De la tele al restaurante: Ximena Sáenz abre su primer local

Fuente: Clarín Gourmet by Adriana Santagati ~ La cocinera, que se hizo famosa en “Cocineros argentinos”, inaugura Casa Sáenz a fin de mes. Cómo serán los platos que preparará.

El camino de Ximena Sáenz es el inverso al de la mayoría de los chefs de la tele. La cocinera, que fue durante años una de las figuras de Cocineros argentinos, se hizo popular primero en la pantalla y ahora abre su primer restaurante.

El recorrido tiene puntos de similitud con el de Narda Lepes, que justamente le prologó el libro que publicó en 2017, “Apuntes de cocina”. Ximena cocinó en restaurantes y hoteles antes de llegar a la TV. Pero el “suyo” fue un sueño que amasó por años, mientras recorría el país conociendo cocineros y productores para el programa de la TV Pública y después en el reality “El Gran Premio de la Cocina».  

A fin de mes va a levantar la persiana de Casa Sáenz, en la esquina de Arcos y Echeverría, un proyecto que trae una propuesta innovadora: una barra con toda la comida expuesta.El horno de barro tendrá mucho protagonismo en el nuevo restaurante de Ximena Sáenz. Foto:  Juan Tesone

El horno de barro tendrá mucho protagonismo en el nuevo restaurante de Ximena Sáenz. Foto: Juan Tesone

“Soy muy fan de (Yotam) Ottolenghi, el chef israelí que en Inglaterra se hizo muy conocido por traer una cocina de Medio Oriente muy condimentada a la mesa de allá, donde hay cada vez más vegetarianos”, empieza describiendo la idea de Casa Sáenz.

Qué se comerá en Casa Sáenz

En Casa Sáenz habrá mucho vegetal. Habrá carnes, sí, pero pocas. Habrá muchas ensaladas, que irán rotando, exhibidas en esa barra de nueve metros en la que también se mostrará la pastelería. Y habrá un horno de barro, del que saldrán varios de los principales.

“En mis viajes en Cocineros, aprendí que el horno de barro une las cocciones de todo el país: del Noroeste a la Patagonia, hay hornos de barro en el fondo de las casas”, cuenta. La experiencia recopilada en tantos años recorriendo Argentina estará en algunas recetas y también en los productos. De sus viajes, se fue trayendo una larga lista de cocineros y productores a los que fue conociendo.Ximena Sáenz pone a punto la vajilla de su nuevo restaurante. Foto: Juan Tesone.

Ximena Sáenz pone a punto la vajilla de su nuevo restaurante. Foto: Juan Tesone.

Así, por ejemplo, hará el chipá guazú con la receta que desarrolló Gladys Olazar, cocinera misionera que sigue estando en el programa. Y habrá productos traídos especialmente de distintos puntos del país, como las aceitunas Arauco enormes de un productor de Catamarca, que ya le mandó frascos para los próximos tres meses y que piensa servir rellenas y fritas.

“Va a convivir un plato regional con una ensalada con inspiración de Medio Oriente. A eso llamamos constante transformación”, afirma la cocinera.

La carta va a tener “platitos” que pueden funcionar como entrada o tapeo, principales, postres y tortas. Ximena recomienda el pollo agroecológico ahumado al horno de barro con una salsa verde, los buñuelos de tomate griegos con eneldo y salsa de yogur, los morrones ahumados con burrata y alcaparras de Córdoba, la ensalada de porotos blancos con manzana verde y yogur, el flan de leche condensada y la torta húmeda de chocolate sin harina.

La carta de vinos, diseñada por la sommelier Celina Bartolomé, tendrá vinos de todo el país y muchos naturales.

El equipo detrás de Casa Sáenz

Ximena junto su equipo de trabajo en Casa Sáenz. 
Foto: Juan Tesone.

Ximena junto su equipo de trabajo en Casa Sáenz. Foto: Juan Tesone.

En esa esquina, antes de Casa Sáenz, hubo un local de la cadena Tea Connection. Y fueron justamente los dueños del grupo Jaka, detrás de esa marca, quienes convencieron a Sáenz de embarcarse en el proyecto del restaurante. Con ellos venía trabajando en diseños de cartas de sus locales, y sus ahora socios Pablo Lorenzo y Alejandro Ciley, dice, le dieron total libertad para crear.

“No me hubiera animado a encararlo sola. No tengo el conocimiento de la administración gastronómica. La idea la tengo desde siempre, y en todos los objetivos de principios de año me lo anotaba. Siempre soñé con mi restaurante, pero nunca me animaba a dar el paso e invertir todos los ahorros de mi familia o salir a buscar inversores. Era una montaña a escalar que sentía que no iba a poder”, afirma.

Cuando apareció la propuesta, dice, fue “Alcoyana, Alcoyana”. Ahí sacó todos los cuadernos en los que durante años anotó las ideas que quería hacer en ese restaurante tan imaginado.

“Siempre soñaba con un lugar donde poder cerrar el círculo entre lo que cocinaba en la tele y que la gente pudiera venir y probar algo que había visto en la pantalla o en un posteo en Instagram. Me imaginaba un lugar luminoso, informal, donde todo el mundo se sienta bienvenido, donde comer como como yo: con muchos vegetales, que haya carne pero no tanta, con pastelería”, sigue.

La primera Casa Sáenz

El primer restaurante de Ximena Sáenz abre a fin de mes. Foto: Juan Tesone.

El primer restaurante de Ximena Sáenz abre a fin de mes. Foto: Juan Tesone.

La idea del nombre llegó de la mano de Martín Sabater, su pareja. Casa Sáenz no es la primera Casa Sáenz de la familia: así se llama la ferretería que tenía el papá de Ximena en Monte Grande, y que hoy lleva adelante su mamá.

“Nunca lo pensé. Pero cuando Martín me dijo ‘¿Por qué no le ponés ese nombre?’, me hizo sentido. Porque queremos honrar las recetas tradicionales pero poniéndole algo nuevo, con mi manera de reinterpretar la historia. Y me gustaba que estuviera presente la palabra casa porque me encanta la cocina de casa: ahí uno aprende a comer”, postula.

Ella, en su casa de Villa Urquiza, le enseña a comer a Nerolí, su hijita de casi cuatro años, que está fascinada con la idea del restaurante de su mamá. “Ah… ¿sabés que yo me  imaginé que ya había comida?”, le dijo Nerolí cuando fue por primera vez a esa esquina que todavía tiene los vidrios tapados con papel.Ximena Sáenz y su hija Nerolí. Foto: Instagram

Ximena Sáenz y su hija Nerolí. Foto: Instagram

En esos vidrios, hay una frase ya impresa que quiere definir Casa Sáenz: “La cocina está viva”. «La gente para para ver si ya está abierto y me pregunta qué quiere decir. Es que la cocina está en constante evolución: la cocina argentina de 1970 no es la misma que la de 1980. Somos super carnívoros, pero estamos evolucionando y la comida de otros lugares está entrando a ser parte de nuestras vidas. Por ejemplo, el guacamole: todos en su casa hacen guacamole”, afirma.

–¿Casa Sáenz va a ser un upgrade de la cocina casera?

–Es lo que más me gustaría. Cuando hacía «Cocineros», me escribían diferentes personas de todo el país pasándome recetas rarísimas de sus familias. Por ejemplo el maldum, que me lo pasó una cordobesa que su familia es de Medio Oriente, son unas albondigas de carne que se ponen crudas entre una berenjena y un tomate y es espectacular. Me gustaría en un futuro poder empezar a recoger las recetas de las casas de estas personas y hacerlas.

–¿Y a la TV vas a volver este año?

–La idea en algún momento es seguir haciendo tele y seguir comunicando porque lo disfruto un montón. Voy a empezar un podcast de seis episodios sobre chocolate en la plataforma Podimo. Pero en estos primeros meses no voy a poder hacer algo diario porque quiero dedicarme a esto porque lo soñé por muchos años.Ximena Sáenz con sus excompañeros de Cocineros Argentinos.

Ximena Sáenz con sus excompañeros de Cocineros Argentinos.

–Vos hiciste toda una carrera en la tele y ahora abrís tu primer restaurante. ¿No te sentís más expuesta?

–Sí, me siento más expuesta. Me genera mucho vértigo, pero a la vez estamos armando un equipo hermoso y me siento muy acompañada. Desde que lo conté, recibí un montón de apoyo de mis colegas, ¡tengo miedo porque no sé cómo va a salir! Pero me dicen: “¡Vos podés!”. Estoy muy contenta. Y estoy avanzando a pesar del temor.

De Caballito a Punta del Este: la pizzería que le ganó a la pandemia y no para de crecer

Fuente: Clarín Gourmet by Penélope Canonico ~ En José Ignacio, Uruguay, Napul’è combina gastronomía, arte y moda. Y en Argentina pronto abrirá nuevas sucursales.

Fina, elástica y perfectamente redonda, la masa es una nube que se derrite en la boca. No supera los 35 cm de diámetro que las normas imponen. En Napul’è, la “vera pizza napoletana” se cocina a 500 ° en un horno Grimaldi que funciona con leña ycuenta con la certificación de APN (Asssociazione Pizzaiuoli Napoletani). Viene de Vietri sul Mare, está a la vista e impone la impronta de una obra de arte. 

Cucina del sud d’ Italia, Il Faro Resto by Napul’è  es toda una novedad en José Ignacio, la exclusiva localidad balnearia ubicada 20 minutos al norte de Punta del Este. Se inauguró el 19 de diciembre de 2021, en honor a San Expedito, pero está abierto al público desde el 26 del mismo mes. Su antecesor se fundó en plena pandemia (abril de 2020) en una casona del barrio porteño de Caballito.

Napul’è​ no responde a la etiqueta de un restaurante común. Es un centro cultural del sur de Italia que conjuga el tridente de gastronomía, arte y moda donde ningún detalle está librado al azar. Sabores y aromas de cada plato, el ritmo neo melódico napolitano que enmarca el ir y venir de los mozos quienes visten uniformes inspirados en los diseños de exponentes como Donatella Versace o Dolce Gabbana.Víctor Roque Moya, dueño y fundador de Napul'è. Foto: Mario Quinteros

Víctor Roque Moya, dueño y fundador de Napul’è. Foto: Mario Quinteros

Se trata de una línea de indumentaria propia (se vende vía Instagram, cuesta entre US$ 30 y US$ 150, y está por salir una tienda online) basada en un estilo barroco napoletano con estampas y presencia del color dorado.

Y como chi ama non dimentica (quien ama no olvida), Diego Maradona no podía faltar en Napule. Tampoco los murales de San Expedito ni San Gennaro. La decoración se complementa con intervenciones de artistas como Andrés Mariani, Mauro Arbiza y Amancio Torras.

Todo se vincula con el universo de Nápoli (en dialecto napolitano). “Hacemos lo que los demás no hacen. Esa es la identidad de Napul’è. La ubicación frente al faro es ideal para nosotros porque todas las influencias de nuestra cultura vienen del mar”, entonan a coro Víctor Roque Moya (54), dueño y fundador de la marca, y Luigi Iavarone (52), chef ejecutivo y maestro pizzero.Además de pizza, Napul'è tiene una línea de indumentaria, Foto: Mario Quinteros

Además de pizza, Napul’è tiene una línea de indumentaria, Foto: Mario Quinteros

La historia de Il Faro Resto by Napul’è

Luigi y Vitto se conocieron en La Barra, Uruguay. Los presentó el diseñador Carlo Di Doménico. Luigi manejaba “Il Faro” de José Ignacio y “L’Incanto” de Punta del Este donde le cocinaba a más de un famoso como Susana Giménez.

La nonna de Vitto, María “Nina” Pérsico es clave en toda esta historia. Nacida en San’Agata sui Due Golfi (Nápoles), supo transmitirle a su nieto el amor por la cocina cuando preparaba las recetas de su tierra. “Quiero que la gente coma exactamente como se come allá”, añoró Vitto cuando comenzó a darle forma a su proyecto.

“Tenemos el mismo feeling. Lo mejor de la vida es hacer sociedad con amigos”, le dice Luigi a Clarín y agrega: “la gastronomía busca recuperar las recetas tradicionales para cuidar la salud de los comensales y las presenta en clave moderna. Cuando la gente se sienta a comer se emociona porque se acuerda de la nonna”.Murales de San Expedito y de San Gennaro son parte de la ambientación de Nápule. Foto: Mario Quinteros

Murales de San Expedito y de San Gennaro son parte de la ambientación de Nápule. Foto: Mario Quinteros

Vitto es una usina de ideas que materializa paso a paso. En poco tiempo, abrirá dos nuevas sucursales en la ciudad de Buenos Aires: una en el barrio de Núñez (Montañeses y Quesada) y otra en el centro. Además, para septiembre  transformará el local uruguayo de José Ignacio en un restaurante de día con gelatería incorporada e inaugurará un segundo local en el km 185 de la ruta 10.

Qué comer en Il Faro Resto by Napul’è

Los aromas son tentadores y reviven esta gastronomía mediterránea con calidad certificada. El sabor es una fusión armónica entre el pan recién horneado, el perfume de la salsa de tomate y la frescura de la mozzarella fior di latte combinada con la albahaca. Hay lugar para 150 cubiertos.

La pizza, que se caracteriza por sus bordes y textura, presenta los ingredientes de las distintas versiones. La Vesuvio (900 pesos uruguayos, el equivalente a US$ 20) contiene salsa ragu’ di carne, mozzarella fiordilatte fresco, albondigas fritas, fo due di parmigiano, albahaca fresca y aceite de oliva extra virgen. Margherita (US$ 16) se distingue por la tradicional salsa de tomate, fiordilatte y albahaca.Luigi Iavarone, chef executive y maestro pizzero. Foto: Mario Quinteros

Luigi Iavarone, chef executive y maestro pizzero. Foto: Mario Quinteros

Diavolina (US$ 20)  se degusta con tomate pelato Sammarzano, mozzarella fiordilatte fresco, nduja calabrese, stracciatella pugliese,albahaca fresca y aceite de oliva extra virgen. Frutti Di Mare (US$ 25), fior di latte, langostinos, mejillones, chipirones, salsa y tomate cherry.

“El secreto de la pizza napolitana es el amor y la pasión por querer tener más conocimiento. Los nombres de los platos vienen de recuerdos, de lugares donde estuve y pasé una buena experiencia”, describe Luigi. “Hoy es un producto gourmet, de alta cocina”, se suma Vitto mientras choca su copa con la de un comensal que lo felicita por la inauguración.

La carta se complementa con platos de carnes, ensaladas y pasta. Por ejemplo, Trofie genovesi (US$ 25), pasta típica di Genova con pesto hecho a base de rúcula, almendras, queso parmigiano, langostinos grillados, cherry y miel o Penne Di Nonna Nina (US$ 20), con crema de calabaza, gorgonzola y jamón crudo crocante.La pizza de Napulé se cocina a 500 grados. Foto: Mario Quinteros

La pizza de Napulé se cocina a 500 grados. Foto: Mario Quinteros

En el menú de postres se suma el infaltable cannolo siciliano (US$ 10) relleno con helado, crema pastelera o ricotta. También, panna cotta (US$ 10) de pistacchio o fragole (frutillas) y el clásico tiramisú (US$ 11) de crema mascarpone y pan di spagna (pionono). Café en distintas versiones y el final de este viaje de sabores culmina con el limoncello o algún exquisito licor napolitano.

“Ser napolitano es un sentimiento, un modo de amar, de ser, de vivir, de pertenecer”, así lo entienden Vitto y Luigi quienes proponen que los comensales disfruten de la experiencia napolitana por completo cuando se sienten en la mesa. Nápoli es una Pompeya que nunca ha sido enterrada.

Pablo Quiven, el chef top de Bariloche: amores, cocina y deseos, las claves de su éxito

Fuente: Rio Negro ~ Entendió la Patagonia como pocos y a su modo: cuando ocurrió eso, su cocina estalló en calidad y prestigio.

No hay día que se termine de encontrar una respuesta que explique esa extraña fascinación que ejerce la Patagonia en quienes poseen un espíritu aventurero potente. Quizás la abundancia de promesas y de esa sensación de que por aquí todo es posible atrajo a exploradores, conquistadores, piratas y traficantes, misioneros, cientistas naturales, buscadores de oro, cazadores de focas, presidiarios, terratenientes, fugados, pacificistas, ecologistas… y cocineros. Sí, no hay cocinero en Argentina y el mundo que no se vea tentado a merodear siquiera por la gastronomía patagónica.

Uno de ellos fue y es Pablo Quiven, líder de la cocina de autor y de vanguardia de esta parte del sur del país. Hace 20 años que llegó a Bariloche, desde donde la peleó con la Patagonia hasta que la entendió, y a partir de ese momento todo fluyó como él siempre lo deseó. Es que no es nada fácil vivir por estos lares, se sabe. Pero el amor todo lo puede, piensa.

Pablo Quiven y su pareja, Mariana. Juntos, imbatibles.

Después de escucharlo hablar durante largos momentos hay una palabra que bien lo caracteriza: la longanimidad. Viene del latín, longa anima, alma grande, alma que se extiende. También significa constancia de ánimo ante la adversidad. Veamos el por qué de esta sensación.

Me formé en una escuela de gastronomía muy chiquitita, Vadinhós, cuya directora -que murió hace dos años atrás-, Olinda Benítez, fue mi maestra en la cocina. Ella y un maestro pastelero que había, Alberto Sánchez, un profesor increíble, ejercieron en mí una guía profesional. Por otro lado, mi abuela paterna, originaria de la región de Santiago de Compostela (España), me transmitió un tipo de cocina que hoy corre como sangre en mis venas. De hecho, ya grande y habiendo viajado a esa zona y conocido su gastronomía, tuve la seguridad de que esa cocina me pertenecía, era mía, me constituía. No sabía que existía ese modo de cocinar pero yo lo tenía incorporado por el vínculo con mi abuela. Cuando vi el modo en que habían elaborado y decorado esos platos tal cual yo lo hacía a miles de kilómetros de allí sin más información previa que la que había adquirido en mi infancia y adolescencia me quería morir de sorpresa. Reforzar esos lazos fue de ahí en más mi deseo y propósito”, comentó.

Fotos gentileza Diego Jasper

Tuvo la gran desgracia de perder a su madre cuando tenía 13 años. Con un padre que trabajaba casi todo el día y un hermano menor a su lado tomó las riendas de hacer la comida en la casa. No pasó mucho tiempo cuando se dio cuenta de un detalle: había ido tomando conciencia que la comida también podía ser una instancia de disfrute para su pequeña familia. Esta onda también la irradiaba a sus amigos: cuando iban de campamento, el dueño de la sartén y el mango era él, que lo pasaba genial. “Tenés que estudiar cocina” era el mensaje que recibía de su entorno. “Y yo sentía que ese era mi camino”, dijo.

“La carrera que me pude pagar y que pude acceder fue gastronomía en Vadinhós. Después vino el IAG, la escuela del Gato Dumas y muchas más… pero mi inicio fue muy modesto a nivel formativo”, reconoció.

Explosión de colores, texturas. sabores….

Después de un paso por Buenos Aires, Pablo armó las valijas unos 20 años atrás y se vino a Bariloche. Trabajó en varios restaurantes del centro de la ciudad. En otro momento entró como jefe de partida en el Llao Llao, un ascenso notable. Al tiempo abren el cinco estrellas Villa Huinid y allá va, convocado por sus dueños. Al año y medio lo llaman desde otro cinco estrellas que se inauguraba, Cacique Inacayal, donde estuvo seis años. Luego vino una etapa de docencia y asesoramientos… y de amor. Sí, de un gran amor.

Pablo Quiven y Mariana Trujillo Ruano. El 10 de octubre de 2013 se vieron por primera vez en sus vidas. De ahí en más, una gran historia.


“Cuando tenía más o menos en mente hacia dónde quería ir y de qué forma, en un viaje que hago a Europa conozco a Mariana, quien hoy es mi mujer”. Pablo ya ha contado varias veces cómo la conoció pero escucharlo de nuevo vale la pena. Su hermano que vive en Valencia le dijo que tenía que recorrer Roma y detenerse puntualmente en la Fontana di Trevi. Ese 10 de octubre de 2013 Pablo llega al lugar donde millones de turistas parecían surgir del piso y caer del cielo. Él, con una moneda en la mano, se acerca a la fuente con el deseo ya en mente -“conocer a la persona ideal para compartir la vida”- y con su rodilla choca levemente a una joven mexicana que fumaba en el lugar, entre distraída y aburrida.

Estamos hablando de la mismísima Mariana Trujillo Ruano. Cansada de seguir a sus amigas que hacían shopping sin parar, ella quiso ir a un museo y al perderse recaló en el lugar. “¿Por qué esa mirada tan triste?”, recuerda Mariana que le dijo este hombre nacido en Caballito. Ella rió y él de inmediato le pidió permiso para sentarse cerca suyo. Charlaron y rieron de lo más bien y a las horas le planteó a nuestro entrevistado que tenía que irse porque tenía programada una cena con una amiga que cumplía años. “Si te vas por ahí te perdés el hombre de tu vida”, le dijo nuestro hombre, que está a la vista que además de ansioso es chamuyero para las cosas del querer. (Entre paréntesis para no cortar la historia: este toque de poesía de Pablo se revela también en la presentación de sus platos).

Un poema este helado.


Los planetas estaban alineados con Pablo ese día. ¿Por qué? No va que la cumpleañera le dice a Mariana que le gustaría suspender la cena porque estaba muy cansada. Para esto Pablo la había acompañado a encontrarse con la amiga, y estaba ahí… La noche los encontró juntos y al día siguiente la psicóloga mexicana se volvía a su país. Siguieron seis meses de llamados y mensajes. “Venite a Bariloche”, le decía él. “Cómo me voy a ir al fin del mundo a ver a alguien con el que estuve un día”, razonaba ella. La insistencia de nuestro amigo hizo que acordaran encontrarse en un punto equidistante entre ambos destinos: Perú. Fue allí que iniciaron -¿o siguieron?- la historia de amor hasta día de hoy. Ella es su puntal, su referencia, su socia, quien más sabe de vinos y del arte de ser anfitriona. Es la que termina de imprimirle con él el espíritu a los lugares que saben crear para los amantes de la excelente gastronomía.

Mariana fue y es un eje central y motivador para que yo alcanzara lo que ahora mismo soy. Si en algún momento no me tenía confianza y pensaba que no era el tiempo para realizar algo, ella me guiaba para que tomara la mejor decisión”, agradece.

Listo para saborear.


Entiende bien a la Patagonia como nunca antes le pasó. Admite que estuvo muchos años peleado con el entorno, pero logró la conexión total: “adquirí mi identidad patagónica donde no soy alguien más, sino alguien que está dejando huella. Quiero ser el cocinero de la Patagonia”, enfatizó. ¿Nuevos proyectos? Sí, muchos. Pero se destaca uno en particular: “siento que tengo más para dar. Por ello, además de ‘Quiven’ (en el km 19.600 de Bustillo), en poquitos días más abriré ‘Madurado’, en el Club Regatas, en la península San Pedro. La cocina estará basada en fuegos, en horno de barro y carnes maduradas. Un bocado mío tiene que provocar varias sensaciones en los paladares de mis comensales. Lo intento con la alta cocina de mi actual restaurante y lo voy a buscar con el que estoy próximo a inaugurar. Seguiré jugando con los mix de texturas crujientes, cremosas… con diferentes temperaturas… con estéticas de impacto. ‘Madurado’ es como hoy me siento”, cerró.

¿Cómo va a ser Madurado, el nuevo restó de Quiven? Van tan solo algunos adelantos para no perder el efecto sorpresa.

Dante Liporace, imperdible: su rivalidad con Francis Mallman, su charla con Alberto Fernández y una de James Bond con Trump

Fuente: La Nación ~ El reconocido chef argentino abrió Molusca en Pinamar y habló con LA NACION; estuvo en la Casa Rosada cuatro años: incómodo para algunos, frontal y divertido para otros, cuenta varias anécdotas.

Dante Liporace tiene 44 años pero anécdotas como si hubiera vivido 100. Frontal, disruptivo e incómodo para muchos, el chef argentino que creó Tarquino y llegó a la tapa de The New York Times no tiene “pelos en la lengua”. Habla despojado del qué dirán.

Una pizca de su estilo filoso: “Pinamar es un lugar ideal para que venga Francis [Mallman]. Con todo el bosque que hay te lo deforesta en dos minutos”, ironiza. Su rivalidad con otros reconocidos chefs no es nueva, pero ahora contará más.

Está sentado en el interior de Molusca cuando recibe a LA NACION. Es su nuevo bebé, el restaurante que funciona dentro del hotel Playas, en Avenida Bunge. Hace dos meses lo abrió en Buenos Aires y convencido por el intendente Martín Yeza lo trajo a la costa.

Ceviche de langostinos realizado por Dante Liporace en Molusca, Pinamar
Ceviche de langostinos realizado por Dante Liporace en Molusca, PinamarTomás Cuesta

El fundador de Mercado de Liniers, uno de los lugares emblemáticos de la alta cocina porteña, no estaba del todo seguro de la viabilidad del proyecto. “No había un tour gastronómico como en Mar del Plata, pero la verdad es que lo trajimos y se abrieron varios y muy buenos, como Niño Gordo”, explica.

Discípulo del catalán Ferrán Adrià, el “Dalí” de la cocina -como él mismo lo llama y con quien trabajó-, Liporace prepara un ceviche de langostinos para que este medio vea su talento y lo hace en cinco minutos.

Molusca Pinamar no es sólo pescados. Dice que intentó no ser tan radical con la carta, porque hay un público que demanda otras cosas. Con lo que sí es tajante es con lo que llama “delitos”. “Un bife cocido es un delito”, afirma. Y vaya si lo sabrán alguno de los ministros de Mauricio Macri que se lo pidieron durante los cuatro años que estuvo a cargo de la cocina de la Casa Rosada.

Lo recuerda bien porque uno de esos ministros -no dice el nombre- se encaprichó y puso el grito en el cielo. Lo convirtió en una cuestión de Estado. Y Liporace recibió un llamado: “El ministro lo quiere bien cocido ¿por qué no se lo hacés?”, le preguntó un intermediario. “Porque acá a cargo de la cocina estoy yo, para eso me contrataron, sino que contraten a otro. La carne no se come bien cocida, se come jugosa, o a punto. Si quiere bien cocido le hago otra cosa”, se plantó.

No tuvo consecuencias. Había hecho las cosas bien. En los primeros tres meses de su paso por la Rosada hizo de la cocina de la casa de gobierno una profesional. El lugar pasó de alimentar a 100 personas a alimentar a casi 1000. Les hizo un lugar a los granaderos. “¿Podés creer que comían en el sótano cuando llegué? Son los granaderos loco, yo me crié con ellos como héroes. Les hicimos un horario para que comieran antes ahí”, agrega.

Dante Liporace en la cocina de Molusca Pinamar
Dante Liporace en la cocina de Molusca PinamarTomás Cuesta

No cuenta mucho de Macri, porque en realidad no tiene demasiado para decir. “Siempre buena onda, me lo debo haber cruzado 20 veces, pero no es que tenía una relación de sentarme a charlar”, agrega. Sí se acuerda y bien de dos momentos en su paso como chef de la Rosada. Uno cuando de un día para el otro le avisaron que tenía que cocinarle a Barack Obama y el otro, durante la cumbre del G20, cuando con Donald Trump vivió una anécdota de James Bond.

“A Trump le hicimos el desayuno. Vino un miembro de su equipo y probó todo (ríe), si estaba envenenado se moría él. Y al final no comió nada nuestro Trump. El tipo que estaba con él sacó una valija que era alucinante, donde tenían todo: el café, el agua y todo lo que Trump quería”, cuenta.

Con Obama fue todo más ameno. Eso sí: tuvo que correr. La primera vez cuando a las 12 de la noche le sonó el teléfono y le avisaron que tenía que cocinar para el presidente de Estados Unidos al día siguiente. La otra, cuando Obama pidió un mate. “Tuve que pedirle a uno que fuera a comprar uno para darle, se tomó tres mates, bien para alguien que no está acostumbrado”, agrega.

“Sabía que a Obama no le gustaba mucho la carne, porque lo googleé al pibe. Ví que le gustaban los cítricos. Le preparé un arroz cítrico, y repitió el plato”, comenta.

Liporace cree que ese fue el momento bisagra para que su estadía en la Rosada se estirara por los cuatro años de Cambiemos. Cuando llegó Alberto Fernández le propusieron quedarse. “Tuve una charla con él. Muy amable. Me dijo que en la cocina se quedaran tranquilos, que él iba a mantener todo”, precisa. Pero no todo funcionó como esperaba y el proyecto se abortó antes de empezar. “El problema fue con los de abajo. Uno me dijo que quería traer a uno que trabajaba en Aeroparque con él pero porque era amigo, no porque sabía cocinar. Otro me dijo que los del sindicato lo habían amenazado. El primer día, la primera medida que tomaron fue sacar el identificador de huella, que era para controlar los horarios”, rememora.

Su rivalidad con Francis Mallman y Narda Lepes

Su enojo con Mallman -a quien de todos modos respeta porque “se peló el culo”- viene de hace muchos años. “Yo recién volvía de Europa y abro un restaurante que se llamaba Moreno. Tuvo buena prensa. Pero él sacó un artículo diciendo que todos los discípulos de Ferrán Adrià le parecían unos estúpidos”, cuenta. Y agrega: “Le respondí: dije que ni el perro de Mallman se acercaba a comer lo que él hacía”.

Otra de sus rivalidades es con Narda Lepes. “Yo nunca usaría una mesa del hambre para sacar provecho. Me parece berretísimo”, afirma.

Para Dante hay muchos cocineros de renombre que “venden humo”. Sí le parece interesante qué, a pesar de las diferencias, haya programas de cocina porque eso incentiva a los jóvenes. “Eso sí, tienen que saber que no es que salen de estudiar para chefs y ya son famosos. Hay que pelarse”, afirma.

Dante Liporace: «La gastronomía argentina tiene todo para ser líder en Latinoamérica»

Fuente: Perfil ~ Una charla con uno de los chefs más importantes de la escena gastronómica argentina. Pandemia, nuevas apuestas y el placer por comer pescado en el país más carnívoro del mundo.

Volvió al ruedo justo antes de la pandemia con su restaurante Mercado de Liniers (Palermo). Además, acaba de abrir Molusca, una propuesta de pescados en el mismo barrio (y con sede en Pinamar por la temporada) e inauguró Bar Harbor, un bar inspirado en un aeropuerto. Dante Liporace es uno de los nombres fuertes de la gastronomía nacional. Hablamos con él de sus proyectos, de Argentina como potencia gastronómica y de Masterchef

-¿Cómo lograste salir adelante expandiéndote en uno de los momentos más difíciles de la industria gastronómica?

-Lo que pasó fue horroroso, nosotros estábamos abriendo un restaurante dos días antes de que se declare cuarentena, era mi vuelta a la alta gastronomía y al tener que cerrarlo se nos vino el mundo abajo. Estuve muy mal y ahí decidí reinventar el delivery de alta cocina. Creo que era algo que faltaba en ese momento. Entonces armé los platos sellados al vacío de fácil resolución en casa. Por suerte, el éxito de la propuesta llegó muy rápido y más tarde las empresas de sumaron para ofrecer catering a sus empleados. 

-El pescado es un alimento bastante «ajeno» al paladar argentino, ¿Molusca te presentó un desafío? 

-Quisimos recrear las cantinas de la costa con platos con una vuelta de glamour. Si bien servimos platos de este tipo le damos siempre una vuelta de tuerca interesante. No queremos que se alejen de las opciones de parador o de cantina marplatense. El público porteño se volcó bastante al pescado.

-¿Cuáles son los cambios en el metier gastronómico y en el público que notás tras la pandemia?

-La gente rápidamente se volcó a los restaurantes por el encierro y busca experiencias interesantes, no solamente sentarse a comer. Por eso, por ejemplo, en Mercado de Liniers tenemos la cocina en medio del salón y es muy teatral, en Molusca tenemos redes colgando y un mural con peces muy llamativo. O el bar que tiene un avión y está ambientado en un aeropuerto. Se busca lo divertido y distinto, por supuesto, acompañado de una gran gastronomía.

-Algunos sostienen que el menú de pasos se está extinguiendo, sin embargo tu propuesta Mercado de Liniers se instaló muy bien, ¿qué pensás al respecto?

-Se instaló porque armamos un menú más corto, entre 6 y 7 platos, es más dinámico y en una hora lo terminás. No sucede como antes que debías estar 3 horas sentado más los maridajes eternos que te interrumpían en cada plato. Aparte hicimos un menú de muy alta cocina con productos interesantes pero con sabor muy porteño. Después de Tarquino quería hacer una especie de bodegón que no sólo contenga carne.

-¿Cómo ves los reality shows de cocina que están siendo tan exitosos en tevé? ¿Creés que suman algo a la industria?

-Creo que los realities son siempre llamativos. Hoy la cocina es un fenómeno muy fuerte e interesante, todo el mundo tiene ganas de ver, aprender, probar y conocer… Está tan de moda que un reality es obvio que va a pegar. A mí personalmente la televisión no me interesa mucho y no me parece interesante, pero sí creo que al público le gusta. Creo que no le suman a la  industria, sí al espectador porque son divertidos. 

-¿Sentís que este es un buen momento para la gastronomía argentina?

-Creo que es un momento bisagra de la gastronomía argentina. Esperemos que la pandemia esté controlado y no nos de nuevo un golpe. Arrancamos desde la pole position con todos los países después de la cuarentena, creo que Argentina tiene una variedad de de comida y restaurantes increíbles y somos el mejor país del mundo en precio-calidad.  Estamos para picar en punta, Argentina tiene que ser líder de Latinoamérica.

-¿Qué te ves haciendo en 5 años? ¿sos de planear mucho o cómo manejás tu trabajo?

-Me veo con los restaurantes y bares que asesoro muy afianzados, espero que siga el éxito, trabajo para eso. Soy de planear pero no desespero mirando para adelante. Tengo un sueño que es poner mi restaurante propio en Nueva York y creo que el que la rompería sería Mercado de Liniers. Quiero llevarlo a esa ciudad, no tengo dudas que sería un éxito rotundo. 

Historias de nuestra gente: llegó de Italia sin nada y se convirtió en una de las cocineras más famosas de Mendoza

Fuente: Infobae ~ María Teresa Corradini tiene 87 años y es sinónimo de comida italiana en la provincia. Llegó a los 14 años desde Roma y creó más de 20 restaurantes. Sirvió sus platos a Brad Pitt, Mirtha Legrand, Tita Merello, entre otras celebridades. Y sueña con una Argentina potente como la que encontró cuando vino

—¿Ya es bisabuela?

—Cinco bisnietos tengo. Una tiene 18 años.

—¿De sus 19 nietos se acuerda los 19 nombres?

—Sí, tengo una relación muy linda con mis nietos. Le agradezco a Dios. Muy linda.

—¿Van a su casa para que les cocine?

—No, no puedo cocinar nada en mi casa.

—¿Por qué?

—No sé. Poco cocino ahí. Poco o nada. Caldo, un caldito para mi esposo.

—¿Y qué hace? ¿Se lleva comida del restaurante?

—Del restaurante. Todos los días. Soy una cliente… Hasta el último día. Además, me llevo algunas cosas para probar. Me las llevo y después llamo.

—Le faltó perejil…

—Le faltó queso, la carne estaba demasiado cocida. Eso lo hago siempre.

—¿Y la escuchan?

—Sí.

—Bueno, ¿arrancamos?

—Sí claro, yo ya arranqué. ¿Usted no?María Teresa Corradini nació en 1934 y llegó a la Argentina el 2 de noviembre de 1948María Teresa Corradini nació en 1934 y llegó a la Argentina el 2 de noviembre de 1948

Los cocineros están de negro, ella de blanco. Arde el fuego y nos echa para atrás, el salpicón de una gota de aceite, el rebotar de un ajo. “¡Vamos, vamos!”, apura Teresa. “¿Las papas ya están?”, pregunta. Los hombres de negro responden firme a las órdenes de la jefa. Entonces toma un cuchillo y se pone a cortar verdura. Saca la mirada del alimento y nos mira fijo, sonríe, pero sigue cortando. Tiene sus dedos plegados hacia adentro, de modo tal que forman como un tope para el cuchillo y evita que se corte. Así durante un rato, corta y charla.

—¿No le da miedo lastimarse? Mejor mire la tabla, ¿no?

—¿Lastimarme mientras corto verdura? ¡Lo hago hace más de sesenta años, querido! ¡No necesito mirar!

Su hija se ríe. “Ella es así”, dice, “hace lo que quiere”. Y Teresa interrumpe: “¡Hacía! Porque ahora me echaron. Dicen que soy muy complicada”. Su hija, otra vez, ríe. Hay algo de verdad en lo que dice Teresa, pero no es verdad. “Con la pandemia le dijimos que no viniera al restaurante porque en Mendoza la gastronomía no paró nunca durante la cuarentena, entonces nos parecía peligroso por su edad. Pero ella igual venía. Viene todos los días a la mañana. Pero ahora ya no está en la cocina todo el servicio. No puede hacer eso”.

Beatriz es una de sus hijas y la responsable Francesco Ristorante, y del bar de vinos GioBar. Pero la familia además tiene La Marchigiana original (inaugurado en 1949), La Marchigiana de Los Palmares, el Bar de la Fuente en el parque San Martín, Nipoti (en el shopping Los Palmares, a cargo de sus nietos), y El Bosco (también a cargo de sus nietos).

—Me despiden de vez en cuando, me mandan a la casa. Dicen que soy conflictiva, que peleo mucho al personal. ¡Mamma mía!

Terese maldice un poco y vuelve a concentrarse en lo suyo. “¿La salsa? ¡¿No está la salsa?!”, le dice a otro de sus cocineros, y se mueve veloz y ofuscada a la heladera, saca un pote de algo y se lo da a un ayudante. “¡Dale, dale!”, le dice. El ayudante apura el paso. Todos ahí adentro apuran un poco el paso, pero tienen también media sonrisa estampada. Les divierte el mando de “la generala”, como dicen en broma, la respetan.

“¿Esto cuándo sale?”, pregunta uno de pronto. Un jueves, le decimos, porque el ciclo sale los jueves, pero no sabemos la fecha. Teresa los mira. “Les gusta que vean su trabajo. Es bueno eso”, dice, y vuelve a mirar el fuego. Nosotros dejamos la zona porque una cámara y un trípode en medio de la cocina de uno de los restaurantes más exitosos de la ciudad de Mendoza no puede ser otra cosa que un estorbo. Más tarde, ya sin servicio, Teresa Corradini nos contará su historia.Teresa en Nipoti, uno de los restaurantes (de pizzas) que llevan adelante sus nietos, la cuarta generación de gastronómicos de la familia.Teresa en Nipoti, uno de los restaurantes (de pizzas) que llevan adelante sus nietos, la cuarta generación de gastronómicos de la familia.

—Buongiorno, gracias por este momento. Me llamo María Teresa Corradini de Barbera y tengo 87 años.

—¿Cómo definiría su profesión?

—Es una magnífica profesión.

—¿Cuál diría que es su profesión?

—Que soy cocinera. Cocinerita. Tengo una canción: “Cocinerita, cacerolita”.

—Usted no lo va a decir, pero es una de las cocineras más famosas de Mendoza.

—Así me dicen todos. En verdad estoy contenta porque en la vida algún logro he tenido, no por ser soberbia o nada, sino por el solo hecho de que la vida me ha devuelto un cierto sentido de dignidad, una sensación de que como ser humano serviste. Porque lo importante de nosotros es el buen servir.

—¿Usted dónde nació?

—En Roma en 1934, fui bautizada en el Vaticano. Y ahora que soy anciana me pongo contenta de eso. Antes no me daba cuenta. Ahora cuando veo La Fontana di Trevi o un pedacito de Roma, le digo a mi nieto: “lá mi é stata battezzata” (ahí fui bautizada).

—¿Y cómo fue que llegó a la Argentina?

—Después de la guerra, porque queríamos la paz. Mi papá fue partisano, siempre cosas políticas, resistencia. Era la Italia del facismo. Y mi nonno también lo era. Y en 1928 mi tío viene para acá. La Argentina era potencia en ese momento. Nadie hubiera elegido una tierra donde no hubiera esperanza. Y por él nos vinimos después. Yo era chica de todos modos, pero los padres cuando se embarcan para irse a otro país buscan esperanza para el futuro. No buscaron otra cosa, pero hubo muchas desgracias.

—¿Cuáles?

—Mi hermano murió en el barco a vapor camino de Europa. Gracias a Dios fue un día antes de desembarcar, porque si era en altamar lo tiraban antes. No había cadena frigorífica, no había nada. Murió en brazos de mi otro hermano, que después de eso dijo “yo quiero ser médico”. Y yo le tengo que agradecer a este país, porque mi hermano pudo ser médico.

—¿En la UBA?

—Claro. Le ha dado tanto este país al hijo de inmigrante… En muchas naciones el hijo de campesinos no podía estudiar. Ese es un gran avance para un país. Esa es la igualdad. Esa es la igualdad humana.La Machigiana, el primer restaurante que tuvieron. Empezó siendo una pensión pero de a poco cambiaron a la gastronomía. A comienzos de los 2000 se incendió completamente, pero lo recuperaron y volvió a abrir.La Machigiana, el primer restaurante que tuvieron. Empezó siendo una pensión pero de a poco cambiaron a la gastronomía. A comienzos de los 2000 se incendió completamente, pero lo recuperaron y volvió a abrir.

—¿Qué edad tenía usted cuando llegó a la Argentina? ¿Cómo fueron esos primeros años?

Tenía 13 años yo, los 14 los cumplí acá. Llegamos a Buenos Aires el 2 de noviembre de 1948 y nos fuimos para San Juan en tren. Teníamos nuestra casita. Mi mamá tenía un almacencito. Ibamos al cine, comprábamos el postre el domingo. Veníamos de ser pobres y esto era subir escalones. Pero después, como mi papá estaba sin trabajo (era profesor de música) y en Mendoza había una inmigración italiana muy fuerte, nos fuimos para acá. Nos instalamos en una pensión que decía “Hay camas”.

Esa pensión sobre la calle Patricias Mendocinas fue el comienzo de todo. No solo se hosperado ahí sino que alquilaron todo el lugar y comenzaron a trabajarlo. Ofrecían alojamiento y pensión completa: desayuno, almuerzo, cenas. Era la primera vez que servían comida. Su madre cocinaba de la mañana a la noche. Los días de lluvia la veían en la cocina con un impermeable negro cocinando bajo las goteras que inundaban el lugar. Fueron aprendiendo el oficio. Pronto, pusieron unas mesas, luego fueron reemplazando camas y habitaciones por más mesas, a poco de comenzar el lugar dejó de ser una pensión y se convirtió por fin en el primer restaurante de la familia. Era 1949. Lo bautizaron “La marchigiana”, porque de ahí era la nonna Fernanda —la madre de Teresa y, por ese entonces, la cocinera—. Parecía que esa era la cara del progreso, pero recién comenzaba todo.

“Mi mamá compró una heladera y un espejo, y tirábamos aserrín en el piso de la cocina, que es algo que se usaba en esa época para no patinarse. Y vinieron los primeros clientes, me acuerdo siempre de ellos: una mujer gordita vestida de negro y un señor. Venían del mercado, que estaba enfrente. Entonces con mi hermano, los dos vestidos con un delantal que nos llegaba hasta los pies, nos dijimos: ‘Andá vos’, ‘No, andá vos’. No teníamos menú, no teníamos nada. Cuatro platos teníamos: pollo, chupín de pescado, tagliatelle y lasagna. Así empezamos, despacio, despacio, como un bebé que te crece”, recuerda Teresa.Beatriz Barbera, una de las hijas de Teresa y responsable de Francesco, uno de los restaurante más sofisticados de Mendoza.Beatriz Barbera, una de las hijas de Teresa y responsable de Francesco, uno de los restaurante más sofisticados de Mendoza.

De ese primer tiempo adoptó los secretos. “No mires el plato solo cuando sale de la cocina, ¡sino cuando vuelve!”, dice apasionada. Si vuelve lleno, ella se indigna, doma a la fiera interior y va a hablar con el cliente: ¿qué pasó? Si le dicen que era muy abundante, se pone contenta y les da una charla simpática. Si le dicen que estaba mal por algo, esa es otra historia…

—Sé que hay una anécdota de una mujer que recibió un plato con poca salsa y se quejó.

—Sí. Era una mesa grande, como de ocho. El mozo vino a decirme que una señora estaba enojada porque le puse poca salsa y tenía poca carne. Era una bolognesa, yo no me di cuenta, había mucha gente ese día. Entonces agarré la espumadera y de la bolognesa saqué mucha carne, mucha carne, porque me daba pena que ella se fuera disconforme. Yo quiero que todos los clientes se vayan riéndose. Si se ríe a media boca, no le gustó algo… Me gusta que se vayan con la boca mostrando todos los dientes. Entonces voy y le digo: “Señora, perdone que se lo servimos así, discúlpeme. Pero mire qué linda mesa tiene, toda esta gente. Si usted está disconforme no es lo mismo. Si le parece bien, discúlpeme, y aquí tiene el plato corregido”. Me gusta disculparme cuando algo está mal. Entonces ella me miró y yo me fui. Cuando se fue me mandó a llamar. Me dijo: “Señora, usted me dio una lección. Fue muy amable y me hizo ver que en realidad era muy lindo lo que estaba viviendo”. Nos saludamos con un abrazo y se fue. Me gustó mucho eso.Aún hoy y a pesar de la pandemia, Teresa sigue yendo a sus restaurantes a controlar cómo está todo y, cuando la dejan, incluso cocina algunos platosAún hoy y a pesar de la pandemia, Teresa sigue yendo a sus restaurantes a controlar cómo está todo y, cuando la dejan, incluso cocina algunos platos

Con el tiempo se fueron haciendo un nombre. El chupín de pescado y los tagliatelle eran algunos de los platos estrella. Junto a su madre fueron abriendo más locales: la confitería Vía Veneto (1960), y la cantina Della Nonna Fernanda (1968). Teresa fue creciendo y puso un nuevo restaurante del cual sería la responsable absolutoa: La Vecchia Roma (1972). Ya no estaba sola para ese entonces sino casada con Francesco Barbera.

“Mi padre fue siempre un gran administrador. Es una pieza clave en todo el crecimiento que fueron teniendo, porque es muy inteligente y manejó muy bien la parte financiera, mientras que mi madre llevaba adelante toda la cuestión gastronómica”, define Beatriz, hija de ambos.

Siguieron creciendo. Desde La Vecchia Roma a hoy, abrieron 12 nuevos restaurantes que siguen funcionando. Además, inauguraron otros que después vendieron. Poco a poco Teresa se fue haciendo famosa en Mendoza, su nombre se convirtió en sinónimo de familia, de trabajo, de éxito y de comida italiana.

—¿Usted quería crecer o se fue dando?

—Yo quería crecer, no por el dinero, aunque lo necesitamos, más que todo para que mis hijos hicieran algo en su vida. La plata de arriba no sirve. Rica no quise ser nunca. No me importa. Me da miedo la riqueza. Cuando veo una casa tan grande, lo primero que digo es: ¿cómo harán cuando no tengan plata? En mi casa tengo una sola habitación, un dormitorio. Está mi esposo que no camina, está en la cama. Estamos los dos, comedor, cocineta, cama, televisión… magnífico. ¿Para qué tener otro ambiente donde no lo escucho a él? Tengo la puerta abierta del dormitorio, ahí está la cocina, y lo escucho siempre.

—¿Qué edad tiene su marido?

—Francesco tiene 94. Y por él este restaurante se llama Francesco. Mi hija me preguntó: “¿Qué nombre le ponemos?”. Y le dije: “¡Cualquiera menos el mío!”.

—Han sido casi toda la vida una pareja de trabajo.

—Sí, lo primero que hicimos fue repartirnos el trabajo. Yo la cocina, vos hacé los pedidos grandes, yo hago los pedidos chicos. Sino nos hubiéramos matado todos los días, peleando. Cada uno a lo suyo. Él no me perdonaba cuando me equivocaba y yo no lo perdonaba a él. Y la reconciliación siempre en la cama. Perdón, eso era en los tiempos de antes y en los tiempos de ahora, ¿no? Eso no cambia.Los tagliatelle y el chupín de pescado fueron los primeros platos estrella. Teresa cuenta las recetas de todas sus comidas sin secretos. Los tagliatelle y el chupín de pescado fueron los primeros platos estrella. Teresa cuenta las recetas de todas sus comidas sin secretos.

—¿Cuál cree usted qué que fue el motivo de su éxito? ¿El sabor de la comida, las mejores recetas, que cocina mejor que nadie u otra cosa?

—Que cocino mejor que nadie yo no lo he pensado nunca. Conocí a todos, al francés, a uno que le decían “loco no sé cuánto”, he charlado con cocineros importantísimos, porque venían a Mendoza por las bodegas. Y nunca sentí que yo fuese la mejor. Eso ni pensarlo. Hago todo lo posible en lo mío, lo mejor que puedo, solo eso. Pero no hago teatro, ¿me entiende? Teatro no me gusta. Mucho en la cocina hacen un teatro… y a mí no me gusta vender lo que no es para vender.

—Si no cocina mejor que nadie, ¿cuál es el secreto entonces?

—Un plato no tiene que salir si no me gusta a mí. Yo no lo como, pero lo miro. Me pongo donde viene el plato de vuelta, después de que los clientes han comido. Si viene un plato con mucha comida… ¿qué mesa es esto? ¿qué serviste? ¿vos fuiste? Voy y pregunto. ¿A usted no le gusto? No, porque era abundante. Ah, muchas gracias. Siempre lo he hecho.

—¿Qué valor tienen sus empleados para usted?

—A mí me encanta cuando veo empleados que llegan sin estudios y empiezan en la bacha y después progresan. Los mejores siempre han salido de la bacha. Y me encanta.

—¿Por qué?

—Quizás un poco me comparo yo, que no tuve estudios; o será por un hecho humano, porque la persona creo debe sentirse bien. Decir: “Yo valgo algo”. Los empleados me dicen “gracias”. Los sé preparar, les hablo siempre. Nosotros tenemos que empezar de abajo, formar, formar, formar, hasta el oro. ¿Me entiende? Yo pienso de esta forma. Porque he tenido chicos que uno decía “este no vale 50 centavos” y el chico valió.Junto a tres ayudantes de cocina en La Marchigiana. Todas la quieren, respetan y temen en partes iguales: "Pero dicen que soy conflictiva", bromea ellaJunto a tres ayudantes de cocina en La Marchigiana. Todas la quieren, respetan y temen en partes iguales: «Pero dicen que soy conflictiva», bromea ella

Año 2002. Primeros meses tras la crisis del 2001. En Mendoza el gobierno quita financiación para varios comedores. La sociedad se indigna, protesta. Nadie escucha. En medio del bullicio de esos días, el hijo de Teresa —Fernando, a cargo de La Marchigiana— le propone a su madre una idea: prohibir la entrada a los políticos hasta que no restablezcan el dinero para los comedores.

Teresa supo de inmediato que se estaban metiendo en un lío, pero aceptó. “Si te ahogás, nos ahogamos juntos”, le dijo. La bola se corrió rápido: “Un restaurante prohíbe la entrada a políticos”, publicaban los medios. El mensaje llegó: nadie en Mendoza quería compartir la mesa ni el salón con esa gente, nadie quería apañar lo que estaban haciendo. Unas semanas después, la plata para los comedores sociales volvió a aparecer.

—Usted representa de alguna forma a los inmigrantes italianos que se establecieron en el país, que hicieron que Argentina sea lo que es, ¿se considera argentina o italiana?

—Es muy difícil esa pregunta, pero te lo digo de todo corazón: soy italianísima y soy argentinisima. Por mis nietos, por mis hijos, ¿cómo podría negar donde nacieron? Aquí nacieron, aquí me entierran. Y yo lo estoy sufriendo. ¿Qué querés que te diga? Un país que puede dar tanto, que tenemos gente con creatividad. Lo que nos falta ahora es la lucha del sentido humano. La ignorancia no sirve, sirve el capital humano. Yo tengo quinto grado, no estudié y todos me dicen que soy famosa. ¿Famosa de qué? ¿De hacer un plato de tallarines? Tienen que ser famosos también los del campo, que hacen trigo, que trabajan, que pagan impuestos. La riqueza humana está. Nosotros estamos para ayudarlos, para darles una mano, no para presionar. Esto es como pienso. Soy conflictiva. ¿Qué va a ser? Mamma mia. He trabajado siempre. Ho lavorato siempre, pero trabajé con amor. Te contesto. Te digo esto solo: “Vissi d’arte, vissi d’amore”. Vivir del arte y vivir de amor. El mundo necesita más amor, más amor.

Los mejores restaurantes de 2021 según Pietro Sorba

Fuente: Clarín Gourmet ~ Cuáles recibieron las más altas calificaciones del crítico gastronómico de Clarín y qué propuesta culinaria tienen.

Desde hace años, Clarín publica cada semana una reseña de un emprendimiento gastronómico firmada por el crítico especializado Pietro Sorba, quien evalúa la propuesta culinaria y el servicio de restaurantes de la Ciudad de Buenos Aires y alrededores. Los mejores son calificados con cinco y cuatro estrellas por este prestigioso especialista.

Las reseñas de Sorba dan cuenta de las tendencias, las novedades, los clásicos y los hallazgos de un sector que está en constante evolución con información precisa sobre el concepto, la trayectoria, el ambiente, los platos sugeridos y el rango de precios de cada lugar.

En este resumen destacamos los restaurantes a los cuales nuestro crítico gastronómico calificó con las puntuaciones más altas, a modo de balance anual de 2021 y de guía práctica a la hora de salir a comer y beber en  Buenos Aires. El crítico gastronómico PIetro Sorba. Foto: Cristian Fuertes.

El crítico gastronómico PIetro Sorba. Foto: Cristian Fuertes.

Los restaurantes mejor calificados por Pietro Sorba en 2021

Los únicos dos restaurantes que recibieron la máxima calificación (cinco estrellas-excelente) otorgada por el crítico eno-gastronómico Pietro Sorba durante 2021 fueron Parrilla Don Julio y Oviedo.

El primero figura en el top ten de los mejores restaurantes de América Latina. El secreto del éxito de esta parrilla palermitana pasa por sus materias primas selectas y sus puntos de cocción precisos. Sorba destaca las mollejas de corazón, el bife de cuadril y el ojo de bife al que describe como «el sueño de los amantes de la carne».Oviedo, cocina hispano-mediterránea de alta calidad .

Oviedo, cocina hispano-mediterránea de alta calidad .

Por su parte, Oviedo demostró que mantiene su vigencia al reabrir tras el forzado cierre pandémico y validó sus 35 años de trayectoria. Su cocina hispano-mediterránea de alta calidad es un clásico porteño. Para Sorba, este restaurante «nunca perdió su esencia de bistró elegante» y de su carta elogia los chipirones a la plancha y el risotto con langostinos, entre otros platos.

A continuación presentamos la lista de los espacios reseñados en el año que recibieron una calificación de cuatro estrellas o «Muy bueno», agrupados por tipo de comida.

Se destacan las pizzerías que hace al menos dos años se vienen consolidando con nueva propuestas que apuntan a estilos bien específicos (pizza romana, napolitana, de molde reinventada, etc). Por supuesto que las sagradas parrillas argentinas también están representadas con emprendimientos innovadores. Además, gastronomía porteña, asiática y contemporánea, entre otras. 

  • Parrilla

Don Zoilo, Villa Crespo

Arde, Brasas & Co, Villa Urquiza

Parrilla Hermanos, San Isidro

  • Pizza

La pizza de mortadela con pistacho de Núvola. Foto Instagram @nuvola.ar

La pizza de mortadela con pistacho de Núvola. Foto Instagram @nuvola.ar

Núvola, Microcentro

Napul’è, Caballito

Mil & Pico, Chacarita

Callaci, Villa Crespo

Picsa, Palermo

La Zarpada, San Telmo

  • Cocina porteña y tradicional argentina

El chivito de Il Vero Arturito Palermo. Foto: Juano Tesone.

El chivito de Il Vero Arturito Palermo. Foto: Juano Tesone.

El Octavo, Palermo

Il Vero Arturito, Palermo

Copetín Fiat, Caseros, Provincia de Buenos Aires.

  • Cocina contemporánea

Los postres de Le Rêve Bistró.

Los postres de Le Rêve Bistró.

Le Rêve, Palermo.

CôChinChina, Palermo.

Aldo´s, Palermo

Elena, Retiro

  • Sushi y cocina asiática

Variedad de rolls de Sushi Unico. Foto Gentileza

Variedad de rolls de Sushi Unico. Foto Gentileza

Sushi único, Palermo y Villa Urquiza.

Chinofino Bao & Ramen Bar, Palermo.

Namida, Palermo.

Nicky Harrison, Palermo.

  • Cocina regional y de campo

Las empanadas de La Candelaria.

Las empanadas de La Candelaria.

La Candelaria, Lobos, Provincia de Buenos Aires.

El imperfecto, Palermo.

  • Cocina peruana

Amazonia Brasas, Palermo.

Páru Deli, Olivos. 

  • Cocina armenia, judía e israelí

Keif, cocina armenia.

Keif, cocina armenia.

Keif, Martínez, Gran Buenos Aires

Café Mishiguene, Palermo

Fayer, Palermo

  • Hamburguesas

Fat Broder, Palermo

Carne, La Plata, Buenos Aires y sucursales

  • Tapas

Villa Fábrica de pan, Villa Pueyrredón

La caña, Villa del Parque

  • Otros tipos de cocina

El aguachile tomateado de Picarón.

El aguachile tomateado de Picarón.

Picarón, Chacarita

Rocky Restaurant & Bar, Ramos Mejía

El bodegón del mono, Quilmes, Provincia de Buenos Aires

Puente G, ChacaritaLas ostras de Crizia.

Las ostras de Crizia.

Crizia, Palermo

Kikiriki, Villa General Mitre.

Cucina Paradiso Senza Glutine, Palermo

Chuí, Villa Crespo

La dueña de un restaurante jujeño fue elegida «mejor cocinera del país»

Fuente: Jujuya al día: María Florencia Rodríguez, dueña del restaurante jujeño El Nuevo Progreso: Cocina + Arte, fue la ganadora de la tercera edición del Prix de Baron B – Édition Cuisine.

  • María Florencia Rodríguez, ganó la tercera edición del Prix de Baron B – Édition Cuisine.
  • Es dueña del restaurante El Nuevo Progreso: Cocina + Arte, ubicado en Tilcara, Jujuy.
  • Desde 2018, Baron B busca destacar los mejores proyectos gastronómicos integrales de la Argentina.

María Florencia Rodríguez es porteña de nacimiento y jujeña por elección. Se instaló en Tilcara hace más de 20 años, donde desarrolló el restaurante «El Nuevo Progreso: Cocina + Arte», inspirado en el producto ancestral andino, los pueblos originarios y el tiempo cíclico. Años de trabajo y una cocina estrechamente relacionada con el rol del producto y el productor la llevaron a ganar la tercera edición del «Prix de Baron B – Édition Cuisine».

«Es muy emocionante por tantos años de trabajo en la cocina del mundo andino y por poder representar a la Quebrada de Humahuaca y a Tilcara, a la gente del mercado y a los productores que nos proveen los alimentos«, contó la cocinera en una charla con Clase Ejecutiva, tras coronarse ganadora del prestigioso premio de cocina.

Como lo hace desde 2018, Baron B busca destacar los mejores proyectos gastronómicos integrales de la Argentina por su excelencia y su visión transformadora. En esta oportunidad el jurado estuvo conformado por Mauro Colagreco, creador de Mirazur, la chef brasileña Manoella «Manu» Buffara, dueña del restaurante Manu en Curitiba, Richard Geoffroy, chef de cave de Dom Perignon durante 28 años y Martín Molteni, dueño de Pura Tierra. Los cuatro tuvieron la difícil tarea de elegir los tres proyectos finalistas de la Argentina.

En una ceremonia que fue mitad virtual y mitad presencial, María Florencia Rodríguez presentó un tamal de gallo y maíz morado con fondo de kalapurca, milpa y flores. Según explicó, eligió el tamal porque «representa a Jujuy, lo cotidiano y lo festivo» y la milpa en referencia a «la rotación y lo sustentable», con una crema cítrica de habas, milpa de locoto, cayote, hígado y semillas de zapallo. Las flores, en tanto, indican la vida y los colores de la Quebrada, incorporadas en un crocante de quinoa y maíz.

De Buenos Aires a Jujuy

Nacida en Buenos Aires, Rodríguez viajó a Tilcara en 2003 contratada para montar un proyecto gastronómico que no era suyo, algo que suelen hacer muchos chefs, con la idea de después irse a vivir a Alemania.

«Vine a Tilcara a armar un proyecto gastronómico que no iba a ser mío, pero cuando llegué me encantó el lugar y me pasaron varias cosas que me entusiasmaron a quedarme. Yo no conocía nada del lugar, pero sentí que la forma de tratar el alimento era el camino para seguir siendo cocinera: había encontrado un lugar donde podía mostrar ese plus que tiene que tener un alimento para estar en un restaurante«, cuenta sobre sus comienzos.

«Cuando descubrí el nombre del lugar (El Nuevo Progreso 1917), que estaba alquilado por la gente con la que vine a trabajar, era el mismo nombre del almacén de ramos generales que tenía mi abuelo. Son pequeñas cosas que te van pasando que te marcan el camino. Cuando ellos se fueron, con mi marido Fernando (artista plástico) pudimos reformular el restaurante y que sea algo lo que nosotros queríamos mostrar», señala la cocinera de 48 años.

Así, junto a su pareja, le cambiaron el nombre a «El Nuevo Progreso: Cocina + Arte». «El restaurante muestra un lugar, un paisaje comestible donde lo que ves es tan importante y tiene un gran impacto en lo que nosotros le llevamos al comensal y la experiencia que proponemos. Yo decidí armar una familia en Tilcara, me hizo vivir la vida desde otro lugar. Hoy también tengo 2 hijos que nacieron en Jujuy», relata Rodríguez.

Cómo es el restaurante y su menú

Rodeado de cerros, El Nuevo Progreso se encuentra en una casa colonial restaurada, en una esquina fundacional de Tilcara ubicada frente a la plaza chica del pueblo. Tiene capacidad para unos 40 cubiertos, pero eso «se va viendo», dice Florencia.

«Hace mucho tiempo trabajamos con reservas y vamos viendo si hacemos dos turnos. Tratamos de que sea un turno bastante tranquilo y la gente pueda tener la experiencia de entender donde está y lo que está comiendo. Tenemos mucha lista de espera porque siempre trabajamos así, y ahora con la pandemia mucho más que antes», explica.

Ofrece un menú basado en el tiempo cíclico, la sustentabilidad y en la cosmovisión andina, utilizando alimentos que provienen de pastores, pequeñas huertas, floricultores y queseros de las cuatro regiones de Jujuy.

«El menú siempre se basa en los alimentos que representan al lugar: papas, ollucos, maíces, quinoa, llama, cordero, quesos, frutas de las yungas, charqui, habas, cayote y mieles. Dentro de estos productos vamos cambiando la carta según las épocas del año. La llama por ejemplo está siempre, pero va cambiando la preparación con los ciclos, los tiempos y las estaciones», explica la cocinera sobre la carta del restaurante.

Asegura que es una corta corta y entre los platos imperdibles describe «la llama en todas sus formas: desde crudos hasta hechos en el momento o deshidratada», los tamales «que tienen distintas versiones, sobre todo en invierno» y un «crumble de tres maíces, salados con queso». Respecto a precios, los platos rondan los $ 1500 y los $ 1700 y las entradas $ 700.

Sobre el premio

Más de 50 proyectos de todo el país se postularon para concursar en la 3era edición del «Prix de Baron B – Édition Cuisine», un premio que comenzó en 2018 y que tuvo como primera ganadora a Patricia Courtois con el «Proyecto Iberá» y que en 2019 consagró a Santiago Blondel con «Gapasai» de La Cumbre.

En esta oportunidad, también llegaron a la final Paula Chiaradia, desde Trevelin, Chubut, con su proyecto «Fonda Sur», restaurante sin carta y en el que la naturaleza y su cambio de estaciones impone el ritmo de la cocina patagónica; y Saúl Lencina, de Posadas, Misiones, creador de «Poytava, cocina misionera», basado en la cocina guaraní, la recolección del alimento silvestre, la huerta, fusionándola con las diferentes culturas que poblaron alguna vez la región.

Como premio, Florencia Rodríguez obtuvo un corcho bañado en oro tallado por el orfebre argentino Juan Carlos Pallarols y además viajará a Francia, donde realizará una pasantía de una semana en el mejor restaurante del mundo de la mano de Mauro Colagreco.

Ezequiel Pereira: «Los argentinos somos muy exigentes en la gastronomía»

Fuente: Perfil ~ Empresario gastronómico, cambió el rumbo de su vida y creó Presidente Bar, Top 50 Best Bars por tres años consecutivos. Su relación con Floppy Tesouro.

Ezequiel Pereira creció en Ituzaingó, en la Zona Oeste del conurbano bonaerense, con sus padres y dos hermanos mayores. Cuando tenía 12 años, la familia sufrió un hecho de inseguridad que los hizo tomar la decisión de instalarse en Capital Federal, cerca de la empresa familiar. 

Cuando terminó el secundario, estudió Administración de Empresas y a los 23 años ya trabajaba en Comercio Exterior, trabajo que mantuvo por diez años, hasta que un día decidió pegar un volantazo en su vida y con 33 años se propuso un objetivo: Abrir un bar porteño. Pero no cualquier bar, uno tan emblemático que estuviese entre los 50 mejores bares del mundo. Y, gracias a su pasión y empeño, lo logró con Presidente Bar. Desde Miami, adonde emigró durante la pandemia, habla de su cambio de vida, la reciente exposición que le dio su relación con Floppy Tesouro y el lugar que ocupa el deporte en su día a día. 

Noticias: ¿Cómo fue la decisión de dejar el lugar seguro de tu trabajo y poner un bar?

Ezequiel Pereira: Estaba cansado del rubro de Comercio Exterior, fueron muchos años, muchas responsabilidades. Siempre me interesó mucho la coctelería, viajé a Nueva York, que es como la meca, estuve un tiempo largo ahí analizando, tocando puertas, me capacité, me pareció muy interesante y volví a la Argentina decidido a poner un bar. Quería que fuese realmente un negocio, no solo algo para divertirme. Agarré a mi socio, y mejor amigo, Sebastián, lo hablamos, justo uno de los bares que había visto en Nueva York tenía una biblioteca en la parte de atrás y me pareció que teníamos que hacer una biblioteca escondida, me puse a buscar una propiedad que me diera esa posibilidad, armé el equipo, me asocié con el que fue socio de Frank’s y de Nicky Harrison, lo sumamos al proyecto, él sumó a Seba García, un bartender muy reconocido, y también sumé a mi hermano. Armar equipo de trabajo es clave. Eso me permite también estar en Miami, no solo con el nuevo proyecto de Presidente, sino con otras cosas y sé que en Argentina todo sigue. 

Noticias: ¿Cómo fue alcanzar ese objetivo de entrar en los 50 mejores bares del mundo?

Pereira: Fue muy loco. En 2018, en el primer año de Presidente Bar, quedamos en el puesto 53 y fue muy emocionante, no esperábamos tener ese reconocimiento tan rápido. Eso nos motivó más que nunca, porque estábamos muy cerca del objetivo. Al año siguiente logramos quedar entre los 50, viajamos a los premios a Londres con todo el equipo. Ahí te cruzas con lo mejor de la industria de todo el mundo. Quedamos 33° y al año siguiente volvimos a entrar. Logramos repetir la experiencia por tercer año consecutivo, ubicándonos en el puesto 21. 

Noticias: ¿Cómo lo afectó la pandemia?

Pereira: Mal, estuvimos siete u ocho meses cerrados. Nos golpeó como a toda la industria gastronómica. Pudimos sobrellevarlo, mantuvimos a todos los empleados. Hoy estamos trabajando con total normalidad. 

Noticias: El año pasado se instaló en Miami con el proyecto de abrir una sucursal allá.

Pereira: Sí, ya veníamos con el proyecto, pero durante la pandemia se suspendió un contrato, viajé para arreglar ese tema y ahora ya está en marcha. Estoy ansioso por la apertura. Hoy en día abrimos varios restaurantes, tenemos un holding de otras marcas, nos asociamos con una consultora. Con el boom de argentinos que vinieron a Miami se me abrieron otras puertas dentro del mercado norteamericano así que estoy muy contento. 

Noticias: ¿Siente la misma adrenalina cada vez que se enfrenta a un nuevo emprendimiento?

Pereira: La preapertura es bastante estresante, pero cuando llega la última semana y ya lo ves armado, va tu familia, esa sensación es única. Soy apasionado de lo que hago, de todo lo que hago. No hago las cosas a medias tintas. 

Noticias: Con proyectos en paralelo en Estados Unidos y en Argentina, ¿en dónde nota más la diferencia entre emprender allá y acá?

Pereira: El mercado argentino me gusta, es súper interesante. Lo difícil de Argentina es programar una inversión porque no sabes en cuánto tiempo vas a tener la devolución. En Estados Unidos sí tenés más previsibilidad. Después, a nivel exigencia, el argentino es super exigente en la gastronomía, en Estados Unidos les falta desarrollo. 

Noticias: ¿Qué es lo que más extraña de vivir en Argentina?

Pereira: No es fácil irse del país, perdés un montón de cosas respecto a los afectos.

Noticias: Se define como un deportista íntegro, ¿por qué?

Pereira: Hice dos Ironman (triatlón de larga distancia), uno en Dubai y otro en Punta del Este y también me gusta jugar al fútbol, al pádel, soy super deportista. Me levanto a las 7 para entrenar o para hacer algún deporte. Cuando me preparaba para los Iron Man entrenaba 3 o 4 horas por día. Entrenar me apasiona, cuando salgo a correr se me ocurren cosas, lo necesito.

Noticias: ¿Cómo fue la experiencia de los Ironman?

Pereira: Fue muy linda, pero muy dura. Es mucho tiempo de entrenamiento y de preparación, un año mínimo, pero todo lo vale en ese kilómetro final. Es una superación, una zanahoria que uno se pone. La llegada es única, se me pone la piel de gallina de solo recordarlo. 

Noticias: ¿Cómo se lleva con la exposición mediática que trajo su reciente relación con Floppy Tesouro?

Pereira: No soy muy de ese palo. Se dio así, pero es mi decisión porque estoy con la persona que quiero estar. No soy muy fanántico de la exposición. No doy muchas notas. Hablo de economía, no de mi vida privada. No me gusta que mi vida sea un reality show, sé que tiene sus cosas positivas ,pero no me acostumbro. 

Noticias: ¿Cómo se maneja la relación a distancia?

Pereira: No es fácil, pero tratamos de vernos cada 20 días. En ese momento que se dio sabíamos cómo eran las cartas y así fue.

Noticias: ¿Tiene alguna próxima zanahoria que alcanzar?

Pereira: Estamos en charlas para llevar Presidente Bar a Europa.

Noticias: ¿Y como deportista?

Pereira: Por el momento juego mucho al pádel, al fútbol, entreno en el gimnasio, pero ahora estamos en una época complicada, no podría ponerme otro objetivo. Probablemente en algún momento vuelva a hacer algo medio extremo. 

Noticias: ¿Va a seguir viviendo en Miami?

Pereira: Es difícil que pueda volver a Argentina, acá tengo el trabajo con la consultora, varios restaurantes, Presidente, Cafecito. Me encantaría estar en Argentina con mis afectos, pero laboralmente se me hace muy difícil. Veremos una vez que esté todo encaminado. En algún momento seguramente vuelva al país.

Ganador. Los secretos del creador de uno de los mejores restaurantes del mundo: una parrilla de Palermo

Fuente: La Nación ~ “En el mundo saben que lo nuestro vale”, dice Pablo Rivero, el creador de Don Julio, nacida como un reducto familiar que se posicionó como el mejor restaurante latinoamericano en el concurso mundial 50 Best. Explica cómo lo logró y por qué busca la excelencia de manera sustentable.

Criado en el mundo de la carne, Pablo Rivero es el gestor de un proyecto gastronómico que tiene su epicentro en Don Julio, la parrilla seleccionada este año como la mejor del mundo cuando se otorgaron los premios a los mejores restaurantes.

El reducto de carnes palermitano obtuvo el puesto número 13 entre los reductos más selectos del planeta. Sin embargo, su apuesta va mucho más allá de la de regentear un restaurante protagonizado por la carne. Su búsqueda, dice, es poner en relieve la identidad argentina, con el foco en su barrio y el acompañamiento de los vecinos que lo vieron crecer tanto como a sus proyectos. “Nosotros vivíamos en el primer piso y en la planta baja había una parrilla”, cuenta Pablo, y explica que atrás de donde está ubicada hoy la parrilla propiamente dicha de Don Julio, hay una puerta que conduce al piso de arriba, donde vivían los Rivero.

Con su abuela, carnicera, y su padre, productor ganadero en Rosario, llegaron a Palermo durante una de las crisis del país. “Yo estudiaba y todas las noches volvía a casa y trataba de convencer a mi papá y mi mamá que podíamos hacernos cargo de la parrilla de abajo. De los que más conocíamos era de carne, y por eso nos animamos. Además, mi papá es una persona súper emprendedora, muy entusiasta, y siempre tiene ideas. Así fue como nos convencimos y tomamos el restaurante en 1999″.

¿Cómo era el barrio antes del glamour palermitano?

El barrio cambió varias veces, fue mutando. Era marginal, la parte del barrio seguro llegaba hasta la calle Paraguay. De acá para abajo era un barrio lleno de casas tomadas, era una zona roja y la barra brava de River paraba en la esquina en donde hoy tenemos la huerta vecinal. Todo ese mundo estaba acá. Era un barrio conflictivo y complejo. Después fue cambiando con nuevos edificios y construcciones y llegó nueva gente. Eso pasó varias veces en cada crisis de estos 20 años.

¿Cómo te acompañó el barrio desde que abrieron?

Fuimos creciendo juntos, nosotros abrimos cuando yo tenía 19 años, y ese cambio conjunto me dio la oportunidad de hacer cosas que en el viejo barrio no hubiera podido hacer, porque quizás la gente no lo podía pagar. Eso ayudó a que podamos tener más cancha para seguir progresando y hacer cosas más evolucionadas. En ese entonces, desde que abrimos y hasta 2014, no existía el turismo en Buenos Aires, y los que consumían en el restaurante eran porteños y algunos del turismo interno. Pero el haber trabajado en el mundo de la ganadería nos dio un diferencial rápido con el producto, y el restaurante se llenó. Empezaron a llegar turistas de otros barrios, gente de Belgrano, de Colegiales, del Gran Buenos Aires y de otras provincias; pero el corazón del negocio era la gente del barrio. Hoy el barrio ya no es el negocio, sino que es el alma y el espíritu, el barrio es el corazón de Don Julio.

“Somos familia y vivimos la gastronomía con el concepto de la hospitalidad, deseamos que vengan a visitarnos a casa”, dice Rivero.
“Somos familia y vivimos la gastronomía con el concepto de la hospitalidad, deseamos que vengan a visitarnos a casa”, dice Rivero. Martin lucesole

Antes cuando ibas a comer a una parrilla te traían el accesorio con la brasa a la mesa. ¿Cómo era en Don Julio?

Ese sistema nunca nos interesó, porque siempre entendimos que no iba con nuestra filosofía, pero era una pregunta que siempre teníamos que responder ante la réplica de los clientes. Nosotros no lo hicimos. Primero, porque es muy riesgoso, y además, porque la carne se sigue cocinando. Acá lo que buscamos es que el producto esté lo menos cocido posible para que se pueda disfrutar más su calidad.

“Además, tener la parrilla va contra el servicio, que es un valor de Don Julio. Acá te servimos nosotros”, agrega Guido Tassi, el reconocido chef que se sumó en los últimos años a Rivero en sus proyectos.

¿Cómo hacen entonces con las diferencias en las preferencias del comensal respecto del punto de la carne?

Lo que vale es lo que te gusta, nosotros estamos para eso, para darte lo que vos buscás, para hacerte feliz, lo que vale es lo que pedís. Ahora, creemos que vas a disfrutar más un lomo bleu, o un bife de chorizo, o una entraña bien jugosa que más cocidos. Después está el vacío entero o el asado, donde sí necesitás una cocción más prolongada. Esos cortes enteros nosotros no los hacemos acá. O, como decía Guido, los chinchulines o alguna achura, que sí hay que cocinar más. Por lo general, a mayor cocción, mayor pérdida de calidad del producto, o menor percepción de calidad.

Los cortes de moda fueron cambiando: la entraña, el tomahawk… ¿Cuál es el corte de ahora?

Se fueron acabando, creo que estuvo bueno eso de buscar cortes y que cada restaurante tenga su diferencial, pero al final de las modas, los cortes de la vaca son los de siempre, y los que son buenos son siempre los mismos. Acá, lo que más piden son el bife ancho, el ojo de bife y la entraña. Tenemos cortes de animales que nosotros compramos con un peso, una raza, una procedencia y una alimentación determinada. Cuando se acaba ese corte, se acaba y eligen otro.

Más allá de la carne, en la carta hay otras propuestas que realzan lo que tiene que ver con el restaurante y su reconocimiento mundial. ¿Ese cambió llegó cuando se sumó Guido Tassi?

El lugar fue creciendo conmigo, y llegó un momento en donde me di cuenta de que hay talentos que no tengo. Cuando pasa eso hay que buscarlos en otro lado. Para lograr el objetivo de llevar a la máxima expresión lo que hacemos, le propuse a Guido, a quien yo admiraba por su trabajo, que se uniera al restaurante teniendo en claro lo que él podía aportar. Y acá estamos.

Sentado a su lado, el chef Guido Tassi, reconocido y admirado cocinero por su escuela de cocina francesa y de autor, explica que su llegada a Don Julio fue todo un cambio; y que hasta sus colegas le preguntaban cómo iba a hacer para llevar la gastronomía francesa a una parrilla o directamente: ¿qué hacés es un a parrilla? “Lo que siento y siempre sentí cuando entro a una parrilla –retoma Tassi–, y es algo que no lo siento en ningún otro restaurante del mundo, ese olor a asado tiene que ver con algo que sentimos todos los argentinos. Y si sos cocinero, te moviliza más que cualquier otra cosa. Por otro lado, siempre me planteé, por qué las parrillas no intervenían en la disponibilidad temporal de ciertas verduras, la estacionalidad; sobre todo en un país en donde tenemos las estaciones tan marcadas, en donde hay diversidad, en donde hay un entorno totalmente diferente al del resto de América Latina, porque respecto de la disponibilidad de productos, Argentina se parece más a Europa. No entendía cómo toda esta realidad no intervenía en la parrilla. Porque está todo bien con la ensalada mixta –y de hecho forma parte de la carta–, pero en un momento puntual del año, en verano, cuando hay buenos tomates”.

“Las parrillas son como atemporales –continúa Tassi– y la estacionalidad me parecía un valor que yo le podía aportar desde el mundo de la cocina francesa, de donde venía. Eso fue lo que me motivó. Antes de conocer a Pablo, siempre me motivaba tener una parrilla con un aceite de oliva de buena calidad, que el pan sea rico, que haya tomate solo en verano”.

En ese sentido, el proyecto de Don Julio sumó una huerta propia, ubicada en La Plata, que se llama Traza. Como explica Tassi, “la huerta nace con la idea de interpretar el entorno y utilizar únicamente productos de temporada. Hace un año que producimos nuestras verduras, somos el primer restaurante en Argentina que lo hace y le garantizamos la compra de toda la producción al productor. Lo importante es que todo lo que sembramos proviene de semillas naturales con la idea de recuperar la biodiversidad. Son verduras orgánicas, de cercanía y con poca huella de carbono en la logística. En esa búsqueda, sembramos con anticipación. Por ejemplo, ahora estamos trabajando en lo que vamos a utilizar en el menú de verano. Traza refiere a eso, a imaginar el plato y la guarnición desde la semilla. Hoy ya no nos podemos imaginar tener que ir al Mercado Central a comprar la verdura”.

Otro de los valores que Tassi sumó a la propuesta de Don Julio fueron los embutidos, algo que elabora de manera artesanal desde hace varios años. “Eso fue por lo primero que me contacté con Guido –explica Pablo Rivero–, porque nosotros trabajamos con el sacrificio de los animales. Y en ese momento el planteo era lo poco sustentable que eran los restaurantes que trabajaban con animales por el desperdicio que generaba, y sobre todo para dar una respuesta al dilema de lo omnívoro, el matar un animal para alimentarse. Por eso sentimos la necesidad de hacer algo y lo convocamos, porque es un experto en embutidos . Yo necesitaba seguir avanzando en este proyecto en donde Don Julio es nuestra tradición y evolución, o evolución de la tradición, y para donde tenemos que evolucionar los restaurantes de carnes es hacia el respeto y la sustentabilidad. Ese fue el punto en que nos encontramos, para tratar de que todo lo que entre proveniente de un animal, se transforme en un alimento, y así honrar ese sacrificio en un ciento por ciento.

¿Tuviste que hacer cambios estructurales para eso?

En estos últimos años se cambiaron muchas cosas, por eso abrimos una casa que está a cuarenta metros, esas destruidas del viejo barrio, y la construimos con este objetivo. Allí, aparte de madurar la carne, empezamos a producir nuestros propios embutidos, el pan con la grasa de ese animal, los helados. Se transformó en una casa de producción para un proyecto sustentable, donde la carne es protagonista, porque tiene que ver con nuestra idiosincrasia, con nuestra cultura; pero que de alguna manera está hoy en el centro del cuestionamiento del mundo. Entonces, nosotros, como argentinos y como gente que trabaja con la carne, tenemos que dar una respuesta, y es con esa idea con la que seguimos trabajando. A cada problema que se plantea de este estilo, a cada interpelación ética que hace el mundo, nosotros tenemos que dar respuesta.

En todos los detalles: el lugar no pierde la esencia de parrilla de barrio, pero persigue la sofisticación.
En todos los detalles: el lugar no pierde la esencia de parrilla de barrio, pero persigue la sofisticación. Martin Lucesole

¿Sentís que tenés que dar respuesta a la interpelación vegana también?

Estoy convencido de lo que hacemos, y siento que la respuesta es con el planeta y con uno mismo. Los veganos, como los vegetarianos, como con los que no comen carne, consideran que lo que ellos hacen es lo mejor, hay que respetarlos a todos, y si uno está convencido de que lo que hace no está mal, tratar desde tu lugar de hacerlo mejor. No digo que para acercar los mundos, sino para tratar de ir hacia la misma dirección. Que este planeta sea mejor. El cuestionamiento que se hace hoy de la carne tiene que ver con el sacrificio animal. Bueno, el hombre evolucionó a partir que comenzamos a comer proteína animal; el problema es cómo lo hicimos durante los últimos 70 años, lo hicimos como una máquina de matar. Eso es en lo que nos estamos enfocando, desde una manera diferente, y pretendemos que haya un cambio. Desde el punto de vista de la supuesta contaminación que produce la ganadería, que en Argentina no es tal, pero sí en el mundo, buscamos trabajar con ganadería regenerativa, con animales que se alimenten a pastura. Y así, a cada problemática que se plantee, vamos a tratar de encontrarle una respuesta, porque creemos que el mejor alimento en la historia de la humanidad es la carne. Y entendemos que el mundo no comenzó ni va a terminar con nosotros. El mundo estaba ordenado antes de que estuviéramos nosotros, entonces las respuestas están en lo que pasaba antes. Tenemos que tratar de imitar aquello que se hacía cuando no industrializamos los alimentos. Por ahí es dónde va nuestro camino, dando pasitos lentos pero seguros para progresar cada vez una poco más. Y sobre todo, sentirnos bien con lo que hacemos.

¿Cómo nace la recuperación del bodegón El Preferido?

Siempre supimos que no va a existir otro Don Julio en ningún lugar del mundo. Este restaurante nació para estar acá y es del lugar. Entonces, la manera que encontramos de crecer con el proyecto Don Julio es hacer crecer al barrio que habitamos, que es Palermo. En ese proyecto empezamos a expandirnos mejorando el entorno. Así fue que en 2019 tomamos El Preferido, que es un restaurante del año 55 que estaba cerrado, al que rescatamos y restauramos.

¿Qué les enseñó Don Julio para querer armar El Preferido?

Creo que lo que pasó con El Preferido fue una aventura que no lo hubiera hecho sin el acompañamiento de Guido. Y una locura, porque en ese momento había una crisis gigante en Argentina. Fue un acto de amor por un lugar del barrio que estaba por cerrar, y a los que somos del barrio, si desaparecía ese lugar, era como que nos sacaban un pedazo de la cara, un poco de nuestro rostro. Económicamente fue una locura, el momento no era el indicado, pero sentimos la necesidad de hacerlo y lo hicimos. Necesitábamos no perder El Preferido. Era un lugar muy querido por los vecinos y se los teníamos que devolver. En el marco de este proyecto de mejorar y darle algo al barrio, nos tocaba a nosotros hacerlo, sentíamos ese compromiso. Igual que pasó con la plaza, que ahora es una huerta vecinal.

Para Guido Tassi, Don Julio jugó un papel fundamental a la hora de avanzar con El Preferido: “En el mundo de la restauración del que yo venía, el cliente se adaptaba a lo que vos le dabas. Después de haber pasado por Don Julio, hoy entiendo la gastronomía de otra forma. Sin él no hubiese podido comprender situaciones que hoy aplicamos. Sobre todo, ponerse en la cabeza del comensal y entender lo que quiere el cliente. Es pensar más allá del plato”.

¿La clave del éxito del empresario gastronómico sería entonces ponerse en la cabeza del cliente?

La clave del éxito no es cocinar, sino que la clave es cocinarle. La cocina no es un acto de egocentrismo, sino de amor. La gastronomía es afecto. Nosotros le sumamos detalles al plato, que son importantes, pero la columna vertebral pasa por ese otro lado. Con ese brote de flor de ajo que le ponemos al plato, le estás recordando un lugar que quiere, con eso le estamos recordando el campo, la naturaleza, una flor se cortó para el cliente. Queremos representar y mostrar un paisaje, que aparece en cierto momento en el campo, de la vaca que comió ese pasto y que generó esa leche que elaboramos sin pasteurizar. El cocinarte es el cambio fundamental.

¿Cómo funciona Luna de Enfrente, la huerta vecinal?

Este año le propusimos a la Comuna un proyecto de apadrinar la plaza de la otra esquina, que se llama Luna de Enfrente, y hacer la primera huerta urbana comunitaria de Capital. La intención es que haya un lugar para que los vecinos puedan trabajar en comunidad para producir alimento y entregarlo a la gente que lo necesita. El primer punto del proyecto es el de encontrarnos entre los vecinos, el otro es que nos vinculamos con la naturaleza y el tercero es que podemos darle algo a alguien que lo necesita. La idea es mejorar el lugar que habitamos y ya llevamos cuatro cosechas. Los vecinos me conocen desde chico y son parte porque lo vieron evolucionar junto con el barrio y se sienten orgullosos. La huerta es el mejor proyecto de todos los que hemos hecho. Porque es el que más satisfacciones no da y el que nos vincula de una manera diferente, porque es un proyecto sin fines de lucro, distinto al contrato de un restaurante con el cliente. Más allá de la donación de los alimentos, lo más importante es el vínculo que se genera entre todos, como vecinos que se ocupan de la huerta, hay una lista de voluntarios y hasta mi mamá cuida la huerta todos los días.

La reunión con toda la brigada de trabajo antes del comienzo del servicio es el momento clave. Con el trabajo de la "familia completa", Don Julio logra la excelencia cada día.
La reunión con toda la brigada de trabajo antes del comienzo del servicio es el momento clave. Con el trabajo de la «familia completa», Don Julio logra la excelencia cada día. Martin Lucesole

¿Cuáles son los ejes que hacen que una parrilla de barrio esté entre los trece mejores restaurantes del mundo?

El mundo le da valor a los que nosotros hacemos, a nuestra cultura gastronómica. No es una cuestión de Don Julio. Si bien somos el restaurante premiado y elegido, lo que se premia y se mira es la esencia de nuestra cultura gastronómica, que es la parrilla. La carne, la ganadería, la maravilla de la estacionalidad, el maravilloso mundo del vino que tenemos. Cosas que son tan cotidianas para nosotros que no les damos valor y no se las percibe como algo tan especialmente bueno; porque es algo a lo que estamos habituados desde que nacemos. Pero alguien en Dinamarca, en Japón, en Francia, en España, en Estados Unidos o en Perú, lo nuestro lo ve como fantástico. Porque lo es. Eso es lo que hay que celebrar. Lo que pasa que lo tenemos tan cerca que no lo vemos. Si bien sabemos el trabajo que hace de Don Julio, en donde trabajan muchísimas personas y que tiene muchísimo desarrollo, con el premio lo que se valora es el producto argentino. Que un novillo pase tres años en una hectárea de las más fértiles de este planeta para que te comas un bife, es un lujo. Que cuando se lo explicás a un japonés no lo puede entender. Y eso pasa acá y lo vemos en la ruta todos los días. Es lo que pasa y así lo tomamos. Estamos muy lejos y la gente que empezó a llegar a Argentina de visita hace poco tiempo encontró valor en lo que para nosotros es cotidiano. Por eso está en el puesto 13 Don Julio, nuestra cultura, nuestra carne, nuestros vinos, nuestra gente, nuestro saber hacer. Eso es lo que se premia, y el mundo puso los ojos en la cocina argentina, así como lo hizo en su momento con la nórdica, la vasca o la catalana.

En los últimos años, hubo mucho esfuerzo por parte de los referentes gastronómicos locales por definir la identidad de la cocina argentina, y lo hicieron buscando otros productos regionales más allá que la carne y la empanada. Pero al final, parece que siempre gana la carne.

“Porque eso es regional de la cocina argentina, y la carne es federal, es de todo el país”, comenta Guido, y Pablo agrega “Argentina, tierra de fuegos. Desde Ushuaia hasta la Quiaca, el restaurante que siempre está más lleno es una parrilla. Después hay un montón de cocinas regionales y cada parrilla de cada lugar va a tener más influencia con los productos de esa región. Un cordero en la Patagonia, o un pescado de río en el litoral. Todo bicho que camina…va a parar al asador”.

Las carta de vinos en los restaurantes premiados, son también muy importantes. ¿Cuándo comenzaste con la cava y cómo es el casi libro de vinos que ofrecés hoy?

Atravesamos mil instancias. Igual que la viticultura argentina en estos últimos 20 años. El vino nos atraviesa a todos. Empezamos con el vino desde 1999 y fuimos creciendo de a poco con la carta. También pasó algo muy interesante, que tiene que ver con la búsqueda argentina de una identidad del vino. Una que primero se perdió, que luego se fue recuperando y finalmente trasladando hacia otro lugar. Ya dejamos de hablar de bodegas y empezamos a hablar de productores, para luego hablar de lugares, de enclaves, de coordenadas, de pensar en el suelo y no tanto en el sol. Ese zoom que hizo el vino argentino, nosotros lo hicimos desde nuestra cava. Pero a la vez, con esa revolución del vino argentino que hicieron los nuevos productores de vinos, nosotros hicimos una búsqueda que tenía que ver con el pasado y con valorar a todos los productores que habían sido poco apreciados porque se los comparaba con Francia, España o Italia, países que tienen una historia y la respetan. Nosotros no lo habíamos hecho. Paralelamente a lo más nuevo, hicimos una búsqueda hacia atrás para poner esos productores en valor. La carta tiene tres mil referencias, con unas sesenta mil botellas, , que fuimos comprando y guardando, en donde tenemos representada la historia de Don Julio. Compramos para guardar porque creemos que ahora es el mejor momento del vino argentino. Y la historia de los vinos desde el año 1923, cuando Don Julio no existía. Al igual que con lo culinario, con el vino queremos mostrar nuestra mejor versión, nuestra historia y nuestra identidad.

El público vive los éxitos de los restaurantes premiados a través de las redes sociales. Si tuvieras que contarles cómo es la experiencia Don Julio a todos los que no llegan a ir, ¿qué les dirías?

Lo que nosotros deseamos es recibirlos en nuestra casa. Eso es lo que queremos. Vivimos y disfrutamos de la gastronomía, y la disfrutamos porque creemos en el concepto de la hospitalidad. Con Guido estamos todo el día acá adentro, mis hijos viven acá, mi madre está acá, los empleados, somos todos una gran familia. Somos familia y vivimos la gastronomía con el concepto de la hospitalidad, deseamos que vengan a visitarnos a casa, no queremos servirlos en el restaurante. Creo que eso es lo que siente la gente que viene y vive la experiencia. Siente que entra a la casa de alguien. Quizá esa sea la clave del por qué la gente quiere venir, o por qué vuelve. Es nuestra forma de vivir la gastronomía y es lo que amamos. Vos vas a venir a comer a mi casa, no sé si para vos es la mejor, pero es la nuestra, y en mi casa te doy lo mejor que tengo, no me guardo nada. Este restaurante no es el mejor, es el mejor que puede ser porque es nuestra casa.

En marzo de 2019, Don Julio cumplió años y armó una gran asador vecinal en la calle con una fiesta e invitados internacionales. Días después llegó la pandemia a nuestro país. ¿Cómo te reinventaste en el último año y medio?

Fue una gran lección de la vida. Estábamos en un momento fantástico, una situación de privilegio y de repente se terminó todo. Este restaurante recibía dieciséis mil personas por mes. Al principio fue muy duro por las responsabilidades que llevaba. No tuvimos ni tiempo de pensar sobre el negocio, sino en cómo sostener todo el tejido social que representa Don Julio. Desde los productores que dependían sólo de nosotros, los animales se producían casi exclusivamente para nosotros; los ciento cincuenta empleados y sus familias, y en cómo sostenerlos. No solamente económicamente. Era muy difícil contenerlos emocionalmente. Por eso nos pusimos manos a la obra, activar nuestras cabezas y hacer lo mismo de siempre. Darlo todo en función de salir adelante. Con las nuevas ideas, por ejemplo, cambiamos la estructura de El Preferido, y lo armamos con un formato para poder llegar a las casas con nuestras preparaciones. Desde Don Julio, el delivery era medio complicado y entonces apareció la idea de la carnicería, que fue un tributo a mi abuela, quien empezó la historia familiar con la carne. Mi papá se crio ahí, y tener una carnicería siempre fue mi deseo como para volver al origen de la historia familiar. Así, los empleados del restaurante se fueron reubicando en los distintos puestos que se abrían en la carnicería, o las entregas, el empaquetado. Por supuesto, para menguar el tema económico, pero sobre todo para sostener la estructura humana, porque al final de cuentas lo que teníamos bien claro era que la pandemia iba a pasar y que el éxito era poder sostener la estructura humana, lo que hacía que Don Julio sea lo que es. Un grupo de gente haciendo gastronomía. Fue un éxito. Lo logramos.

"Al final de las modas, los cortes de la vaca son los de siempre", admite Rivero
«Al final de las modas, los cortes de la vaca son los de siempre», admite RiveroMartin Lucesole

¿Cómo tomaste el premio después de todo este cierre?

Con alegría. Argentina está muy lejos geográficamente de lo que realmente pasa en el mundo, y que nos haya mirado y puesto en ese lugar nos pone muy felices por todos. Lo que tenemos vale mucho. Porque si no, no mirarían tan lejos. Y por más que sea la única vez que haya pasado ellos ya saben que lo nuestro vale.

Ya te venían mirando cuando Don Julio ganó el primer premio del concurso de los mejores restaurantes latinoamericanos. Cómo sentís la diferencia entre los dos premios.

Latinoamérica es el espacio más maravilloso que tiene este planeta, somos hermanos. A los peruanos les encanta Buenos Aires, a los chilenos también. Los brasileños nos visitan, es un ámbito más cercano. Pero en el concurso mundial, hay que pensar que nos votó gente de Asia, gente del hemisferio norte, gente a la que les quedamos lejos. Sin embargo, se han ocupado de tomar un avión y venir a conocer nuestra cultura. La han valorado.

¿Qué se viene?

Lo más importante que tenemos es seguir haciendo crecer nuestro barrio, mejorar nuestro lugar, y en función de eso hay varios proyectos con nuevos conceptos que se van a empezar a cristalizar el año que viene. También tenemos un proyecto en Patagonia, para interpretar el paisaje culinario del sur; y otro para llevar la parrilla argentina al exterior, con otros formatos. Pero Don Julio no va a existir en otro lugar que no sea en esta esquina.