora», agregó Nader.

La salida laboral, remarcan, es un punto a favor de este tipo de carreras. «Tiene algo importante, triste, pero real: muchos chicos, y mucha gente en general, se van del país. Y en cualquier país del mundo que vayas, la carrera tiene reconocimiento y podés trabajar. Vas con un conocimiento y una experiencia importante para trabajar en cualquier parte del mundo. Más allá de que ahora es un momento difícil para los restaurantes, por la pandemia», subrayó Nader, quien concluyó: «Ahora se ven muchos micro emprendedores. Cada uno se abre el camino».

Existen en el país diferentes y reconocidas escuelas e institutos gastronómicos

Más opciones para estudiar para chef

Desde su sitio web, el instituto Mausi Sebess ofrece cursos con certificados MasterChef, en los que se enseñan desde «técnicas simples de cortes, hasta el deshuesado de un cordero entero, pasando por cocina al vacío, y todas las técnicas que se utilizan hoy en día en los mejores restaurantes del mundo».

La carrera de chef profesional en ese instituto dura cinco meses y cuesta $17.969 por mes o un pago de $89.800. El curso incluye Cocina Internacional (cuatro niveles), Higiene y manipulación de los alimentos, Nutrición, Mundo del vino, Bebidas y espirituosas.

Desde el instituto señalaron que en el último tiempo se incrementaron las consultas para anotarse a los distintos cursos y también destacaron la profundización de las modalidades on line para hacer las distintas carreras.

«El alumno dispone de los diferentes videos, que se van habilitando de a poco a medida que avanza la carrera y se pueden ver todas las veces que quiera. También hay un mail para hacer consultas a los chefs», detallaron desde Mausi Sebess.

Por su parte, el curso profesional de gastronomía en la Escuela de Arte Gastronómico (EAG), cuesta entre $9.400 y $11.800 (según el horario) por mes, más una matrícula por el mismo valor de una cuota. El precio incluye las materias primas y los utensilios utilizados en la cursada, recetas y material de estudio digitales y derechos de examen.

Ofrece además una formación profesional para crear «negocios gastronómicos o desarrollarse en hoteles, restaurantes o caterings, siguiendo las técnicas y tendencias del mercado internacional». La duración del curso son cinco horas por semana, durante veinte meses.

El cocinero que cambió su premiado restaurante por un chiringuito en La Cumbre

Fuente: La Nación ~ Cerró Gapasai, un restaurante de culto en la Argentina, para abrir un puesto de cocina descontracturada, popular y sencilla en un rincón de las sierras de Córdoba. La filosofía es la misma: apostar a la sustentabilidad, defender el bosque nativo y brindar comida de calidad.

Gapasai era el mejor restaurante que yo podría haber hecho y cuando lo cumplí, después de tanta presión y de esfuerzo, lo cerré con un moño. Cumplió su ciclo. Sí, ciclos. ¿Si la gente me reclama? Sí, pero siempre hice lo que quise. Cuando lo iba a abrir me dijeron que estaba completamente loco”. De esta manera, Santiago Blondel (40) –el premiado cocinero nacido en Bariloche y cordobés por adopción–, cuenta por qué cerró en 2020 uno de los restaurantes con mayor crecimiento de la Argentina, que nació casi como un secreto en 2007, en la pintoresca localidad de La Cumbre, en las sierras de Córdoba y para cuando cerró, 13 años después, estaba en boca de todos los referentes del sector.

Santiago Blondel
Santiago BlondelMariana Otero

En el mismo momento que Gapasai comenzaba a pasar a la historia, Santiago y su hermana y socia, Inés, abrían un chiringuito de autor, con platos sencillos, rápidos y de calidad, frente al dique San Jerónimo, la primera represa sudamericana con paredón con forma de arco, donde confluyen los arroyos El Peral y Los Berros.

Cambió la alta cocina por un puesto de comidas (eso sí, bien puesto), entre bosques de pinos y el monte autóctono.

Cuando Gapasai bajó las persianas, la pandemia del Covid-19 ya rondaba en la Argentina. Pero el virus no fue la causa del cierre. Blondel sentía que había llegado el momento de otra cosa. “Llevé a Gapasai al punto que quise y lo cerré”, remarca.

Las hamburguesas, uno de los platos más pedidos en Dique Sí
Las hamburguesas, uno de los platos más pedidos en Dique SíSoledad Gil

En octubre de 2019 –cuenta– ya tenía pensado darle fin en marzo a ese proyecto único. “Hice esa temporada, me saturé del estrés porque al mismo tiempo abrí DiqueSí. Trabajaba acá (en el chiringuito) desde el mediodía hasta las ocho de la noche, bajaba, me ponía la chaqueta y ya había gente comiendo en Gapasai. Terminaba a las 2 de la mañana. Al final dije: ‘¿Para qué? Soy la única persona estresada en La Cumbre, me parece’”, sonríe Blondel.

El famoso Gapasai había convertido a Santiago Blondel en una marca de renombre. “Se acerca gente interesada en la filosofía que se trasladó de Gapasai a un lugar de comida sencilla, familiar, mucho más popular, donde hacemos buena caja, donde no tenemos tantos gastos, tampoco estrés y locura, donde puedo delegar mucho más”, explica Santiago.

Sustentabilidad

Fue un plato exquisito, con productos nacidos en las sierras, unido a su militancia por la permacultura, el que lo hizo acreedor hace dos años del premio Barón Buna iniciativa que destaca cada año los mejores proyectos gastronómicos integrales del país, por su excelencia y visión transformadora.

Altri tempi. Santiago Blondel en 2019, al frente de Gapasai.
Altri tempi. Santiago Blondel en 2019, al frente de Gapasai.Guillermo Llamos

El galardón fue para un crudo (“acevichado”) de tararira marinado en suico con camarones del río Quilpo condimentado con quitucho, un pequeño pimiento local algo picante, y servido con palta y berro.

“La idea en DiqueSí es también apoyar a los productores de la zona, que son pocos. Ellos pueden crecer y otros, contagiarse. Eso está pasando. Antes había un productor de frambuesas ahora hay dos. Había uno de quesos, ahora hay tres”, detalla. Gapasai tardó siete años en realizar todos sus platos con mercadería local. DiqueSí lleva dos temporadas.

Esculturas de artistas locales y vista al Dique San Jerónimo en DiqueSi
Esculturas de artistas locales y vista al Dique San Jerónimo en DiqueSiSoledad Gil

La intención es vivir en armonía con el ambiente. O, al menos, intentarlo. En la parrilla del chiringuito se quema olivo, en vez de bosque nativo; se recicla el aceite de las freidoras para transformarlo en combustible y se recolecta agua de vertiente.

“Acá no entra Coca Cola, vendemos jugo de naranja, limonada y agua. Si toda la plata que entra y que se inyecta en este lugar, se la doy a Coca Cola es una fuga de capital. ¿Qué sentido tiene que la economía que podría ser regional, sea de entrada y de salida, y se la queden unos pocos? Yo le compro al verdulero la naranja, que no se produce acá, pero la plata del verdulero sí se queda acá. Además, le pago a una persona para que todos los días haga litros de jugo de naranja. Si le compro a Coca Cola, esa persona no estaría trabajando aquí. Son pequeños granitos de arena”, opina Blondel.

Cocina de entorno

Santiago nació en Bariloche, se crio en Buenos Aires y vacacionó siempre en La Cumbre.

A los 18 trabajó de camarero en Pepino, la famosa hamburguesería de Martínez, en provincia de Buenos Aires, y luego fue mozo en España. ¿Su objetivo? Viajar por el mundo.

La suite de la posada Gapasai, de la familia Blondel.
La suite de la posada Gapasai, de la familia Blondel.

De regreso a la Argentina ingresó en la cocina de O’Farrell, hasta que regresó a Barcelona, y se anotó en Hofmann, un restaurante-escuela con estrella Michelin.

Después de siete años voló a Australia y, en 2007, retornó a La Cumbre. A los 27, y junto a dos de sus hermanos, dio a luz a Gapasai, un proyecto audaz, ubicado lejos de una capital de provincia, en un pueblo, alejado del centro y que trabajaba sólo con reservas. “Lo hice, hice lo que quise y cuando logré mi objetivo, lo cerré”, resume.

El restaurante se levantó en el playroom de la vivienda proyectada por su madre arquitecta, tiempo atrás, junto a una posada, con la intención de que sus cuatro hijos –Gastón, Pablo, Santiago e Inés (de ahí viene “Gapasai”)– siguieran vacacionando en La Cumbre, como lo habían hecho varias generaciones de la familia.

Los platos de pescados en el menú de Gapasai, se servían sobre una piedra del río.
Los platos de pescados en el menú de Gapasai, se servían sobre una piedra del río.Guillermo Llamos

“Esa parte de la casa quedó en ladrillo y cemento y cuando volví de Australia pensé: ‘qué tal si pongo un restaurante en este espacio vacío’. Tenía salida de humo para una chimenea, con una vista alucinante del valle de Punilla”, cuenta Blondel.

Lo pensó y lo hizo. Durante nueve meses trabajó de albañil y montó el restaurante. “Puse cada azulejo, cada baldosa, hice las mesas. Con mi hermana hicimos las servilletas, las cortinas; los individuales, con mi vieja. Apostamos por una cocina de entorno y alta cocina”, recuerda. La cocina regional en la zona no existía ni había proveedores locales.

De a poco fue conociendo la algarroba, el chañar, el mistol, descubriendo las bondades de hierbas y compenetrándose con la problemática del bosque nativo. En la provincia de Córdoba sólo sobrevive un 3% de los 12 millones de hectáreas que había a principios del siglo XX.

“Eso me fue dando cada vez más conciencia de qué es lo que consumimos y cómo arrasamos todo lo demás y perdemos identidad. Hacemos asados y negocios inmobiliarios porque al bosque nativo nadie lo ve”, dice Santiago.

Santiago Blondel. DiqueSi es una vuelta de página en su carrera.
Santiago Blondel. DiqueSi es una vuelta de página en su carrera.Mariana Otero

Con esta ideología, Gapasai fue creciendo casi sin publicidad. “En los últimos tres años me puse el objetivo de darlo a conocer porque antes no quería saber nada con la prensa ni con el mundo farandulero ni con lobbies, ni con ir a Córdoba Capital o a Buenos Aires. Yo quería vivir en La Cumbre, tranquilo. Pero la gente me decía: ‘tenés un restaurante europeo que podría estar en Nueva York y en La Cumbre nadie lo conoce’”, relata Blondel.

Salió del ostracismo y saltó a la fama por su calidad, originalidad y diseño. Gapasai ofrecía un menú de degustación de nueve pasos, que representaba los ciclos de la naturaleza en el entorno serrano. Difundía el bosque nativo a través de un plato de comida.

“Ese era el menú conceptual que reventó la cabeza de muchos. Vino gente en helicóptero o en avión, viajando de todas partes, para comer. Fue una cosa muy grande a nivel gastronómico nacional, en un lugar así, perdido en el medio de la nada”, relata Blondel.

Una cena costaba 75 dólares. Todo era diseño (el plato de río se servía sobre una piedra, por ejemplo), con una bodega impresionante y servicio de sala especial. Cada comensal se llevaba por escrito el menú con su nombre y souvenirs con las hierbas utilizadas en los platos.

Un balcón al dique

El chiringuito DiqueSí está ubicado en un antiguo estacionamiento en un predio que alquilan al municipio, a pocos kilómetros de La Cumbre, al final de un trayecto agreste de tierra, que cruza el Camino de los Artesanos.

El servicio en DiqueSí es descontracturado, pero la calidad de los productos y la búsqueda de la sustentabilidad es equivalente a la que tuvo Gapasai.
El servicio en DiqueSí es descontracturado, pero la calidad de los productos y la búsqueda de la sustentabilidad es equivalente a la que tuvo Gapasai.Soledad Gil

Si en la cocina de alta gama de Gapasai, los Blondel se instalaron en el mapa de la mejor gastronomía argentina, la apuesta en este rincón natural es ofrecer una cocina descontracturada y con productos frescos.

“Hacemos una gastronomía súper sencilla, diez platos a la leña. No hay señal de internet, no ponemos música, no invadimos y hacemos un lugar donde te sentás, escuchás a los pájaros, ves una vista alucinante y te comés alguito. Eso es fantástico”, resume Blondel.

En la barra, con columnas de hierro, chapas rústicas y madera, cerca del horno de barro y una enorme parrilla, la vida gira al ritmo de los pedidos, que comienzan a marchar al mediodía y hasta la puesta del sol.

El menú es simple pero con un toque exquisito, en el que se advierten manos acostumbradas a la alta cocina.

Se recomiendan los huevos rancheros con sofrito de ajo y picante, las empanadas de osobuco o de cebolla y queso de cabra, la provoleta con hierbas y tomates confitados, el sándwich vegetal con pan de pita y vegetales asados y queso azul.

Ensalada en DiqueSí: las materias primas son de productores de la zona
Ensalada en DiqueSí: las materias primas son de productores de la zonaSoledad Gil

Las hamburguesas, el pejerrey frito con mayonesa picante, el pancho parrillero con lluvia de salsa criolla y, en especial, la ensalada DiqueSí, hecha casi por completo con productos de la zona. Se trata de un mix de hojas verdes, tomates confitados orgánicos de La Cumbre, frutos rojos (lo único que no es local), queso de cabra de Alquería Santa Olalla, vinagreta de suico con miel de San Esteban y vinagrillo, un trébol de flor amarilla con sabor a vinagre.

Se ofrecen cuatro postres: uno con chocolate, dulce de leche y salsa de frutos rojos (ChocoSí); frasco campo alto, con masa partida, helado de crema, frutos rojos y menta; naranjas asadas con helado de cedrón y romero y tarta de manzanas.

La carta es una comanda que completa cada cliente con su pedido. De allí, a la cocina y, luego, a la caja. Todo se puede degustar en la terraza, que es el balcón a la naturaleza, frente al galpón reciclado (antiguo obrador del dique) también con mesas y vistas, donde se come en invierno o en días de lluvia.

Una experiencia

El chiringuito tiene capacidad para 100 personas, y en una jornada llegan a hacer entre 300 y 400 cubiertos.

Si hay demora, el bosque es la sala de espera: hay binoculares para avistar pájaros y un librito sobre aves.

El exterior de DiqueSí.
El exterior de DiqueSí.Soledad Gil

¿Qué busca la gente? “Hay un montón que busca sacarse la foto para Instagram; otros estar en un lugar hermoso; otros, ‘morfarse’ una hamburguesa o disfrutar con la familia, pasear. Uno pone una propuesta, luego la gente elige”, piensa Blondel.

La sensación es que la desconexión se está convirtiendo en un valor, igual que las experiencias nuevas. “Acá no hay wifi, estás mirando la naturaleza. No hay música, entonces la gente habla más bajito y se escucha más. Va un poquito por ahí”, remarca Santiago, y cuenta que el nombre DiqueSi decantó solo.

“Nunca se pudo hacer nada en este predio, pero ahora sí. Así que, DiqueSi. En un mundo con tantos no, que el mensaje sea que sí”, concluye.